Después de la gran tormenta y de dejar pasar algún día sin hacer ninguna actividad, una parte del grupo decide intentar realizar una travesía de dos días: salir de aquí, de Fábricas de Orbaitzeta hacia una zona de acampada en medio de la Selva de Iraty, en una de las colas o brazos del Embalse de Irabia, frontera entre Francia y Navarra. Y al día siguiente volver al mismo lugar de Fábricas de Orbaitzeta (ya que no tendremos tiempo ni días para llegar al Pic d’Orhy, ni al Puerto de Larrau). Parecía una buena idea y actividad.
Al final la mayor parte de los participantes del viaje realizamos esta travesía. Otros se quedaron en el campamento del Txangoa, como el Oliva, esperando nuestro regreso y haciendo otras actividades… lo mejor es que tenían el bar de la Señora Zabalza muy cerca.
Pero la noche posterior que no hubo tormenta, el Oliva, Naranjo y Oscar nos deleitaron con un concierto, un concierto de los Ginger Lynn. Con la guitarra, unos palos y la mesa, y la voz de Naranjo, la música de sus canciones y acordes, rodeados de nosotros entre las tiendas y el pequeño rincón, me pareció deliciosa, encantadora, emocionante. Les hice fotos como les hace un Paparazzi a un grupo de rock… ¡Qué gran noche! ¡Qué bien lo pasamos!
Al otro día, después del concierto, cargamos las mochilas con tiendas (las canadienses no, son muy grandes y pesadas), saco, comida y toda la casa del caracol a cuestas, en busca de nuestro primer objetivo o collado: el Collado Azpegui, para dirigirnos a las Hoyas de Mendilatz, junto a la Reserva de Mendilatz. Era fácil, seguimos el mismo camino que cogimos para acercarnos al Urkulu. Pero una vez llegados al punto donde nos desviamos para subir al nombrado pico, seguimos el mismo camino que llevamos hacia arriba haciendo, poco más adelante, un corto zigzag, y enseguida llegamos al nombrado Collado Azpegui.
Sabemos que es el Collado Azpegui porque hay un pilón de cemento con una placa con información de nombres de los lugares que hay alrededor. Debió de ser un punto de paso importante entre los dos países. La frontera con Francia está muy cerca. Ahora nosotros somos los que estamos disfrutando de sus verdes prados y laderas. Estamos a 998 mts. y sigue haciendo calor, pero el cielo está libre de nubes. Aquí y siguiendo el mismo camino, hacemos un giro y cambiamos la dirección de noreste a sureste para internarnos en las Hoyas de Mendilatz.
La marcha por las Hoyas de Mendilatz también es bonita: un llano ondulado con grandes agujeros, hoyos verdes que poco a poco van cogiendo altura. El lugar es precioso. A la derecha queda una masa infranqueable, espesa y asombrosa: es el increíble y espectacular bosque de Mendilatz, la Reserva de Mendilatz. No hay camino que entre, ni senda ni huellas. Pero casi, casi mejor no nos internamos por aquí por si nos perdemos o por si al ser una reserva está prohibido entrar. Ahora que recuerdo el lugar y veo las fotos, me parece encontrar los límites de Fangorn de la Tierra Media en el Señor de Los Anillos.
Arriba de las Hoyas de Mendilatz, estos grandes y ondulados agujeros, hoyas en medio de prados sin árboles pero muy verde, hay un collado y una bajada. Seguimos una senda o monte a través sin perder la dirección sureste bajando en busca de un amplio y transitable camino allá abajo. Llegados al camino subimos en pocos metros hasta su parte más alta, hacia la izquierda: es el Collado Orión o Collado Ibiaga a 970 mts. y nada más tenemos que seguirlo hacia abajo y la misma dirección sureste.
Este camino que sigue bajando y cambia de dirección de sureste a sur directamente, se topa con la presa y con el propio Embalse de Irabia. El único embalse en medio de la Selva de Iraty que está construido sobre el mismo Río Iraty. Poco antes de llegar hasta las murallas de la presa, el camino ha girado hacia el este y casi nos deja ver el Río Iraty natural sin el estancamiento de aguas del embalse. Antes hemos dejado impresionantes bosques a cada lado del camino o más bien pista… ya estamos por los lares de la Selva de Iraty, con sus impresionantes bosques de hayas, caducifolios, espesos, frondosos, preciosos y exuberantes… vivos como pocos bosques existen al oeste de Europa. De hecho, es el bosque atlántico mejor conservado de todo el oeste europeo; el valor ecológico es incalculable.
