Después del exitoso viaje a Soria, a los Picos de Urbión en la pasada Semana Santa, el mismo año se organizaba otro viaje en mitad de agosto con las mismas ideas. Pensábamos que, con el tremendo éxito del primer viaje del Centro Excursionista Almoradí, el resto de viajes organizados con autobús serían igual… nada más lejos de la realidad…
Había que pensar en algún lugar y actividad que realizar para el viaje. Puede ser que las características de la actividad que se pensaba realizar frenó a muchos a apuntarse, o sencillamente que era verano y la gente piensa más en playa y estar tumbado al sol en la arena, que en caminar y pasar calor por la montaña. El caso es que de los 50, 45, o 40 persona que podríamos ser, al final nos quedamos en 23 o 24 participantes, con lo que vino la primera polémica en la asociación: ¿Cómo pagábamos el autobús si no éramos suficiente gente? Al final parte del dinero salieron de las arcas del Centro y otra parte la pagábamos los participantes. De forma que de un coste de unas 5.000 pesetas, subió a 11.000 pesetas… me dejó sin un duro para el mismo viaje; menos mal que no íbamos de bares ni turismo, que en el bosque, en la montaña no hay lugares donde gastar el dinero.
Pero aún o he dicho donde queríamos ir: no se de quien fue la idea, pero se sugirió realizar una travesía por la extensa, preciosa y famosa Selva de Iraty. Cerca de la frontera con Francia en Navarra, en la parte del Pirineo Navarro que comienza a dejar los dos mil metros para acercarse a altitudes inferiores, menos agrestes, más suaves y llenas, invadidas por los verdes y exuberantes bosques atlánticos como los frondosos y atractivos hayedos. La idea era salir del famoso conjunto histórico medieval de Roncesvalles, y seguir hacia el este por todo el bosque, por caminos y sendas, hasta, al cabo de 4 o 5 días llegar al Puerto de Larrau después de bajar el primer dosmil del Pirineo desde el Cantábrico: el Pic d’Orhy. Con este recorrido habremos cruzado toda la extensión y parte más frondosa de la Selva de Iraty.
Ya el que la llamen selva me llamaba la atención ¿tan frondoso y extenso sería el bosque de la Selva de Iraty? ¿Cómo una selva amazónica pero con especies atlánticas, oceánicas? En Alicante no hay este tipo de bosques, verdor, ni clima, tiene que ser una experiencia única el poder realizar una marcha de días por un gigantesco, verde y frondoso bosque como éste. Tan grande que para recorrértelo tienes que estar días ¡Increíble!
Con lo que un día de agosto de 1.992 salimos con el autobús medio vacío o con más espacio para los participantes, camino de Navarra y del famoso conjunto arquitectónico histórico medieval de Roncesvalles. Una de las primeras poblaciones o la primera, por la que hay que pasar si vienes de Francia o desde la que tienes que comenzar si quieres hacer el Camino de Santiago entero. También conocido por aquella batalla que ganaron los Navarros contra los franceses, contra las tropas de Carlomagno (mientras se retiraban), con la muerte del “gigante Roldán”… de donde viene la CHanson de Roland, que junto con el Mío Cid son algunos de los poemas o relatos no religiosos de la Edad Media que se conservan hasta nuestros días… ¡Tengo muchas ganas de conocer Roncesvalles y meterme un poco de Historia en el bolsillo y en mi cámara Werlisa!
Y por fin el autobús nos deja en Roncesvalles. Visitamos los edificios restaurados medievales. La tumba de Sancho el Fuerte. El primer Rey Navarro que intentó crear la nación de España uniendo Aragón con Castilla mediante el Reino de Navarra, que quedaba en medio. Visitamos su tumba; los rosetones y vidrieras con preciosas e impresionantes; una de ellas representa a un gigante a caballo celebrando junto con sus lacayos y caballeros la victoria de una batalla. El gigante a caballo es Sancho el Fuerte, ya que medía 2,20 metros y para aquella época era considerado casi un gigante. Extraordinario. Las construcciones no van más allá de una restauración de recios y austeros edificios que intentan parecerse a castillos o monasterios medievales. Pero el lugar tiene un simbolismo especial, casi místico. Merece la pena visitarlo.
