27 de Julio de 2.018, viernes.
Barcelona-Biskek.
Por una confusión en la compra de billetes por parte de MundoExplora, nos adelantaron los vuelos de ida y vuelta Barcelona-Biskek. Debemos coger el avión a las 11’35 de la mañana en el aeropuerto de El Prat para ir en dirección Estambul.
Salimos con el tren de cercanías y antes de las 9’30 ya estamos en el aeropuerto, pero el mostrador del vuelo que debemos coger está en la otra puerta del edificio T1. Vamos rápido y ya hay cola para facturar. Y ya pienso que no saldremos a la hora prevista. Hay muchos turcos que se quedan en Estambul y otros con pinta de montañeros que seguramente vendrán con nosotros hasta Biskek.
El avión sale con una hora de retraso. Sobre la 12’30. Es grande y confortable, con pantalla de entretenimiento en los asientos (Tv, películas, juegos…) y 3 filas de 3 asientos. El viaje se hace ameno.
Llegamos a Estambul. No tenemos que bajar los petates facturados, van directos al siguiente vuelo. Tenemos derecho a Sala Vip, ya que el avión que sale a Biskek tardará 4 o 5 horas en salir y como nos habían cambiado los vuelos a última hora… nos pagaron la Sala Vip del aeropuerto de Estambul a la ida y a la vuelta. Asientos cómodos y comida y bebida gratis.
El avión a Biskek debía salir a las 21’30, pero tuvo un retraso de 45 minutos. Habíamos llegado entre las 16’30 y las 17’00 horas a Estambul. En Estambul hay una hora más que en Barcelona, y en Biskek 4 horas más que en Barcelona.
Salimos de Estambul en otro avión de la compañía Turkish Airlines, algo más pequeño pero igual de confortable y con sus pantallitas en los asientos. Veo la mitad de Blade Runner 2049 y Ghost In The Shell. Tengo algo de dolor de cabeza, me pongo el “antifaz” para poder dormir o al menos cerrar los ojos para que se me quite el dolor de cabeza. No vemos nada del eclipse lunar y ya de madrugada del día siguiente llegamos a Biskek (Kirguistán).
28 de Julio de 2.018, sábado.
Biskek-Osh.
Llegamos sobre las 6 de la mañana hora local al pequeño aeropuerto de Biskek. El siguiente vuelo doméstico a Osh sale en hora y media. Con los retrasos y todo pensaba que no lo cogeríamos. Ya le había dicho a la agencia MundoExplora que había muy poco tiempo entre la llegada de Estambul y la salida a Osh, cualquier retraso sería perjudicial. Pero todo parece que va muy rápido. Es un aeropuerto muy pequeño de pocos, poquísimos mostradores, pasamos los controles sin problemas, recogemos los petates y salimos corriendo a facturar en una nueva cola pero más corta. El avión salía a las 07,30, pero me parece que lo cogemos.
Nos topamos con un grupo de españoles que vienen con la empresa Naturtrek. Son de Palencia, Canarias, Navarra… Tienen un guía vasco, Mikel, con el que habla Javi, y sus petates de regalo son más grandes que los de MundoExplora. También eran 500 o 600 € más caros.
Sobrepeso. Nos permiten 15 Kg. Máximo, nuestros petates pesan 25 y 30 Kg., debemos pagar 75 dólares. No aceptan €. Salimos corriendo al único y solitario puesto de Cambio de moneda que está en la planta de arriba. Cambiamos 70 € que son unos 80 dólares, pagamos el sobrepeso y ya podemos subir al, más pequeño avión de Airmanas, menos cómodo que los Turkish.
Ya de día, intento admirar el paisaje de Kirguistán desde la ventanilla del avión: cruzamos montañas nevadas, con glaciares, no tan altas como el Pamir, campos verdes de cultivos, cuadriculado el terreno y otras partes de planicies yermas o marronosas… parece un país hermoso. No llegamos a ver el Pamir. Hay nubes. Y en 40 minutos llegamos al, también pequeño, aeropuerto de Osh.
El aeropuerto de Osh es también pequeño y solitario. Solo llega otro avión con el nuestro. Y solo tiene una cinta transportadora que está junto a la salida del aeropuerto.
Recogemos nuestros petates sin problemas y en la puerta aparece un Kirguistaní con el típico sombrero plano en la cabeza, con un cartel y nuestros nombres. Al principio no estaba; apareció al cabo de unos minutos cuando ya habíamos salido a la calle. No entiende el inglés y mucho menos el castellano. Junto a él aparece un chico de semblante ruso que nos habla en inglés. Es Nicolau. Es el encargado de recogernos a nosotros y a otros cuatro chicos más (sorpresa). No seremos 8, seremos 12 expedicionarios en total. Son 2 holandeses, un belga y uno de Taiwán.
