Vicente Molina quería que organizara una actividad por los Pirineos. Este amigo de Formentera del Segura iniciado en la montaña no hace muchos años, siempre intentaba subir al Pirineo para vernos y a la vez conocer alguna altura, algún rincón nuevo del Pirineo.
Las fechas finales fueron el 7 y 8 de octubre, en el que preparé una actividad con aproximación y subida a los Picos de Eriste, también llamados de Bagüeña. Javi Berenguer ya me advirtió que su aproximación era larga y esforzada, y más si quería montar el campamento junto al Ibón de Bagüeña, el más bajo de los laguitos de montaña del lugar, pero que aun así rozaba los 2.500 metros de altura, y la salida era desde la misma población de Sahún, a unos 1.100 metros de altura.
Al final solo Pau me acompañó en esta actividad, ya que mis amigos de Alicante al final no subieron y el resto de amigos montañeros catalanes parece que vieron las circunstancias y características de la subida y decidieron no apuntarse. Finalmente la actividad no fue un paseo, y ahora entiendo a Javi y a aquellos que no se apuntaron por la aparente dureza de la misma.
No hay prisa. Somos solo dos. Pau y yo salimos de las urbes de Barcelona para acercarnos al Valle de Benasque, para subir a la pequeña población de Sahún; poco antes de llegar a Eriste. El fin de semana será muy tranquilo y casi caluroso, el sol nos quemará e impondrá como si fuese una losa que nos chafa mientras caminamos y nos impide seguir con facilidad y ligereza. Eso sí, ni una nube en todo el fin de semana, y una temperatura, clima inusual al Pirineo en estas fechas.
La idea es la que he descrito antes: desde Sahún seguir por el vallecillo que llaman La Ball, que sale del mismo Valle de Eriste por el sur, suroeste, y que acaba bajo las alturas de los Ibones de los Picos de Eriste, los de Bagüeña. Para llegar a este vallecillo desde Sahún debemos pasar por el Santuario de La Virgen de Guayent, y aquí mismo nos saldrá indicada una senda, girando a la izquierda y montaña arriba, hacia la Aigüeta de La Ball, que es el río que sigue por todo el vallecillo que os dejará justo bajo las alturas de los Ibones de Bagüeña.
Así pues el pasado 7 de octubre llegamos Pau y yo al parking de Sahún, el que queda a la derecha del pueblo justo al comienzo del camino que se dirige al Santuario de La Virgen de Guayent. Nos equipamos, nos echamos la mochila a la espalda y salimos por el camino que comienza por un puente que cruza un abundante Barranco Cambra. Es la una del mediodía cuando comenzamos a caminar, y al poco tiempo por el nombrado camino, llegamos hasta los muros del santuario y a un cartel que nos hace girar a la izquierda, montaña arriba por una senda al principio frondosa y bonita. Es el cruce que he nombrado en la introducción, hay que ir hacia la Aigüeta de La Ball.
Esta senda en un principio sube algo en zigzag cogiendo altura, pero al tiempo sigue cruzando la ladera de la montaña hacia el este, girando hacia el noroeste y norte sin dejar de coger altura. A veces la senda se despeja y podemos observar el paisaje, todo lo que se ve es el Valle de Benasque, abajo el Embalse de Llinsoles (de Eriste) con la población de Eriste en sus orillas. Vemos otros cartelitos, siempre hay que seguir en dirección a la Aigüeta de La Ball.
La senda entra ahora en lo que es el Valle de Eriste, el que sube al Refugio de Ángel Orús. De hecho observamos en otro claro del camino, como enfrente a la derecha se abre otro vallecillo, que es el mismo de Eriste que sube al nombrado refugio. La senda que llevamos sigue por la ladera oeste o izquierda a cierta altura del valle y se mete por otro vallecillo que aparece a la izquierda casi como colgado; es el que llaman La Ball. Antes de entrar en este valle, observamos como una senda sube desde el fondo del valle, y que deriva en otra senda que sale de Eriste. Nosotros seguimos nuestra senda sin desviarnos, camino de la entrada de este vallecillo.