Después de la visita a la historia, comenzábamos la primera marcha para recorrernos la tremenda Selva de Iraty. Esta primera no sería muy larga: por caminos saldríamos del mismo Roncesvalles hasta la desconocida Fábricas de Orbaiceta. ¿Fábricas? ¿Por qué fabricas? Cuando lleguemos allí lo sabremos. El día no es malo. Hace calor durante el día, aunque no recuerdo si llovió esa tarde, ese mediodía. La marcha por un camino ancho (que recuerde) no era más especial que caminar por cualquier otro camino en medio de un bosque… quiero decir que esta primera marcha no llegaba a ser lo que estábamos buscando al internos en una selva cerrada, frondosa y exuberante, como creíamos que llegaba a ser la Selva de Iraty. Pero era solo la primera y más corta de las marchas.
Y así en más o menos una hora u hora y media por fáciles y anchos caminos, llegamos con calor a la pequeña población o mejor dicho, la aldea de Fábricas de Orbaiceta. El día es radiante, parece que las nubes no salen o no se manifiestan en el día de hoy. El autobús ha llegado por otra carretera al mismo lugar, con lo que no ha hecho falta coger todo el peso de las mochilas y tiendas. Fábricas de Orbaiceta es una aldea curiosa: hay una recia y no muy agraciada iglesia, la cual es demasiado grande para la congregación que puede asistir del pueblo y caseríos de alrededor, con dos torres en cada esquina de la fachada principal con sus altas ventanas tapiadas. Dos o tres caserones enormes la preceden, parece que vive gente aquí, es la casa de alguien. Pero lo más sorprendente son las numerosas ruinas que aparecen sobre el río y al otro lado del camino, de la calle donde se encuentran las casas y la iglesia: son las ruinas de no demasiadas antiguas construcciones, fuertes paredes, arcos de piedra, hornos… son las viejas fábricas de armas de las Guerras Carlistas. Curioso. Hago fotos. Me deja impresionado el lugar. Digno de conocer y saber de su historia, aquí, cerca de la frontera con Francia.
Una navarrona de apellido Zabalza, hermana de Mikel Zabalza, de cuyo nombre no recuerdo ahora, nos dice que podemos acampar más arriba, siguiendo el mismo Barranco Txangoa que baja caudaloso, valle arriba hacia el norte desde el mismo pueblo. Ella vive aquí; y más adelante nos irá contando historias de la vida en la montaña navarresa. Cerca hay una especie de monumento, de santuario, en memoria del mismo Mikel Zabalza.
Pocos kilómetros camino arriba nos encontramos con un lugar en el que ya habían acampado antes o acostumbraban a acampar. Hay una mesa de madera, banquitos y resto de comida en jarros o botes. El lugar es precioso, el bosque lo inunda todo, el verdor, árboles de formidable porte; es una especie de llano junto al camino con el agua el barranco no demasiado lejos. Curiosamente es el único lugar del valle donde hay plantadas altas y recias coníferas. Ideal para plantar las tiendas. Algunos plantan sus tiendas en alguna terraza en el desnivel de la ladera que baja al fondo del valle, atando algunos vientos a un gran árbol que cae justo en el límite de la terraza.
No sé si fue este día o al día siguiente que decidimos movernos, al menos nosotros sin el campamento, y realizar alguna actividad, excursión o ascensión: salimos hacía el norte por el mismo camino que pasa junto al campamento en el Valle del Txangoa, en busca del Urkulu; una rocosa montaña rodeada de verdes praderas y suaves pendientes que queda justo en la frontera con Francia. Existen unas ruinas romanas o medievales en su cima… ¡Vamos a ver que son!
El camino se bifurca: el de la izquierda sigue el fondo del Valle del Txangoa al lado del rio, y el de la derecha sube por la ladera en busca de unas casas o aldeas. Hoy día seguiríamos las marcas del famoso G.R.-11 que se enfila por el mismo camino entre las casas en busca de las alturas. El G.R.-11 se desvía a la izquierda en busca de las casas de Etzangio. Nosotros seguimos un caminillo que quiere seguir subiendo en busca de un collado que se perfila allá arriba. Estamos camino del Collado Azpegui; tenemos las laderas que bajan de la cima del Urkulu a la izquierda, suaves praderas. Ya en el mismo collado, a 998 mts. dejamos el camino y seguimos por senda o campo a través en dirección a dicha cima, girando hacía la izquierda y oeste.
