Este pasado mes de diciembre ya tocaba salir a hacer algo de alta montaña por el Pirineo. Y ahora que ya tengo tienda propia, aunque sea de 3 estaciones, una de las ideas era ir y montar la tienda encima de la nieve. A la vez contacto con mi compañero Toni que hace tiempo no coincidimos para hacer alguna actividad de alta montaña, a la vez que le entusiasma la idea de aventurarnos con la tienda por el frío Pirineo invernal.
Le consulto a Francesc dónde podríamos ir; éste está últimamente liado en hacer una serie de montañas del Pirineo, de una supuesta lista imaginaria compuesta por argumentos que él mismo conoce. El caso es que me comentó de ir al Anayet. Ya sabía que no era ningún tresmil, ni ningún pico excesivamente alto para ser de los Pirineos, pero sí había hablado hablar de él. No era un pico cualquiera, según miras algunos mapas o fotos aparece con un perfil agreste, picudo, abrupto, como un perfecto pináculo rodeado de paredes y escarpes por todas sus caras… especialmente la cara norte, con más desnivel y espectacularidad.
Y para ir al Anayet, aunque hay gente que lo hace en un solo día porque no es demasiado largo el recorrido desde el lugar de inicio de la marcha en invierno, la cima y volver, nosotros queríamos ir con tiempo y a la vez poder dormir bajo la nieve en algún lugar casi al pie del pico. Mirando un Alpina observo que tiene una especie de planicie, de llano y casi de circo en su lado este compartido con otros picos que son poco más bajos que éste, y en un rincón de estos llanos, sendos laguitos, ibones que nos van a servir de campo base para montar las tiendas… ya estaba todo pensado y preparándose.
Al final Francesc está medio lesionado y no viene a la actividad, con lo que solo Toni, Josep Gallemí (que no quiere subir al pico, solo probarse la pierna después de su rotura y recuperación) y yo. Con lo que al final le explico a Toni que sea él quien mire y obtenga información por internet… aunque con el nuevo mapa Alpina del Valle de Tena iba a estar muy claro… al menos la vía normal de subida.
Con lo que el pasado sábado 17 de diciembre salimos por la mañana en busca del Pirineo, del Valle de Tena y de la Estación de Esquí de Formigal. Flora antes nos advertía: llevad cuidado con los pasos de roca, con nieve o hielo puede ser peligroso. Toni ha visto varios corredores que recorren algunos tramos por sus paredes, y que para llegar a la cima por la vía normal hay un tramo con una cadena… siempre nos imaginamos los pasos más complicados de lo que realmente son cuando alguien nos lo explica o cuando vemos la información, en general. Esta vez tendría que llegar hasta la pared del pico para averiguarlo.
El fin de semana se presenta increíblemente bueno, despejado, llevamos casi meses con anticiclón entre este mes de diciembre y lo que tendremos en enero, y la nieve escasea en cotas bajar pero en cotas más altas se conserva en los sitios con más sombra y ventisqueados. Lo único malo es que con tanta bonanza la temperatura por la noche puede bajar considerablemente en altura… no siempre anticiclona a gusto de todos.
Subimos por la carretera que se dirige al Portalet, a Sallent de Gállego, y una vez pasado el cruce con el nombrado pueblo, comienzan los cruces con los distintos parkings y puntos de la Estación de Esquí de Formigal. Debemos girar a la izquierda justo en el último cruce y parking de la estación de esquí. El letrero pone: “Parking Anayet”, para allá vamos. Curiosamente este parking solo está abierto en invierno, para dar servicio y entrada a los esquiadores y usuarios de la estación de esquí. Mientras que en verano una cadena impide el paso por esta pista asfaltada que te lleva hasta un gran parking y las nombradas pistas de esquí. Es pronto. Es la 1 del mediodía, pero mientras nos equipamos, hacemos las mochilas, comemos, se hacen entre las dos y las tres de la tarde. Pero ya estamos en camino.
