Poco antes de las 8 de la mañana Luis ya está despierto. Pero hemos puesto los despertadores a las 8 y hasta esa hora no me muevo. No hemos dormido mal. Anchos en la tienda y Olga en la suya.
Recogemos, desayunamos, preparamos el equipo, las mochilas… después de la lluvia de anoche las tiendas están mojadas y no les llega a dar el sol para que se sequen. Las guardamos medio mojadas.
Pagamos el camping. Les decimos si podemos dejar el coche. Nos cuesta 5 FS por noche; al menos es más barato que el parking del telecabina.
Se hace tarde. Salimos con el coche al telecabina, que queda cerca del camping, para que nos suba a Fiescheralp (2.212 mts.) para comenzar la marcha hacia el Glaciar de Aletsch. 60 € nos cuesta a los 3 el telecabina.
Sobre las 10,40 sale el telecabina desde casi el centro de Fiesch a unos 1.060 mts. hasta los 2.212 mts. de Fiescheralp. Se podría subir por pistas sin necesidad de subir al telecabina, o subir en coche hasta el pueblecillo de más altura, con lo que nos podría costar una o dos horas más del recorrido, pero la idea es coger altura para desde un punto alto del mismo, poder admirar el grandioso glaciar y lugares que nos íbamos a recorrer… también la guía del libro de Desnivel nos indicaba que podíamos subir hasta el Eggishorn y de allí todo bajada hasta el glaciar, pero preferimos no “pagar tanto”, ni abusar de los medios artificiales. Mucho turismo, curiosos, domingueros, excursionistas… pero pocos montañeros con el mochilón. Todos encajonados como sardinas en lata con poco espacio para cogerme con el movimiento de la cabina.
Llegamos arriba y sobre las 11 de la mañana comenzamos a caminar por una pista que queda a la derecha, que ni baja ni sube (hay otra pista por debajo de ella que baja). Mi idea era subir a algún collado o punto mirador al glaciar, ya que este camino rodea la montaña y nos deja en los llanos de Märjela donde han aprovechado los suizos para hacer un pequeño embalse.
Un tiempo después descubrimos que existía un túnel que habían excavado desde la pista para atravesar la montaña y llegar hasta los llanos de Märjela sin necesidad de subir a Tälligrat. En el mapa se veía como una extraña línea discontinua muy recta, sin curvas. Pero lo bonito es subir arriba del espolón, mirador para descubrir las vistas y paisaje… eso sí, es más esforzado.
Entonces al tiempo de seguir por el camino nos desviamos por una senda montaña arriba. La idea es seguir las indicaciones en las que pongan Märjela, sin subir al Eggishorn aunque también venga su indicación.
La senda se hace larga entre laderas herbosas y algunas rocas, pero a las 12’30 llegamos a una especie de collado en lo que llaman el Tälligrat (la cresta de Tälli) que es un cordal rocoso que baja de la cima del Eggishorn hasta caer en picado en las inmediaciones de Märjela. Éste nos impedía la vista al resto de las montañas y paisaje, pero desde este collado y mirador descubrimos el extraordinario Glaciar Aletsch enfrente, abajo, rodeado de laderas rocosas, terrosas, glaciares colgantes, y algunos cuatro miles como el Aletschhorn, Jungfrau, Mönch… extraordinario. El glaciar es enorme e impresionante. Nunca he visto algo así
Después de comer algo bajamos en dirección a los laguitos de abajo y el embalse en Märjela. La senda es ancha y fácil. Giramos a la izquierda en la misma senda y nos deja en la misma presa del embalse.
Hay un refugio que es restaurante con su terracita. Junto a éste encontramos las indicaciones. Hay que ir hacia el glaciar que queda a la izquierda. La senda o recorrido está marcado. Bajamos por roca madre y piedras sueltas hasta el límite del mismo glaciar. Hay gente que se mete debajo de éste donde un peligrosísimo serac que parece caerá en cualquier momento, hace una cueva gigantesca.
Son las 2 del mediodía aproximadamente entre que llegamos al glaciar y entramos en él. Mis compañeros se cambian de botas. Curiosamente mi mochila es la que menos pesa de las 3; es la primera vez que ocurre.
Nos internamos en el glaciar sin crampones ni encordarnos. Parece que sus vertientes heladas rugosas por el deshielo, cogerá bien las botas. Nos damos cuenta en una primera impresión de las dimensiones del glaciar ¡¡Es gigantesco!!
Al poco tiempo debemos de encordarnos y equiparnos. Comenzamos a atravesar grietas y formas del glaciar más escarpadas y verticales. Yo creía, como en el Glaciar Gorner para llegar al Refugio de Monte Rosa, que el Glaciar Aletsch estaría señalizado con balizas, para seguir por la parte más fácil y transitable del hielo. Pero después de recorrérnoslo comprendí por qué no… es un espacio enorme, amplísimo, y el trabajo cada año de señalizar los caminos o diferentes recorridos por el glaciar, aparte de quitarle valor de aventura e imagen al fantástico glaciar, hubiera sido un trabajo demasiado “faraónico” para la función o finalidad del mismo… vaya, que es mejor que cada montañero, ya que se mete en un sitio como éste, se busque él mismo su camino. Debemos llegar al centro del mismo atravesando 2 morrenas, ya que aquí parece más llano, menos peligroso. Y así es.
El transcurrir por el glaciar es lento. Vamos encordados delante Luis, Olga en el centro y yo detrás. Luis no va demasiado rápido por el glaciar y Olga tira de él en ocasiones (mejor dicho Luis tira de Olga). Es la primera vez que Olga se encuerda para atravesar un glaciar alpino. De hecho es la primera vez que está en un glaciar alpino, y en los Alpes.
