Nos levantamos muy temprano, antes de las siete. Estas noches son extraordinarias, ya que nos solemos ir a dormir cuando se mete el sol, sin otro compromiso, distracción, placer u obligación que el dormir. Y te levantas con ganas de recorrerte el Mundo después de dormir de un tirón en tu calentito saco de plumas. Aunque también se podría decir que la viveza y rapidez era para ir raudo hasta el W.C. del campamento antes de que otro habitante del Campo Base de Condoriri lo ocupara.
Desmontamos la tienda, preparamos y hacemos las mochilas… una fina capa de nieve cubre el doble techo de la tienda y hasta que no salga el sol y caliente con sus débiles primeros rayos en este nuevo día, no se fundirá y no podremos guardarla. A la vez el saco también tiene su oportunidad de airearse.
Mientras desayunamos el sol comienza a iluminar la planicie y la laguna. Aunque ya hace tiempo que ha estado marcado las frías, gélidas cimas de las montañas de Condoriri. Terminamos de plegar los sacos y guarda la tienda, y acto seguido ya se lo cargan a los burritos para que bajen toda la carga pesada hasta Tuni. Nosotros nos quedamos al igual que hicimos en la llegada, con la mochila de ataque y pocas cosas dentro.
Parece que la mitad del campamento o casi todo él se baja con nosotros: guías, porteadores… me parece que hay más gente que cuando salimos de Tuni. Pero también es verdad que con la llegada de Sara, David y Trino vinieron más porteadores y guías. Vamos una buena comitiva y formamos una culebrilla cuando bordeamos la bonita Laguna Negra (CHiar Khota). Ya hemos partido. Y no queremos irnos del fantástico y espectacular lugar sin antes hacernos unas fotos de grupo como de admiración y pleitesía a Los Condoriri. Los 11 antes y después de bordear la laguna con el fondo del magnífico, dominante y espectacular Cabeza de Cóndor o con el fondo de la laguna, el Campo Base, el Glaciar del Tarija y las preciosas y espeluznantes agujas que lo cierran: La Aguja Negra y el Wyoming. Es un lugar hermoso, muy alpino y de espectaculares y asombrosas montañas… Solo por la visita a Condoriri ya merece la pena el afanoso viaje a Bolivia. Además la espectacular y emocionante conquista del Pequeño Alpamayo, es una gesta que le pone su guinda gloriosa y magnífica a este lugar visitado. Impresionante.
Risas, buen humor, muy buen rollo y un envidiable objetivo cumplido del viaje (con mucha más espectacularidad y experiencia de lo esperado, y nos esperábamos algo soberbio…). Son dos horas de bajada desde el Campo Base hasta Tuni. Poco a poco y como si de un cuento plegable de 3D de cartón se tratara, salimos de los hermosos dominios de Los Condoriri y nos acercábamos al espectacular paisaje presidido por el Huayna Potosí. Al otro lado de la Laguna de Tuni de origen glaciar, ahora represada y aumentado su tamaño desde 1.977, aparece la picuda mole de cientos de espolones vertiginosos y blancas y verticales lenguas glaciares que bajan entre ellos. Como si fuera una enorme telaraña pero con el centro de la misma levantado a seis mil metros y que de ella cayera el resto de hilos hacia abajo. Impresionante. Eso sí, en medio de un desértico y extensísimo terreno con tierra rojiza, anaranjada o amarillenta, en uno de los bordes del Altiplano Boliviano. Es un contraste llamativo y casi imposible de asimilar o razonar, pero así es.
Por fin llegamos a Tuni. Nos esperan los niños de las 8 familias que viven en este poblado con casas de adobe, cañas y paja. Para ellos parece que no pasa el tiempo o que mejor dicho no existe. A la vez parece que las pocas nubes intentan lanzarnos unos poquitos copos de nieve; nada más allá que dar una mágica visión al lugar y muestra del intenso frío que aún impera en este altiplano. Pero lo curioso es que nuestra movilidad no ha llegado aún y la estamos esperando en Tuni. Aquella que nos debe de llevar de regreso a La Paz. Mientras mis compañeros y compañeras aprovechan para hacerse fotos con los niños y darles regalos como bolis y caramelos.
