Después de la Expedición al Elbrus y el pasado “año de descanso”, decidimos, el buen grupo que habíamos formado Quique, Jesús Santana y yo, volver a los Alpes para realizar alguna ascensión y visita de aquellas impresionantes y preciosas montañas. Es cierto que Ballester y Pepe Díaz nos contaban su hazaña a mitad de los años 90, cuando hicieron la cima del Monte Rosa (la segunda cumbre más alta de los Alpes, después del macizo del Mont Blanc). También, por aquellos años Manolet nos mostraba imágenes del lugar: glaciares y montañas que nos transportaban a otra dimensión, a otro planeta, de otra visita que había hecho. Por tanto, debíamos ir. No sé si recuerdo que alguien del Centro Excursionista Almoradí, pasado el año 2.000, algún grupo, intentaron subir a la mítica montaña y que fue un intento fallido y desilusionante después de perderse por entre las grietas del Glaciar del Monte Rosa en su intentona de ascensión. Entre otros iba David Soriano que nos contaba la angustia y terror de encontrarse con aquellas impresionantes, oscuras y profundas grietas en el camino perdido por el mismo glaciar.
Fue entonces cuando se me encendió la bombillita: “lo que ellos no han podido hacer, lo haremos nosotros” y después de convencer a mis compañeros (sin esfuerzo alguno) comenzamos a idear, planear nuestro viaje y “expedición” hasta las faldas del Monte Rosa para subir su cima más alta: la Dufourpitze o Punta Dufour, de más de cuatro mil seiscientos metros de altura. Y a la vez aprovechar para realizar algún trekking, tour de aclimatación por alguno de los preciosos y bonitos valles, montañas de los Alpes. Aclimatación o preparación antes de asolir el ataque a esta montaña. Entonces este tema se lo dejamos a Quique que, por casualidad, tenía la Revista de Grandes Espacios un ejemplar dedicado a los 3 tours más bellos de los Alpes (o los que por aquellos entonces consideraban los más bellos), también en no demasiado tiempo… que no sea como el del Mont Blanc que puede durar hasta 10 días.
Después de estudiar y reunirnos para decidir, entre unas opiniones y otras razones, escogimos el Tour de la Val d’Anniviers, entre ésta, el Tour del Cervino y otro tour por el Jungfrau, Grindelwald. Quizás porque estaba lo suficientemente cerca del Monte Rosa como para llegar a su final hasta él, pero sin tocar las mismas montañas y valles como en el Tour del Cervino, también porque tocaba diferentes ámbitos y perfiles de la montaña: recorrido por espesos bosques, recorrido por alta montaña, visita de pueblos típicos de los Alpes, un poco de todo… y otras posibles razones que ahora no recuerdo bien. Ya sabéis que cualquier decisión u opción tomada por nosotros no es al azar, y está bien estudiada y razonada.
Se acercaba la fecha y ya teníamos dos componentes más de la expedición: Infi y Trino. Para Infi iba a ser casi un bautizo en esto de la alta montaña, cruzar glaciares y marchas largas con la mochila a la espalda… pero no iba a pasar nada, Quique y todos estábamos ahí para ayudarla y animarla si fuera el caso. Además nos ayudó mucho en las gestiones y tramitación de la contratación del tour, ya que hablaba un francés correcto y había que hablar con los suizos para dicha contratación. La idea era pagar de golpe todo el tour y de esta manera ya teníamos la comida y los hoteles, refugios reservados. Era ideal. Y qué decir de Trino; iba a ser el primer viaje con los alicantinos, pero Trino siempre tan afable, seguro y tranquilo a pesar de las adversidades, además de su fortaleza física y mental, les iba a caer estupendamente… saldría un viaje genial, seguro.
Como en el último viaje a Alpes, alquilamos una furgoneta para los 5, pero esta vez no íbamos a ir tan cargados. Nos llevamos todo el material de montaña, tiendas iglús del Centro Excursionista Almoradí, y el material técnico para el asalto al Monte Rosa, pero no nos llevamos tanta comida al saber que la teníamos contratada en el tour y que después la podríamos comprar en Täsch para la aproximación al Monte Rosa. Todo preparado y listo.
Pero después de tanto tiempo ahora que escribo estas líneas, seguro de que muchas cosas se me han olvidado o he pasado por alto. Por ello me ayudo de los artículos que escribí en la Revista Sismógrafo para iros relatando la experiencia.