Hay sitio para dejar el coche, y mientras nos ubicamos observo el paisaje con una claridad excepcional, solo unas pocas nubes entorpecerán sus vistas: reconozco al Balaitous con su inhiesto Frondella, majestuosos y altivos… este pasado septiembre pisé su cima por primera vez, y desde esta vertiente donde se supone se encuentra la Gran Diagonal no se aprecia subida alguna. Impresionante montaña. La tenue pero fantasmagórica luz solar que aún toca las cimas de estas montañas, le dan un toque nostálgico, precioso, encantador… se nota que el día ya comienza o intenta caer ya.
Nos ponemos en marcha. Salimos del enorme parking en busca de la entrada de las pistas de esquí que estaban a nuestra espalda y montaña adentro, justo en el lado contrario de las estupendas vistas del Balaitous y Frondella. Miro el mapa de Alpina: hay algún caminillo y senda que sale justo desde este punto y busca las orillas del barranco, del torrente que baja de la montaña. Además es el famoso G.R.-11 que cruza todo el Pirineo y no debe de tener ninguna pérdida… si ves las marcas entre la nieve. Por suerte el camino a seguir es muy claro: hay que seguir paralelo el curso de dicho barranco, el de Culibillas hasta llegar a Los Llanos de Anayet donde en un rincón o mejor dicho en un lado del mismo, hacia el noroeste, se encuentran los dos reconocibles y únicos Ibones de Anayet.
No llegamos a pisar las pistas, unas huellas de raquetas nos dan una pista y las seguimos. Enseguida giramos por una especie de camino hacia la derecha. Pero dura poco. Al poco tiempo se convierte en una senda que sigue a cierta altura del barranco, paralelo hacia el interior del valle que está formando o sale de él. Está todo muy claro ya que la senda nevada y helada en tramos es muy clara. Antes de llegar al parking no hay mucha nieve o nada de nieve, a partir de aquí la abundancia de la misma y el frio del lugar, el valle cerrado, todo en sombra, caracterizara la subida y recorrido hasta las alturas de los ibones. No tiene pérdida. Es seguir todo el valle, paralelo al barranco, sin cruzar collados, ni otras direcciones, hasta su parte más alta.
Delante nos topamos, mientras nos internamos en el frio, oscuro y nevoso vallecillo, con altivos picos los Pico O Cantal o Pico Royo, Lapazuso, Culibillas, los cuales hace como de límite y entrada de este valle y la zona de las pistas de esquí. Hay un grupillo de gente que justo en las empinadas laderas de estas primeras montañas parece que están haciendo prácticas, mientras nosotros nos introducimos en este valle siguiendo la muy marcada senda en la abundante nieve, hacia la parte más alta del mismo. Poco a poco mientras giramos para buscar La Garganta, dejamos a nuestra espalda las pistas de esquí y aquellas altas montañas que veía y reconocía al fondo: Balaitous, Frondella… y ahora, poco a poco mientras subimos por el valle, otro grande más al sureste, Los Infiernos.
Estamos casi solos en esta subida, de hecho no sube nadie más que nosotros tres, los únicos que suben por este valle en busca del Anayet. Solo nos encontramos con pocos grupos que bajan por la senda marcada y vienen del lugar al que queremos llegar. Josep les pregunta si falta mucho, pero no tardaremos más de 2 horas y media en llegar al lugar donde queremos montar el campamento.
La Garganta es un estrechamiento del valle en donde el barranco o riera lo cruza haciendo eses entre rocas y escarpes; pero la senda creada en la nieve al caminar lo supera sin dificultades; eso sí, se nota la evolución en la altura, como poco a poco vamos cogiendo altura quedando a nuestra espalda allá abajo lo recorrido y como el paisaje casi limpio (en nuestro macizo no hay ni una nube) se va ampliando mientras el sol es implacable pero suave en las cimas del Balaitous, Frondella e Infiernos. Poco a poco es más increíble y hermoso.
El valle en sombra toda la tarde y con tanta nieve es como un congelador gigantesco, enorme. Casi paso frío en la subida a los Ibones de Anayet, pero el paisaje y el lugar por donde cruzamos, aunque no sea extraordinariamente precioso, siempre con el toque de la nieve y de las heladas sombras, lo hace impresionante y grandioso. Y más con la soledad como compañía.
