Ya nos queda poco tiempo en Condoriri. Los días en estas extraordinarias montañas están contados y llegan a su fin. Pero con la alegría y satisfacción de haber conseguido una gran proeza, una gran montaña y una increíble experiencia con el Pequeño Alpamayo. Recordando que la montaña no es solo altura, rocas y hielo.
Nos levantamos tarde en el día de hoy. No tenemos obligaciones salvo las de estar alegres y sonrientes dentro de nuestros plumas North Face. Carmen, Edu, David y Sara son los que han partido esta vez hacia la montaña: el Tarija y nuestro Pequeño Alpamayo, porque desde que lo conquistamos antes de habernos fascinado con su perfecta y altiva silueta, ya es nuestro.
Desayunamos tranquilamente junto con el resto del grupo que ayer hicimos la excepcional actividad. No hay prisas. Pero el paso del tiempo parece ahora fugaz y a la vez atorado en este magnífico lugar andino; donde el día y la noche solo son estacionarias visitas del sol y las estrellas, que también tienen derecho a maravillarse con las puntiagudas y escarpadas cimas del Condoriri.
Javi propone unos estiramientos junto con Zaida, y me uno a ellos con el afán de darles vigorosidad, agilidad y destensión a la formidable máquina que es el cuerpo humano. Mimándolo y dándole las gracias por haber conseguido portar mi alma hasta tan magníficos y bellos lugares. El resto de la mañana estamos entretenidos deambulando por los alrededores del Campo Base, charlando en la tienda comedor con el resto de compañeros… Gemma se interesa por los ingredientes naturales que utilizan nuestros cocineros: un alegre vistazo al interior de la cónica carpa de la cocina… observamos con los prismáticos a los compañeros que han subido por todo el Glaciar del Tarija como han llegado a la cima del mismo, y ya se disponen a recorrer sus heladas laderas hacia el Campo Base, todo con éxito. Sara y David que iban acompañados de un guía: Irineo, no se les ve; ya que desde el Campo Base no podemos ver más allá del Tarija, Pirámide Blanca y Aguja Negra.
Me recreo haciendo fotos con la cámara que me vendió Tomás, después del robo de mi Canon en Quito el año pasado. Fotogénicas montañas con cientos de perfiles que hacen las delicias de mi creatividad al poder buscar diferentes ángulos, zum y luces, con el fondo del extraordinario Cabeza de Cóndor, sus alas, la laguna… Entretenido.
Sobre las 12:30 llegan Carmen y Edu, después de haber observado su progresión en su actividad de subir al Tarija. Llegan contentos y satisfechos. También acompañados por otro guía: Lucio (quedaos con el nombre). Y una vez que estamos todos charlando en la fría y yerma planicie junto a enormes rocas caídas de las montañas, un grupo de guías se acercan y preguntan por nuestros planes, interesados en ver si los podíamos contratar.
¿Qué planes teníamos? No sé si fue en ese momento o mucho antes cuando ya por fin definíamos y concretamos los siguientes y próximos objetivos. Después del éxito, alegría y ánimo conseguido en Los Condoriri: Jesús y yo nos acercaríamos hasta el gigante Illimani para en 3 días conquistarlo, después nos reuniríamos con el resto en el Campo Base del Sajama para atacar su cumbre, mientras el resto de compañeros y estarían por tierras de Sajama aclimatándose con la intentona a otro volcán; para después todos juntos abordar uno de los principales objetivos (de Jesús y mío) de la expedición: conquistar la cumbre más alta de Bolivia y la 13º de toda América.
Con lo que al final decidimos quedar con uno de los chicos, supuestos guías, que nos podrían acompañar en la conquista del Illimani en nuestro hotel en La Paz. De esta manera negociaríamos y hablaríamos sobre las contratas y presupuestos sobre tamaña empresa. El nombre del guía es Irineo.
Ya nos pensamos más fuertes, más vigorosos, más extraordinarios después de la hazaña conseguida; y ya vemos al Illimani como la siguiente conquista, no como el siguiente intento. Ponemos todas nuestras energías en visualizar que llegamos a su cumbre, que estamos en su cumbre, y enseguida hacemos disiparse cualquier nubarrón de dudas o incluso de realidad. La realidad, el destino lo creamos nosotros, y la realidad es que disfrutaremos de la cumbre del Illimani. No pensamos en desventajas, en inconvenientes, en problemas… ellos si han de venir, lo harán por sí solos, no los atraeremos nosotros con nuestro pensamiento. Y paso a paso concluiremos con éxito la empresa de llegar a la cima de esta montaña, no como algo extraordinario que ha sucedido por casualidad o suerte, si no como el normal transcurrir de la vida, de nuestra vida y de La Tierra; la Pachamama que siempre estará junto a nosotros con su espíritu mostrándose en las altas, blancas, heladas y hermosas montañas.
David y Sara vuelven de su andadura y conquista del Pequeño Alpamayo sobre las 14:45 horas. Han subido con éxito la bella montaña y su guía ha rescatado y nos ha traído la estaca que dejamos en la cresta del mismo pico, en el último y más vertiginoso rapel… ¡No había manera de sacarla! Fundida con el hielo y la nieve. Contentos y alegres ya estamos todos en el Campo Base de Los Condoriri celebrando y disfrutando del éxito conseguido.
Ya por la tarde queremos disfrutar y recrearnos con los últimos instantes, momentos en Condoriri. Charlamos, deambulamos o simplemente observamos en silenciosa y estática pasividad el lento e inapreciable paso del tiempo en este inhóspito y hermoso lugar alejado de la mano de dios y de la cruel evolución del hombre, por suerte. Cenamos. A pesar de no haber realizado ejercicio físico sobresaliente en el día de hoy el hambre sigue latente: el desgaste energético de ayer unido al que produce el frío, sigue incidiendo en nuestras células forzadas, también por la altura. No hay que olvidar que estamos próximos a la altura del Mont Blanc.
Nuestra última rica cena en Los Condoriri. Mañana recogemos y volvemos a La Paz desandando el camino a Tuni. Después una pequeña nevada irrumpe casta e inmaculada por su blancura en el Campo Base. Los Condoriri se despiden de nosotros con la imagen de la fría y pura nieve, símbolo montañero de aventura, fertilidad, pureza, alegría e ilusión. Es como si el espíritu de estas montañas quisiera envolvernos con su manto de amistad, de complicidad, de solemnidad.
Ya en la tienda nos disponemos a pasar la última noche en Condoriri. Los pensamientos, supongo que casi comunes de Jesús y míos de alegría, orgullo, fuerza, ilusión… chocan con la mínima tristeza de tener nuestros amores tan lejos. Cada uno a su manera y en su forma y con sus motivos, llora por dentro la ensombrecida ausencia en tanto tiempo de ellas, y los fantasmas nos rodean e intentan provocar consiguiéndolo o no, un desasosiego hiriente… pero mitigado y vencido por el éxito de la proeza conseguida, del reto conquistado y de la belleza descubierta… en estos días en Los Condoriri.