A las 2’30 suena una canción de Rammstein para despertarnos. Javi rápidamente se viste con lo que le queda por ponerse y comienza a guardar el saco. Yo hago lo mismo. Es noche cerrada pero muy estrellada. No parece que vayamos a tener mal tiempo.
Son las 3 y ya lo tenemos todo listo para desayunar. Con los frontales salimos en busca de la yurta comedor. Los guías comienzan a aparecer. Intentamos desayunar. Los huevos duros entran bien a estas horas y nos darán buena energía. Caras dormidas y silenciosas.
Después de desayunar nos concentramos en la puerta de la yurta. Lo que puede denominarse como “la plaza del campamento”, para decidir salir hacia el enorme Glaciar del Lenin (aunque ya estábamos en una morrena central de él). No sé que pasa: Stephen comienza a rebuscar en su mochila. Resulta que el peso que debía darle al guía para que lo suba, no se lo había dado el día anterior.
Al final a las 4’30 por fin salimos los 11 expedicionarios con los 4 guías en busca del Campo 2. En un principio es casi 1 hora cruzando la “planicie” del glaciar (entre sus arrugas y grietecillas) que separa el Campo 1 del comienzo de la inclinación del mismo glaciar ya en la misma ladera del gigante Pico Lenin. Fácil y rápido. Dimitri, Dima va delante y busca el inexistente caminito que nos lleva del Campo 1 al inicio glaciar de la ladera de la montaña. De día y a la bajada, la orientación y pequeñas banderillas nos enseñan el camino a seguir.
Cuando el glaciar comienza a subir, paramos en un punto del mismo donde nos encordaremos y haremos las cordadas, además de ponernos los crampones, hasta ahora no ha hecho falta llevarlos. El grupo tarda un poco mientras al fondo y final del glaciar y vistas comienza a amanecer. Una cordada será Dima, el guía, Luis, Dimitri y Tom; otro guía irá con Iveta, Teresa y Ray, otro con Elan y Hans me parece, y nosotros subimos guiados por Divi o Didi (un diminutivo de su nombre o seudónimo) Stephen, Javi y yo.
La luz ya comienza a aparecer y nos va ofreciendo unas vistas sobre el glaciar y el recorrido que tenemos que hacer, impresionante. Hay más grupos, más cordadas que nos adelantan o nos siguen. La romería al Campo 2 en este día tan bueno y aprovechable, ha comenzado. Reconocemos a las chicas palentinas de Naturtrek que suben guiadas por Mikel Zabalza. Saludos y ánimos. Pero estas chicas están fuertes.
Lo primero con lo que nos encontramos al rato de encordarnos es una fuerte subida con mucha pendiente que acaba en una amplísima y abierta grieta. Veo a mis compañeros por encima de mi, si se caen, caen encima de nosotros, pero la nieve está bien y el camino está bien trazado y pisado, a pesar de la verticalidad.
Ya hay más gente, más grupos y cordadas, y más luz para admirar el gelido paisaje y la actividad. Llegamos a la gran grieta donde una escalera metálica no exactamente horizontal, nos ayuda a cruzar la abierta y enorme grieta. Nunca he cruzado una grieta por una de las típicas escaleras metálicas (o de aluminio por la ligereza), que vemos muchas veces en reportajes y documentales sobre el Himalaya. Unas cuerdas cogidas a la nieve, al hielo, supongo que por estacas u otro sistema, mantienen la escalera. Otra cuerda fija la cruza a lo largo para que puedas asegurarte a ella. Aquí es donde utilizamos el yumas.
Me toca pasar. Pongo el Yumas, la chaqueta y mochila me molestan para coger los mosquetones del pequeño arnés alpino nuevo que me he comprado en la tienda Salewa. Javi me explica un truco: desabrocharme la mochila en la cintura o abrochármela al revés, hacia la espalda. Intento pasar de pie. Imposible. Solamente asomarme a la grieta, enseguida me pongo “a gatas” y comienzo a cruzar la escalera. Solo deseando que la “frágil” escalera no se caiga, no se mueva… y no meta las puntas de los crampones en las barras de la escalera.
Llego al otro lado de la grieta y desengancho el Yumas asegurándome a otra cuerda fija en frente que ahora, como el recorrido, es perpendicular al tramo de la escalera.
