Después de tanto tiempo viviendo en Cataluña y haber subido sus montañas más altas y emblemáticas, me faltaba el Canigó, que, aunque no está en el actual territorio catalán, sí pertenece a la “Cataluña Norte” y se incluye en la cultura, historia y tradiciones catalanas.
Nos decidimos hacerla en invierno, una invernal, que no habrá mucha gente. El Gallemí nos decía que no era una montaña que se visitara en invierno, y después comprobamos por qué. Entonces el pasado fin de semana del 3 y 4 de marzo nos acercamos en el todoterreno del Gallemí, Paco, el mismo Gallemí, una amiga de éste y yo, en busca de las poblaciones al norte de la montaña ya en Francia. Parece que Gallemí se conoce el camino y como llegar a la pista que sube hasta las cercanías del gran refugio principal del Canigó: el Refugio des Cortalets.
Desde Villerach o Claria sale la pista que tiene que pasar por el Coll del Forn. Cruce de pistas. Desde su parking Gallemí nos cuenta como hizo un Descenso de Barrancos por la riera que pasa abajo y viene del mismo corazón del Canigó. Seguimos la pista en coche adentrándonos en la montaña y en busca de otro parking, el del Refugio de Mas Malet. Ya estamos en la montaña, el macizo comienza a crecer y a expandirse de forma casi grandiosa y formidable a la vez, espectacular, la montaña y todo su conjunto es enorme, grandiosa, también por que sus bases están a una altitud bastante más baja, al ser el primer dos mil desde el Mediterráneo del Pirineo. La verdad que con diferencia ya que el pico casi roza los dos mil ochocientos metros con 2.784 mts., con lo que el desnivel es muy apreciable dándole un aspecto grandioso, enorme, a todo el macizo del Canigó con respecto a las cercanías e incluso desde la lejanía.
Seguimos la pista y paramos en un rincón de la montaña y de la misma pista. Una barrera nos impide el paso. Hay un pequeño refugio, unas barbacoas con bancos y una bonita zona verde: estamos en Mas Malet a 849 mts. de altura. Aquí nos equipamos y cargamos los mochilones para subir al Refugio des Cortalets. Comenzamos a muy baja altura para llegar al refugio que está a 2.150 mts., son 1.300 mts. de desnivel cargados con los mochilones y el material de alta montaña. Espero que no se nos haga largo. El día es muy bueno y soleado, aunque creo que mañana se nublará algo. Me he comprado las botas que me pondré este verano en el Pamir y quiero probarlas, estrenarlas, ablandarlas aquí: son La Sportiva G2, a ver qué tal se portan…
Ya estamos listos. Salimos del pequeño parking, en el que no hay más gente ni coches que nosotros; antes la foto de grupo. Y cogemos una senda que sale a la derecha de la cortada pista, un cartel señalizador nos indican: Refugio des Cortalets por la Roca del Mosquito… son prácticamente 10 kilómetros y 1.300 metros de desnivel. Será una subida larga y esforzada. Dejamos las raquetas al comenzar sin nieve y sin tener en cuenta que en altura habrá abundante nieve; como ha pasado otras veces, como no la vemos no la sentimos en ese momento… en ese momento.
La senda está muy bien marcada con sus revueltas y señalizaciones. No hay pérdida. En cada crucecillo siempre nos encontramos con algún cartel indicador que nos dirige por el camino a seguir. Perfecto. Cruzamos ahora una parte de la montaña que es un gran bosque de hayas, precioso, con ejemplares magníficos dignos de ser fotografiados e inmortalizados.
Pasamos por uno de esos cruces. Refugio des Cortalets por la Roca del Mosquito a 7’5 Km. Poco a poco vamos cogiendo altura, pero también poco a poco se nos va haciendo largo el recorrido. Al final dará la sensación de no llegar a ninguna parte por mucho que andemos. La senda ahora se airea en las alturas con pasos de piedras puestas como escalones, como aquellos antiguos caminos que los paisanos de los pueblos hacían en la antigüedad para comunicar unos con otros por en medio de la abrupta montaña. Le da un toque encantador.
Llegamos a otro cruce de recorridos, nosotros siempre hacia el Refugio des Cortalets o a la Roca del Mosquito. Estas sendas unen recorridos que cubren una pequeña parte de esta ladera norte del Canigó, ya que es inmensa y muy boscosa.
