El segundo pico de la Sierra del Algayat es la Peña de La Mina. La primera cima y más alta es la Peña Gorda, que queda más cerca de La Algueña. La Sierra del Algayat o Algallet se alarga de oeste a este dejando la Peña Gorda al oeste y la Peña de La Mina más al este, casi en el centro de la misma sierra; de forma que para llegar a la Peña de La Mina se hace desde otra parte… desde las cercanías de La Romana de Tarafa.
La Sierra del Algayat tiene un perfil muy rocoso y casi árido en su lado sur, su cara sur, pero los lados y norte de la misma son más húmedas, con más vegetación y algo de boscosa arboleda; sobre todo en la ladera norte de la Peña de La Mina, y en la vertiente norte de la misma sierra desde este pico hasta casi el final de la misma hacía el este. Con lo que la subida a la Peña de La Mina a priori iba a ser muy diferente a la de su hermana mayor la Peña Gorda… pero lo que descubrimos en mi primera visita y ascensión a esta sinigual montaña alicantina, me impresionó e impactó. No es una montaña extraordinaria, famosa o impresionante más allá de la misma personalidad de ella misma… pero tiene algo que me cautivó, me encantó y me enamoró.
Lo primero era llegar al lugar. Como era costumbre mi primo Miguel Ángel no sabía nada de la montaña, solo por lo que veía en sus mapas del ejercito muy bien descritos y por lo que veía desde la terraza de su casa… o desde las cimas de otras montañas cercanas… ya que pienso que la Peña de La Mina no se veía desde Almoradí, contrariamente a la Peña Gorda. Para salir de la Vega Baja en dirección a estos Valles del Vinalopó, cogimos la acostumbrada carretera del Hondón (Albatera-Hondón de Los Frailes), cruzando la Sierra de Crevillente por el Puerto del Hondón (que realmente no sé cómo se llama, o si tiene nombre). Desde Hondón de Los Frailes cogemos dirección al otro Hondón, el de Las Nieves, y justo a la entrada de la población, un desvío a la izquierda nos llevará dirección norte hacia los dominios del valle del Tarafa y de su principal población, la Romana de Tarafa.
Justo en la entrada a La Romana y pegada a la gasolinera de la misma entrada, giramos a la izquierda sin entrar del todo en el pueblo, para seguir por una carreterilla o camino asfaltado, recto y sur. Lo seguiremos recto pocos kilómetros hasta que no tengamos más remedio que girar a la izquierda o a la derecha, en este caso giramos a la derecha, oeste, suroeste para bajar y adentrarnos en una ancha y terrosa rambla: es la Rambla Fonda. Desde aquí ya podemos admirar los perfiles y agrestes cimas de la Sierra del Algayat que quedarán en la misma dirección. Es más altiva e impresionante desde aquí, al estar a una altura más baja y la sierra se aprecia muy sobresaliente y soberbia. La Peña Gorda queda invisible desde aquí, todo es del Señorío de la Peña de La Mina.
Da miedo pensar en la cantidad de agua que tiene o ha llegado a bajar por esta rambla para llegar a excavarla y hacerla tan ancha, profunda y amplia como es. Seca y árida pero con las paredes llenas de marcas de tiempos pasados, tiempos de avenidas de agua y caudales cortantes en el blando terreno.
Ya metidos en la Rambla Fonda la seguimos por su interior rambla arriba. Han hecho un camino en su lecho, es más cómodo que intentar esquivarla para llegar a las casas que habitan las laderas de la Sierra del Algayat. Después de un camino que sale de la rambla casi justo en una curva de la misma, viene otro más adelante que, a la izquierda, también quiere salir de la rambla. Reconoceremos el lugar porque hay una especie de verja metálica y una especie de construcción dentro. Podemos creer que es una especie de central de electricidad, pero es un motor para sacar o distribuir agua. Quizás por eso se encuentra en el lecho de la rambla; el sitio más cercano a las aguas subterráneas. Pues junto a estas verjas dejaremos el coche y por el camino que sube y sale de la rambla a la izquierda en dirección a la misma sierra, saldremos ya caminando en busca de la Peña de La Mina.
Arriba de la rambla y ya en el camino, seguiremos éste principal sin desviarnos a otros caminos secundarios que le salgan al paso a izquierda o derecha. Esos otros caminos suelen llevar a casas de propiedad privada repartidas por esta zona de la umbría de la Sierra del Algayat. Y es entonces cuando, mientras caminamos por el camino que nos acerca y aproxima a nuestro destino, descubrimos la belleza y singularidad de esta sierra entorno al peñasco, a la mesa, a la fortaleza de la Peña de La Mina; que queda al fondo, como en un rincón, perfecta y espléndida. Y es entonces cuando te das cuenta de la belleza del lugar, a su manera, con sus condiciones y características… ¡¿O es la magia de la montaña lo que me conmueve?!
