Nos despertamos tranquilamente. Tranquilamente desayunamos. Nos hacemos las mochilas y nos preparamos para la “supuesta” última travesía. Merodeamos por el refugio haciendo fotos a las habitaciones, aquí y allá. Son nuestros últimos minutos en este acogedor lugar y queríamos inmortalizarlo. Ya no queda ningún montañero. Todos han salido ya a hacer su actividad, de hecho hemos esperado a que todos se fueran para levantarnos y recorrernos las estancias del refugio. Menos uno que se queda acostado en la cama justo debajo de donde dormía Luis… y parece que, aún despierto no quiere levantarse… parece estar en plan relax; o sea, con idea de no hacer nada en el día de hoy. Hay un magnífico mapa en el pasillo, pero este no lo tienen ya en venta… es el mejor de todos, a pesar de su escala, los detalles y lo que coge, son las mejores ¡Que pena!
Nos dicen que son solo 4 o 5 horas, pero nosotros por glaciar no somos muy rápidos. Además si nos volvemos a meter por un laberinto de grietas y muros del mismo, no sabemos lo que tardaremos en salir… espero que no pase lo mismo que en el Glaciar Aletsch.
No están las chicas. Quería despedirme y agradecerle todo a la guarda que sabía español, pero no he podido… quizás cuando suba el relato a la web les envíe un mail con un escrito, agradecimiento y un enlace al relato (lo que decía en el relato del día anterior).
El guarda de más edad que parece el jefe de todo, nos dice que sigamos la senda que sale a la izquierda del refugio (la misma que seguimos ayer) pero en lugar de subir y rodear el gigantesco peñasco, bajar en dirección al Glaciar Fiesch.
Los Compeed intentan hacer su trabajo en los talones de Olga y Luis, a mí no me ha salido ninguna ampolla de momento… ¡Que invento estos Compeed! Comenta sonriente Olga.
El día es increíble. Salimos del refugio para emprender la marcha. Antes como siempre, nos hacemos la sonriente foto de salida. Como despedida del estupendo refugio y del lugar de la montaña que hemos conquistado. El sol aún no ha salido pero no hay ni una nube en el cielo… será el mejor día de todos.
Seguimos las indicaciones del guarda. Me ha dibujado a lápiz más o menos el recorrido que debemos hacer, por donde seguir el glaciar y por donde pasar. Casi me da algo al ver como marcaba con el lápiz el mapa nuevo; pero sabía que era para ayudarnos… no le iba a decir que no pintarrajeara el mapa. Los hitos son grandes e imperdibles, y mientras el sol toca las cumbres del Grünhorn y de los otros picos de nombre innombrable, vamos dejando atrás, a nuestra espalda, el fabuloso Refugio de Finsteraarhorn con su semblante fornido y sobresaliente.
Echaremos de menos esos paisajes de hielos, crestas, paredes escarpadas y cimas picudas. Es un lugar inhóspito, desolado por el hielo y la roca, pero precioso al amanecer y único al atardecer.
Ya estamos en el Glaciar Fiesch. Ahora tenemos que seguir su morrena, pegada a la ladera por la cual bajamos, hasta el cruce con otros glaciares que vienen de la parte de atrás, al este del Finsteraarhorn.
El día es muy soleado, ni una nube. El avance por el lado del glaciar se hace fácil, rápido. El hielo está rugoso, hay mucha tierra y piedrecillas pegadas al mismo hielo que evitan que resbales, además es bastante horizontal casi sin grietas en esta parte. No nos hemos encordado, pero llegados a otro punto del glaciar no muy lejano a su entrada, sí que nos ponemos los crampones por si acaso. Pero llegados a un punto el glaciar se rompe y aparecen 2 grupos de grietas: las que están pegadas a la roca del borde del glaciar y las que se van abriendo casi por el centro. Tenemos que hacer zigzag, saltando o bordeando grietas, agujeros y muros de hielo.
Y al cabo de un tiempo llegamos al cruce donde se unen al Glaciar Fiesch con otros que caen, más plano y fácil y otro como una cascada de hielo ancha e imposible pero espectacular, por la izquierda: es el Glaciar Galmi.
Paramos unos minutos en una morrena que nos indica es la unión de los glaciares, y después seguimos a la izquierda y arriba por la parte del glaciar más transitable y fácil. Hemos perdido altura y el calor se nota más aquí abajo (además del avance del día), pero ya comenzamos a remontar de nuevo. Tenemos que pasar por un collado de más de 3.200 metros. Voy el primero, Olga y Luis me siguen al fondo. Más arriba, después de una subida notable, llegamos a una zona más llana, un conjunto de plateaus donde se escampan el Glaciar Galmi y seguido algo más arriba, el Studer.