Y en poco tiempo llegamos a la cima del Urkulu, a 1.423 mts., una cima modesta para lo que es el Pirineo, pero hay que tener en cuenta que estamos en los inicios de la cordillera desde el Cantábrico. El día es caluroso, soleado; pero aparecen algunas nubecillas nacidas del mismo calor. El paisaje está emboriado, pero aun así observamos los límites de las montañas y valles que forman parte de esta región de la Selva de Iraty. Al sur la importante Sierra de Abodi, larga sierra, montañas con varias cimas que forman la frontera o límite sur de la misma Selva de Iraty. Después de esta sierra, al este, ya aparece el Pic d’Orhy, límite este de la Selva de Iraty (más o menos) y el primer dosmil del Pirineo desde el Cantábrico como ya he señalado anteriormente.
Enfrente del pico y hacia el sur, abajo, el frondoso Valle del Txangoa, rodeado de prados de altura, y en la vertiente contraria la cara norte, húmeda, escarpada y boscosa del pico Ortzanzurieta de 1.567 mts. Hay manchas blancas en la ladera norte, de umbría entre la vegetación pero casi en la misma cima… ¿puede ser nieve?
Las ruinas no son más que 2 cuadrados de muros deshechos que no llegan ni a medio metro de altura. Por lo que después de curiosear poco tiempo en la cima, decidimos bajar pero justo mirando al Ortzanzurieta y al fondo del valle, al sur hacia el final de un camino que se ve allá abajo. Justo en este sitio, lugar al que se llega en coche, nos sentamos a comer. Hace calor. Arriba, al norte, queda el pico Urkulu con su muralla rocosa cimera y justo arriba de ésta, la pequeña murallita que pertenece a las susodichas ruinas de origen romano.
Acabada la comida decidimos bajar y curiosear por el Valle del Txangoa ya de vuelta al campamento. Bajamos a un abrevadero de caballos, al final de otro camino. Seguimos el camino hacia el este, como intentando volver al punto de partida. Ahora nos encontraríamos con el G.R.-11 de nuevo. Llegados a un punto, donde parece hay un colladito y el G.R. sigue el camino, nosotros, creo recordar nos desviamos monte a través siguiendo un cordal que bajaba y se internaba en el precioso bosque, selva, llegando al Río Txangoa y a los caminos que pasan por el campamento… como si desandáramos un camino que no llegamos a pisar. Más o menos. La idea era bajar en busca del campamento, por el bosque, por el camino… Justo en las orillas del camino muy cerca del campamento, Alfonso descubre fresas, fresitas silvestres. Nunca he visto fresas silvestres en la montaña. Me sorprendo y asombro. No se me olvidará el descubrimiento de una fruta, desconocida fuera de lo que es el mercado del pueblo o un supermercado, con el sabor más sabroso que jamás he probado. Increíble.
Y entonces no sé si fue esa noche o la siguiente que ocurrió el desastre; una de las manifestaciones de la Naturaleza más feroces y casi destructiva: una fuerte tormenta pirenaica. Pero no una de más, fue la tormenta. Creo que después de 25 años no creo recordar tormenta tan virulenta, extraordinaria, mordaz y espectacular. Al día siguiente se contaban muchos daños, inundaciones e incluso fallecidos a causa de su magnitud y poder destructivo en el resto de Navarra y parte de Aragón. En nuestro rincón del que parecía un tranquilo bosque, se volvió inhóspito con la lluvia torrencial, vientos huracanados, miles de relámpagos y truenos, granizo como balas de un rifle de hielo. Y nosotros en nuestras débiles pero grandes tiendas canadienses Altus intentando achicar agua de dentro que se colaba incesantemente por las costuras, cremalleras… por cualquier orificio por pequeño que fuera… fue dantesco y soberbio a la vez, increíble y horriblemente pavoroso. De repente en mitad de la tormenta entra en nuestra tienda corriendo y calado hasta los huesos Polizzi, “nuestra tienda está destrozada. Se ha caído el árbol al que estaba atada con los vientos y todos hemos caído con ella” ¡¡Horrible!! ¡¡Terrorífico!! En un principio parecía que no nos lo creíamos, pero Polizzi no mentía.
