La idea era realizar un paseo, una marcha tranquila por algún lugar del Collsacabra, entre esos excepcionales cortados que emergen poderosos al norte del Pantà de Sau por los alrededores de Tavertet, Rupit… e incluso hasta llegar al geronés pico del Far.
Ya había visitado en solitario los Cingles de Tavertet saliendo de Sant Martí de Sau, justo arriba de la presa del Pantà de Sau, y el recorrido y vistas fueron impresionantes. Pero se me quedaba una zona que observé y eran las mismas paredes de Tavertet que seguían con su misma alineación como “tierra a dentro” (alejándose del embalse) hacía el norte, noreste… eran los Cingles de l’Avenc, entre las poblaciones de Tavertet y Rupit… sería mi objetivo próximo.
Por ello el pasado sábado 28 de octubre programé una sencilla excursión a este lugar, en el que cuatro amigos participamos de la misma: Lea, Raquel, Anna y yo. Debíamos acercarnos por aquella mareante, estrecha y angosta carretera hasta la pequeña pero encantadora población de Tavertet, que parece estar cabalgando entre paredes a un lado y otro, encima de una meseta. Hay un parking justo en la entrada, pero encontramos la barrera abierta y decidimos aparcar los coches junto a la plaza donde se encuentra la Iglesia de Sant Cristòfol.
Las nieblas inundan el paisaje, la población e impiden observar y admirar unas vistas espectaculares, en contrapartida nos hacen ver formas fantasmagóricas en ocasiones, intentando fotografiarlas y captar las sensaciones con la cámara. Son pasadas las 9,30 de la mañana cuando nos acercamos al punto de encuentro: el Mirador que queda justo al sur del pueblo en un balcón espectacular que forma una roca plana y sobresaliente sobre los abismos de las paredes. Son las 9,40 de la mañana, no aparece nadie más, partimos hacia la parte este del pueblo en busca del G.R.-2.
Al este del pueblo, casi pegado al sitio donde hemos aparcado, encontramos una calle (que bordea una magnífica casa para el turismo rural), la cual desemboca en una especie de pista cementada que sale de pueblo. Seguiremos dicha pista cementada. No hay pérdida. Las nieblas impiden hacer buenas fotos, pero forman paisajes únicos con los escarpes, paredes y perfiles de la montaña, las que se dejan ver.
En un principio es seguir la pista cementada durante un buen tramo. Incluso dejamos de seguir el G.R. durante un momento, ya que éste deja de ir por la pista para acercarse a las laderas desnudas de margas del Puig Segaler. Se supone que el caminar por la pista cementada es para poder ver las espectaculares paredes, ya que estamos encimas de ellas, pero con las nieblas y nubes no veremos nada. Un coche para junto a nosotros, “¿os habéis perdido? ¿Vais bien?” “Sí, ningún problema”. Después entendí la preocupación del hombre ya que habíamos dejado de seguir el G.R. y estábamos parados en mitad de la niebla y de la pista cementada. En este primer tramo de la marcha, hasta prácticamente las cercanías de la población de Rajols, no hay apenas desnivel. Es una marcha sin subidas ni bajadas, solo pocos metros para acercarnos a los bordes de los precipicios.
Solamente dejamos la pista asfaltada y el G.R. justo en un punto donde, a la derecha, unos carteles nos indican una ruta por l’Avenc, Mirador, Torrents de l’Avenc… Entonces seguimos una senda o monte a través por un recorrido que intenta seguir por los bordes de los precipicios. Las nieblas ya se están disipando, o al menos quedan más abajo en una especie de espectacular y emocionante “mar de nubes”, con lo que arriba de las paredes ya se aclara el día y el sol comienza a pegar bien con su inagotable energía. Enfrente, en las laderas de la montaña, descubrimos una sorprendente construcción: es l’Avenc. Una especie de casa rural o casi mejor dicho, un conjunto de casas de nueva construcción pero con formas y perfiles rústicos, intentando integrarse en el paisaje. Arriba de ésta un pequeño piquito boscoso, el Puig de La Creu. A la vuelta pasaremos por estos dos sitios.
La senda o recorrido que llevamos siguiendo los perfiles de los precipicios, acaba de nuevo en la pista cementada, pasada la casa rural de l’Avenc y en un estrechamiento de la montaña en lo que llaman el Canal del Teix; donde la pista, único camino para pasar este lugar, gira y hace las curvas siguiendo las formas del terreno, para solventar este paso. Al otro lado la pista seguirá por una especie de llano, girando poco a poco hacia el norte. Es el Pla Boixer. Al otro lado, a la izquierda, queda la parte más alta del lugar: la Roca Llarga y el Puig de Cortils; que visitaremos a la vuelta.