La senda entra en la boscosa La Ball y nos sorprende su frondosidad y singular belleza. A la vez se tranquiliza y casi se horizontaliza a la vez que comenzamos a oír el ruidoso murmullo del río que baja por este valle: la Aigüeta de La Ball. Los árboles del bosque que cruzamos con su frondosidad nos dan una buena sombra para que el sol y el calor del día no nos deshidrate y afecte. Ya que el día es magníficamente soleado. El otoño intenta entrar por estos lares del Pirineo, haciendo amarillear las hojas y haciéndolas caer después, pero el tiempo no acompaña, nos sentimos raros en un otoño tan soleado, caluroso y extrañamente benigno.
Senda arriba llegamos a un punto en medio del bosque donde hay un puentecillo, una “palanca” que cruza el ruidoso y caudaloso rio. La Palanqueta de La Sarra la llaman, según pone en este mapa Alpina. Son las 15 horas, ya es hora de comer y paramos junto al singular puentecillo para tomar algún bocado. Pau me pregunta, dentro de sus largas conversaciones, como puede ser que este puente (esta palanca) se mantenga en pie. De hecho parecían maderas viejas pero sólidas.
Casi media hora después reemprendemos la marcha. Ahora pasaremos por el fondo del valle mientras admiramos al fondo unos altos escarpes, los cuales se clavan en mi mente como infranqueables, Les Codes de Bagüeña. Poco más arriba, senda arriba, pasamos junto a la Cabaña del Vaquerisal. Bordeamos un montículo y justo después el valle gira y dejamos la dirección noroeste a oeste. La senda deja de subir y sigue por el fondo del valle. Llegados a un lugar, el valle se aclara, se allana, pero a los lados las vertientes suben, se alzan las montañas y perfiles casi agrestes, sobre todo al lado derecho, norte, donde justo arriba se encuentran el conjunto de los ibones de Bagüeña.
Al fondo aparece un alto collado entre altas montañas. Es el final del valle, el Collado de Pardines a más de 2.500 metros. Ahora, justo cuando la marcada senda cruza el valle de la parte derecha a la izquierda, nosotros debemos de dejar de seguirlo y buscar hitos u otras sendas que nos lleven hasta las empinadas pendientes bajo las paredes de la montaña justo en la parte derecha, que se abre una especie de mini circo, enfrente nuestro a la derecha.
Unos hitos nos conducen por en medio del vallecillo, más pegados a la derecha del mismo, entre rocas, pinos y cauces secos de agua. Llegados a un punto nos topamos con la base de un empinado pedregal, canchal que viene casi desde las mismas paredes allá arriba. Pau sigue los hitos pero llegados a un punto las perdemos de vista, se ha ido más al frente que a la derecha, y el camino (si es que se le puede llamar camino) sigue por casi en medio del pedregal hasta un pasillo en diagonal que desde el final del pedregal cruza hacia la izquierda buscando las alturas. Las pendientes son bastantes empinadas.
La idea era seguir el mapa Alpina que nos indica un desvío con subida hacia el Ibón de Bagüeña. Habían dos subidas: una desde el punto en el que lo íbamos a intentar nosotros, y otro algo más arriba, siguiendo la senda marcada que hemos dejado en el fondo del valle. Entonces llegados a un punto dejábamos esta senda y cruzábamos casi monte a través hacia la derecha en busca de los balcones donde están los Ibones de Bagüeña. Pero ahora estábamos buscando hitos y algún rastro de senda que nos llevase, por en medio de este pedregal pendiente arriba, en busca de la diagonal que aparece abalconada y con la forma de la montaña, a la izquierda.