Justo arriba de las eses y escarpes de La Garganta el barranco se suaviza algo y llega un momento que se topa con una especie de mini circo con una magnífica cascada helada a la derecha. Giramos para subir por la derecha de la misma, sin llegar a estar encima de ella, por una ladera medio nevada y en parte soleada. Y arriba de la misma ya llegamos a los llanos, Planos de Anayet con las vistas bestiales de la impresionante imagen del Pico de Anayet como principal atracción en todo el paisaje y vistas que tenemos. Impresionante. La verdad no me imaginaba que el pico tuviera un aspecto tan alpino y espectacular como el que nos encontramos nada más subir y llegar a las primeras lomas que rodean los Ibones de Anayet.
El sol ya quiere esconderse y el frio comienza a penetrar en todos los rincones de nuestro cuerpo sudado; mientras nos hacemos unas fotos únicas y preciosas con el fondo del mismo Anayet. Tiene una perfecta forma como de pagoda con la punta escarpándose y verticalizándose hacia lo más alto del pico. Escarpado, casi puntiagudo si no fuera porque la cima parece que esté cortada sin acabar en punta. Roca oscura con pocos neveros. Preciosa imagen, casi alpina en medio de laderas suaves de nieve y hielo.
Seguimos caminando y ya nos metemos con la nieve hasta la rodilla en algún tramo. Observamos lo llano y perfecto de un redondeado plato: es uno de los ibones del Anayet. Al final entre ver si acampábamos allá o acá, decidimos hacerlo junto a la orilla del mismo, pensando que podemos coger agua de las congeladas y nevosas aguas. Además el día ya daba a su fin, la oscuridad se cernía sobre nosotros en este solitario “páramo” frío y nevado. Casi en el lado contrario del ibón, al otro lado estarían las vertientes del Anayet, acampamos.
Nos sorprende la limpia y extraordinaria imagen de aquel volcán extinguido del que solo quedan sus duras chimeneas y cráter de granito vivo: el Pic du Midi d’Ossau se yergue al norte al otro lado de vallecillos y laderas suaves y no demasiado altas. Es impresionante. Hay que decir que este Pico de Anayet es casi hermano del extraordinario Pic du Midi d’Ossau, ambos restos de altivos y enérgicos volcanes. Excepcionales vistas para lo que queda de un día radiante y una noche que parece será impresionante y extraordinaria… pero muy fría sin nubes ni vientos que perturben la tranquilidad del lugar. Estamos solos en todo el llano, en todo el plateau… solo el Pico de Anayet en lontananza el Pic du Midi d’Ossau nos examinan con sus pétreos ojos graníticos, inmóviles e inmensos.
Josep se monta su mini tienda y Toni y yo nos montamos mi tienda voladora de la Estasen del Aneto. Pero esta vez parece que no va a hacer viento. Estamos a unos 2.200 metros de altitud y el frío nos caerá rápido y sin piedad a partir de que la claridad del día desaparezca detrás del sol. A pesar de que es pronto cuando nos metemos en nuestras tiendas y casi ya en los sacos, el tiempo pasa volando, o lentamente, según el frío que tengas. Cogemos nieve para fundir y poder cocinar. Algo de pasta de sobre y buen jamón que ha traído Toni. Demasiada cena al final pero no hay otra cosa que hacer. Josep no sale de su tienda; pasa frío y no quiere salir ya ni del saco después de cenar. La noche la pasamos entre sueños y frío. Frío porque a pesar de tener un buen saco, hay que saber utilizarlo y no explotarlo… demasiada ropa para secar y calentar dentro del Diamir… no hubo manera de calentarlo en casi toda la noche; con lo que conlleva pasar frio por este mal uso… ¡¡Qué frío!!
Suenan los despertadores y no queremos levantarnos, salir del saco. La escena me suena de muchas otras veces. Siempre esperamos a que salga el sol para ver si calienta la tienda, el día, el cuerpo… y así hacemos. Desayunamos y nos preparamos. Antes nos hemos hecho algunas fotos para inmortalizar el gran día que tendremos hoy. Porque el día ha amanecido radiante, limpio, magnífico, sin una nube… ni una en todo el día, y así nos acompañaría durante toda la jornada, desde la salida del sol hasta su puesta. Pocos días he podido contar como éste en invierno en el Pirineo, en mis actividades por el mismo; y éste es uno de los más transparentes y claros. Las fotos desde las alturas así lo confirmarán.