Al cabo de un tiempo llega la movilidad, una furgoneta larga pero no alta en la que caben 11 personas sentadas, más el conductor y algunas más si la clientela así lo requiere. Luis Choque es quien conduce nuestro transporte. Resulta que habían pinchado y tuvo que cambiar la rueda en el polvoriento y solitario camino. Al llegar aquí, con la improvisación de piedras grandes que hacen de gato, cambian las ruedas para darle más estabilidad al coche y seguidamente comienzan a cargar la vaca del mismo… ¡¿Estaremos seguros?!
Desandamos el camino rodado de La Paz-Tuni. Ahora primero el polvoriento camino y después la carretera que se dirige al Titicaca. Llegamos a El Alto barrio o pedanía de La Paz inhiesta a ésta y con su normal bullicio de gente y quehaceres. La única salida de La Paz por carretera pasa por aquí; y de bajada del mismo a La Paz (sin dejar al urbe) nos paramos en un mirador para admirar y embelesarnos con las vistas al valle urbano donde se encuentra La Paz: entre el mar de casas bajas o medio bajas con ladrillo de color rojizo a vista, se yerguen en medio de dicha urbe, como si de una espina dorsal se tratara, edificios altos de color blanco y gris que nos indican el centro de la extensa ciudad. Las nubes abordan las vistas más allá de la ciudad… no podemos decir que son nubes bajas ya que estamos a cuatro mil metros, y éstas invaden y ocultan el siguiente objetivo que Jesús y yo habíamos planeado e intentaríamos organizar y culminar con éxito: la conquista del Illimani. Este espectacular, altísimo y gran símbolo para La Paz y Bolivia, nos desafiaba o nos advertía al no querer descubrir su rostro, sus cimas, ahora que habíamos clavado nuestros ojos y expectativas en ella… ¿Será una señal? ¿o solo el juego escurridizo de quien no se deja seducir tan fácilmente?
Llegamos a nuestra “base” en La Paz, al Hotel Señorial Montero. Qué buena opción de hotel escogimos. Estamos muy contentos con él, y sus empleados son geniales. Ducha necesaria, revitalizante y ansiada. Antes nos hemos despedido de nuestro chofer Luis Choque (curioso apellido para un conductor) y le hemos cogido teléfono y datos por si le queremos llamar para que nos lleve a Sajama. Pasamos ya del Adolfo Andino, ya que los costes y precios si estamos directamente con sus contratadores (guías, choferes…) son sensiblemente más bajos. Nosotros, Jesús y yo, también hemos comenzado a movernos con respecto a nuestra “expedición” al Illimani, y hemos quedado esta tarde con dos guías en el hotel para que nos hagan presupuestos y nos oferten sus servicios: Irineo y Lucio son los elegidos. Hablaremos con los dos a horas diferentes en el vestíbulo del hotel y después decidiremos.
Volvemos a pasearnos por La Paz. Por esas callejuelas no demasiados estrechas pero con esa magia que solo te da esta ciudad. Y caminando hacia las confluencias de las calles Sagárnaga, Santa Cruz, Murillo y Avenida Illampú, nos encontramos una callecilla la cual hace una L, y en la cual encontramos una fantástica pizzería. Es la calle Melchor Jiménez. La pizza más grande tiene casi el mismo tamaño que si arqueas los brazos a media altura y juntas las dos puntas de los dedos “¿Te comerás una de éstas tú solo?” David no se lo creía, pero mi hambre era tan voraz que perfectamente y sin hincharme por ello, me comería una de éstas yo solo. Pero vale la pena decir que era la pizza más grande que había visto nunca. Foto a las pizzas, antes y después. Risas y muy buen ambiente entre los 11. Lo pasamos muy bien. Agotamos las existencias de cerveza Paceña; realmente una cerveza muy rica a pesar de que yo no soy cervecero. Sigo sin encontrar la dulce cerveza negra Inca… solo la pude probar los primeros días cuando estábamos en Calacoto. Será mi pregunta frecuente en cada bar y establecimiento. Hemos comido o casi cenado, ya que la hora de nuestro banquete ha sido entremedias de ambos.