Pau va delante. Le voy indicando por qué se quiere meter por sitios que no son. Es un valiente pero en ocasiones se mete en líos (de los cuales sabe salir) a veces innecesarios. La verdad es que con el mochilón y lo recorrido, esta parte de la subida nos costaba algo el subirla, al menos a mí. Tampoco estaba señalizado como dios manda, los hitos se quedaban abajo y tenías que seguir “tu instinto” montañero para poder llegar a la parte alta de la barrera rocosa. Llegados al final del pedregal, que ya se han quedado abajo las piedras y rocas que lo forman, y justo bajo las paredes de esta barrera rocosa, giramos a la izquierda en busca de ese pasillo en diagonal también muy empinado. Arriba de la misma se descubre otro gran pedregal y otra ladera empinada que baja de otras barreras rocosas. De repente vemos otros dos hitos justo arriba de la nombrada diagonal. Pau me espera allí.
Estamos justo en las vertientes oeste del Pico Baixo de Bagüeña. No podemos ir hacia arriba, nos topamos con las nuevas paredes, o seguimos a la derecha o izquierda, según el mapa hay que seguir a la izquierda, ya que el balcón donde está el Ibón de Bagüeña queda a este lado. No hay senda, apenas vemos hitos, es todo monte a través. Con lo que seguimos hacia arriba a la izquierda por en medio del gran canchal que nos encontramos. Algo me dice que no puede ser por aquí, y decido no seguir a Pau por las alturas del canchal y cruzarlo por abajo, entre rocas más grandes donde al otro lado una ladera herbosa y rocosa me deja avanzar con mayor soltura. Arriba de esta pendiente la vista se agranda hacia el norte y Pau, que está en su parte más alta, me dice que gire un poco a la derecha por la misma ladera sin subirla más, y desde la parte más alta de la misma lo encuentro sentado admirando el gran lugar de agua cristalina y ya casi oscura (por la caída del día), del Ibón de Bagüeña.
A nuestra espalda también queda un espectacular paisaje de alta montaña y lagunas escondidas, son los Pardines de La Ball, con el Ibón Negro, Ibón d’els Chuncos y los picos del Tusal de Bocs, Cabo Comaguana, Tuca de Cierco… quedan justo al sur de los Picos de Eriste, al otro lado del vallecillo de la Aigüeta de la Ball por el que hemos venido. Un paisaje precioso y espectacular.
Descubrimos algunos hitos que siguiéndolos bordean la laguna hasta la orilla más apta para plantar una tienda, acolchada por la hierbecilla dura y agostada (no sé si por el frio que llega o porque no llueve hace tiempo), también cerca de una cascadita que baja del riachuelo que alimenta el ibón, desde las alturas de los Picos de Eriste. Observamos las montañas entre redondeadas y escarpadas que se elevan arriba del ibón, son los Picos de Eriste o de Bagüeña. Estamos cerca de los 2.500 metros, con lo que los picos quedan a no mucho en distancia y desnivel.
Son las 18,55 horas y ya comienza a atardecer cuando llegamos al lugar, orillas del ibón donde queremos plantar la tienda. El lugar no es excesivamente precioso ya que todo es roca, no vemos el paisaje hacia el sur porque estamos algo alejados del balcón por el que hemos subido, y las montañas de alrededor no aparentan un paisaje agreste y espectacular… eso me parece a mí; eso sí, el ibón con su agua plateada, cristalina, espejo del paisaje rocoso, hace que el lugar sea más interesante y bello.
El día ha sido increíble, con mucho sol, ni una nube (ni para hacer bonito) y nada de frio. Pero la paliza con este inusual día de otoño ha sido considerable, quizás ya estábamos cansados antes de salir del coche… el caso es que decido no subir mañana a los Picos de Eriste; le digo a Pau que suba él y yo le espero desmontando la tienda y descansando. No tengo ganas ni casi de cenar, y me hago unas infusiones que comparto con algunas galletas y algunos frutos secos. No hay nadie en todas estas montañas, solo nosotros dos y toda la Vía Láctea, sin nubes, en el estrellado cielo de la noche pirenaica… por suerte mi saco Diamir no deja que pase frio esta noche.