Bueno, ya es hora de salir, son cerca de las 10 de la mañana. Por suerte el pico está cerca, relativamente cerca del campamento, y el desnivel no llega a los 400 metros. De hecho, este pico se podría asolir en un solo día desde el mismo parking de la estación de esquí… como ya he dicho, pero la aventura era acampar en las frías faldas de la montaña.
No hay pérdida, debemos dirigirnos justo hacía un colladito que queda a la izquierda de la bajada de la pagoda del Pico de Anayet: es el Cuello de Anayet. Justo al otro lado, más hacia la izquierda del mismo colladito se yergue otro pico casi de igual altura que el mismo Pico de Anayet: el Vértice de Anayet; con solo 20 metros más bajo que nuestro protagonista. La marcha es tranquila bajo un sol reinante que no calienta en estas primeras horas (o últimas) de la mañana, y rápidamente llegamos a la pala que nos sube al colladito. Parece vertical desde la lejanía, pero una vez que te acercas no tiene nada del otro mundo. No nos hemos puesto crampones. Hay muchas huellas y la subida es casi una escalera de escalones en zigzag hacia arriba. Pronto llegamos al colladito. Josep dice que no quiere subir al Pico de Anayet, ni si quiera quería subir al colladito, ya que sigue en rehabilitación.
Las vistas y el día son impresionantes. No me cansaré de repetirlo, admirarlo y disfrutarlo. Vemos las montañas al otro lado. No las reconozco aún ¿El Aspe? ¿Bisaurín?… pero son escarpadas y espectaculares también, se nota su perfil calizo en lugar de granítico, aunque sean más bajas de 2.800 metros en su gran mayoría… eso mirando hacia el oeste, hacia el este aparecen los gigantes del Valle de Tena: hacia la mitad tirando hacia abajo el conjunto de Argualas-Garmo Negro, y casi inhiesto Los Infiernos, los más altos. Hacia el norte del valle casi en la frontera la inconfundible presencia del Balaitous con su porte. Estamos a 2.413 metros y desde aquí ya podemos girar a la derecha hacia el Pico de Anayet o a la derecha por una suave pero continua crestecilla y loma cimera hasta el Vértice de Anayet. Josep decide descansar un poco mientras observa como cogemos la ladera nevada e inclinada del lado oeste Toni y yo, en dirección al Pico de Anayet.
Por debajo de unos escarpes atraviesan las pisadas en diagonal por la empinada ladera nevada. No hay peligro. Si resbalamos abajo hay nieve blanda horizontal en una especie de llano, entre el Cuello de Anayet y la Punta de Las Negras o Falso Anayet. El paso no es difícil y la nieve está muy bien, pero Toni no se ve y a mitad del paso decide hacer marcha atrás y volver al Cuello de Anayet. Éste se reúne con Josep y suben juntos por el fácil recorrido al Vértice de Anayet. Yo no me amilano y decido seguir la interesante travesía hasta las verdaderas faldas del Pico de Anayet, o mejor dicho, hasta los pilares verticales de las paredes y escarpes del Anayet.
Subo a otra especie de collado o llano, sigo en dirección al perfecto cilindro de roca y paredes, forma que tiene este pico desde este lado. Me recuerda a otra montaña pero no recuerdo a cual… aunque mientras escribo estas letras me viene a la mente la imagen del Naranjo de Bulnes… Estoy incómodo. Tengo el estómago como revuelto, la tripa inquieta… creo que sé lo que me pasa, o lo hago o no puedo seguir; me acerco a un rincón junto a las rocas rojizas, ferruginosas volcánicas y hago de vientre ¡¡¡Uuufffff!!! Ya puedo seguir. Ahora cambio de vertiente y de nuevo me enfilo por el este por otra empinada pala de nieve hasta las mismas rocas del cilindro, hasta las mismas cadenas. Acaba la nieve y comienza la travesía por la roca con las cadenas. A la derecha la ladera acaba en una pared o abismo que no logro a ver desde aquí, y debajo de ésta el gran llano nevado y precioso de los Ibones de Anayet.