El camino que bordea ahora el Embalse de Irabia nos provoca por culpa del calor, para acercarnos hasta las orillas del mismo para tomar algo, descansar y alguno que otro bañarse en sus aguas. Este día de agosto sigue siendo muy caluroso, soleado eso sí, sin rastro de nubes o amenazas de lluvia… ese día no toca. El bosque, la selva invade las orillas del embalse… todo es bosque verde y espeso. El manto boscoso es enorme y asombroso.
Pero no nos podemos quedar todo el tiempo junto al embalse. Seguimos la pista que llevábamos perfilando y siguiendo las curvas del mismo embalse, casi paralelo a sus límites, en dirección este como buscando el final del mismo… pero no llegamos. Al tiempo el camino vuelve a girar para internarnos en un vallecillo siguiendo también las aguas de un ramal del Embalse de Irabia. Es el Río Egurgoa o Urrio que desemboca en el Iraty por este lado del embalse. Ahora llevamos dirección norte y poco a poco las aguas del embalse se estrechan, estamos llegando al final del mismo. Y siempre rodeados de la increíble selva.
Ya comenzaba a estar cansado con la carga y la marcha. Llevaba mi primera mochila de travesía con esos hierros en la espalda y esas formas, cosidos y telas tan vintage e incómodas… pero era mi primera mochililla de travesía ¿Qué habrá sido de ella? El embalse ya se convierte en rio, el Río Egurgoa o Urrio, y aparece un puente. El Puente de la Cuestión. Si cruzamos el puente seguiríamos por las profundidades de la Selva de Iraty al otro lado del río y en busca de nuevo de los límites del Embalse de Irabia. El G.R.-11 pasa por él y se interna por las cercanías del lugar al que queríamos llegar para acampar, montar el campamento.
Y en un pradecillo donde hay caballos percherones, una casa refugio cerrada (creo) y otra gente, montañeros acampados, decidimos parar y montar nuestras tiendas para pasar esa noche. Aquí las laderas de las montañas ya comienzan a ser de verdes prados con algo de bosque de la misma Selva de Iraty que queda más atrás, al sur, y a la vez las nubes que se han formado al final de la tarde en las alturas, bajan ahora hasta la mitad de las laderas de las montañas dándole un aspecto más de clima del norte, húmedo, nublado, atlántico… ese clima tan deseado y diferente al que tenemos en nuestra tierra al sur de Alicante. Ya estaba bien de tanto calor.
Está atardeciendo y ya tenemos las tiendas montadas; iglús más ligeros y llevaderos. David juega con un bote de desodorante y uno de los caballos, que se acercan sin miedo hasta pegarse a nosotros, en busca de nuestras mochilas, de nuestra comida. Naranjo ante lo manso de estos caballos se atreve a montar uno; pero no dura ni un minuto en su grupa. El caballo sale corriendo y casi lo tira de sus lomos. Todo un espectáculo estos caballos que casi no nos dejan ni montar las tiendas. Al cabo de un tiempo aparece la Guardia Civil y nos pide los DNI a todos los que estamos acampados. Estamos en la frontera con Francia; el mismo río hace de frontera natural, y estamos en la Selva de Iraty, en la Navarra vasca de Euskal Erria, y con los peligros de zulos, escondites y otros escapes que tenía ETA tanto en este lado como en el de Francia. Estremecedor.
Nos disponemos a cenar o comer algo antes de que caiga la noche. Pero hay compañeros que no tienen mucha comida. Yo tengo queso y chorizo en lonchas para pasar el viaje. David me dice que si le doy algunas, que no tienen comida; soy reticente a darle algo ya que no tengo dinero (después de pagar el resto del viaje) y si me quedo sin comida no podré comprarme más. David insiste y me dice que me pagará por lo que le dé. Negociamos. Si me hubiera sobrado la comida o el dinero, le hubiera dado sin pensarlo, pero la situación era extraña, singular. “Te doy 200 pesetas por las 2 lochas de queso y 300 por 3 de chorizo” o algo así. Acepto y hacemos el cambio, comida por dinero. Fue la única y primera vez que vendo comida en la montaña; y el cachondeo que vino después por lo que hice, me persiguió durante años… pero no quería quedarme sin dinero y sin comida a la vez ¡Que iba a hacer con 16 años! Una curiosa anécdota para el recuerdo, pero no para dar ejemplo.
