En el pasado puente de La Inmaculada y dentro del calendario de actividades del Mes del Montañismo, aprovechamos algunos montañeros y montañeras del Centro Excursionista Almoradí estas mini vacaciones para acercarnos al Pirineo y disfrutar con sus hermosos paisajes y sus altas y frías cumbres.
Esta vez nos dividimos en dos grupos: unos (Javi, Zaida, David, Sara, Adolfo, Maite, Víctor y Oli) se dirigieron al valle de Panticosa para intentar ascender al Arnales, en el macizo Argualas-Infiernos; otros (Quique, Juan, Trino y yo) nos dirigimos al Valle de Gistaín o Chistau para ascender el Bachimala.
Por el peligro de fuertes nevadas en cotas bajas decidimos dejar el coche en San Juan de Plan y andar todo el hermoso y sinuoso Valle de Gistaín hasta el Refugio de Viadós. En mitad de subida la oscuridad de la noche y los pequeños y brillantes copos de nieve hicieron que la marcha se convirtiera en una auténtica aventura para los que desconocían el valle. En el Refugio de Viadós pasamos dos noches y a nuestra marcha se quedó deshabitado de montañeros; solo utilizado por los turistas que subían a probar sus deliciosos guisos.
Al otro día de madrugada nos levantábamos para empezar la subida al lejano Bachimala. El único inconveniente de este pico es su lejanía desde cualquier base para subirlo. Después de cruzar un pequeño bosquecillo por unas sendas algo empinadas salimos a los nevados prados al suroeste del macizo. Enfrente nuestro el majestuoso, enorme y bello macizo del Posets. Siguiendo a unos catalanes que era su cuarta vez que intentaban subir esta montaña sin conseguirlo, llegamos al Collado de La Señal de Viadós; no es necesario subir el pico, ya que unos hitos a la izquierda te llevan bajo su pared norte hasta dicho collado.
De aquí una empinada subida por blanda y abundante nieve y llegamos al final del circo oeste del Bachimala. Trino empezó a no encontrarse bien del estómago y el cansancio del mochilón del día anterior empezaba a hacerme mella. Atravesamos el circo por su parte más baja hasta llegar al cordal que sube directamente a la cumbre. A nuestra derecha quedaba el abrupto e imponente Punta del Sabre sobre las paredes heladas del circo. Subimos una empinada pala de vértigo por nieve dura que nos subió hasta dicho cordal y de allí hasta un gigantesco hito que marcaba la cercanía de los tres mil metros de altura. Pero no podíamos seguir más; aunque el pico nos quedara a una hora u hora y media el día había avanzado mucho y se hacia tarde para la vuelta. Así que medio decepcionados nos dimos la vuelta esperando volver al Bachimala para poder terminar por donde nos quedamos, ya que el pico, el valle y todo lo que lo envuelve merece más de una visita.
Decidimos, pues, cambiar de valle en el día que iba a hacer mal tiempo y así que decidimos reunirnos con el otro grupo en Panticosa. Cuando llegamos nos dimos cuenta que las chicas se habían “amotinado” y marchado del Pirineo dejando a los hombres solos. No habían conseguido la cumbre del Arnales por culpa del mal estado de la nieve.
Esa noche en el bonito y acogedor Refugio Casa de Piedra de Panticosa, empezó a caer una abundante nevada que dejaría todo el valle y el Pirineo con un precioso e inmaculado manta blanco. Al otro día, después de decidir donde y lo que íbamos a hacer, emprendimos la marcha en busca del modesto Pico de Baciás junto al gigantesco Ibón de Brazato. Amaneciendo salíamos de los desolados y explotados Baños de Panticosa en dirección al Brazato por una senda que es G.R.-11 y cubierta totalmente de nieve.
Por la zigzagueante senda a medida que íbamos cogiendo altura el paisaje se abría como una hermosa postal alpina: las nubes, aún abundantes, perfilaban las blancas laderas de los invisibles Argualas, al fondo el Peña Telera sobresalía de un mar de nubes que cubría el amplio Valle de Tena, los esbeltos pinos exhibían figuras de nieve colgadas de sus ramas y agujas y una soledad fría y blanca inundaba toda la montaña.
Más arriba llegamos al primero de los ibones de Brazato, encajado entre blancas pero abruptas y cortadas montañas, con un toque enternecedor. Poco más arriba de éste último llegamos al Ibón Superior de Brazato; un inmenso lago de alta montaña apresado por un par de paredes artificiales que lo hacen más extenso y profundo. El paisaje es muy bonito, todo muy blanco y la nieve está en muy buenas condiciones… al menos para mis compañeros porque yo seguía hundiéndome.
Después de una empinada subida con el Ibón Superior de Brazato como fondo, seguimos por laderas nevosas y heladas de umbría de la montaña que nos cerraba el paso y a la vez nos servia de guía para llegar a un redondeado, blanco y helado Baciás. Ya en la cumbre estamos a 2.754 mts. y aunque modesto el pico nos ofrece un espectáculo desde su cumbre digno de un tres mil: frente a nosotros la increíble fortaleza del Vignemale, bella, escarpada y majestuosa; más al fondo, entre valles y picos nevados veíamos el macizo de Gavarnie-Monte Perdido descubierto de nubes con sus picos, cimas y cumbres reconocibles y admirables, desgraciadamente al norte las nubes seguían cubriendo el macizo de Argualas-Infiernos. Al final el día y la marcha merecieron mucho la pena y nos brindaron la oportunidad de disfrutar con un trocito del hermoso y mágico Pirineo.