En rojo aparecerá el relato sacado de un artículo PRIMERA PARTE: TOUR DE LA VAL D’ANNIVIERS escrito con el mismo título en el número 59 de la desaparecida revista Sismógrafo, Magazine de Cultura y Ocio, en enero de 2.006:
Una de las numerosas expediciones que se llevaron a cabo este pasado verano del 2.005 por el Centro Excursionista Almoradí, fue a los míticos Alpes Suizos. Recorrernos sus valles, bosques, praderas, pueblos, montañas, glaciares… un poco de todo, era nuestro objetivo.
Por ello decidimos dividir el viaje en dos partes: en una realizaríamos un trekking o recorrido por uno de sus valles más bellos, una actividad al alcance de cualquier andarín medio en forma. En la otra, intentaríamos alcanzar la cumbre más alta de Suiza en el segundo macizo más alto de los Alpes (después del Mont Blanc en Francia), el Monte Rosa, más concretamente la Dufourspitze (Punta Dufour) de 4.635 metros de altitud. Aquí ya se requiere algo de conocimiento y experiencia en alta montaña y buen estado físico.
Guiados por la revista Grandes Espacios y junto con Enrique Segura, Infi Huedo, Jesús Santana y Trino Marín “contratamos” el trekking del Tour de La Val d’Anniviers.
Empezamos en Sierre, una ciudad del Valais; de allí cogimos un autobús que nos adentraría en el valle. Salimos de España el día 1 de agosto y el primer día de trekking fue el 3 de agosto. Vamos casi solos en el autobús de La Poste que nos debe de dejar en la entrada del valle. Hemos tenido que caminar algo por Sierre para llegar hasta la parada o salida de dicho autobús. Menos mal que Infi habla francés, si no, a ver el lío que nos hubiéramos hecho con las indicaciones dadas y preguntadas. Hace mal tiempo, nublado, pero aún no llueve. En una curva nos para el autobús y dejamos la carretera para adentrarnos en un espeso y empinado bosque. Más arriba llegamos a Soussillon, una bonita aldea en medio del bosque. La subida a Soussillon es empinada y directa. Con la senda en medio del frondoso y precioso bosque de abetos, haciendo zigzags para que sea más llevadera la subida. Supongo que esto sería para calentar… Nos adentramos algo más en la boscosa montaña cuando las nubes empiezan a inundar el paisaje, y la niebla hace más enigmático y misterioso el recorrido. El bosque con este tiempo medio en nieblas, medio cubierto me asombra, me hipnotiza por su clásica belleza. Son los Alpes. Bosques de altos abetos como rascacielos inundan las bajas laderas de las altas montañas colmadas de glaciares y fríos. Bajan hasta los valles, hasta los prados para darle esa chispa de color y vida al paisaje. Es emocionante andar, caminar y fundirte por en medio de estos extraordinarios bosques. Entre Soussillon y CHandolin la senda ya no es tan empinada, y el bosque más vivo en laderas más suaves… hasta se nos cruzó un cervatillo entre las nieblas y espesuras del mismo. Vamos solos, no nos tropezamos con nadie. Es increíble que siendo primeros de agosto nadie haga este tour, con lo precioso que es nada más comenzar. Chispeando llegamos a CHandolin; los terrenos parecen campos de fútbol con una hierba muy cuidada y como recién regada. Debemos llegar a St. Luc, donde pasaríamos noche en un magnífico y acogedor albergue-restaurante; la lluvia hace que apresuremos el paso en el camino dentro del magnífico bosque.
El albergue es encantador. Es una casita de madera al final del pueblo, escondida entre las últimas calles y parte del bosque del lugar. Estamos casi solos en el mismo. Cuando bajamos a cenar todo nos sabe a gloria en esta Suiza de los quesos y la carne de caballo. Las camareras o regentas del sitio, son guapas y simpáticas, rubias con cara de muñequitas. Típicas suizas. El lugar es extraordinario. El tour comienza perfecto y muy bien. No había cruzado antes un bosque de abetos como éste, la experiencia es extraordinaria. Dormimos plácidamente. Al día siguiente nos tocaba llegar hasta el pueblo de Zinal, al final de la Val d’Anniviers, casi en la parte más alta del valle habitable por la civilización urbana.