No teníamos prisa en levantarnos. Desayunamos y nos disponemos a comprar los billetes de tren para subir a Zermatt. La estación se encuentra muy cerca del camping y en pocos pasos llegamos a él.
Hoy hacía un día magnífico. El sol y el calor serán la nota predominante hoy. Hay mucha gente en el andén. Mucha gente viene en coche, aparcan en los amplios parkings y cogen el tren, más que quedarse en Täsch.
Nadie quiere subir en el vagón de primera clase, lo hacemos nosotros 3 y poca gente más. Solo hay una parada que será la de Zermatt y a parte hay unos tornos por los que pasar y enseñar el billete para que lo lea el escáner… con lo que el revisor, esta vez, no nos echará del vagón de primera clase.
Llegamos a Zermatt. Olga y Luis no han estado en Zermatt. Y uno de los objetivos de venir aquí es contemplar, desde los rincones de sus calles, la impresionante y magnífica montaña del Cervino… Como lo hicimos hace 15 años después de subir el Mont Blanc.
Y el pueblo parece que está igual que entonces. Recorremos la calle que sale de la estación hacia la puerta de la iglesia. Hay mucha gente. Toda la gente que faltaba en Täsch más la que toca. Hacemos fotos. Vemos tiendas. Precios muy altos. Luis se queda mirando y fotografiando algunas ópticas. Defecto profesional. Luis trabaja en una óptica. Entramos en una tienda de Lindt, del chocolate… esto es muy turístico.
Y llegamos hasta la puerta o plaza donde está la iglesia y el museo del Matterhorn. Y desde un rincón mirando hacia la parte alta del pueblo, se descubre un trozo del Cervino. Nos quedamos mirando. Luis y Olga se asombran de su elegante y desafiante figura. Preciosa. Imponente.
Giramos a la izquierda, hacia la base de la torre de la iglesia, y allí descubrimos el pequeño cementerio dedicado a los que han muerto en la preciosa montaña del Matterhorn. Como antes y siempre las lápidas, los in memoriam, los símbolos, edades de los fallecidos, años de las tragedias… nos sorprende, nos encoje el corazón, nos acongoja e impresiona.
Seguimos cruzando el río por un puente que baja de la plaza, de la misma iglesia, y desde aquí descubrimos, con un semblante, una imagen, un paisaje más limpio y espléndido. Fotos y admiración.
Al otro lado del río seguimos con la visita de Zermatt. Subimos por una calle paralela al río y que acaba en una altura donde se coge un telecabina que nos subirá al Klein Matterhorn.
Hay unos cuantos españoles. Observo un grupo de montañeros que quieren subir a los picos más fáciles que se encuentran en el macizo del Monte Rosa… la Pirámide Vincent… Después de subir a extraordinario Finsteraarhorn, éstos me parecen de nivel inferior… bueno… dificultad inferior.
Luis está hablando con una pareja de españoles que bajan del telecabina. Al final, después de la conversación éstos les dan sus billetes para subir al telecabina, ya que según nos dicen es un billete para todo el día. Una especie de forfait. Tenemos 2, falta un tercero. Luis se acerca a una papelera y recoge un billete que han desechado algunos visitantes. Entonces intentamos entrar por los pernos. Luis entra, verde. Yo rojo, el negro que controla los pernos habla inglés… me dice una retahíla de cosas pero al final entro. Pero a Olga, rojo. No le deja entrar.
El controlador de los pernos nos dice que el billete solo se puede usar una vez, con lo que desechamos la idea de subir gratis al telecabina y llegar hasta la base del Klein Matterhorn.
Volvemos al centro de la población. Pasamos por un lugar donde hace 15 años hice una foto. Unas simpáticas casas de madera, como viejas, antiguas, encantadoras… Paramos en el sitio de Zermatt donde probablemente más barato sea comer: el McDonald’s. En la calle entre la estación de tren y la iglesia.
Luis quiere volver a intentar subir al telecabina después de comer. Olga y yo decidimos ir de compras y volver a Täsch. Luis consigue subir al telecabina, pero no llega al final, al Klein Matterhorn, se queda en la mitad. Olga y yo entramos a una tienda, a otra, compramos recuerdos y mapas ¡Que precios!
Volvemos a Täsch. Compramos comida para el viaje de vuelta, mañana, en un supermercado junto a una redonda cerca de la estación de tren. Volvemos a nuestra casita a esperar al “mocoso” (como le llama Olga cariñosamente a Luis a causa del constipado que ha cogido). Yo escribo, con tanta actividad he tenido muy poco tiempo para escribir. Ha sido, está siendo una “expedición” muy entretenida y activa, poco tiempo para el relax.
