Amanece un día muy despejado y soleado. Salimos de nuestra tienda y admiramos al fondo las blancas, heladas y enormes montañas, grandes montañas de esta parte del Pamir. Por fin admiramos al Pico Lenin, al fondo derecha; es un murallón gigantesco de hielo y nieve, grandioso. Son montañas increíbles. A la izquierda hay otro pico de seis mil y mucho más escarpado y con perfiles vertiginosos, pero aun así cubierto completamente de hielo y blanca nieve ¡Impresionante!
Hacemos fotos. Desayunamos a las 8 de la mañana y a las 10 tenemos pensado hacer la actividad. Son solo 3 o 4 horas según Dimitri (Dima), el joven guía.
Hay varias excursiones o grupos en el campo base: me llama especial atención un grupo de rusas de bastante avanzada edad, yo diría entre los 60 y 70 años, que están aquí pasando unos días. Con ellas una guapa jovencita rusa familiar de una de las sexagenarias, que comparte con ellas las actividades, nada montañeras claro.
Hay un médico que chequea a las rusas y a quien vaya de los montañeros para ver cómo están de fiebre, saturación de oxígeno en sangre, presión, latidos… Javi se hace la revisión. Mañana, junto con el resto de compañeros, me haré yo la revisión.
Comenzamos la marcha saliendo del campamento hacia uno de los lados del valle. Pasamos cerca de otros campamentos y nos acercamos yendo detrás de Dimitri (Dima), hacia el comienzo de la ladera medio desandando el valle. Hay una senda muy bien marcada y parece que muy transitada. Hacer este recorrido parece que es muy habitual para aclimatar a los montañeros que llegan al Campo Base. Es el mismo camino de subida al pico ayer nombrado, el Pietroshkogo.
Antes de comenzar la fuerte primera subida, pasamos por un túmulo donde hay 5 tumbas, de 8 mujeres rusas muertas en el año 1.974 en esta montaña. Está todo en ruso, pero creemos que así es, muertas en el Pico Lenin. Una imagen para meditar que te hace sentir un especial respeto por aquellos que han dejado su vida por conquistar montañas.
Ya tenemos la verde ladera de esta especie de antigua morrena que sube al Pietroshkogo, delante para subir por ella en busca de las nieves el pico. Ahora solo hay que seguir poco a poco hacia arriba por la nombrada ladera.
A medida que subimos, el paisaje se agranda. Aunque no vemos el Pico Lenin porque lo tapa el mismo Pietroshkogo, si admiramos el otro seis mil y muchos, y el mismo Pietroshkogo en todo su esplendor; es precioso.
Llegados a un punto rocoso donde comienza la nieve, nos paramos para hacernos la foto de rigor: “Go Pro toma una foto”. Luis con su palo-bastón “selfie” y una cámara Go Pro que atiende a su voz, nos hacemos fotos varias y divertidas. Luis es un auténtico aventurero. Esta es la tercera (segunda) vez que intenta el Pico Lenin y nos cuenta todas sus pericias y experiencias con esta montaña, he de decir que bastante negativas… aunque en una de ellas rozó la cima, y si no hubiera sido por el viento, la hubiera hecho.
Poco antes de la 1 del mediodía emprendemos la rápida bajada hacia el Campamento. Ahora en lugar de coger toda la loma cimera, nos dejamos caer por la empinada ladera que da al campamento, el cual se ve perfectamente allá abajo. La bajada es un pedregal de tierra fina. Ideal para bajar corriendo, pero no hay que abusar de la altura o me puede dar un golpe.
Llegamos justo a las 2 para comer en la otra yurta. Las rusas nos han quitado el comedor. Por la tarde descanso junto a nuestra tienda, tomando el sol y admirando, empapándonos del lugar. Pero nos queda ver el planning de aclimatación, ya que mañana ya subimos al Campo 1. Según la propuesta de la empresa, la aclimatación denominada “Rusa” sería: 1º Campo 1, 2º día Campo 2, 3º día Campo 3 y bajar al otro al Campo 1, bajada al Campo Base con 2 días de descanso. Según Luis que ha estado aquí ya 2 (1) veces, es una “animalada”, ya que nos fundiría por el esfuerzo y la altura al cogerla tan rápida. Da la sensación de que está organizada para cargarse a algún participante.
Discutimos sobre el tema. Hablamos con los guías, sherpas nepalís, con el resto de compañeros, los cuales algunos tienen algo de experiencia e incluso con algún otro montañero ajeno al grupo, y todos en que debemos cambiar el programa de aclimatación. Luis se enfada mucho, quiere hablar con la jefa Cristina y decirle que no está bien el planteamiento. Se enfada bastante ya que es conocedor de esta montaña.
Quedamos con Cristina todo el grupo a las 19’30 con Luis de abanderado. Hay palabras con subida de tono por parte de Luis en inglés. Muy cabreado. No saben a ciencia cierta cuanto tiempo estaremos en los campamentos ni cuanta o qué comida llevarnos arriba. Luis dice que no coge ni comida con este planteamiento de aclimatación. Nosotros de momento tampoco.
Nos vamos a cenar, el grupo está de acuerdo con nosotros pero aun así cogen la comida “self service” para subirla a los campamentos 2 y 3 (No se puede coger del Campo 1, esa es otra, y debemos subirla nosotros). Nosotros preguntamos a Dimitri (Dima) el guía cuantos días estaremos en los campamentos de altura para saber cuánta comida llevarnos. Ellos no son capaces de decirnos que podemos o no necesitar de comida. Preferimos no coger nada hasta no tenerlo claro.
Justo en la cena, Dimitri (Dima) el guía nos viene con una gráfica de aclimatación diferente y más aceptable en la que la toma de altura se hace más gradual y con más días. Lo vemos mejor, con otros ojos. A Luis le cambia el semblante y lo ve mejor. Aunque del enfado y disgusto no había cenado. Se le había quitado el hambre.
Así que nos vamos a la cama con la esperanza de que al menos la aclimatación será más adecuada y segura sin sufrir tanto en altura.
Mañana ya subimos al Campo 1 que dice Luis que cuando el vino era el Campo Base Avanzado, porque parece que tiene las mismas comodidades que el Campo Base.
Mientras entramos y salimos de la yurta cenando, me quedo impresionado por el atardecer, como entre nubes y colores pastel los glaciares del Pico Lenin y las altas montañas cercanas, nos ofrecen un espectáculo soberbio, precioso, único, a pesar de estar tan lejos… Cristina, la jovencísima jefa del Campo Base se queda ensimismada como yo admirando al paisaje con una dulcedad que le quitaba el agrio de su personalidad rusa. Dice algo en inglés que no llego a entender, dulcemente, mientras yo asiento como siendo cómplice del amor a las montañas y sus hermosas formas.