El día siguiente despertó como se fue al día anterior, soleado y hasta casi caluroso. Sin una nube. Pau se había puesto el despertador pero al final no se levantó, y yo fiel a mis palabras de anoche, tampoco estaba dispuesto para abordar las cimas de los Picos de Eriste, ni aunque fuera una sola. Los tosidos del constipado de Pau nos despertaron, ya era tarde y el sol hacía tiempo que había salido, aunque aún no daba en nuestra tienda.
Al final convenzo a Pau de bajar por otro valle, por otro lado, haciendo una circular en nuestro recorrido, ya que no hemos podido subir a los Picos de Eriste. Pau acepta y después de desmontar, guardar la tienda, desayunar y rehacer las mochilas, salimos a eso de las 10:00 horas en busca del balcón por el que subimos.
Mientras caminamos rodeando la fantástica laguna del Ibón de Bagüeña, dejando allá arriba los cercanos Picos de Eriste o Bagüeña para otra ocasión, advertimos unos hitos que aparecen entre roca y roca. Decidimos seguir éstos. El recorrido entre ellos, que a veces se pierde entre los perfiles del terreno, comienza a bajar por las vertientes al otro lado de la laguna sin tener que subir tanto como lo hicimos ayer llegando casi arriba del pedregal que pisamos. El recorrido de los hitos intenta seguir, ahora de bajada, por la parte izquierda de dicho pedregal, canchal, a la vez bajando, perdiendo altura, para acercarnos a la parte baja, a la base de dicho pedregal. Más o menos en el lugar donde salimos después de la diagonal bajo las paredes del balcón.
Las vistas hacía el sur que ahora las tenemos de frente, son preciosas, con los nombrados lugares y picos que ya describí ayer: los Pardines de La Ball, con el Ibón Negro, Ibón d’els Chuncos y los picos del Tusal de Bocs, Cabo Comaguana, Tuca de Cierco… tendremos este paisaje hasta que lleguemos a la senda, recorrido marcado, que viene del valle de la Aigüeta de La Ball a la izquierda, y sube al alto Collado de Pardines.
Ciertamente la intención de la bajada en esta parte del recorrido es llegar a dicha senda marcada, para de nuevo subir hacia la derecha, senda y montaña arriba por el fondo del vallecillo, hacia el mismo Collado de Pardines. Después de llegar a la parte alta de la diagonal por la que salimos ayer, debemos de seguir, sin bajar de golpe, el mismo perfil de la montaña, bajo los escarpes de las paredes, estribaciones de Pico Baixo de Bagüeña, hacia el sur, perdiendo altura, intentando seguir los pequeños y a veces escondidos hitos, o siguiendo la lógica de este recorrido.
Perdemos los hitos y nos metemos en otro gran canchal de piedras grandes que cae desde las paredes y escarpes de la montaña a nuestra derecha. Pau ya no busca hitos y con su hábil avanzar se mete por en medio de él para girar y llegar hasta el surco dejado por la senda marcada que queda en el fondo plácido y sin obstáculos del vallecillo. Al final es cuestión de seguir hacia el sur, perdiendo altura poco a poco, por debajo de los escarpes y paredes de la montaña que nos debe de quedar a la derecha, hasta que veamos allá abajo, una vez atravesada esta zona, la senda marcada entre la Cabaña de Pardines abajo a la izquierda (que no veremos) y el Ibón de la Ribereta arriba a la izquierda.
Pau me espera junto a la senda. Detrás de nosotros queda ese canchal último de grandes piedras, ya entre pinos que intentan adaptarse y crecer en este terreno. Y aquí suscribimos nuestras intenciones: seguir la senda hacia la derecha y de subida, hacia el oeste, en busca del Collado de Pardines.
La senda es clara y fácil, pero estamos cansados de la “paliza” de ayer, y parece que nos cuesta bastante. De nuevo debemos subir y sobrepasar los 2.500 metros del collado. Enseguida pasamos por las tranquilas orillas del Ibón de la Ribereta, y allá arriba, al frente, aparece la forca del Collado de Pardines. Seguimos hacia esta forca intentando seguir las marcas del Pequeño Recorrido en esta senda y recorrido. Y sigue sin aparecer ni una nube, con el calor apretando de un sol desatado.