A mitad de tarde llega un grupo de suizos o alemanes que parecen bajan de la montaña, de la alta montaña, ya que van muy bien equipados con cuerdas, hierros, mochilones… quieren pasar la noche aquí. Les enseñan desde abajo, desde afuera de las casitas, diciéndoles que en la nuestra aún hay sitio. Pero son más para las plazas que nos quedan libres en nuestra casita, con lo que deciden irse a una especie de tiendas de campaña, de las triangulares, con aspecto metálico, que quedan algo más retiradas en una altura del terreno en los límites del camping pero cerca de nuestra casita y recepción. Curiosa instalación. Las veíamos pero no sabíamos a ciencia cierta su función. Son 2 o 3. Éstos montañeros se duchan, arreglan y salen a cenar para celebrar la buena actividad que seguro han tenido estos días en el macizo del Monte Rosa… ¿Qué habrán hecho? ¿Dónde habrán ido? ¿Qué habrán subido y por donde…? Siempre las preguntas curiosas de un montañero entusiasta.
Por la noche ya todos juntos cenamos en el banco entre la fuente, recepción y nuestra casita con lo que nos quedaba de comida más algo que hemos comprado. En mitad de la cena, o al final, se nos acerca un español que ha venido con su mujer y quería preguntarnos donde habíamos estado, donde ir, donde está aquello, esto… ¡Un auténtico personaje! ¡Qué risas!… “pero mañana hará mal tiempo” le digo yo; “con que pagar casi 100 € para subir a alguno de los telecabinas y no poder ver nada… Subir a Gornergrat con el tren cremallera (que también cuesta alrededor de unos 100 €) puede ser lo ideal para ver el paisaje”.
Al otro día queríamos salir temprano para pasar por Chamonix y desayunar allí. Pero el coche no arranca. Se ha descargado la batería de tanto abrir y cerrar, encender la luz del coche… (creo yo, pensando en las tantas veces que Luis me pide abrir el maletero para coger esto o aquello de la mochila dejada allí). Un mecánico del pueblo recarga la batería y por fin podemos salir, pero ya no da tiempo a salir por Chamonix… Con lo que desharemos el recorrido de hace 8 días… pero esta vez con unas fuertes lluvias que no nos dejarán hasta salir de Grenoble en Francia. 87 € (o FS) costó la recarga de la batería; eso sí, el mecánico en pocos minutos estaba en el camping buscando mi coche. Olga quería pasar por Chamonix para conocerlo y poder admirar el Mont Blanc, pero de todas formas con el malísimo tiempo que hace y lo nublado con nada de visibilidad en altura, no hubiéramos podido ver nada de montaña hoy. También tenía miedo de las colas que se forman en el peaje antes de pasar los Pirineos, que como el año pasado nos tuvo horas parados en mitad de la autopista junto con miles de coches…
El primer día de viaje nos llovió con una tormenta en Fiesch, y hasta el último día, el de regreso, no volvió a llover. Los Dioses nos han bendecido en esta expedición para que tengamos éxito y podamos disfrutar de estas montañas en todo su apogeo y gloria.
Ha sido una de las expediciones, viajes y actividad en Los Alpes de las más exitosas, esforzada, impresionante y aventureras casi más incluso que la subida al Mont Blanc en el 2.002, ya hace 15 años, que he realizado. Ya que los lugares que hemos atravesado, la montaña subida y las travesías, con sus días, recorridas se puede decir que podían superar a lo hasta ahora realizado en los Alpes en éxito, esfuerzo y dificultad. Aunque cada aventura, cada montaña y cada rincón recorrido en anteriores años de Los Alpes son únicos, ésta se puede diferenciar del resto. Estoy muy contento y alegre, con muchas ganas de aventurarme en otras montañas más altas y espeluznantes… También el equipo de este año ha funcionado muy bien: Luis ya es un experimentado con estos 3 viajes, 3 montañas, 3 cuatromiles que ya lleva en los Alpes. Aunque estas duras actividades no tienen nada que ver con entrenarse para hacer carreras y media maratones a la hora de avanzar con paso firme y consolidada marcha cada día, compensa con una avidez a la hora de encaramarse en las rocas y paredes que me falta a mí. Olga, es su bautizo en una actividad de alta montaña en los Alpes y a pesar de los temores, de las dudas, pero de la estupenda cabeza que le dice lo que es posible hacer y lo que no, estoy seguro en siguientes aventuras no se le resistirá pico alguno… pero siempre comenzando por uno más asequible y con algo más de experiencia en estos increíbles recorridos helados. Un equipo formidable, una experiencia única de las que hacía tiempo no disfrutaba ni tenía el privilegio de vivir, y una actividad donde la improvisación y la aventura se han combinado para alcanzar las más altas cotas, cruzar los más extensos glaciares con éxito, satisfacción y disfrute. ¡Fantástico e inolvidable!