De repente descubro al fondo, a la izquierda del Glaciar Studer, un extraordinario y altivo pico de mayor altura que el resto de las montañas de alrededor: es la vertiente este o sureste del Finsteraarhorn. Es una imagen sorprendente, impresionante, es como un gigantesco diente o colmillo de tiburón, pero más esbelto, picudo, encrespado. Espero al resto del grupo para que Olga nos haga una foto a Luis y a mí con el fondo de esta fabulosa montaña.
Ahora ya comienza a aparecer nubes con el calor del día, del transcurso de la mañana. Ahora pasamos por el centro del Glaciar Studer. Justo en la orilla derecha, cerca de la montaña veo unas pisadas que se elevan poco a poco en busca del collado que buscamos, el cual queda al fondo a la derecha, justo bajo otro pico que dice Olga subiría para llevarse alguna cima de Alpes a casa: es el Oberaarhorn.
De repente reconozco una zona característica y peculiar del glaciar que ya he visto en la bajada del collado Grünhornlücke: una zona llana horizontal con parte de hielo vivo azul del glaciar, y otras, como con manchas de nieve blanca a la misma altura del hielo… es un campo de grandes grietas tapadas por la deshecha nieve.
Me doy cuenta a tiempo. Reagrupo a la gente y nos encordamos. El primero iré yo con un bastón y el piolet en cada mano, con el bastón hinco la punta en la poco estable nieve y compruebo que se detiene tocando alguna parte más dura bajo la nieve. Otras veces da la sensación de que el bastón atraviesa la nieve fácilmente y al otro lado hay vacío.
Antes de comenzar con este sistema de ir comprobando el suelo, ya se me había colado un pie en la nieve blanda. Olga dio un respingo. Pero al final parece que no hay salida: el calor, la hora, el sol han hecho que la nieve que está en mitad de la grieta se vuelva blanda, inestable… la que está pegada al hielo está más fría, estable, consistente ya que el mismo hielo del glaciar la mantiene, por ello es más peligroso porque si te hundes lo haces en el centro mismo de la grieta, y si la grieta es ancha la distancia hacia los bordes puede ser considerable y la caída larga.
Damos marcha atrás hasta el hielo vivo e intentamos buscar y seguir esa antigua huella que pasa por el borde del glaciar. Incluso para llegar hasta ella tenemos que atravesar algo de nieve, pero con el sistema de ir clavando el palo, cruzamos sin problemas.
Así, siguiendo la huella y atravesando otras grietas ya no tan peligrosas, llegamos hasta la parte del glaciar más empinada que sube hasta el collado Oberaarjoch, girando a la derecha y este (llevábamos dirección norte, justo por la zona de hielos al sureste del Finsteraarhorn).
Luis está cansado. Estiro de la cuerda. Ha ido retrasado y llegado el último desde el cruce de glaciares… Y mira que le dije de descansar 1 día… La inclinación no es muy grande pero debemos pararnos en 2 o 3 ocasiones, y al final llegamos al collado que separa valles y hielos: el Oberaarjoch a 3.208 mts. Son las 12,45 de la mañana, hemos salido a las 07,10 del Refugio de Finsteraarhorn.
Descanso y comer algo. Sigue haciendo buen tiempo. Justo arriba de nosotros encaramado a un precipicio está el Refugio Oberaarjoch ¿Cómo se subirá hasta él? Es más pequeño que los otros 2 que hemos visitado y parece que tenga una subida imposible ¿hay escaleras? Debe de ser algo parecido a las escaleras metálicas del Refugio de Konkordia pero más cortas, con cables y otras facilidades para poder sobrepasar esta pared y precipicio. También hemos visto un grupillo de 3 personas que encordadas avanzaban rápidos bajando de Oberaarjoch hacia los hielos justo en la base del Finsteraarhorn.
Al otro lado del collado vemos un paisaje nuevo, nuevas montañas y valles: se abre todo un valle por el que baja un glaciar que comienza extenso en las alturas y acaba en una pequeña lengua, sucia de piedras y tierra, al final, casi en las orillas de un extenso y gris-blanquecino lago, apresado en su lado contrario al nuestro, pero aparentemente largo y profundo. Justo arriba de esa presa, del lago, una casa, construcción de varias plantas, el refugio u hotel… todos con el mismo nombre: Glaciar, Lago, Refugio Oberaar. Y justo arriba de nosotros, arriba del Refugio de Oberaarjoch, el pico Oberaarhorn que será referencia (como el pico más alto de la zona) en todo lo que queda de marcha hasta el Refugio/Hotel Oberaar… El nombre correcto en suizo o alemán era Berghaus Oberaar. Nuestro destino de hoy.
Parece que está todo cerca, todo ahí, la marcha aún será larga, la de bajada. El tiempo nos acompaña por suerte, a pesar de que aparecen nubes nada amenazadoras, solo para hacer bonito. Un desprendimiento de piedras y rocas oímos a nuestra derecha… la montaña está viva…No hay que olvidar que sigue siendo peligroso descuidar nuestros pasos sobre el glaciar.