A media tarde volvemos al hotel. Debemos entrevistar a los dos guías: primero hablamos con Irineo, y a mí no se me va de la cabeza las palabras de Sara: “300 dólares para ellos es mucho dinero, aunque nosotros pensemos que es poco”. Después de comunicarle nuestros deseos o intenciones con respecto a la subida al Illimani, Irineo nos dice que todo nos costaría 300 dólares. Sabiendo que después hablaríamos con Lucio, me sale una vena negociadora como si de un jefe de expedición al Himalaya de los años ochenta fuera, y comienzo a regatear seriamente con él. Nos deja su teléfono y le decimos que le llamaremos con el sí o con el no. Después nos vemos con Lucio y hacemos lo mismo. Él nos da su coste y condiciones similares a las de Irineo. Sabiendo que el coste que nos deja Irineo, regateo con Lucio para que nos lo deje más barato. Puede que sea una maniobra ruin por el poco coste que puede ser para nosotros, pero tampoco debemos regalar un dinero que para ellos es más que suficiente recordando las palabras de Sara.
Después de las dos entrevistas o reuniones teníamos que hablar Jesús y yo para decidir. Expusimos que la mejor opción era la de Lucio, no por el coste en sí que fuera más barato o caro, sino porque Lucio era guía de montaña con su tarjeta y todo, y nos estuvo contando su experiencia. Además, Carmen y Edu nos hablarían bien de él en su subida al fácil Tarija. A Irineo lo veíamos con menos experiencia o no con la experiencia adecuada o mínima que exigiríamos para alguien que nos quiere subir a una de las montañas más altas de Bolivia. Era más bien un porteador que había ido cogiendo experiencia con la montaña y expediciones. Pero nosotros no nos podíamos arriesgar. Todos te pueden decir que te pueden subir y organizarte una expedición, pero luego otra cosa es cuando estamos en pleno berenjenal.
Casi al final del día Jesús aprovecha para llamar a su casa y a Eva, después de 5 días sin que sepan nada de nosotros. Yo prefiero esperarme a mañana por la mañana temprano; dar una vuelta por el Mercado de Las Brujas y buscar un locutorio más económico. El que había junto al hotel era más caro de lo normal. Parece que me faltaba valor o tenía que prepararme para hablar con María. Cada vez que pasaba más tiempo en Bolivia alejado de ella, mayor se hacía mi temor, mi inseguridad y mis fantasmas… Intentaba no comerme la cabeza. Dura prueba. Veía injusto que después de lo ocurrido con el trabajo el año pasado, ahora me pasase esto con la mujer a la quería… Desgraciadamente a pesar de lo fabuloso de la expedición y de que fue el viaje de mi vida, esto acabaría por afectarme y de rebote a mis incondicionales compañeros ¡Que injusto!… mejor llamo mañana después de estar bien descansado.
Ya nos vamos a dormir. Ahora Jesús y yo compartimos habitación con el magnífico y sorprendente Trino. Antes de irnos a dormir Trino se enciende y fuma un porrillo en la habitación, cosa que disgusta a Jesús ¿Tendrá también los efectos de tener a la amada a mucha distancia? Seguro que sí…
¡Haaa…! Por fin una cama como dios manda. Después de 5 días durmiendo en el frío suelo de Los Condoriri, el calor de una cama se echaba de menos. Sueños y pensamientos que fluyen de Los Condoriri a María, del fabuloso éxito y experiencia a las inseguridades y precariedad emocional. Pero no quiero darle más vueltas a algo que no tiene por qué ser, y sí pensar en la realidad de la fabulosa aventura vivida en Condoriri, en el Pequeño Alpamayo. No tengo que castigarme más, ya que necesitaré toda mi fuerza mental y física para conquistar el Illimani… ¿Se convertirá en otra dura prueba como el Elbrus? Buenas noches compañeros, mañana será otro día, y Enhorabuena por lo conseguido y Fuerza para lo venidero.