Seguimos la pista sin desviarnos por ninguno de los desfigurados caminos que sale a la derecha y quieren acercarse a los precipicios, esta vez atravesaremos el Pla Boixer hasta el otro extremo donde descansan unos troncos de árboles talados y aparece un mirador, el Mirador del Silenci; donde pararemos a descansar y almorzar con unas bonitas vistas hacia el resto de Cingles que existen desde este punto hasta el picudo El Far ya en la provincia de Girona, como es la Cinglera de Casadevall, la del mismo El Far, y el picudo monolito algo más debajo de éstas, que es l’Agullola. También vemos un trocito de Rupit, incrustado en un barranco entre bosques y pendientes con barreras… las nieblas vienen y van, debes de estar atento para realizar una buena foto del paisaje, antes de ser engullido por éstas. Es el Collsacabra: una región de rincones, poca población, escondites, paredes intransitables, laberintos de caminos y recorridos, en los que todo parece bucólico, accesible y fácil, pero a la vez perdido y salvaje.
Después del descanso y almuerzo en este Mirador del Silenci seguimos la pista ahora girando hacia el norte, siguiendo los perfiles de la montaña en busca de la masía o grupo de casas de Rajols. Fácil. A la izquierda quedan las laderas boscosas de la montaña con sus tonalidades otoñales en sus ejemplares de robles y algún haya; el bosque comienza a ser precioso y asombroso en este lado. Enfrente praderas verdes en suaves subibajas, hasta llegar a las inmediaciones de Rajols y un cruce con su poste indicativo de recorridos. Otra familia que está haciendo una ruta siguiendo el G.R. hacia Cantonigròs, nos sigue de cerca y nos cruzamos en algunas ocasiones.
En el cruce seguiremos en dirección al Collet de Rajols, en el mismo G.R., girando a la izquierda en dirección al bosque y a las alturas de la montaña. Lo primero que nos encontramos es una valla y un extraño paso para superarla, una especie de simpática escalerilla de madera de 3 o 4 escalones, al otro lado seguimos por un caminillo que sube por en medio del magnífico hayedo con algo de zigzag. Tengo que mirar el mapa Alpina del Collsacabra para no equivocar con algún cruce de caminos el recorrido que debemos de llevar.
El bosque, hayedo, robledal… es estupendo, saco fotos, excepcional como muchos hayedos al norte, noreste de Cataluña, mientras después de ir cogiendo altura progresivamente pero no exageradamente, llegamos a otro cruce arriba de la montaña, que comienza a despejarse algo de bosque: el G.R. hacia Cantonigròs sigue hacia el norte y derecha, nosotros seguiremos hacia el sureste y recto, en busca de las cimas de esta montaña: el Puig de Cortils y la Roca Llarga.
Aquí ya casi no se aprecia la subida ni desnivel caminando por la cima de la montaña. Llegados a un punto y casi invisible a nuestros ojos, las chicas han pasado de él sin verlo, aparece un poste indicador señalando donde está Roca Llarga. Justo en ese lugar, que parece el más alto de la zona, es el Puig de Cortils (1.196 mts.) invisible e indistinguible del resto en la ladera cimera de esta montaña. Justo pegado una Bauma, un nicho, la Bauma de Cortils que las chicas se han dejado por visitar entretenidas con su afable charla matinera, y que Lea y yo hemos descubierto y fotografiado.
Seguimos la especie de camino de herradura o senda ancha, desfigurada por el crecer de la hierba y el poco transitar de vehículos de 4 ruedas. Justo desde la Bauma el recorrido cambia de dirección, si bajar de la ladera cimera, de sur, sureste a suroeste y en un rinconcito del caminillo nos encontramos otro poste el cual nos indica que, escondido entre los matorrales a la derecha, está la Roca Llarga. Hay una pareja de turistas, poco montañeros, visitándola y haciéndose fotos en ella, por ello nuestra curiosidad para llegar hasta ella. Son pocos pasos que Anna no quiere dar por ese implacable “vértigo” que le ha entrado hace pocos meses, pero no hay peligro: es una roca que hace de balcón sobre el Pla Boixer (por el que hemos pasado antes) allá abajo, y sobre las paredes y paisaje de alrededor. Estamos a unos 1.186 mts. Un pilón o eje geodésico nos muestra su parte más alta. Nos hacemos fotos, foto de grupo; la niebla ya casi ha desaparecido, aunque sigue merodeando por la parte sur entre los perfiles de la geografía del lugar, y el sol que aún calienta a pesar de estar en estas fechas de finales de octubre, sale para cambiarnos a manga corta de nuestras camisetas. El paisaje desde estas alturas se agranda y descubre, con menos nieblas y con inmejorables vistas de esta parte salvaje del Collsacabra, hacia el sur y este. Antes, como ya he escrito, hemos admirado el Mar de Nubes desde los precipicios de las paredes de l’Avenc, que no deja de ser precioso y una enigmática visión ahora mas desehecha.