A los pocos metros hay otra grieta. Hay que saltarla, es de casi un metro. Pero no es como la de la escalera: es transversal, de arriba abajo y no peligrosa. Pero hay que asegurar el paso, el salto. Javi y yo nos damos y tensamos cuerda. Intentamos seguir las normas y reglas de una cordada por glaciar. Después descubriremos que el resto de compañeros no lo hacen, no saben o no tienen ni idea de hacerlo.
La mañana va avanzando y después de la zona de la gran grieta con la escalera, seguimos subiendo por vertientes más o menos bastante verticales. Saltando, cruzando numerosas grietas más pequeñas pero que te pueden un buen susto. Algunos puentes de nieve, que no entiendes como se sostienen, dan más miedo que las propias grietas. Son como escalones o repisas ¡Ufff!
Antes de acabar las largas rampas de subida y emprender la travesía casi horizontal hasta la ubicación del Campo 2, vemos pasmados Javi y yo después de una parada como el guía Sherpa Divi comenzaba a caminar errante como un zombie y sin sentido fuera del carril de pisadas y casi ladera abajo, como si tuviera algo en la cabeza, como si una mano gigante le cogiera de la cabeza y la moviera a parte del cuerpo… “¡Divi, Divi, Divi…! Gritaba Stephen que era el siguiente en la cordada. Divi no estaba en sí. Al ver que se alejaba y que Stephen solo gritaba sin asegurar la cuerda, decidí clavar el piolet y pasar la cuerda dando vueltas por él.
Me quedé perplejo esperando que Divi se cayera en una grieta. Pero por suerte no cayó. A los pocos segundos volvió en sí y caminó despacio hacia la senda para sentarse y descansar o casi dormir… le había dado uno de esos bajones fuertes e intensos dados por la altura y el sobreesfuerzo. Lo que más me preocupó fue la pasividad o el no saber que hacer de Stephen, el Taiwanés de 67 años. Y nos fuimos dando cuenta de que el resto de compañeros podían tener las mismas nociones de alta montaña, de cordada en glaciar, que Stephen.
Pienso que fue muy grave lo sucedido y Divi, como bien decía Javi, nunca reconocería lo que había sucedido o que necesitaba ayuda. De hecho a los pocos minutos seguimos la marcha, pero cada 2 pasos nos parábamos a descansar, sin que ni Javi ni yo estuviéramos cansados, solo Stephen y Divi… ¡Se hizo eterno! Grave por que pones tu vida en manos de alguien que no reconoce que tiene algún problema con la altura, cuando lo ves perdido deambulando por en medio del peligroso glaciar. Podía haberse caído por una grieta y habernos arrastrado a toda la cordada… ya que Stephen no pararía la caída…
Al fondo de un plateau como un hueco del glaciar, en una especie de gran hoya helada, pegada a la única ladera rocosa del sitio, estaban las tiendas del Campo 2. Lejos. Aún quedaba camino y kilómetros por recorrer. Pero ahora solo había que cruzar suaves lomas (pero largas) del glaciar casi manteniendo la altitud.
Las continuas paradas y lentitud nos desesperaban a Javi y mí. Le digo en mi inglés a Divi que vamos demasiado lentos y que podemos ir a buscar ayuda. Divi se hace el sordo. Es un Sherpa, nunca accederá por muy mal que esté. Javi va más allá y piensa en bajarse al Campo 1. No le gusta nada la situación. Yo le digo que el Campo 2 está más cerca.
En una parada ya llego a enfadarme “I’m not Fanny” le digo a Divi y Stephen, y cruelmente le explico a Stephen que no lo veo preparado para hacer esta montaña, que es muy peligroso ir tan lento.
Ha cambiado el trazado. Para llegar al Campo 2 se debe subir algo más por las lomas del glaciar cerca de las largas y empinadas palas que bajan de la cima. De las cuales bajaban antiguos restos de aludes, algunos grandes. Debíamos pasar por la punta y encima de estos restos, que eran grandes y anchos en esta montaña. El otro recorrido iba algo más bajo, a poca menos altura pero a salvo de estos restos de aludes… pero las grietas y estado del glaciar lo hicieron más peligroso y lo cortaron.
