Nueva visita a los Alpes. Después del viaje del año pasado a Ecrins en Francia esta vez quería volver pero organizando desde el principio la actividad. Que no sea una alternativa a otras actividades, que no sea una última opción planeada a última hora y con estos días sí, estos días no… debía de ser una actividad organizada y programada para que tenga éxito en los objetivos señalados.
Quería volver a los Alpes, quería subir algún pico emblemático, alto y espectacular, además de conocer otra zona de la cordillera si pudiera ser. Entonces pensé en algunos picos… Bernina, Gran Combin… ya que no quería repetir macizo si fuera posible… pero ¿Qué macizo me faltaba por visitar? De los tres más importantes había intentado la cima de dos de ellos, una la había conseguido: el Mont Blanc, y la otra no pudo ser: el Monte Rosa, y no quería acercarme de momento a esos cuatro miles solitarios como el Gran Paradiso, Ecrins que ya había estado… me quedaba un gran macizo, el macizo de los Alpes que más hielo glaciar alberga y a la vez el glaciar más largo de Alpes: los Alpes Berneses.
Los Alpes Berneses no son tan altos como el Mont Blanc, como muchos picos del Monte Rosa, pero es el tercer macizo en altitud de los Alpes y el primero en superficie de hielo glaciar… podríamos visitarlo… Ya había estado en sus cercanías, en Grindelwald (al norte) para admirar la imponente cara norte del Eiger, el año 2.005 al bajar del Monte Rosa, pero esta vez no volvería a Grindelwald; aunque sus picos más famosos están por aquella zona o al menos se ascienden por allí (Jungfrau, Mönch…), la idea, como en casi todas las metas u objetivos que me pongo, era subir al pico más alto del macizo, a lo más alto, al pico (que al principio me costó días pronunciar e incluso escribir) Finsteraarhorn.
El Finsteraarhorn casi llegaba a los 4.300 metros cuando el resto de picos apenas llegaban a los 4.200 metros. Estaba ubicado en un lugar casi de difícil acceso y uno de los caminos era el impresionante Glaciar Aletsch. Solo había que idear una ruta, reservar refugios y encontrar campings para ir programando, planeando la actividad. Escuchando a mi amigo Toni Rubinat, me explicaba que en una ocasión fue hace unos años con su grupo de amigos a aquella zona para hacer el mismo pico. Que cruzaron el Glaciar Aletsch, durmieron en Konkordia y siguieron hasta las faldas del Finsteraarhorn para subirlo desde su refugio. La vuelta la hicieron por el valle del glaciar del mismo valle que el refugio (Glaciar Fiesch) hasta de nuevo el pueblo donde dejaron el coche. Dice que en la subida al pico, él se quedó en el collado antes de la cresta, que no hizo la cresta pero que sus compañeros sí (entonces pensé como mínimo era seguro que podríamos llegar hasta dicho collado)… pero al final me convenció para, en lugar de volver de nuevo por Konkordia y el Glaciar Aletsch (quería pasar dos veces para admirarlo y disfrutarlo, por ser el glaciar más largo de Centroeuropa), (menos mal que no volvimos por el Aletsch…), bajáramos por otro glaciar, por otro valle que nos lleva hasta las cercanías de las poblaciones, por el Glaciar Fiesch. No tan imponente como el Aletsch pero impresionante y fabuloso igual… a ver cómo iba a salir esto…
Comencé a moverme. Mirar refugios para reservar plaza, poblaciones cercanas con camping donde pasar la primera y otras noches… Curiosamente los refugios tenían plazas suficientes desde primeros de junio, e incluso el de Finsteraarhorn no habría el plazo de reservar plaza hasta mediados de junio… como si tuviera un horario u horarios: abierto en invierno unos meses y en verano otros. Al igual pasaba con el Refugio de Konkordia. Así que hasta que no estuve seguro de que íbamos a ir lo menos 3 personas, no comencé a reservar. Sería principios de julio. El Refugio de Konkordia se hacía por la web, podías ver las plazas que quedaban libres en cada día para reservar, y el de Finsteraarhorn vía mail o por teléfono… como llamar por teléfono a Suiza me hubiera costado algo caro pues envié un mail en inglés al cual me respondieron en muy pocos días. Curiosamente ninguno pedía “señal”, dinero por la reserva. También curiosamente parecía que había plazas de sobra en los dos refugios.
Me compré 2 libros de Editorial Desnivel sobre los cuatromiles de los Alpes: en uno, el escrito primero (las nuevas ediciones lo han reducido en tamaño considerablemente) no venía la subida al pico interesado. Con lo que al cabo de unos días compré el segundo en el que sí venía la subida al Finsteraarhorn. Me estudié la subida, me la leí en varias ocasiones. Corta y sin misterios. No daba la impresión de ser excesivamente difícil, lo explicaba con tanta facilidad como el que sale a correr por el campo. Y en su principio (sobre la guía de subida al Finsteraarhorn) salían las poblaciones, lugares, telecabinas, pistas, senderos, recorridos… que te acercaban al mismo Glaciar de Aletsch para emprender la marcha hacia Konkordia. El pueblo elegido era Fiesch. En Fiesch estaba el telecabina que te acercaba a las alturas y caminos que te acercaban a las orillas del Glaciar Aletsch, y a la vez albergaba un camping donde pasar la primera noche (mínimo). El Camping Eggishorn. Para asegurarme plaza en el camping les envío un mail en ingles que me responden afirmativamente… Ya estaba todo programado y planeado casi a la perfección… ahora solo quedaban los condicionantes físicos nuestros, los meteorológicos… y otros que se me escapan ahora y con los que nunca cuentas.