Al otro día había que volver a Fábricas de Orbaitzeta, pero queríamos hacerlo por otro camino, recorrido. De hecho lo que haríamos es un ocho, un recorrido con forma de infinito, pasando solamente por un único lugar por el que pasamos ayer. Hoy día está marcada con el G.R.-11, el cual desde este lugar se interna por un boscoso vallecillo, muy cerrado y exuberante hacia el oeste y arriba, hacia el Collado Mozolo. Desmontamos el campamento, las tiendas y nos colocamos las mochilas para comenzar la marcha del día.
Desandamos un poco hacia el sur, pocos pasos para girar hacia el oeste en busca del nombrado valle por el asombroso bosque, hayedo de la Selva de Iraty. Recuerdo que el bosque era extraordinario, cerrado, vivo, húmedo, frondoso, asombroso y precioso, muy bello, como son estos bosques de frondosas, de hayas, robles… magnífico. Esperando a que el lobo feroz aparezca de detrás de un grueso tronco como si nosotros fuéramos Caperucita; sí, un bosque de cuentos. Donde esperas sorprender a algún hada o duende, o peor, a algún troll o trasgo que se ha escondido de entre la hojarasca y el musgo del hayedo. Repito, es extraordinario y preciosamente abrumador. Pero la senda se empina, se pierde entre las vertientes y perfiles de la boscosa montaña. El manto boscoso sobre las onduladas laderas de estas montañas, era increíble, extraordinario. Nos dividimos en 2 grupos: los más rápidos van delante, yo iba en el grupo más lento que no andaba demasiado lejos del primero. Pero la subida es cansada, no sé si cansados por el peso de la mochila o por la subida de la casi interminable senda que se va perdiendo por el oscuro bosque.
La niebla ha comenzado a bajar por las laderas de las montañas invadidas por el mismo bosque, y no me deja ver las vertientes para orientarme. Es imposible orientarse en un bosque cerrado, sin poder ver el cielo ni las formas del terreno, a menos que tengas una brújula… y encima va bajando la niebla que también lo oculta todo y hace invisible lo que invade. Con todo esto, cansados (a pesar de que el recorrido no ha sido muy largo) llegamos al Collado Mozolo a 1.046 mts. Rodeados de bosque, de la selva cerrada y tupida. Extraordinaria, preciosa… pero el bosque se volvía siniestro y pavoroso, oscuro y tenebroso, sobre todo ahora a partir de aquí y en la bajada del mismo collado después de descansar unos minutos y de reagrupar a este segundo grupo rezagado.
Nos perdimos. Entre el bosque, la selva de frondosas, hayas, el día gris y la niebla baja que invade las formas y perfiles de la montaña, del manto boscoso verde oscuro de esta parte de la Selva de Iraty. Por alguna extraña distracción cogimos una supuesta senda que parecía bajaba del Collado Mozolo, pero al poco tiempo se desvanecía y perdía, como nosotros, entre las laderas llenas de hojarasca y troncos, ramas, ejemplares de magníficas y vivas hayas. Estuvimos casi 3 horas perdidos entre el Collado Mozolo y el Collado Orión. Los nervios de los participantes estaban a flor de piel, yo estaba más tranquilo, pero a medida que pasaba el tiempo la paciencia se iba empequeñeciendo poco a poco. Recuerdo la cara y expresión de Jesús “el maño” de enfado, disgusto y nerviosismo a las 2 horas de habernos perdido en la Selva de Iraty. Lo curioso es que el otro grupo que iba en cabeza no llegó a perderse y siguieron la senda (hoy día señalada con las marcas del G.R.) hasta la bajada al Collado Orión.