Nos acercamos a una de esas grandes furgonetas con muchos asientos y salimos en dirección a Osh. Por el camino éste nos explica la agenda, planificación… de estas horas hasta llegar mañana al Campo Base. Uno de los holandeses habla más y es más dicharachero. Habla o entiende el castellano. No hace frío. Más bien calorcillo para ser las 09’30 de la mañana.
Cogemos la furgoneta-minibús y salimos camino de Osh y del Hotel Sunrise. Descubrimos las carreteras y tráfico del país; más caótico que en España pero no tanto como en otros países de esta parte de Asia, África o América del Sur. Las carreteras están bien, aunque no tengan pintadas las líneas.
Entramos en Osh y llegamos al Hotel Sunrise, pero solo podemos dejar el petate y la mochila en la habitación porque hasta las 2 del mediodía no podemos entrar. Nicolau nos lleva por una avenida hasta una tienda o mostrador, hay varios, donde podemos cambiar dinero. Cambiamos 50 € por Soms, sale a 3.950 Soms más menos. Vamos todo el grupo. Una vez hemos cambiado, Nicolau se va y nos deja que vaguemos solos por la ciudad. Nos dice de algún sitio donde desayunar, comer…
Bajamos por la avenida en busca del río y nos paramos en una esquina. Tom, Hans y Elan se quedan por que les han convencido para coger un taxi y llevarlos al centro, Stephen (Taiwán) ha desaparecido al cruzar la avenida. Javi y yo buscamos algún sitio para desayunar cerca que tenemos hambre.
Un par de hamburguesas en un sitio cercano con un café. Y de aquí salimos a caminar por la ciudad, avenida arriba, abajo, y otra hasta la salida de la ciudad: un arco con un personaje montado a caballo con pinta de tener frío, y dos leones de las nieves a cada lado.
Hace calor. Un vistazo y observación a la ciudad, la gente… Da la sensación de que hay un intento de modernización occidental, por un lado, pero por otro se sigue con las costumbres y tradiciones Kirguistanesas: construyen edificios nuevos, grandes, pero dejan a los viejos edificios y casas del régimen, antiguas y viejas, que se caigan, no las restauran. La gente, joven y mayores también visten y acogen costumbres occidentales, pero a la vez la vestimenta, gorro, pañuelo, típico kirguistanés, sigue utilizándose por mucha gente. Es algo curioso.
Ya estamos cansados. Son las 12 de la mañana y decidimos volver al hotel. Al menos en los sillones de recepción descansaremos hasta que se pueda subir a las habitaciones. De hecho, hasta nos quedamos durmiendo en aquellos sofás. Comunicación por wasap con llamada y texto con Anna más tarde. Hay que respetar las 4 horas de diferencia.
Por fin estamos en las habitaciones. Me ducho y nos pegamos una siesta de 2 a 3 horas. Hacía falta. La habitación no está mal, aunque con las típicas averías o fallos que no se arreglan y se dejan, como que la máquina de A/A no enfría y solo tira aire.
Son las 8 de la tarde. Todas las cadenas de la televisión están en ruso, no hay música ni deportes ni dan el tiempo. Bajamos con hambre en busca de un buen sitio para cenar. En recepción encontramos a Nicolau y nos dice, mediante un mapa comprado en el hotel, algunos lugares buenos, baratos o caros, donde cenar bien. Nos decidimos por bajar por la avenida donde estaba el puesto de cambio de moneda, cruzamos el río, y otra avenida perpendicular que cruzar, seguimos a la derecha como rodeando un parque algo más adelante (o grandes árboles). A la izquierda queda un bonito edificio gubernamental rojo y blanco (la Universidad), y a la derecha, en nuestra acera, edificios de bancos. Los taxis paran junto a nosotros por si requeremos de sus servicios. No hace falta ni pararlos. Pero vamos caminando.
Llegamos a un sitio que me parece nos comentó Nicolau, la traducción sería algo así como “la corona del Zar” o “la comida del Zar” … Es un sitio encantador de carnes y pescados a la brasa, ensaladas y buenas cervezas. Pero el espacio es curioso porque es una especie de jardín con cubículos o cabañas con o sin paredes de madera, pasillos exteriores individualizados o anexos, incluidas algunas en altura, en donde una mesa y balancines, o bancos, presiden, al aire libre, cada cubículo. Javi y yo nos sentamos cada uno en un balancín y cenamos carne a la brasa, ensalada, una gran pizza y 2 cervezas por 20 € los dos. Muy bien. Recomendado.
Volvemos al hotel desandando el camino para irnos a dormir pronto, hablamos con España. Mañana a las 8 es el desayuno y a las 9 nos recogen para acercarnos al Campo Base del Pico Lenin: 6 horas de coche, 4 en carretera y 2 por camino. Por fin parece que nos hemos recuperado del jet lag y del sueño.