Al día siguiente (6 de agosto) subimos al Coll de Pigne a tres mil ciento cincuenta metros de altura, después de cruzar fríos neveros que bordean el enorme plateau del glaciar. Las vistas desde aquí son impresionantes, hipnóticas y bellas.
Amanece un día magnífico. El resto de gente del refugio que se disponía a realizar una actividad de alta montaña, ha salido más temprano que nosotros. Antes de seguir nuestro camino ya de vuelta valle abajo, decidimos subir hasta un punto superior a los tres mil metros como bien aconseja la guía de Grandes Espacios, donde es fácil llegar y las vistas son extraordinarias.
Realmente nos dicen de subir al mismo pico Pigne de La Le a casi tres mil cuatrocientos metros de altura, pero una vez llegados al Coll du Pigne (3.141 mts.) dejaremos la cresta y subida final a dicho pico a nuestra derecha y sur. Pensamos que la subida al pico por la cresta nos puede llevar más tiempo y retrasar la marcha y recorrido de la etapa de este día. Así pues nos disponemos subir el Coll du Pigne saliendo del refugio, por una senda fácil y marcada que se interna por neveros y laderas inclinadas. A nuestra derecha va quedado la espectacular y gigantesca caída del Glaciar de Moiry.
Nos tenemos que poner cremita solar ya que la altura, el magnífico día junto con la nieve, nos va a quemar más que en el resto de etapas. La subida es casi rápida y entretenida. Fotos y admiración por el paisaje. La subida al principio es por la pedregosa ladera de dura roca llena de piedrecillas y piedras, y después se sigue por los neveros que rodean al glaciar a medida que te acercas al Coll du Pigne. Unas marcas amarillas y rojas nos ayudan a seguir el camino.
Hay un camino abierto en la nieve que nosotros seguimos, y justo aparece sobre nosotros el Pigne de La Le, con su cresta que llega hasta la cima y que comienza en el mismo Coll du Pigne. No parece difícil la subida, la cresta se observa bastante tumbada y fácil, aunque entretenida, incluso aparecen huellas en la nieve que parecen abordarla. Pero no tenemos equipo para subir por aquí y podría llevarnos más tiempo del que tenemos. Decidimos pararnos en el Coll du Pigne (3.141 mts.).
Acompañados por el día las vistas son espectaculares. Nos asomamos a la otra vertiente del collado, hacia el alto valle de Zinal, con una caída casi vertical y vertiginosa, pero al fondo y arriba aparecen las gigantescas montañas del lado este de la Val d’Anniviers, capitaneadas por el impresionante y majestuoso Weisshorn; asombroso pico. Lo rodea el Bishorn en su norte y el espectacular Zinalrothorn al sur, casi tapado por las paredes del Pigne de La Le, al sur. Entre ellos un rosario de crestas, paredes, verticalidades, escarpes, neveros, glaciares colgantes, plateaus… que hacen las delicias de nuestras pupilas, iris y cámaras de fotos. Estamos contentos. Nos hacemos las fotos de rigor con las asombrosas vistas; y emprendemos la ruta de bajada y vuelta a la Cabaña de Moiry desandando el camino. No hemos tardado mucho en subir, y ahora en bajar tardaremos menos.
Fotos del grupo con el glaciar de fondo. Nos ha impactado las formas y enormidad del Glaciar de Moiry. Ya en la Cabaña de Moiry, descanso tomando el sol en su magnífica terracita con vistas a la caída, a la cascada del glaciar. Es algo alucinante. Ya no hay gente, o mucha gente, por lo que podemos estar tranquilos en un lugar con unas vistas privilegiadas, asombrosas… y ese sol que nos acompaña sin una nube que lo perturbe.
La bajada de la Cabaña de Moiry para seguir la etapa y recorrido de hoy es distinta a la del día anterior: debemos cruzar el Glaciar de Moiry por un punto y seguir la senda o camino que nos llevará por el lado contrario del valle, del Lac de Moiry, hacia nuestro próximo objetivo donde pasaremos la noche: Mayoux.