Llegados a una casa con un muro curioso, el camino gira y de nuevo busca la montaña. A partir de este tramo del mismo tendremos las mejores vistas de la montaña. A la derecha dejaremos un montecillo, otro camino que llega a una casa, y entonces giraremos hacia el sur, dejando las casas atrás y adentrándonos, con el camino, en las aterrazadas laderas ahora ya con algo de bosque y alto matorral, de la Sierra del Algayat. A la izquierda y hacia el este aparece una parte de la sierra alta, llamativa y bastante boscosa; la llaman la Sierra de la Cava, y una fuente florece de sus laderas. Siguiendo dicho cordal cimero hacia el este, la cambian el nombre, forma y características, es la Sierra del Rollo; que llega a tocar la carretera que desde La Romana llega a Hondón de Las Nieves, por una zona más rocosa, árida y con poca vegetación… pero todas son la misma formación, el mismo cordal cimero que llega desde las cercanías de La Algueña: la Sierra del Algayat.
La primera o primeras veces que nos internamos por esta sierra intentando alcanzar su cima, la Peña de La Mina, tuvimos que inventarnos un camino por no conocer la subida: siguiendo el mismo camino que zigzaguea mientras intenta superar la ladera y terrazas de la sierra, llegados a un punto dejamos el mismo pensando que se desviaba demasiado de la montaña, hiendo hacia el oeste, y decidimos casi monte a través atravesando las terrazas de antiguos bancales de cultivo de secano (hoy día invadido por la naturaleza de la montaña), llegar a las propiamente dichas faldas de la montaña. Entonces subiendo entre matorrales, falsas sendas o camino de cabras, y sin dejar la dirección hacia la parte baja de las paredes de la montaña, llegamos a un espacio más abierto y sin tanta vegetación, y desde allí descubrimos que una senda muy bien trazada y excavada en la ladera de la montaña aparece atravesándola en diagonal desde la parte más abajo, justo, de las paredes de la montaña, hasta un colladito que queda a la izquierda y este de la misma mole de la Peña de La Mina. A esta senda hay que llegar, y por esta senda hay que subir.
Más adelante, en las siguientes visitas, nos dimos cuenta de que no había que desviarse del camino en ese tramo, si no que había que seguirlo, y seguirlo mientras subía por una loma al girar a la izquierda en busca de las faldas de la montaña. Más arriba, el camino acaba en seda con hitos marcados (me parece) que nos llevarán por el recorrido de la senda transversal que recorre la falda de la sierra mientras sube al colladito que se encuentra justo a la izquierda de la mole, como ya he indicado.
Las vistas hacia la sierra, hacia el pico y toda su mole de la Peña de La Mina son curiosas si no impresionantes: paredes inexpugnables rodean y circundan la cima, una gran cueva aparece abajo de ellas, como un comido, un bocado, trozo desgajado de la misma montaña, oscuro y tenebroso; y sus formas y perfiles nos hacen imaginar como si fuera una especie de castillo rodeado de una gran muralla, pero en lugar de torres, una empinada ladera encrespada en lo más alto; como si fuera una alargado y gigantesco dado, cubo, inclinado hacia uno de sus lados. Impresionante y hermosa mole rocosa, pero… ¿por dónde atravesaremos o escalaremos sus paredes para llegar a su cima?
Una vez que hemos llegado a esta muy bien trazada senda que sube en diagonal bajo las paredes de la montaña, la seguimos hacia arriba como dejando a nuestra espalda las paredes de la mole rocosa. Enseguida cogemos altura y la senda nos deja en un colladito a la izquierda de la mole que queremos subir. Ya estamos en el cordal rocoso cimero de la Sierra del Algayat. A nuestra derecha y oeste queda una de las esquinas, aristas del enorme cubo rocoso de la Peña de La Mina; vemos la pared del lado sur, también escarpada, vertical y casi infranqueable; pero una sendilla o recorrido han abierto justo debajo de ella llegando al otro extremo de la pared, y al otro extremo de la pared se advierte una subidita como una sendilla empinada y vertical que parece ser el recorrido que debemos seguir. En el lado contrario la cima rocosa de la sierra sigue pasando por aquel peñasco sin nombre ubicado en dicho cordal rocoso cimero, compañero de vistas y escarpes de la mole de la Peña de La Mina, y que tanto nos ha llamado la atención mientras admirábamos la cima a conquistar en el camino de aproximación.
