Aún recuerdo aquella vez cuando era niño, una de aquellas visitas que hacía a mis primos de Elda. Por alguna razón me encantaba ir a Elda, subir a aquel piso tan alto (no sé si era un 11º piso), mirar por las ventanas de aquel enorme edificio de varias puertas, y asomarme por el vertiginoso hueco de la escalera, larga, de caracol cuadrada. Visitar a mis primos y tíos de Elda era como ir a “la gran ciudad”, una aventura entre las numerosas calles y edificios de Elda. Dormir en aquellas camas compartiendo habitación era como salir de acampada a la montaña: toda una emoción y aventura.
En una de esas visitas, seguía siendo un niño y aún no había comenzado mi andadura por las montañas, en una ocasión mi primo Francisco me hace seguirle y asomarme por una pequeña ventana, no sé si de la galería del piso. “¿Ves? ¿A que parece un gato?” me dice señalando una montaña al otro lado de la ciudad, de Elda y de Petrel. La verdad es que había visto la montaña por la ventanilla del coche cada vez que pasaba por aquí, cada vez que venía a Elda, pero no me había fijado en ella detenidamente, no había puesto atención. Ahora lo hacía…
Una montaña más alta que el resto de lomas y formas que formaba el horizonte, se erguía como un verdadero promontorio empinado pero grueso y casi cuadrado. Con formas oscuras y grises, a cada lado del promontorio, del enorme cuadrado, se elevaban dos puntas, dos puntas como verdaderamente gigantescas orejas de gato: puntiagudas, con formas ovaladas, con la parte más delgada la más elevada… debajo de ellas, y como si fuera la cara del gato, el ancho cuello que acaba en el resto de la montaña que ya deja de ser tan empinada y sí más horizontal… es la cabeza de un gato gigante… es la Silla del Cid.
Verdaderamente el nombre de Silla del Cid (por la forma de silla de montar a caballo) puede ser por la imagen que se vislumbra desde Elda, aunque desde otros puntos e incluso la misma Sierra del Cid, tiene forma de silla de montar con aquella forma curvada, suave, con esos suaves pináculos o apéndices a cada lado de la misma cubeta, curva del centro de la silla.
Y la otra curiosidad es por el nombre de la Sierra del Cid (o Sit), refiriéndose, creemos, al famoso caballero cristiano, Rodrigo Díaz de Vivar, que fue reconquistando estas tierras hasta llegar a las inmediaciones de la cercana población que lleva su nombre: Monforte del Cid. Pero no hemos encontrado información que así lo afirme o atestigüe. Pero que de todas formas le da un toque épico, mítico a esta sierra y a estos picos. Llama la atención.
Para acercarnos a la montaña tendremos que salir de la autovía como si fuéramos en dirección a Petrel o Elda, pero justo en la salida iremos en dirección contraria, dejando las poblaciones a nuestra espalda. El camino asfaltado sigue paralelo unos metros a la autovía y después gira hacia el interior, y en subida, entre casas y curvas mirando a la Sierra del Cid. Seguimos el camino asfaltado sin desviarnos a otros caminos secundarios, hasta que éste pasa entre un grupito de pinos arriba y abajo del mismo. Aquí el camino asfaltado gira con una curva y aparece un camino ancho que hace de parking también. Aquí dejaremos el coche. Estamos en las estribaciones o mejor dicho las faldas de la Sierra del Cid.
Un cartel informativo nos describe la montaña y la ruta de subida a la Silla del Cid, recorridos por la Sierra del Cid. Y verdaderamente desde aquí la subida es directa, esforzada y sin pérdida. Estamos en el lugar que llaman la Cova del Forestal y debemos seguir las marcas del P.R.-CV 36 en dirección este y arriba, por la montaña, que será la que nos suba hasta la cima de la Silla del Cid.
El recorrido por la senda no tiene pérdida, y si estamos fuertes y en forma, en seguida podemos llegar a la cima de la sierra. La senda sube en fuerte desnivel con zigzag por la parte noroeste de la montaña. Hay algo de bosque y la sombra en los meses más calurosos viene muy bien. Ya que la parte de abajo y la zona, menos los pequeños bosques de las faldas de la sierra, son lugares muy secos, subáridos o áridos sin remedio, vegetación escasa y tierra polvorosa.