Dejamos la Roca Llarga y seguimos el recorrido hacia el suroeste por la loma cimera de la montaña que ya va perdiendo altura. En un punto del recorrido aparece un barranquito y un poste indicador, giramos a la izquierda, debemos bajar por aquí, en dirección a l’Avenc. Al poco rato el barranquito acaba en la terminación de un camino que forma un colladito, y junto a éste un piquito que alberga una gran antena o mejor dicho, un molino de viento moderno. El recorrido sigue el camino a la derecha y abajo, pero nosotros iremos a curiosear este piquito (piquito por decirle algo), es el Puig de La Creu (1.138 mts.). Desde aquí hay bonitas y estratégicas vistas de la casa de l’Avenc por la que tenemos que pasar ahora.
Volvemos al colladito y comienzo del camino y lo seguimos hacia abajo. No es un camino transitable para vehículos, y unos hitos nos ayudan a atajar ahorrándonos las curvas del mismo. Al final acaba en otro cerca de los edificios de l’Avenc, seguimos a la izquierda ya que debemos de pasar justo por una puerta trasera de la misma casa. L’Avenc es grande. Parece una casa reconstruida y ampliada de forma no demasiado legal (a primera vista), convirtiéndose en una gran casa con diferentes casitas o departamentos, viviendas. Es una especie de gran casa rural con vistas al suroeste, hacia las inmediaciones de las paredes y perfiles cercanos al sur de Tavertet.
Por detrás de la casa giramos a la derecha buscando un caminillo que nos baje a la famosa pista cementada del comienzo de la ruta. Y al poco tiempo (ya que está muy cerca) acabamos en esta pista girando a la derecha para seguirla. Ya desde aquí no debería de haber ninguna pérdida: seguir la pista cementada en la dirección contraria a la que llevábamos al comienzo, hasta llegar de nuevo a Tavertet.
Después de la curva de la pista cementada y su comienzo para alejarse de tierra adentro, pasamos junto a unos extraordinarios y gigantescos ejemplares de robles, altos, señoriales. Los fotografío mientras el grupo se aleja alegre en busca del pueblo. Nos topamos con el cruce por el que, a la ida, hemos dejado la pista cementada y hemos seguido por los bordes de los precipicios de las mismas Cingles de l’Avenc. Dejamos atrás dicho cruce para seguir la pista cementada hacia el suroeste, dejando también los perfiles de los precipicios, sin verlos, a la izquierda, y las alturas de las montañas no demasiado altas, a la derecha.
Más adelante y justo antes de salirnos de la pista cementada para, esta vez sí, seguir la senda o recorrido que sigue el G.R. por debajo del Puig Segaler, girando a la derecha justo en lo que llaman el Coll Savenc, me asomo al balcón sobre los precipicios y paredes de las Cingles de l’Avenc, de Collsavenc y hago estupendas fotos hacia el este: las lisas y extraordinarias paredes de los Cingles de l’Avenc, l’Agullola algo a la derecha, le sigue las Cingleras de Casadevall y la del Far con el nombrado pico como si fuera la proa de un barco hincando su cima picuda y dominante en el cielo ahora despejado y azul. Precioso el paisaje que fotografío. Hago zum en las paredes de las Cingles de l’Avenc… por ahí arriba hemos pasado…
Dejamos la pista cementada como he dicho para seguir la senda y recorrido por el G.R. Cruzamos bajo el Puig Segaler una zona de cárcavas de margas desnudas de vegetación, con su característico color gris azulado, muy común en estas montañas y llano de Osona. Siguiendo la senda y recorrido del G.R. éste acaba de nuevo en la pista cementada pocos metros antes de entrar en la población de Tavertet, desde donde salimos.
Hemos hecho casi 12 kilómetros de recorrido según el GPS de Lea, y acabamos la actividad sobre las dos del mediodía buscando un buen restaurante en el pueblo para comer. Al final nos decidimos por Can Miquel. Ha sido una excursión como un paseo por una de las barreras rocosas y montañas más famosas y típicas del Collsacabra, entre dos pueblos típicos y famosos por sus ubicaciones y arquitectura como de otra época: Tavertet y Rupit. Precioso y emocionante, aunque nada esforzado ni fatigoso. Muros de roca y piedra que forman una extraordinaria, enorme e infranqueable muralla natural en medio del Collsacabra.