Las vistas comienzan a ser tremendas desde esta altura, y la roca y espectacularidad del paisaje, de los rocosos perfiles de la gigantesca mole cuadrada y vertical que es la misma Peña de La Mina, son sorprendentes. Hacia el sur el valle del Hondón y sus rincones, con la Sierra del Hondón, la Sierra de Crevillente detrás… aparecen como pequeños montículos alejados en un alto llano desde las alturas de esta sierra. Hacia el norte el valle del Tarafa, el valle de la Rambla Fonda entre esta sierra y la árida (al ser cara sur) Sierra del Reclot… poco a poco iremos identificando lugares, montañas y geografía a medida que subamos y llegamos a la cima de la Peña de La Mina.
Al final la ruta para subir hasta la cima de la montaña es por donde he descrito antes: pasando por debajo de las paredes sur de la mole cuadrada del pico, y luego por un zigzagueante y empinado sendero hasta la parte más alta o hasta donde acaba el mismo: la cima de la Peña de La Mina. Estamos a 1.053 mts. y nos encontramos justo en la parte más alta y oeste de la mole cuadrada de la montaña, de la Peña de La Mina, en su cima.
En invierno se nota la diferencia de temperaturas entre la subida por la umbría de la sierra y el pasaje hasta la cima de la soleada pared sur, a veces incluso calurosa; pero ahora ya estamos en la cima y nos tenemos que abrigar si es un invierno normal. Las vistas y paisaje se engrandecen, lo que antes describía, ahora lo vemos mejor y más amplio sin que ningún elemento geográfico nos moleste… menos hacia el oeste: al oeste y siguiendo el cordal cimero lleno de carrascas de la sierra, llegamos hasta la siguiente mole que desde aquí presenta un porte espectacular y casi picudo, es el perfil este de la Peña Gorda, el hermano mayor y más alto de la Peña de La Mina en la misma Sierra del Algayat. Hacia el norte aparece una nueva sierra que es justo la que cierra por el norte el corredor o valle entre La Romana y La Algueña: es la Sierra del Reclot, que aparece por su lado sur, vertiente de solana, más seca y árida, también al fondo y detrás de ésta, una larga sierra que se asoma con mayor altitud que las nombradas: es la Sierra de Salinas; faro inconfundible entre las montañas del noroeste de Alicante y el noreste de Murcia. No se aprecia las enormes canteras de mármol de la Sierra del Coto que sí se veían justo detrás de la Peña Gorda, ya queda al otro lado de la Sierra del Reclot y casi oculta detrás de ésta. Hacía el noreste y este aparecen en el horizonte y al otro lado del valle del Vinalopó, el conjunto de montañas, picudas y reconocibles del centro de la provincia alicantina, capitaneadas por la Sierra del Cid delante.
El almuerzo de siempre y algunas fotos. Charlas y entusiasmo. Es un pico y una montaña encantadoras, pero al tiempo debemos emprender la bajada. Desandamos el camino. Bajamos por la delicada y empinada senda hasta el recorrido debajo de la pared sur de solana del pico, de la mole, y de nuevo llegamos al colladito. Pero una vez en el colladito no bajaremos por la senda diagonal, si no que buscaremos los pedregales, canchales que mi primo Miguel Ángel ha descubierto mientras nos acercábamos a la montaña en el camino de aproximación. La primera vez que me encuentro con un pedregal, con un canchal (también llamada torrentera), no sabía cómo bajarla. Pero observaba a mi primo como bajaba dando saltos como una cabra, con una soltura envidiable y sin nada de miedo, temor o respeto, y a la vez con una velocidad de bajada casi temeraria. Pero bajaba bien y sin caerse, o si se caía enseguida se podía levantar sin daño alguno… ¡había que probar el bajar así! Y los pedregales de la Peña de La Mina, vírgenes, enteros, eran los ideales.
Otra sendilla sigue por la cima rocosa de la sierra en dirección opuesta a la cima de la Peña de La Mina. Bordea el peñasco sin nombre por su sur y antes de alejarse siguiendo la cima rocosa, nos asomamos al norte por un hueco entre los escarpes y las numerosas carrascas para buscar un paso hasta llegar al comienzo de los pedregales. Mi primo Miguel Ángel va en cabeza, abre camino, le seguimos. Y después de arañarnos entre la maraña y de ir con cuidado entre las rocas fijas y terreno vertical de la zona, llegamos al primero de los pedregales.
¡Es un tobogán de piedras! La bajada es divertidísima, genial. Bajamos corriendo, clavando los talones, dando grandes saltos, y a la vez riéndonos y pasándolo muy bien. El secreto de bajar por uno de estos pedregales es que las piedrecillas mismas son las que te paran cuando bajas a toda velocidad o pegas saltos de metros. Pero igual que es muy cómodo, divertido y rápido para bajar, son muy incómodos para subir o andar por ellos… por cada paso que das en ellos, bajas dos. Es la parte de la visita a la Peña de La Mina que más les gusta a los participantes, y casi la razón de su éxito de participación cuando programamos una salida a esta montaña… pero las piedras no estarán ahí para siempre; cuanta más gente baje, más arrastrarán las piedrecillas hacía abajo, desgastando el pedregal hasta hacerlo desaparecer. Como lo ocurrido al pedregal de la canal sur o Barranc de Les Marietes del Puig Campana. No da tiempo a la naturaleza a reponer esas piedras, además que debe de ser por gelifracción, y ya no hace tanto frío como para que hielo en invierno vaya rompiendo las rocas, el agua que se hiela en las grietas de las paredes y de las rocas.