Justo arriba del Campo 2 observamos el recorrido desde el mismo al Campo 3: parece que solo son 2 palas largas y no demasiado empinadas (eso pensaba), y justo arriba uno del otro pero con 800 metros de desnivel. Sobre una suave loma cimera cargada de cornisas y seracs, se alza el invisible Campo 3 a 6.100 metros de altura.
Mientras nos acercamos en nuestro muy lento caminar, observo el espectáculo del resquebrajado y roto glaciar según baja por el valle, otro vallecillo, por el que baja este otro ramal del glaciar, y que cae justo desde la zona, el hueco donde se ubica el Campo 2. Es impresionante y a la vez temible. Es como si la montaña se fuera rompiendo lentamente abriéndose gigantescas brechas, cicatrices y heridas profundas incurables. ¡Increíble! Ese mismo lado impidió que el recorrido pasara por entre sus grietas por la peligrosidad y estado del mismo… aunque justo antes de la última rampita hasta el Campo 2 cruzamos tapadas grietas casi invisibles que se irían abriendo más grandes y peligrosas a medida que siguen su curso glaciar abajo hacia la derecha.
Y por fin con un sol insaciable y espléndido llegamos, pasito a pasito, hasta las primeras tiendas del Campo 2, a 5.300 metros. Este paso tan lento al final me ha hecho mella y llego algo destrozado al campamento. Son casi las 13’30. Hemos tardado casi 9 horas, cuando normalmente se tardan de 5 a 6 horas ¡Imperdonable!
El Campo 2 está plantado en una ladera rocosa, nevosa a un lado del plateua, en un rincón fuera del peligro de caídas de seracs bajo una ladera pedregosa, rocosa que baja de una pequeña loma cimera que el glaciar no ha invadido. Al estar en cuesta, las tiendas más bajas se plantaron en la nieve del glaciar y las medias y altas en la ladera pedregosa. Nuestra tienda de color naranja Red Fox está la parte alta. Según lo establecido cada tienda es para 3, pero en esta estamos los 2 solos.
Hace calor. No parece que estemos tan alto por la falta de frío. Cogemos agua de un agujero en el hielo del glaciar junto al campamento, justo en el camino que sube al Campo 3. Dimitri y Luis están en otra tienda más abajo. Preparamos la comida: Javi se dedica a calentar agua en los diferentes juegos de cocina y hornillos, y yo le preparo o busco el agua y lo necesario. Luis y Dimitri participan de nuestro ritual.
Por la tarde descansamos… a ver si se me va el dolor de cabeza. Me cuesta aclimatarme. Sin embargo Luis, Javi, Dimitri… todos parecen estar bien. Hacemos la cena, algo de pasta. Sienta bien. Luis dice de cenar pronto por que en cuanto se meta el sol, la temperatura baja en picado, y “la sarten” se convierte en una nevera. Y dicho y hecho: una vez se pone el sol, el frio reina en todo este plateau, en todo el glaciar, y en toda montaña, y nos quedamos dentro de la tienda metidos en los sacos esperando que venga la noche, el frio o el sueño.
La tienda parece grande como para dejar dentro las mochilas, así que metemos todo el material, menos hierros, bastones y botas, dentro de la tienda. Pero a las 10 de la noche me despierta una agobiante sensación de claustrofobia. Intento aguantar. No puedo moverme dentro ni fuera del saco. Al final no puedo más y despierto a Javi para pedirle sacar las mochilas fuera de la tienda. La tienda no tiene avance. Javi, comprensivo, acepta sin problemas… me entró una especie de angustia al comprobar que no podía moverme. Otras veces he dormido parecido y no ha pasado nada… pero sentía un agobio al pensar que “si pasaba algo” fuera, no tendría tiempo para reaccionar, salir de allí, al sentirme aprisionado, como encerrado… en esos momentos no conocía la trágica historia acaecida en ese Campo 2 en 1.990, en que un terremoto movió y lanzó los seracs y el hielo provocando un gigantesco alud que cubrió todo el Campo 2 sepultando a unas 45 personas. Fue y es la mayor tragedia en vidas humanas jamás pasada en las montañas del Himalaya, Karakorum o Pamir. Solo 2 se salvaron y solo pudieron recuperar 1 cuerpo, el resto sigue bajo los hielos del Glaciar Lenin… ¿casualidad? O ¿conexión con el lugar o lo ocurrido allí?…