Conforme vamos cogiendo altura la nieve o los pequeños neveros hacen acto de presencia por en medio del bello bosque, preludio de lo que nos encontraremos más arriba. Aunque hemos subido mucho, o estamos subiendo mucho, no estamos a mucha altura, al comenzar la marcha a tan baja altura, con lo que el planteamiento de encontrar abundante nieve, no lo teníamos al comenzar la marcha. Por suerte el día acompaña con una luminosidad y unas nubes altas que hacen que el sol no moleste.
Más arriba, después de estar subiendo, caminando con los mochilones un buen rato por el bello bosque cada vez más nevado, nos topamos con una sobresaliente roca que se encuentra a mil novecientos metros de altitud, y presidiendo un largo brazo, cordal que viene desde la misma base del Refugio des Cortalets o de las alturas del Canigó, hacia el norte en línea recta. Este cordal es el que tendremos que seguir para llegar hasta el refugio; estamos pues, en las laderas de la Roca del Mosquito. Aquí nos encontramos otro cruce, podemos bajar a la población de Taurinya desde aquí, pero nosotros seguimos hacia Les Cortalets… ¡¡Aún quedan seis kilómetros y medio!!
Por suerte pensaba que, aunque quedaba distancia hasta el Refugio des Cortalets, la subida sería más paulatina ya que estábamos a bastante altura, 250 metros por debajo de la altura a la que se ubica el refugio; lo que no había tenido en cuenta es la abundante, blanda y gran cantidad de nieve que encontraríamos en esta parte del recorrido ¡¡¿Dónde están las raquetas?!!; intentando seguir la senda, las huellas, las indicaciones y señales ocultas, que van por el lado izquierdo, luego por la cima del cordal, después el lado derecho, cima del cordal… hasta salir de él y llegar al Parking des Cortalets, a poca distancia del refugio y ya en la pista que recorre la montaña por esta cara norte.
El día iba pasando y el sol comenzaba a caer por el horizonte ¿llegaremos al refugio antes de que se hiciera de noche? La nieve excesivamente blanda y muy abundante, junto con el peso de nuestros mochilones, hace incómodo y lento el progresar, a veces desesperante. Incluso nos llegamos a plantear el volver al coche, pero la vuelta, según el punto en el que lo pensamos, hubiéramos tardado más que en llegar al Refugio des Cortalets. Si que es cierto que el lugar era encantador y sin tanta nieve o al menos con unas huellas ya pisadas en la nieve, hubiera sido más ameno esta subida, este recorrido hasta el refugio… llegué a pensar que tendríamos que pasar la noche por aquí en medio, entre el oscuro bosque y la fría nieve, ya que las nubes comenzaban a abordar las alturas del Canigó y las sombras del atardecer impedían vislumbrar con claridad el recorrido a seguir… ¡Nos podríamos perder equivocándonos al caminar por este “recorrido imaginario”!
Pero justo antes de que sea noche cerrada y con el sol ya en su cuna, salimos del bosque y del cordal (que nunca hay que dejar su parte más alta, al menos de nuestra vista mientras caminamos), y llegamos a una especie de llano despejado de árboles y vegetación, más bien una especie de collado, es el parking de Cortalets. Por aquí pasa la pista y de aquí sale la que se dirige al Refugio des Cortalets. Estamos a 2.055 metros en este Ras des Cortalets, ya solo nos quedan unos 100 metros y menos de 2 kilómetros para llegar hasta los muros del Refugio des Cortalets. Por fin lo teníamos ahí. La penuria de quedarnos en mitad del bosque, en mitad de la noche, en un lugar que no conocía o “dominaba” (no tenía mapa del Canigó), se había esfumado, ahora solo había que llegar al refugio y pasar la noche cómodamente en la parte abierta del mismo, la de invierno. Por unas ventanas entre la vegetación, entre los árboles del bosque que hemos cruzado por la cima de este cordal, que por cierto tiene varias cimitas destacadas o señaladas de las que no nos percibimos en nuestra desesperada lucha por encontrar el camino correcto y salir de allí antes de que se hiciera de noche… éstas son La Soucarrade, Tres Avets, Roc Miòuelet, y el Roc del Mosquito que es donde acaba el cordal para comenzar a perder altura rápidamente mientras se despeña montaña, ladera abajo por los perfiles norte de este gran macizo; descubrimos las rocosas laderas, paredes mejor dicho, de las grandes e imponentes cimas del Canigó. Parece una montaña imponente desde aquí, y aún lejana, pero en la alta montaña las perspectivas pueden engañar, tanto para un lado como para el otro. De todas maneras, preciosas formaciones rocosas, altivas, del Pirineo más oriental. Y desde el mismo Ras des Cortalets, las vistas hacia los puntos más altos de la montaña eran más amplios, claros, aunque con menos luz debido a que el sol ya se había ocultado para dar paso a la noche. Excepcional.