Los guardas nos dicen por donde bajar y por donde se cruza el glaciar. Quique de nuevo se preocupa por Infi, “nunca se ha puesto unos crampones y ahora vamos a cruzar un glaciar”. Pero después de bajar la ladera pedregosa, rocosa del espolón que alberga el refugio, llegamos hasta las orillas del glaciar y lo comenzamos a cruzar en un punto donde el mismo es horizontal y tranquilo, sin los seracs ni cascadas que hemos fotografiado de otros puntos del mismo. No hace falta crampones ni calzado especial… eso sí, aconsejamos las botas de montaña. El paso es horizontal y sin resbalones, fácil. Aún tenemos tiempo de pararnos en medio del mismo para hacernos una espectacular foto con el fondo la caída, la cascada de seracs y hielo del mismo glaciar detrás nuestro. Nos sigue impresionando. Al final el recorrido y actividad serán magníficas por esta alta montaña alpina.
Al otro lado del glaciar, en la otra orilla, solo tenemos que seguir una senda que gira a la derecha valle abajo en dirección el Lac de Moiry. Así nos recorreremos el alto valle de Moiry pero por la ladera contraria. No tiene pérdida.
Debemos seguir valle abajo sin demora, dejar la fría y bella alta montaña para finalizar en un pueblecito rodeado de verdes, cálidos y frondosos bosques, pasando por verdes prados y arroyos de agua clara y cristalina. Antes de llegar a Mayoux, donde debemos pasar la noche y a mitad del trayecto, nos remojamos los pies, y los más atrevidos hasta se capuzan en una hoya del arroyo que sigue la senda valle abajo. El día es increíble, ni una nube en todo el día, a pesar de ello el agua está terrible y dolorosamente helada. Cruzamos también Grimentz, un pueblo turístico pero de casas de madera típicas con sus balcones llenos de los colores de las numerosas flores de sus geranios y otras plantas. Volvemos a la civilización por unos momentos, allá arriba quedaba la soledad y tranquilidad de la montaña.
Fotos con simpáticos amigos perrunos justo en las inmediaciones o pasado el Lac de Moiry. Desde este punto la bajada es clara y casi directa al pueblecillo que vemos allá abajo y enfrente ubicado entre verdes bosques y praderas: Grimentz. Dejamos a nuestra espalda la formidable y preciosa alta monta alpina; el Dent Blanche aparece en la lejanía, le hago una foto con el zum con las Puntas de Mourti, Moiry y el Gran Cornier delante, junto con los enormes y anchos plateaus del Glaciar de Moiry allá en las alturas, en la lejanía. Espectacular.
Y de nuevo llegamos hasta la civilización y el turismo: Grimentz, no sin antes, como cuento en el relato de la revista, darnos un remojón en un arroyo de agua, no fría si no congelada.
Grimentz es un pueblo encantador, típico: casas y balcones de madera, muchas macetas llenas de vivos geranios, callejuelas entre placitas y bares a rebosar de gente, de turistas… la verdad es que me impresiona la cantidad de gente que visita esta población; igual es un referente turístico de los Alpes suizos, de la Val d’Anniviers y no lo sabíamos… el caso es que es un pueblecito precioso.
No tenemos tiempo ni queremos pararnos a ningún bar para tomar una cerveza. El paso por Grimentz es fugaz pero intenso. Me agobia tanta gente, tanto turismo… acostumbrado a la soledad de la alta montaña y de los eternos bosques alpinos. Con lo que atravesamos la población en dirección a nuestro destino del día de hoy: Mayoux. Y para ello debemos bajar algo más por el precioso y verde Val d’Anniviers.
Según la guía esta etapa acabaría en Grimentz, pero por alguna causa o razón nosotros la prolongamos hasta Mayoux. Eso sí, la bajada es súper larga y rompepiernas… al final las rodillas se resienten y la notan. Muchas horas siempre bajando.
La cena de Mayoux como en las noches anteriores nos sorprende; en una ocasión llegamos a comer caballo, muy bueno; aunque el queso fundido en el horno es ingrediente casi fundamental.
La noche en Mayoux nos invita a recorrernos las cortas calles del pueblo. Los pocos niños de diferentes edades juegan al escondite entre sus callejones. Me recuerda a mi infancia.