Me paro justo donde acaba la nieve y veo la primera cadena. Creo intuir por donde pasan y por donde hay que ir. Es una travesía en horizontal desde este punto de la montaña hasta otro más a la derecha, sin ascender nada. Después por una sendilla sobre los abismos y bajo las paredes de la montaña, hasta que a la izquierda se abre una canal fácil pero inclinada que no llega a ser corredor… quizás con mucha nieve y verticalidad… pero en esta parte de la montaña que da al Cuello de Anayet y hacia el sur, el sol de estas últimas semanas y que no ha precipitado, ha fundido la poca o única que podría albergar. Con lo que la subida al pico por esta canal fácil pero vertical, se hace entretenida y sin peligro, sin que nada entorpezca el paso a paso de esta subida. Hay una especie de sendilla en zigzag y pocos pasos de roca a superar.
En el descanso he dejado la mochila y los crampones (espero no tener que necesitarlos), pero me llevo el piolet por si acaso… aunque después de la travesía horizontal de las cadenas y la sendilla, dejo el piolet antes de afrontar la canal que se supone me llevará a la cima el Anayet, creyendo que ya no me encontraré más dificultades de nieve y hielo al ver lo pelado con ausencia de este meteoro que tiene esta cara sur de la montaña. No hay nadie en toda la montaña. Estoy solo en la subida; después de la pareja que hemos visto por debajo del pico justo en la salida del campamento, nadie más se atreve en este radiante día de domingo con un sol valiente en el cielo y ni una nube que le intercepte, ni una. Siempre esperas ver a alguien en la cima, subiendo o bajando cruzando caminos y direcciones, pero esta vez parece que nosotros tres somos los únicos que estamos disfrutando de este blanco y encantador rincón del Pirineo; y yo solo del distinguido cilindro, antigua chimenea volcánica de este perfecto Pico de Anayet.
Arriba de la canal me encuentro ya con la crestecilla cimera que comunica la parte oeste del cilindro, del pico con su cumbre o parte más alta a la derecha, a mi derecha, hacia el este. No está muy claro desde este punto, pero los hitos y la huella de hacia dónde hay que ir son inconfundibles. Lo malo es que ahora desde la salida de la canal hasta la cumbre hay una sendilla de nieve y hielo; en la subida no hay problema, pero a la bajada deshaciendo lo andado echaré de menos el piolet… serán unos pasos delicados con una caída o pendiente delicada pero no imposible.
Y pocos pasos y metros después de salir de la canal llego por fin a la solitaria y espléndida cima del Pico de Anayet a 2.574 mts. Lo primero que hago es disfrutar del espectacular paisaje, del día y de todas las vistas, conocidas o no de lo que me rodeaba. Hago fotos, video… y tengo que dejar la cámara sobre unas piedras cimeras con el disparador automático para que pueda salir yo en algunas de ellas. Es un pico increíble y el día lo hace más especial e increíble, tengo que inmortalizarme en esta cima. Reconozco algunas montañas que ya he mencionado antes, ahora más vistosas, vigorosas e impresionantes desde esta altura de la cima del Pico de Anayet, al final se convierte en un mirador privilegiado, idílico para admirar la cordillera y sus picos, montañas… el conjunto del Garmo Negro, Argualas y los inhiesto Picos del Infierno que aparecen como una alta muralla de tres piquitos vertical e imponente. Precioso. Más hacia el norte los antes nombrados Balaitous y Frondellas que desde aquí aparecen con formas reconocibles e inexpugnables, sobre todo el Balaitous con una pared cimera con forma romboidal, oscura pero sombría y temerosa… son impresionantes. Y al norte el rey del paisaje pirenaico francés, el otro volcán hermano mayor del Anayet, el espectacular Pic du Midi d’Ossau con sus paredes verticales, sus chimeneas terminadas