Ahora solo tenemos que seguir el rastro de la pista nevada que desde este colladito, desde este parking bajo la nieve o desde este Ras des Cortalets, nos debe de dejar en las suntuosas paredes del esperado y anhelado Refugio des Cortalets. Con cuidado de no pisar lugares con demasiada y abundante nieve, y no hundirnos aquí. Ya más fácil y rápido que desde el recorrido por el cordal.
Es cierto que no llevábamos mapa. Un gran fallo. Yo no había comprado y había confiado en mis compañeros que ya habían estado aquí, en que lo llevarían o se lo conocerían. La idea de no saber en que punto estamos de la montaña, si llegamos a decidir pasar la noche al raso, hubiera sido descabellado y poco prudente, si llega a pasar cualquier cosa y tienen que rescatarnos o atendernos… por suerte somos montañeros preparados con experiencia y paciencia en la montaña. Pero el mapa debe ir siempre con nosotros. Nunca se sabe.
Y ya después de seguir hacia el sur y arriba (poca altura) por la traza de la pista que nos dicen se dirige y acaba en el Refugio des Cortalets, llegamos a éste casi sin visibilidad, pero
sin llegar a ser noche cerrada. Ya estamos a 2.150 metros de altura a la que se encuentra el nombrado refugio. Es una estructura o caserón recio y hasta diría que grande, soberbio, bien plantado. Construido en un excepcional falso llano con vistas a las cimas del Canigó, allá algo lejos, y rodeado por el bosque con algún que otro balcón, mirador, al horizonte. Encantador. Nosotros nos dirigimos a otra casa de una planta que queda separa del caserón grande y principal, éste es el refugio de invierno, que ya de por sí, es un magnífico y espaciado refugio… casi como algunos guardados españoles.
Las comodidades son extraordinarias en este refugio de invierno des Cortalets, para ser un refugio de montaña sin guarda. En la planta de arriba están las literas, más de 20 plazas diría yo, y abajo el comedor con una mesa, chimenea que no era posible encender. Íbamos a estar bien, casi privilegiados después de pensar que no llegaríamos nunca al refugio. Nos ha costado “Dios y ayuda”. “Ahora entiendo por que no es una montaña que se visita en invierno” dice Gallemí. Está claro, la aproximación desde el coche y posiblemente la bajada, ya nos puede llevar una jornada completa, después tendríamos la jornada de hacer cima…
No había nadie en el refugio, no nos habíamos encontrado con nadie en todo el día, mejor dicho, no había “nadie en la montaña” solo estos 4 locos. Estábamos cansados, bastante cansados de tanto luchar contra el hundirnos en la nieve, de abrir camino, huella, en ella, y de intentar seguir el recorrido correcto entre la Roca del Mosquito y Ras des Cortalets. Con lo que decepcionados y abatidos decidimos de mañana no atacar la cima y emprender el camino de vuelta, ya que después de comprobar lo que hemos tardado en subir, no queríamos sorpresas para volver a tardar otra eternidad en bajar. Esta vez no desandaríamos lo caminado en este día, si no que cogeríamos la pista que, aunque da muchas más vuelta, el caminar por ella podría ser más ameno y rápido sin hundirnos en su nieve ni tener que abrir huella en ella… pero ahora toca cenar, descansar, charlar y dormir ¡Teníamos todo ese pedazo de refugio para nosotros solos!
Al otro día sin prisa nos vamos despertando y despejando el refugio para que, después de desayunar, salgamos en busca del coche allá abajo y lejos. Salimos del refugio desandando lo caminado ayer hasta el Ras des Cortalets, el parking, antes le hacemos fotos al lugar (ahora ya de día), al imponente Refugio des Cortalets y a las vistas, paisajes, que se vislumbran desde él; sobre todo las altas cimas del mismo Canigó allá al fondo alejadas, con sus paredes y rocas impregnadas de nieve helada, dándole un aspecto soberbio, desafiante y a la vez muy alpino. Las nubecillas rayan un poco el cielo y el sol entra y sale de ellas sin llegar a molestar del todo, así será todo el día; nada de mal tiempo ni de un sol imposible de soportar en nuestras cabezas.