Las piedras de debajo de estos canchales, pedregales ya son más grandes. Imposible bajar o saltar por ellas. Pero ya no hace falta; desde este lugar, debajo de los pedregales, buscamos el camino por el que antes hemos subido, monte a través entre las antiguas terrazas de los abandonados bancales o tierras de cultivos que ahora, y sobre todo en sus límites, se están llenando de vegetación, arboleda de la misma sierra, del mismo bosquecillo. Y es entonces cuando descubro los arbolillos de madroño. Con sus frutos en otoño, en noviembre hace mis delicias. Pocos lugares de la montaña sur alicantina esconden rincones con estos arbolillos y otras especies que necesitan más humedad y frío. Señal inequívoca de su buena salud, a pesar de estar explotada en tiempos remotos con esos bancales abandonados aterrazados. Al menos es lo que a mí me parece. Esto también hace que esta montaña, esta parte de la Sierra del Algayat, sea encantadora, mágica y atractiva.
Una vez en el camino solo tenemos que desandarlo hacia abajo, hacia las casas, hacia la Rambla Fonda y el coche. No hay pérdida. Dejamos a nuestra espalda la montaña subida y disfrutada, y observamos ahora los escondidos pedregales, canchales de piedras y piedrecillas por los que hemos bajado entre risas y diversión, entre esas frondosas carrascas casi encinas de grandes… ¡¡Qué bueno el dulce fruto del madroño!!
Texto sacado del artículo LAS COMARCAS DE ALICANTE Y SUS MONTAÑAS: LAS SIERRAS DE LOS VALLES DEL VINALOPÓ escrito con el mismo título en el número 6 de la desaparecida revista Centro Verde del Centro Excursionista Almoradí, en julio de 1.994:
SUBIENDO A LA PEÑA DE LA MINA
En la entrada a La Romana de Tarafa desde Novelda, hay una gasolinera y al lado una carretera que se dirige hacia la Sierra del Algallet, que después de unos pocos kilómetros se interna en una ancha rambla y se convierte en un camino difícil para algunos coches. Se sigue esta rambla hacia arriba, hacia la derecha, unos kilómetros hasta que nos acerquemos lo más posible a dicho pico y a algún camino que se dirija hacia allí. Se dejará el coche en la rambla y se seguirá a pie, teniendo cuidado con los meses de lluvia, ya que una fuerte tromba de agua se puede llevar el coche rambla abajo.
Ya al pie del barranco que forma la peña de este pico se seguirá por una senda pegada a la roca de la peña. Luego se suavizará andando en dirección contraria a la del pico, hasta llegar a la cumbre donde se ven las dos vertientes de la sierra.
Rodeando la peña se seguirá por la parte de solana pegado a la pared sur hasta subir la última cuesta que nos conducirá hasta el pico donde hay un pilón.
Este pico tiene 1.053 mts. de altitud en la Sierra del Algallet, el primero (en altura) es la Peña Gorda que queda al oeste de este pico. En la parte baja hay un pequeño bosque de pino carrasco que alberga una pequeña fuente. Nos daremos cuenta enseguida de la importancia ecológica de este pico por la cara de umbría que tiene madroños, lavanda, etc.…
Para bajar del pico lo podemos hacer por los numerosos pedregales (canchales) que hay en su ladera de umbría.
Texto sacado de la actividad Conoce Las Montañas de Alicante y Entorno realizada en el año 2.009 con el Centro Excursionista Almoradí:
-Peña de La Mina.
Ésta es una de las montañas más queridas por mi. Desconocida a veces pero hermosa y altiva como ella sola. Es el segundo pico de la Sierra del Algallet que queda justo al sur de la carretera La Romana-La Algueña. También es el segundo pico en altitud con sus 1.053 mts. en la sierra.
El recorrido prometía ser atractivo y bello, saliendo de la Rambla del Algallet cogíamos un camino que subía y se acercaba a dicho pico por su norte; pasábamos por el lado de umbría y húmedo de esta atractiva montaña, en el que las encimas, carrascas, coscojas… e incluso madroño con sus frutos redondos y sabrosos, nos ofrecían un espectáculo otoñal y solemne. Arriba solo teníamos que bordear su enorme pared y mole cimera para llegar, después de una empinada senda, a su solitaria cima.