en punta que acompañan a la principal más ancha y alta, es como un castillo medieval con torres de guardia y vigilancia que circundan la principal del homenaje. Y éste sale de suaves y casi horizontales lugares (si las comparamos con sus perfiles) que le hacen más espectacular y admirable… como el mismo castillo que sobresale de entre los llanos del páramo; y con esas pinceladas de la nieve caída a pesar de ser la cara sur y soleada la que vemos de esta soberbia montaña… pero hay que seguir con la vista el resto del paisaje pirenaico: hacia el oeste creo distinguir el Pic d’Anie (el último pico de dos mil quinientos metros del Pirineo hacia el Cantábrico); la Mesa de los Tres Reyes… algunos otros que desconozco a menos que mire un mapa, son puntiagudos y escarpados, también espectaculares. Creo ver al Bisaurín, entre la zona del Pic d’Anie y ésta más cercana del Aspe y la zona a la que pertenece el Anayet, al sur la altiva muralla entre el reconocible Peña Telera al este y la casi escondida pero alta Peña Collarada, es la Sierra Dera Partacua… a la derecha de esta alta sierra, esta alta muralla nevada, aparece un laberinto de piquitos y montañas calizas, es curioso y espectacular… Pala de Ip, Peña Escarra… son algunas de éstas… todo el paisaje sin una sola nube, neblina que entorpezca la magnífica vista, la extraordinaria visión del radiante y soleado día de hoy. No me canso de explicar el gran día de vistas y paisajes que es el de hoy…
Sigue sin subir nadie a la cima. Sigo estando solo después de hacer las fotos y admirar el paisaje. Es hora de bajar. E igual que he subido en soledad, bajo en soledad desandando el camino. Pero ahora con mucho cuidado ¡¡Como he podido subir por aquí sin piolet que me salvaguarde!! Como había añadido antes, el comienzo de la bajada hasta llegar a las inmediaciones de la canal es delicada y temo resbalar. Solo la suela de las desgastadas Asolo, y los fríos y deshilachados por los cristales de hielo, guantes míos, son a los que debo confiar para bajar sin caerme… pero después de llevar mucho cuidado (siempre más de lo normal) y de unos minutos casi en tensión, llego a lugar seguro entre los escarpes de las rocas cimeras y la sendilla que comienza la bajada por la canal.
De repente justo a los pocos segundos de comenzar la bajada por la canal me pasa algo raro. No había nadie allí ni en muchos kilómetros a la redonda, menos mis dos compañeros que estaban lejos bajando del Vértice de Anayet o algún grupo que no hayamos visto que subía por otra vertiente oculta, más peligrosa y agreste como la norte, del pico… escucho casi como un susurro muy agradable y sosegada, pero a la vez directa y concreta, como me llaman por mi nombre desde la parte alta de la canal, como saliendo de entre las rocas escarpadas de la cima y que coronan la canal. Es más, pronuncia mi nombre completo: José Joaquín. Tal es que miro hacia arriba esperando que aparezca alguien de entre las rocas. Pero estoy solo. No aparece nadie. Y si apareciera ¿Cómo saben mi nombre? Nadie me llama por mi nombre completo, de hecho, la mayoría de la gente lo desconoce… solo se me ocurre que subieran por la otra cara de la montaña una pareja, mujer y hombre, que el hombre se llamara como yo, que la chica le llamara pero que no aparecieran nunca por la cima ni por la parte visible de la montaña ¡¡Imposible!! Mucha casualidad sería, demasiada… De repente me llegan a la mente esas historias y leyendas de montañeros que en la soledad de la montaña tienen este tipo de experiencias; pero no estoy en peligro ni en una gran montaña de los Andes o del Himalaya… es todo tan raro que casi me asusta, me quedo como que no me lo creo y sigo la bajada por la canal en busca de mi piolet al pie de la misma, de la senda transversal y de las cadenas.