Fotos al paisaje, a la montaña, mientras vamos llegando a Ras des Cortalets, aquí, por la altura, la montaña nos permite admirar el paisaje del horizonte sin molestias demasiadas de estar inmersos en un bosque que nos cubre. Y ya en el nombrado lugar, parking, giramos a la derecha por la pista que sigue ladera abajo, o más bien en diagonal, hacia el este. Dejamos nuestras huellas de ayer para que otros las interpreten y las sigan si pueden, pero “para otro día” más bien, nosotros ahora por el bien definido camino, pista, que se desdibuja bajo la nieve, pensando que podría ser más fácil y casi rápido.
La pista sigue entre el bosque a esta altura atravesando sin bajar demasiado altura la ladera norte del Canigó. Más adelante la pista hace una curva, un giro, en una especie de mirador o más bien de paso, de lugar entre vallecillos de la misma montaña. Es el Ras del Prat Cabrera, a unos 1.740 mts. Parece que no pero hemos bajado altura, y a partir de aquí bajaremos más siguiendo el fondo de un vallecillo de esta montaña. Carteles indicadores de recorridos, otro parking y otras vistas excepcionales a los perfiles de esta grande montaña del Canigó. Precioso.
Nos reunimos todos y seguimos la pista principal que comenzará a dar revueltas para ir bajando más altura. Justo a los pocos metros y después de la primera revuelta, les sugiero a mis compañeros girar a la izquierda en busca de un lugar y una pequeñita cabaña, para bajar desde aquí de nuevo a la pista, y así evitarnos las numerosas curvas y muchos metros de pista, para llegar al mismo punto. Es la cabañita del Prat Cabrera, que queda en un camino menos transitado si giramos a la izquierda y norte desde la pista principal. El primero que nos encontramos después de salir del “mirador” del Ras de Prat Cabrera.
Llegamos a la cabañita y aquí se acaba el camino, pero el lugar es bonito, ya que se acaba el bosque y delante tenemos un prado sin vegetación arbórea que nos deleita con sus vistas hacia las laderas boscosas y rincones de las laderas de la montaña enfrente. Decidimos seguir prado abajo mirando a esas laderas boscosas, suponiendo que la pista ya estaba abajo en el fondo del valle y nos habíamos ahorrado todas esas vueltas y revueltas que hacen las pistas para bajar altura rápidamente en las montañas.
Monte a través por el prado, después por algo de bosque pero siempre mirando hacía abajo con una leve inclinación o dirección hacia la izquierda, encontramos un camino que baja de la montaña y nos derivará, siguiéndolo a la derecha y abajo, hasta de nuevo nuestra pista. Sin problemas. Todo controlado. En poco tiempo de nuevo en la pista.
A partir de llegar a la pista, seguiremos ésta hacia la izquierda y norte, valle abajo, buscando la salida del mismo valle y de la montaña. Aunque aún queda mucho, mucho que caminar por ella. Si por la senda el día de ayer eran 10 kilómetros, por la pista seguro que no baja de 15 kilómetros.
Entre rincones y lugares por los que pasa la pista, está La Esquena d’Ase, junto a unas revueltas de la pista en la que salva bastante desnivel, y al finalizar esta bajada con revueltas, un pequeño refugio o cabaña, La Mouline, con otro rincón para parking y otro para picnic, bastante cuco.
A partir de aquí la pista recorre sinuosa los perfiles de la montaña con sus vallecillos y rieras que hacen las delicias de curvas y revueltas, sobre barrancos y precipicios como si fuera un valle, una garganta del anti-Atlas marroquí. Mis botas me están matando. Me las he atado con la cremallera y llevo una calceta muy fina; y entre el sudor, los rozamientos, las uñas… me están destrozando los pies ¡¡Que fallo más gordo!! ¡A quien se le ocurre ponerse calcetas tan finas! No puedo andar ni disfruto del recorrido, que me está pareciendo eterno y muy sufridor. Me acuerdo de Trino en la última etapa de la Vall d’Anniviers, caminando como “Chiquito” por el mal que le habían hecho sus botas en los pies… ¡¡Que mal lo pasé!!
Y ya por fin llegamos al coche. No sé si la pista ha sido más rápida que la senda al final… pero bueno, ya estamos aquí. La montaña no me ha defraudado, es excepcional y con mucha singularidad, pero en invierno hay que venir para 3 días y bastante preparados para unos recorridos largos y esforzados, con suficiente desnivel. O sea, una montaña que habrá que repetir para conquistar esta cima emblemática de los territorios de habla catalana… me han saltado las uñas de los dedos gordos de los pies… ¡¡Ugghhh!!