Estamos asombrados. Olga la primera. Estar en medio de la soledad del Glaciar Aletsch con su inmensidad, con su hielo, sus formas que verdaderamente forma como olas de hielo, es impresionante, increíble. Ahora entiendo el significado del nombre de ese otro famoso glaciar en el Mont Blanc: Le Mer de Glace.
Caminamos minutos, horas, parece que no llegamos nunca a ningún punto. Al fondo la impresionante caída de los hielos del Jungfrau y Mönch con sus picos y lugares. Precioso. Además el tiempo es muy bueno, inmejorable, solo con sus típicas nubecitas de alta montaña para hacer bonito.
Pero llega un momento en que el glaciar se pone rebelde. Comienzan a aparecer grietas cada vez más numerosas y cada vez más anchas, amplias, difíciles de superar, de pasar, de saltar. Olga tiene miedo en cruzar, en saltar alguna de ellas; y perdemos mucho tiempo en salir, buscar una salida o encontrar un camino hacia un refugio, el de Konkordia, que tampoco vemos.
Se hace tarde, el sol va cayendo por detrás de las montañas, nos da la impresión de que no podremos salir nunca de aquí, mientras la noche se acerca.
Al cabo de mucho tiempo Luis decide que hay que salir del glaciar y andar por la morrena (el lateral del glaciar). Hacia la derecha, en busca del Refugio de Konkordia. Da la impresión de que el glaciar está peor por los lados, pero curiosamente encontramos la salida entre anchas grietas, pliegues del glaciar y “olas” de varios metros entre pasillos estrechos de hielo.
Se va haciendo de noche cuando llegamos a la morrena, justo a la izquierda de unas paredes al pie de glaciar y morrena, y en frente de una gran roca diferenciada del resto. No hay camino. No hay senda. Todas, todas las piedras se mueven. Creo recordar que la subida al refugio estaba justo en un espolón, esquina entre 2 glaciares o ramales, entre el principal de Aletsch y otro que venía por la derecha, este. Así decido caminar en dirección por las peligrosas, sueltas e inclinadas piedras y ladera de la morrena en contacto con la montaña.
Luis que iba detrás descubre una especie de sendero vertical que se adentra en las paredes y escarpes de la montaña. Olga y yo decidimos seguir por la morrena muchos metros hasta en la casi oscuridad oíamos gritar a Luis.
Nos dice que está en una senda que tiene buena pinta y parece se dirige al refugio. Antes habíamos visto la ubicación del Refugio de Konkordia, y por ese lado todo eran paredes verticales y escarpes imposibles… ¡¿Puede ser que haya un camino entre las paredes?! Parecía imposible.
Nos desesperamos. Nos ponemos nerviosos. Luis saca su vena Segura. Yo mi genio escondido. Al final, gracias a los frontales podemos ver dónde está. Olga y yo retrocedemos en medio de la oscuridad de la noche, resbalando, perdidos, sin ver nada solo piedras gigantescas, medianas y pequeñas en la ladera vertical, móvil que hay que superar. Pero al final llegamos al punto donde está Luis, que es la nombrada senda y ya en mitad de la noche cerrada comenzamos a seguirla, subirla, trepar por ella, en busca de lo que haya arriba… ¡Espero que sea el refugio!
Mientras subimos la luna ilumina el inmenso valle, el inmenso glaciar, y vemos abajo en la morrena pegada al glaciar, 2 luces frontales. Seguramente de otros 2 perdidos en el glaciar como nosotros, pero que han desistido de seguir y han decidido pasar la noche allí… ¡Exagerado! Hemos tenido mucha suerte en que Luis encontrara esta senda. Y mucha suerte en que el tiempo se mantuviera bueno, excelente para poder progresar de día como de noche sin nieblas, lluvia o tormenta como la de ayer.
La senda parece una antigua subida al refugio antes de que se construyera la escalera que queda al otro lado del espolón, esquina de la montaña sobre la que se asienta el refugio. Ya que ésta tenía pasos equipados con cadenas, clavijas, hierros, marcados con pintura para no equivocar los pasos… Aunque el hito o señal inicial, la de más abajo no la vimos o solo la vio Luis, dicho comienzo se enmarca en las proximidades de la gran roca que se nombra en el relato cuando decidimos salir de glaciar. Incluso según lo cansado que puedas estar, es más cómoda esta senda que las mismas escaleras que son muy verticales con muchos escalones.
Al cabo de otro interminable tiempo vemos entre la oscuridad una enorme construcción al fondo en una cornisa de la montaña, es el refugio. Luis llega el primero y sorprende a 2 guardas jóvenes que se quedan pasmados al ver a Luis en mitad de la oscuridad de la noche. Después a mí y a Olga. Son las 22’35 horas. Nos hemos perdido la cena.
El Refugio de Konkordia a 2.850 mts. es grande, precioso, una construcción que nos sorprende, casi como un castillo encaramado al vacío.
Los guardas son simpáticos. Nos explican las estancias del refugio, habitación… todos duermen ya. Descansamos, compramos agua, subimos a la habitación a dormir. El día ha sido más duro de lo esperado, los nervios y la desesperación también han hecho mella en nosotros. Por suerte la etapa de mañana será más corta. El refugio es acogedor, las habitaciones amplias, no dan la sensación de agobio, seguro que dormimos muy bien entre los edredones de plumas de sus literas. El refugio está limpio y es agradable. Es un refugio Suizo.