Recojo mi mochila y me la pongo. Deshago el camino en busca del Cuello de Anayet; no está muy lejos, no he andado tanto para llegar del mismo colladito hasta las paredes del pico. Sigo mirando hacia atrás, hacia las cadenas, las paredes y el rincón donde comienza la canal que desde este punto no se llega a discernir, tapada por el mismo perfil de la montaña. Intento ver a la gente que me ha llamado por mi nombre o han dicho mi nombre casi en la cima de esta solitaria montaña. Pero no baja nadie, no aparece nadie. Miro a la montaña y un escalofrío me recorre el cuerpo. No es miedo, es incertidumbre, desconcierto…
El paso de nieve se hace rápido y sin problemas; no entiendo el recelo de Toni. Y veo a los dos compañeros que ya han bajado del Vértice que me llaman para subir a una loma al otro lado del colladito (al que estaba llegando) para reunirme con ellos. Magnífico día. Las ascensiones han ido muy bien y rápidas para todos. Pero ya es hora de volver, desmontar el campamento y bajar hasta el coche… nos queda todo el camino de carretera hasta Barcelona.
La bajada del Cuello de Anayet hasta las suaves lomas de los llanos donde se encuentran los Ibones de Anayet es rápida y fácil. Escalones de nieve, ahora más blanda e inestable. Hundir un pie, una pierna en algún agujero oculto por la nieve blanda, es fácil. El camino hasta el campamento me parece algo larguillo para lo que creía; no hemos plantado las tiendas demasiado cerca.
Desmontamos las tiendas y ya queremos emprender la bajada hacia el parking de la estación de esquí. Me sigue pareciendo increíble que no haya aparecido ni una nube en todo el día; ha sido un día único, radiante y con mucha visibilidad. Un video grabado en la cima así lo atestiguará… ¡Qué invento hacer estos videos a modo de “Selfie”! Justo nos hacemos fotos con las impresionantes vistas del Pirineo hacia el este en el balcón que forman los llanos de los ibones cuando comienzan a caer por el cañón o hueco que comienza a hace el nacimiento del Barranco y vallecillo del Culibillas. Fascinante. Mítico. No dejo de mirar el fantástico murallón allá arriba de los Picos del Infiernos con esas verticales laderas nevadas y altas.
La bajada es rápida, fría y solitaria. En el día de hoy sí que no nos encontramos con ningún grupo o pareja, como sí nos encontramos ayer, que bajen del llano de los ibones o de algunos de estos picos… como una pareja que bajaba del Vértice de Anayet. El Barranco, el vallecillo por donde pasa o cruza este, más que riachuelo o arroyo, un río de montaña como Dios manda, sigue sumida en la oscuridad, en el frío gélido de las sombras de las montañas del Pirineo. Hay que abrigarse. No nos quitamos los crampones, y de esta manera podemos seguir por la senda helada próxima y debajo de las pistas de esquí sin resbalar… aunque justo antes de llegar a pisar las cercanas pistas de esquí tengo un traspié con los crampones y caigo con todo el equipo… no va más allá el susto.
Y así, desandando el camino de ayer para subir hasta el llano de los ibones, llegamos poco antes de las 4’30 de la tarde, justo cuando ya piensan en cerrar la estación de esquí, hasta el parking donde aparcamos el coche… y el atardecer sigue siendo espectacular, como el día; eso sí, frío a -2º ya en el coche. Y sobre las 5 una vez ya cambiados y cargado el coche, salimos en busca de nuestras casas a la vez que las sombras comenzaban a invadir los rincones del Pirineo. Ha sido una fría (por la noche), una cálida (por la luz del día), fantástica y espectacular actividad; el Pico de Anayet, hermano pequeño del Pic du Midi d’Ossau es precioso, enigmático y atractivo, picudo y vertical pico, cilindro, resto de un antiquísimo volcán del que solo queda la sólida y vertical chimenea… espectacular… Y esa voz, esa llamada, mi nombre en las alturas solitarias de la cima de la montaña, mirando o cayendo del mismo limpio y casto cielo azul. No creo que lo pueda olvidar; pero por si acaso aquí lo dejo escrito. Creo que es la primera vez que me pasa esto, que tengo este tipo de experiencia en la montaña libre, solitaria y abierta. Increíble, imposible… la magia y el misticismo, como muchas veces cuento que ocurre en las montañas, ahora sí se hace una realidad palpable por los sentidos, el oír, el no ver… y ese sexto sentido que te alerta y te dice “esto no es lo normal”… soberbio, impactante…