Después de una esforzada subida lenta pero constante, llegamos al Collado de Pardines, 2.538 mts., son las 11,45 horas. Ante nosotros un nuevo paisaje, no demasiado bonito, de vertientes y laderas peladas de vegetación o con hierba agostada, de tonos amarillentos, marronosos claro… le digo a Pau que se parece a Sierra Nevada, un aspecto desolado sin verdor ni nieve, con la roca desnuda y muy soleada. Abajo, al otro lado del collado, unas lagunas nos llaman la atención en el centro del circo que se forma bajo las montañas de alrededor, nuevas montañas, vistas para nuestros ojos: son los Ibonets e Ibón de Barbarisa, bajo los Picos de Eriste por su lado suroeste y del Pica Sierra más hacia el oeste, arriba del circo. Pau me dice que por aquí hay otra subida a los Picos de Eriste, vemos los mapas (Pau se ha traído unos mapas impresos a color de Alpina algo antiguos), y efectivamente hay una subida por este lado… casi se podría decir que es el lado contrario (hacia el oeste) al que estábamos nosotros.
Ahora solo toca bajar del Collado de Pardines, seguir la senda marcada por todo el valle, valle abajo, hasta la población donde tenemos el coche, llegando a Sahún por el lado contrario al que salimos, haciendo una perfecta circular. El recorrido hará un giro con la forma del mismo valle: sur, sureste y este, hasta llegar a la misma nombrada población; pero ahora toca bajar hacia casi las orillas del Ibón de Barbarisa y esa es dirección oeste. No hay problema, seguimos la marcada y pisada senda con pinturas blancas y amarillas en algunos rincones.
Pero la rápida bajada no nos dejará en las orillas de dicho laguito, si no que girará hacia el sur en un momento determinado dejando, como abajo de un balcón a la derecha y espalda, los dominios de dicho laguito. Es más grande de lo que parecía; y hace una extraña forma… unos curiosos se han acercado a un apéndice del mismo que se adentra hacia el interior del laguito, hacen fotos y curiosean el lugar… yo les hago fotos con el zum… parecen que estén en medio de un “mini mar”.
Ahora la senda o recorrido intenta ir por el fondo del valle dejando las alturas y circo, final del valle, justo a nuestra espalda. Delante nuestro el giro y comienzo del valle, pero muy a lo lejos aún.
Pasamos por lugares donde el riachuelo que sigue el fondo del valle hace como cascaditas y meandros excavados entre las rocas y terreno menos duro. Y ya más al sur observamos como un camino transitable para vehículos (a primera vista) se acerca al fondo del valle y el riachuelo… al riachuelo lo llaman Barranco Sarri en el mapa Alpina. Pero aún queda muy abajo. Desde un balconcito donde el riachuelo hace una cascadita, debemos bajar cruzando el mismo para seguir por el lado izquierdo del barranco… antes hemos aparecido por el lado derecho siguiendo las marcas y senda pisada.
Caminando por este lado izquierdo aparecen varias sendas como si muchas fueran caminos de cabras, entre la baja y arbustiva vegetación. Aún estamos altos por lo que la vegetación arbórea queda allá abajo en el fondo del valle. Y una vez acabado este recorrido paramos junto al vislumbrado y nombrado camino que parece atravesar toda la ladera derecha de la montaña, girando y perdiéndose hacia el sur y derecha… Aquí hay carteles informativos de recorridos y lugares. Pau, que me había adelantado, ya descansaba en el lugar junto al camino bajo este sol de justicia nada normal en otoño en el Pirineo… y ni una nube saldrá para hacernos sombra.
Estamos en la Cabaña de Barbarisa, y el camino no empieza aquí, si no que acaba, perdiéndose por laderas que no tenemos que visitar. Hay una especie de cuadra y vacas cercanas. Pero como he indicado antes no debemos seguir el camino, si no la senda que casi baja de la parte de atrás y alta de la casita, y que sigue sin perderse por la misma ladera y lado de valle por el que hemos ido bajando para llegar a esta Cabaña de Barbarisa. Poco después de pasar por ella, el bosque, tupido y sano, inundará el paisaje, la senda y recorrido se internará por él con la esperanza de darnos algo de sombra y cobijo de este día y sol tan castigador.