Olga, compañera de alta montaña en el Pirineo está muy interesada de venirse con nosotros y visitar por primera vez los Alpes. Pasearse por sus glaciares y subir sus espectaculares montañas. Se apuntó al viaje sin pensarlo. Está fuerte. Ha hecho actividades en los Pirineos dignos de un alpinista… aunque los Alpes no son los Pirineos, hay que dar el salto y ver que hay al otro lado, y si “el cuerpo te lo pide” puede que esté preparada, con lo que confiaba en su fuerza y ganas. Pero me hacía falta alguien más. Se lo comento a Luis Segura, que ya me acompañó el año pasado en Ecrins y en el 2.012 (con su hermano y gran amigo Quique) al Gran Paradiso. Gran fortaleza, ánimo y aventurero, aunque le falte un poco de experiencia como que no le hagan daño unas botas desde el principio de la actividad, o comprarse una mochila que no se le rompan las costuras (esto de comprar por internet sin probar o comprobar el material…), por el resto, era más intrépido en la escalada y las verticalidades que yo (eso creo que le viene de familia), con lo que se convierte en un compañero ideal… si lo cuido un poco.
Y como siempre en estos viajes os dejo con el relato, escrito “in situ” (se intentó, a pesar de que no tuvimos demasiados “descansos” y tuve que acabarlo en casa) en el que escribo las sensaciones y guía de cada día de este estupendo y fantástico viaje, con el gran éxito que tuvimos al conquistar la cima del pico que nos proponíamos, diferenciado por el color azul de sus letras. Incluyo comentarios a posteriori, o explicaciones, con el color normal, oscuro de las letras. Fue una gran actividad y un gran viaje, pocos como éste se dan en la vida en las montañas. Meta conseguida. Os dejo con mi Diario. Espero que os emocionéis y os guste tanto como a mi escribirlo pero ni la mitad de lo que es experimentarlo:
1 de agosto, martes: Viaje.
Salimos puntuales de casa Luis, Olga y yo, a eso de las 6 de la mañana. Luis y yo nos hemos puesto el despertador a las 5 y Olga ha llegado a las 5’40. Todo previsto y planeado. Parece que llevo las mochilas más cargadas que el año pasado, al menos el coche si va más cargado. Olga se ha traído su tienda, y Luis y yo cogemos la Vaude mía… así estaremos más anchos.
El viaje se presenta largo. Son unos 1.000 kilómetros de casa hasta Fiesch. Hasta Sierre y el cruce con Zermatt creo que sabría llegar. Más adelante y pocos kilómetros más quedaría el vallecillo, a la izquierda, donde queda Fiesch y todo un grupo de aldeas y pueblecitos. Espero no perdernos. El mapa de carreteras de Francia es del 2.002, de cuando fui por primera vez a los Alpes, y no salen estas poblaciones… aunque sí su carreterilla.
Esta vez nos turnamos para conducir. No quiero que el viaje me canse como el año pasado, después de conducir yo todo el tiempo… aunque el cansancio del cuerpo también venía por otras cosas… y esas “cosas” este viaje no las tendría.
Primero cojo yo el coche mientras amanece, y mientras Olga duerme y Luis dormita. El camino es el mismo de siempre para ir a los Alpes suizos: Perpiñán, Nimes, Aviñón, Valence, Grenoble, CHambéry, Annecy, pero en lugar de girar hacia el Mont Blanc, seguimos a Ginebra, Lausanne, Sion, Sierre, Visp…
Cerca de Aviñón dejo el coche, desayunamos y después lo coge Luis. Entre Valence y Grenoble giramos hacia el norte por la autopista equivocando el recorrido. Pero enseguida cogemos la autopista que de Lyon va a CHambery y todo arreglado.
Pasamos Ginebra. En la aduana la policía suiza nos pone una pegatina verde: 40€ para ir por las autovías suizas. Después de Ginebra y Lausanne paramos a comer. Las vistas sobre el Lac Le Man son espectaculares. Este recorrido entre Lausanne y Sion no lo había hecho antes. Olga se queda maravillada.
Ahora el coche lo llevará Olga hasta nuestro destino en Fiesch, al cual llegamos sobre las 17’15 horas, al Camping Eggishorn. Comienza a nublarse mientras montamos las tiendas.
Decidimos salir a ver el pueblo de Fiesch y ver también desde donde sale el telecabina a Fiescheralp o al Eggishorn. Vemos una fiesta local; con cena, bebida, banda de música y esos tubos largos como “trompetas tibetanas” que tocan aquí en Suiza. La tormenta arrecia. Llueve a cántaros pero la fuerte lluvia no desanima a la gente que ríe y se esconden en la carpa… hasta la banda de música sale corriendo.
Vuelta al camping. Son las 20,30. Cena. Deja de llover. Y cerca de las 22,00 a la tienda. Mañana nos espera el grandioso Glaciar Aletsch, Konkordia y las maravillas de estas preciosas montañas alpinas.
Parece el “San Juan Suizo”, por todas partes petardos y cohetes (de los de las tiendas). Mientras intentamos coger el sueño.