Comenzamos a bajar. Luis delante esta vez. Según nos indicaron había que ir por el centro del valle, del glaciar, en la parte más honda de la concavidad del glaciar. Realmente es el centro tirando hacia la izquierda (de cara si estás bajando). Pero le digo a Luis que siga una huella supuestamente fácil que va más a la derecha, evitando grietas y escarpes, roturas y muros de hielo.
Pasamos junto a un grupo de 4 chicos y chicas que suben encordados en busca del collado. Éstos si que lo hacen bien: cada metro y medio de cuerda, un nudo en la misma, piolet en mano, y otro nudo prusik hecho con un cordino cogiendo el arnés a la cuerda. Nosotros solo vamos cogidos con la cuerda al arnés y con los bastones en cada mano… ¡Que no nos pase nada! Uno de los del grupo se nos queda mirando con una expresión de “¡¿A dónde van estos así?!, ¡españoles!”. Me recordó aquella bajada del Glaciar d’Ossoue, no sé por qué, cuando una “banda de españoles” bajaban por él después de hacer la Pique Longue, la corona de tresmiles del Vignemale, sin crampones, ni casi piolets… y una cordada de 2 de franceses bien equipados les tuvieron que ayudar a salir del mismo y no caer, resbalar glaciar abajo… ¡Anda qué…!
El glaciar parece que no, pero es largo, la caminata es larga por él. Intento dar prisa a mis compañeros. Saltamos pocas grietas y ya más abajo llegamos a un punto donde el glaciar se horizontaliza, pero se llena de baches y “monas”.
Hay más vida en esta parte de la montaña: otros grupitos suben y bajan por los fáciles hielos del glaciar. A medida que bajamos va subiendo la temperatura y el calorcillo se mete entre los plásticos de la chaqueta North Face.
Algunos metros antes de salir del glaciar, doy un traspié con los crampones (no sé si tropiezo con una de las “monas” de hielo), no me aguanto el equilibrio y casi que caigo de cabeza (de cara, mejor dicho) pero poniendo las manos. La caída aunque parece que no es mucho, me deja atontado y con heridas en las manos (sin guantes) (sobre todo la izquierda) al cortarme con el hielo, que ya sabéis son “cristales” de hielo y corta como tal. La pobre Olga en sus andanzas y caídas por el Glaciar Aletsch, saltando grietas con los crampones puestos, el peso de la mochila… también le salían cortes como de cuchillas en los dedos y manos desnudas de guantes, ensangrentados y curados con la fría agua y aire del glaciar, cuando paraba su caída en esos tropiezos. Yo por suerte, si me tenía que caer, mejor en este sitio que en los peligrosos pasos de subida al Finsteraarhorn. ¡Ufffff… “Parar un momento”. Me mareo un poco. Espero a recobrar las fuerzas, la armonía.
El golpe me ha dejado trastocado. Desde ese momento habrá un antes y después en la marcha. Menos mal que ya estamos cerca de la salida del glaciar. Realmente la caída en sí no ha sido nada, pero supongo que con los crampones puestos, los bastones que una vez comienzas a caerte más que ayudar, estorban, con el peso de la mochila, el supuesto cansancio o hartura de tanto caminar… que me hace perder un poco el sentido con un mareo… imaginad la imagen de la caída de un árbol al ser talado de raíz, así me sentí al caer, sin poder evitarlo ni salvaguardarme de la misma caída.
Le digo a Luis que se salga justo por el punto en que se han salido un grupo de 3 montañeros. Los seguimos y llegamos a la morrena, a la salida del glaciar, poco antes de que este grupo se fuera… ¡Por fin acabamos de pisar tanto hielo, tanto glaciar! Nos desencordamos, nos quitamos los crampones, descansamos un poco, me lavo las heridas en el agua helada que baja como regatas de los hielos de más arriba, ya que aunque estamos en los derrubios y sedimentos de una morrena, bajo éstos sigue habiendo hielo, sigue habiendo glaciar.
La salida del glaciar a su morrena ha sido hacia la izquierda (según bajamos), ahora solo tenemos que seguir hacia la salida del valle, valle abajo en busca de su final y del lago.
Aparecen extraños y altos hitos sobre la roca pelada por la que hace no tantos años, cabalgaba el glaciar. Antes hemos ido monte a través por la deshecha morrena, donde toda piedra, toca roca, se mueve con un solo soplido, intentando ir por la parte más fácil, más alta. Estos acaban en los meandros de un río furioso que sale de las entrañas del glaciar y acaba en el lago. A la izquierda, ya indicado, una senda entre la roca y las vertientes, laderas del valle, nos llevará valle abajo a cierta altura por encima del lago de agua terrosa, hasta la presa que contiene el agua.