Y así es, la senda sigue por el interior del bosque donde se mezclan avellanos, hayas, robles, pinos… un poco de todo, y nos deja poco espacio para las vistas. A la vez poco a poco gira como lo hace el perfil del valle y deja el sur para seguir hacia el sureste, buscando la salida del mismo. Pau está como harto o cansado por el recorrido, calor, cansancio… un poco de todo, y quiere bajar rápido y sin parar hasta el pueblo, hasta el coche. Miramos el mapa y le digo que es mejor parar a comer antes de llegar al coche, porque el mediodía nos cogerá en el camino. Le comento de comer y pararnos en la Ermita de Santa Chulita, que no debe de estar muy lejos. Con lo que al final accede y seguimos caminando por la senda, sin perdida ni demasiados cruces, hasta que lleguemos a dicha construcción.
Mientras caminamos, en los pocos tramos que la misma espesura del bosque nos deja, observo todo el manto boscoso del valle: es precioso y frondoso. Veo el lado contrario al valle. Los colores del otoño, aunque no parezca que ya estemos en otoño, van cambiando las tonalidades de las frondosas, de los árboles de hoja caduca, formando un manto de colores pastel encantador y precioso.
Y llegamos a una pequeña y muy austera construcción sin puerta ni característica que nos diga que es una “casa”: es un hueco con paredes y techo, pero con una de las paredes desaparecida, y pequeña… es la Ermita de Santa Chulita, son las 14,00 horas, hora de comer, reponer fuerzas y descansar. El agua se está acabando, hace calor, pero pensamos que el pueblo de Sahún no está ya demasiado lejos. Críticas de Pau a la construcción a la Virgen de La Chulita; y pasados unos 20 minutos reemprendemos el camino con nuevas energías.
Ahora la senda atravesará zonas del bosque y del valle que parece son más transitadas, aunque no nos volvamos a cruzar con nadie (aparte de la pareja del Ibón de Barbarisa, vimos a otra pareja que subía antes de llegar a la Cabaña de Barbarisa), solo algunas vacas y antiguas, arruinadas construcciones del hombre, de cuando se trabajada con el bosque hace decenas de años, en lugar de acabar con él.
Entonces el recorrido entre el bosque parece un antiguo camino empedrado pero ya con las piedras desordenadas, mutiladas… con el paso del tiempo la Naturaleza reclama lo que es suyo. Pasamos por un cruce donde sale una senda a la izquierda y monte arriba, es la subida a San Pedro Mártir. Ya estamos cerca del pueblo.
Y antes de lo que pensamos, nos tropezamos con las afueras y primeras casas de Sahún. Pau hace tiempo que se ha adelantado, y ya ha entrado en el pueblo sin saber por dónde se ha metido entre las calles del pueblo. Pero al final no hay misterio: sigo las calles sin bajar demasiado, sin dejar la altura, paso por la puerta de la iglesia dejando su muro a mi izquierda, y esa misma calle desemboca, después de una rampa de bajada, en el parking donde habíamos dejado el coche ayer.
Son las 15,30 horas. Hemos tardado en bajar cinco horas y media bajo un sol tajante y un día radiante sin una nube. Nos remojamos y refrescamos en la fuente, torrente que baja junto al mismo parking. Pau ya me estaba esperando. Y de esta manera terminamos este curioso y solitario recorrido por la alta montaña del Pirineo de Huesca. Las cimas de los Picos de Eriste se han quedado sin pisar, el largo desnivel desde donde dejamos el coche hasta el sitio donde hacemos la base de la acampada para atacar estas cimas, nos ha hecho mella… también por el día de sol y altas presiones que seguro nos han aplatanado y no hemos estado atinados en esta actividad… además del catarro de Pau. Pero para una primera visita y exploración para un segundo intento en un futuro, ha ido muy bien, estupendo.