Al otro día (7 de agosto) nos queda la última etapa hasta el pueblo de Vercorín, donde volveríamos a coger el autobús para volver a Sierre. Como la etapa anterior fue algo larga y dura, salvamos un desnivel de más de dos mil metros y las ampollas se agolpaban en las plantas de los pies, decidimos hacer el recorrido más corto pero no por ello menos bello, internados en el bosque, pasando por frondosos y verdes lugares como los alrededores de Pinsec. Enfrente, entre los claros de los árboles veíamos la ladera opuesta del valle: Soussillón y CHandolín; hace cinco días pasábamos por allí abriendo la ruta y ahora la íbamos a cerrar.
Esta ya iba a ser la última etapa y después de la bajada de ayer el pobre Trino tenía los pies llenos de ampollas en carne viva, apenas sí podía caminar. Dudábamos si podría curarse para la subida al Monte Rosa, pero por si acaso esta última etapa la acortaríamos: en lugar de subir a Crêt du Midi y bajar a Vercorín, iríamos directamente por en medio del estupendo bosque hasta la última población del tour en la Val d’Anniviers, Vercorín.
El día anterior habíamos seguido, al salir de Grimentz, el recorrido que lleva desde esta población a Vercorín directamente, sin bajar ni subir altura, todo casi horizontal; y entonces para llegar a Mayoux tuvimos que girar hacia la derecha y abajo en un punto de este recorrido; con una bajada directa (o casi directa) a Mayoux. Mayoux está casi en el fondo del valle, muy cerca del río La Nabisence, que recorre todo el fondo del valle y es río principal.
Ahora, en esta última etapa, debíamos volver a coger altura poco a poco para llegar a la nombrada población de Vercorín, que se encuentra justo en la ladera más al norte y ya de bajada hacía el Valle del Valais (mirando a Sierre). Pero lo haríamos más descansados y despacio, Trino no puede ir muy rápido. Se parece a “Chiquito de La Calzada” cuando anda… a ver si después, en los pocos días de relax antes del ataque al Monte Rosa, se cura y recupera.
De nuevo el recorrido por el solitario bosque nos asombra y embelesa. Los abetales y hayedos en las cercanías de Pinsec y entre ésta población y Vercorín, son también espectaculares; como lo fueron en las primeras etapas del tour… recorrido que ahora observamos desde la ladera contraría del valle. Sí, al otro lado del valle contemplamos CHandolín, Soussillón, como metidos en esa estampa, en esa postal de preciosidad alpina. Precioso.
Pero el bosque también es muy cerrado, y su misma frondosidad hace que dejemos de admirar unas vistas que se pierden del horizonte y nos centremos en la hermosura de su vida y energía. Cruzamos arroyuelos caudalosos llenos por puentes de madera, y nos regocijamos si nos tropezamos con seres de vida que crecen o se mueven en las cercanías de la senda… una seta “gigante” nos basta para asombrarnos y admirar el lugar.
Y entre sendas frondosas y caminos más abiertos, llegamos a Vercorín con las vistas ya en el ancho valle del Valais y sus poblaciones salpicadas por sus suaves laderas. Vercorín es un magnífico mirador a esta parte del Valle del Valais. Solo unas 3 horas (me parece recordar) hemos empleado para realizar esta etapa… acortada por las dolencias y malestares de Trino en sus pies. Y ahora nos queda esperar casi medio día hasta que aparezca el autobús que nos lleve a Sierre, donde comenzó todo. Acabando de esta manera un magnífico, precioso y perfecto tour por la Val d’Anniviers; acabando por decir que es uno de los valles y rincones más preciosos de los Alpes.
Después de unas tres horas llegamos a Vercorín, más abierto al gran valle del Valais, finalizando así este recorrido por uno de los valles más bellos de Suiza. Un baño en la piscina del hotel de Sierre sobró para curarnos las agujetas y cansancios; y mentalizarnos con firmeza la subida a la montaña más alta de Suiza.
Ahora toca descansar en Sierre y comenzar a concienciarnos para el Monte Rosa, nuestro próximo objetivo. Con lo que nos acercaremos a Täsch en el mismo valle de Zermat o Mattertal… no queda muy lejos de aquí.
Ha sido una experiencia preciosa y alucinante, “perdernos” 5 días entre bosques, valles, picos, glaciares… en los Alpes, es algo único e incontable, y más cuando gran parte del recorrido lo haces con la solitud y tranquilidad del camino, sin excesos ni aglomeraciones, disfrutando a cada paso y en cada rincón de la Val d’Anniviers. Muy recomendable.