Observamos que aparece más gente, turistas, visitantes, domingueros… que aparecen a lo largo de la senda, en las orillas del lago en su parte alta. Pero no encontramos ninguna regata de agua en la que podamos llenar las cantimploras y refrescarnos. Todas bajan justo por la ladera contraria del lago… hasta que llegamos a un punto de la senda que cruza uno de estos riachuelos de agua fría, clara, abundante y sana.
Me refresco, me remojo. Me mojo de nuevo las heridas, lleno la cantimplora. Se caen las gafas de sol en medio de la senda… “¡Actung!” Pasan una familia con niños adolescentes. Me acuerdo de aquel disco de U2: “Achtung Baby”.
El calorcillo se apodera de estas altitudes más bajas y estamos deshidratados. El camino hasta la presa también se hace largo. Al final de la presa hay un aparcamiento y casa. De aquí vienen los visitantes. La casa, nos suponemos comprobándolo en el mapa, que es el Refugio Oberaar.
Atravesamos la presa. Hacemos fotos al lago con el fondo de esos glaciares y montañas que hemos cruzado y visto: el Glaciar y pico Oberaar. Ya no volveremos a tocar un glaciar ni travesía de alta montaña. La actividad está llegando a su fin.
Y al final de la presa, unas escaleras para subir al Refugio/Hotel (No sabemos cuál de los dos es, o es una mezcla de los dos) Oberaar. Un último esfuerzo, la última subida del día. Estábamos bastante cansados, y esta última subida por escaleras parecía la prueba fehaciente de ese cansancio acumulado… solo eran unos cuantos escalones, pero esos minutos de subida parecía el colofón de estos días de travesías por glaciares, era como decir “Ya no subiremos más”. Olga preguntaba si subíamos por la escalera o por la carreterilla que bajaba del refugio al parking junto a la presa del lago… “Por la escalera, claro”. Le digo yo como si esta pequeña subida formara parte de la actividad.
Llegamos los 3 al refugio. Estamos a 2.338 mts. y son las 18,05 horas. Hemos tardado 11 horas en realizar la travesía. Nos dan una habitación compartida tipo refugio con literas corridas pero colchones separados en la última planta. En forma de buhardilla con el techo en diagonal con la forma del tejado. Hay un encargado joven y la jefa de más edad. ¡Hay duchas! ¡Que gusto! Nos cambiamos. La cena podemos elegir hora. A las ocho de la tarde está bien. Tenemos Wifi gratis. Hablamos con el Wasap con España. Estaba desde la primera noche en el Refugio de Finsteraarhorn sin hablar con Anna, que por cierto el coste eran 5 FS por establecimiento de llamada y 1 FS por minuto, unos 10 FS me gasté esa noche en hablar… a la noche siguiente Anna me llama a mí al mismo teléfono del refugio ¡Que sorpresa!… Se ha guardado el número.
La cena es sabrosa e interesante, parece que tiene algo de comida española con el sabor de la “ternera en salsa”. Al final de la cena salen los encargados del refugio a cenar en una mesa contigua. Resulta que el “pinche” de cocina es gallego, pero ha vivido 30 años en Bilbao (nos decía él). ¡Que alegría! Un español (aunque seguro que en el telecabina de subida a Fiescheralp desde Fiesch, había más de uno callado) era el primer español que veíamos en toda la actividad. Hablamos con él. Es simpático y afable. Nos cuenta cosas de su trabajo, el refugio (también es restaurante) e intenciones.
Subimos a dormir. Estamos cansados. Antes recogemos la ropa y botas que hemos dejado a secar fuera en la terraza… ¡It’s rainning! Dice la jefa. No nos ha llovido ni hecho mal tiempo en toda la actividad… desde la tormenta en las fiestas de Fiesch. Hemos tenido muuuuuuuucha suerte.
Junto a mi cama se acuesta otro montañero de avanzada edad en nuestra habitación en forma de buhardilla. Por la noche sus ronquidos que hacían temblar la habitación me despertarían y no me dejarían dormir hasta que acabase la sesión de ronquidos. A pesar de llevar tapones. Me enfado y hago lo posible por despertarlo y callarlo… ¡Vaya nochecita! Tuve un flas: una reminiscencia de aquella noche en el refugio de invierno de Viadós, justo antes de subir, al otro día, el Posets. No podía permitir otra noche igual ¡Que mal lo pasé aquella noche en el Pirineo! No dormí nada. Por suerte los ronquidos de mi compañero de habitación, esta vez no duraron toda la noche. Pude dormir. Al otro día Luis me dirá: “Eres como mi hermano (Enrique Segura): si no puedes dormir te enfadas y no dejas dormir al resto de la gente” ¡Que gracia!