Llegamos a un punto en que la senda sube hasta la cima del cordal que baja de la montaña hacía el oeste, y delante, enfrente aparece un pináculo rocoso a nuestra derecha y enfrente. La sierra se encrespa, se abrupta por estas vertientes. No lo vemos pero una larga pared aparece debajo del farallón, aguja rocosa, y ésta recorrerá toda la cara sur de la Silla del Cid. Justo casi cuando dejamos dicha aguja a la derecha, espalda, aparece otro fuerte zigzag de subida en la senda que querrá llevarnos hasta la cima de la montaña.
Y así es, el fuerte zigzag de la senda en la empinada ladera, entre arbustos y bosquecillos de pino carrasco, nos lleva hasta la cima de la montaña. Arriba de ella ya podemos ver la otra vertiente de la misma montaña que forma la Silla del Cid, al otro lado de un gran arco que forma la sierra, al otro lado del hueco o vallecillo que hay en el centro, aparece otra alta loma, menos encrespada y de formas más suaves, con unas visibles y numerosas antenas en su cima: es la cima del Cid, casi 50 metros a más baja altura que su hermana mayor la Silla del Cid.
Ya desde aquí nos vamos dando cuenta que la Sierra del Cid es una gran extensión medio despejada, medio arbolada pero con poca vegetación arbórea (pinos jóvenes de repoblación), con los dos apéndices de picos a cada extremo de cada lado; al norte la Silla del Cid y a sur El Cid. Formando así un gran arco con la abertura hacia el oeste, y con una especie de loma cimera que comunica las dos montañas, a una distancia apreciable, que es la que forma dicho arco. La parte cerrada del arco que mira hacia el este, hacia las vistas de las altas laderas de la alargada Sierra del Maigmó, es una alargada pared con la misma forma curva de la sierra, extraordinaria y llamativa.
Y caminando por la misma senda hacia el este con poca subida ya en la misma cima, llegamos tranquilamente a la parte más alta del pico. Estamos en la cumbre de la Silla del Cid a 1.127 mts. de altitud. Lo primero que nos sorprenderá será las amplias carrascas que invaden parte de la cima, dándole un toque característico y singular. Pero lo más impresionante de esta cima son sus excelentes vistas y la vertiginosa pared que queda justo en su lado este y noreste, por la que han instalado una vertiginosa vía ferrata. Es una pared escabrosa y temida, pero magnífica y muy alta desde su base. Y con las vistas hacia el este observamos toda la serie de sierras y montañas que bajan desde Castalla u Onil hasta las cercanías del llano de l’Alacantí, entre las poblaciones de San Vicente del Raspeig, El Campello… De norte a sur, la Serra de l’Arguenya, Sierra de Castalla, la sorprendente pared en forma de costilla de la Serra del Frare y la alta, única y boscosa Sierra del Maigmó, con sus cimas redondeadas y suaves, y el picudo, magnífico, impresionante y asombroso Maigmó al sureste como si fuera el final de la sierra.
Pero tampoco hay que despreciar las vistas hacia el oeste, hacía la dirección por la que veníamos: todas las sierras y vallecillos de las comarcas del Vinalopó e incluso al otro lado de la frontera con Murcia como las sierras del Carche y La Pila, y las llamativas urbes de Petrel y Elda como si fuera una sola ciudad en medio del marrón, amarillento y aparentemente yermo terreno donde su ubican, en el mismo cauce y recorrido del Río Vinalopó. Rodeando las urbes peladas y áridas montañas, no muy grandes como el Cámara, El Bolón, y detrás entre huertos y bancales terrosos de cultivos de secano, las laderas más oscuras y boscosas entre esas pinadas de carrasco y los matorrales, las carrascas, en las Sierras de la Umbría, de Les Pedrisses, la recortada Algallet (siempre sorprende su agreste figura desde la lejanía por sus subibajas tan encrespados), la alargada de Salinas… y los casi invisibles vértices, pináculos de la de Crevillente… verdaderamente tiene las mejores vistas, de norte a sur, de las sierras y valles que forman las comarcas del Vinalopó hacia el interior y cerca de la frontera con la provincia de Murcia… Los Valles del Vinalopó… no hay que perderse esta cima, no dejar de subirla y disfrutarla.