La lluvia giraba con la tormenta, primero caía fuerte sobre un lado de la tienda con el fortísimo viento, y seguidamente iba por el resto de lados hasta hacerlo por el lado contrario. Después el profesor Cabrera me comentó que había un científico alemán que pensaba que las tormentas eran como borrascas en pequeño: ciclones que van girando sobre su eje a la vez que se trasladan. Curioso. Pero fue, creo, la única vez que experimenté que una tormenta tenía ese comportamiento. Los relámpagos y truenos son muy numerosos y pavorosos, parecen que caen muy cerca, y su estruendo es casi terrorífico.
Al cabo de unos minutos que nos parecieron horas interminables, la tormenta va amainando y todos nos sentimos más aliviados. Pero casi todas las tiendas están caladas por fuera y por dentro, algunas, mejor dicho inundadas por dentro: entre los que huyeron de la tienda caída con el árbol al que iba atada sus vientos, que se repartieron por las tiendas del campamento calados hasta los huesos en mitad de la tormenta, y la misma lluvia que entró ayudada por el fuerte viento que hacía cayera en horizontal, lluvia y granizo horizontal. Todas las tiendas quedaron inservibles para pasar la noche.
Entonces nos reunimos en mitad de la noche y decidimos dirigirnos a la aldea de Fábricas de Orbaiceta para pedir hospedaje y refugio bajo techo. La señora Zabalza nos acoge y nos dice que no hay problema, y al final todos nos quedamos para hacer noche en una cama seca y bajo techo sin goteras ni el suelo mojado… todos menos unos pocos valientes: no sé por qué pero hicimos un recuento de cómo estaban las tiendas y todas estaban llenas de agua, menos una que, aunque tenía agua se podía dormir en ella. Entonces un grupo de unos tres valientes decidimos volver al campamento para dormir en la tienda menos afectada por los desaires de la tormenta, el profesor Cabrera era uno de nosotros, el otro no lo recuerdo… ¡¡Qué mala idea!! Entonces esa noche conocí que había algo peor que la tempestad para pasar la noche… la tormenta que se formó dentro de la tienda con los estruendosos y horribles ronquidos de uno de los compañeros. No pegué ojo en toda la noche. Recuerdo que me daba la vuelta en mi saco y mi aliento acariciaba un charquito de agua que había quedado en una esquina de la tienda canadiense Altus ¡¡Qué mala noche!!
Al otro día el sol relucía como si no hubiera pasado nada. Alto, imponente, un día espléndido; pero el grupo no tenía ganas de muchas marchas. La mañana la ocupamos en recontar destrozos, secar ropas… la tormenta nos ha roto los planes de la travesía, nos ha dejado un poco fuera de juego. Esa mañana nos reunimos para ver qué hacemos. Hoy no nos movemos del sitio, no movemos el campamento. Hay que secar y reparar tiendas, ropas y organizar, ordenar mochilas… y por el
miedo por si la tormenta se repetía otra tarde. Como nos adelantaba la Señora Zabalza “esta tarde a las 4 se repetirá…”.
Al final el bar de la Señora Zabalza en las mismas Fábricas de Orbaiceta, lo tomamos por unos días casi como el campamento base durante esos días. Son las 3 de la tarde, comienzan a aparecer las primeras nubecillas después de un día de sol radiante y despejado. A las 3’30 horas el cielo ya está muy encapotado, se va oscureciendo, las nubes ya forman los llamados mamatocúmulos, el cielo aborregado como a veces decía el profesor Cabrera, amenazante y como enviando una advertencia de lo que iba venir… y a las 4 en punto la tarde, la profecía de la Señora Zabalza se hacía realidad espeluznantemente… por suerte la tormenta de esa tarde no tuvo nada que ver con la de la noche anterior. Tormentas pirenaicas ¡¡Que grande y peligroso espectáculo!!