Vemos entre los árboles y la exuberante y verde vegetación el rastro de un camino ¡Un camino! Vamos en dirección a él ¡Estamos salvados! Llegamos al camino después de atravesar el bosque ¿hacia dónde ir ahora, derecha o izquierda? Por suerte escogemos bien y andamos en dirección al Collado Orión, que no andaba lejos. Hemos estado perdidos en una zona del bosque no demasiado grande, pero lo hemos hecho más de 2 horas. Ha sido una experiencia extraña, inolvidable, irreal, fascinante… daba la impresión de estar metidos en una especie de túnel del tiempo. El bosque, la selva parecía imperecedera, no pasaban las horas en ella, no pasaba el tiempo, siempre era la misma hora del día, pero sobre nosotros sí que pasaba el tiempo, quizás más lento de lo que queríamos.
De nuevo en el Collado Orión a 970 mts., nos espera el grupo que iba delante. “¿Qué os ha pasado?” ¿Por qué habéis tardado tanto?”. “Nos hemos perdido”. Resulta que el grupo de delante había cogido la senda correcta y sin pérdida y en media hora habían llegado al Collado Orión. Curioso.
Pero ahora en lugar de seguir o desandar el camino de ayer hacia las Hoyas de Mendilatz, decidimos seguir por la misma pista hacia abajo y oeste cruzando el Valle de Aezkoa. Hoy día sería seguir las marcas del G.R.-11 que desde este mismo Collado Orión llegan a Fábricas de Orbaitzeta. Pasamos pues entre aldeas y caseríos típicos, construcciones típicas de cómo son las casas en esta parte de Navarra. Lo más parecidas a las del Valle del Baztán pero al otro lado de la divisoria de aguas (El Valle del Baztán está al otro lado de la divisoria de aguas del Pirineo, como lo está Francia o el Valle de Arán; por ello su clima, condiciones y perfil geográfico es diferente al del resto de Navarra).
Justo pasamos por la parte sur y baja de las laderas del Mendilatz con su reserva, mientras nos adentramos en la parte alta del Valle de Aezkoa. Después del camino algunas pistas asfaltadas entre las aldeas y casas próximas a Fábricas de Orbaitzeta, y enseguida llegamos a esta curiosa aldea de cuatro casas enormes señoriales, una iglesia no muy bonita y las curiosas ruinas pegadas al Río Txangoa que baja caudaloso como buen afluente del Iraty. Las nubes bajas, las neblinas, aún invaden la parte alta de las montañas y valles. Por ello no veremos el sol en todo el día; es el clima típico de esta zona, donde la humedad, el extenso y vivo bosque y los fértiles vientos atlánticos, forman un singular rincón de vida y a veces de oscuridad con poco sol.
Pasado Fábricas de Orbaitzeta seguimos el camino ya muy bien aprendido entre ésta y nuestro campamento, para llegar a dicho lugar donde dejamos las tiendas. El Oliva que no ha querido venirse con nosotros nos cuenta sus historietas y divertidas anécdotas. Ciertamente las únicas coníferas que se encuentran en todo el valle, pinos, son las que están al pie de nuestro campamento como guardándolo, protegiéndolo. Eso sí, siguen siendo enormes y altos como todo en el bosque de aquí, en la Selva de Iraty.
Al otro día temprano debemos marchar ya hacia nuestra tierra. El profesor Cabrera me dice muy temprano por la mañana que lo acompañe para andar un poco por entre las casas de las aldeas aledañas a Fábricas de Orbaitzeta, y así emprendemos una pequeña marcha de la que saco alguna que otra linda fotografía.
Ya nos espera el autobús con Miguel al volante. Desmontamos tiendas, enseres y de nuevo hacia la aldea que es donde está el autobús aparcado, casi en la puerta de la iglesia. Y de vuelta a Alicante, a Almoradí. Pero antes de salir del Pirineo, decidimos pasar por el Valle del Roncal y visitar una de las poblaciones más famosas del mismo: Izaba. Con la Peña Ezcaurre mirándonos al fondo de un vallecillo hacia el este. Han sido emocionantes las experiencias vividas en las profundidades de la Selva de Iraty, y aunque no hayamos llegado a su corazón, sus estribaciones o límites no nos han defraudado en absoluto. Verdaderamente es una selva, una selva de verdor, vida, de incalculable valor… y el hecho de que siempre me he repetido el querer volver al lugar, y aún no lo he hecho ¡Imperdonable!… Fábricas de Orbaitzeta, Roncesvalles, Collado Mozolo, Mendilatz… Espero no tardar mucho en volver. El bosque donde habita el lobo feroz me espera.