En una ocasión nos acercamos al Cid después de subir a la Silla del Cid. Es fácil llegar. Todo el recorrido se ve perfectamente desde la cima de la Silla: solamente hay que bajar del pico por un sendero que enseguida deriva en un camino abajo del mismo, hacia el este, sureste. Pero enseguida dirección este por el camino que recorre casi toda la cima de la sierra, del arco de la sierra, que une las dos puntas, los dos picos, girando después hacia el sur y algo de suroeste. No hay pérdida. Hay que ir por el mismo camino o lo más alto del cordal cimero que une los picos. El P.R. también sigue por aquí para acercarse al Cid, con lo cual lo podemos seguir sin problemas… no hay pérdida. Tampoco nos encontraremos bosques u obstáculos que nos impidan la visión siempre, a medida que caminamos en su busca, de nuestro objetivo: El Cid.
Cerca del pico ya vemos la subida hasta su cima. El camino, ahora se sube a la loma cimera, justo por lo más alto a la vez que comienza a subir con una pendiente considerable y caída hacia la parte este, sureste también llamativa. Y así llegamos a la cima del Cid de 1.104 mts. de altura. No es una cima tan excepcional como su hermana mayor del norte la Silla del Cid, pero al menos hay que visitarla alguna vez si queremos conocer la Sierra del Cid más allá de la misma Silla. Hacia el suroeste la cima se afea, se industrializa con un conjunto de antenas y repetidores que lo convierten en un lugar casi repelente, triste y explotado. Ya se veían desde la cima de la Silla del Cid. No tengo recuerdos exactos de las vistas desde el Cid, pero supongo que eran muy parecidas a las mismas desde la Silla del Cid aunque mejores hacia el sur, hacia la costa y el llano de l’Alacantí y parte de la plana del Vinalopó Medio… vistas que desde la misma Silla del Cid, son tapadas por el mismo Cid.
Después de celebrar esta segunda cima y hacer “penitencia” hasta el Cid, debemos bajar para buscar el coche. La ruta de vuelta es más sencilla incluso que la de ida, ya que es desandar el camino, lo andado hasta las faldas este de la misma Silla del Cid. Pero en lugar de subir a la cima por la senda por la que bajamos de la misma al camino, seguiremos el camino hacia el oeste por debajo de toda la mole de la Silla del Cid que queda a la derecha y norte. El camino recorrerá paralelo a la misma montaña de la Silla del Cid, hasta un colladito en la bajada de ésta hacia el oeste de la misma cima de la Silla del Cid.
En este colladito coincidiremos con la senda que hemos utilizado para subir a lo más alto de la Silla del Cid, y justo antes del zigzag de la senda. Desde este punto vemos ya la vertiente norte de la sierra, al otro lado de la loma rocosa y cimera de la Silla del Cid. Y desde aquí solamente tendremos que seguir o desandar la senda marcada con el P.R., hacia abajo, hacia los zigzags, a la izquierda (a la derecha quedaría la cima de la Silla del Cid).
Rápidamente siguiendo la senda hacia abajo, hacia el camino de abajo donde está el parking y los coches, acabamos esta marcha por la Sierra del Cid. Hemos subido una de las cimas más emblemáticas del Medio Vinalopó (si no la más excepcional). Recuerdo aquella vez que nos encontramos a montañeros septuagenarios en la cima, eran de Petrel o Elda. Es una montaña, una cima muy querida y visitada por los ciudadanos de estas poblaciones… es su faro y figura, punto de referencia e hito en sus horizontes… esa cabeza de gato, con sus orejas picudas y su suave pelaje. Excepcional.