Después del Tour de la Val d’Anniviers con su magnífico recorrido y travesía, ya estábamos preparados para atacar la cima más alta de Suiza, la Dufourspitze en el Monte Rosa… y recurriendo a la introducción de la primera etapa del mismo Tour de la Val d’Anniviers, emprendemos el viaje cambiando de valle pero no de macizo, de Anniviers a la Mattertal, de Sierre a Täsch, donde nos “hospedamos” en el famoso camping “del gallego” (el dueño era de Galicia)… el único camping de Täsch al otro lado de la estación del tren y del rio que baja del valle. Un sitio idóneo y estratégico para actividades y visitas.
Pero después de tanto tiempo ahora que escribo estas líneas, seguro de que muchas cosas se me han olvidado o he pasado por alto. Por ello me ayudo de los artículos que escribí en la Revista Sismógrafo para iros relatando la experiencia.
En rojo aparecerá el relato sacado de un artículo SUBIDA AL MONTE ROSA escrito con el mismo título en el número 60 de la desaparecida revista Sismógrafo, Magazine de Cultura y Ocio, en febrero de 2.006:
El nombre de esta montaña se entiende por qué al amanecer, cuando el resto de las montañas del macizo siguen en las sombras, ésta se colorea con un brillante color rosado, ya que por su altura es el primer sitio que visita la luz del sol.
Zermatt es en Suiza lo que Chamonix es en Francia o Benasque en España… las capitales logísticas y turísticas de Pirineos y Alpes. Salimos de Täsch, donde acampábamos en su camping, en dirección Zermatt, en un taxi-furgoneta (más barato que el tren). Los coches de gasolina o gasoil están prohibidos en Zermatt, todos son eléctricos o a caballos, menos los taxis controlados que paran en las afueras. No hay tiempo para visitar esta turística Villa, pero merece la pena pasear por sus calles y callejones de casa de madera, parecidos a los hórreos cántabros, y abarrotado de turistas.
Justo en la misma plaza donde está la última estación del tren que recorre el valle, está la estación del tren-cremallera, haciendo esquina. Recuerdos de hace 3 años cuando quisimos subir por el tren-cremallera para ver de más de cerca el Cervino, sus vistas y miradores, pero su precio nos echó para atrás. Es cierto, son algo carillos los suizos de Zermatt.
El tren-cremallera tiene varias paradas, siendo la última la más alta de todas: Gornergrat, a 3.090 metros de altura, pero para coger la senda que baja al Glaciar Gorner y Grenx no hay que subir tan alto, ya que la senda sale de una estación anterior: Rotenboden a 2.815 mts. aunque nosotros por error subimos a la nombrada última estación del tren-cremallera, a Gornergrat, y mientras mirábamos el mapa para descubrir de donde salía la senda de bajada al glaciar, tuvimos que bajar caminando hasta la misma Rotenboden, deshaciendo el camino del tren-cremallera.
Desde aquí un tren-cremallera nos lleva hasta Gornergrat. Desde los 1.700 a 3.000 metros en pocas horas. Hacer este recorrido a pie nos hubiera llevado dos días hasta el Refugio de Monte Rosa. El gran peso de los mochilones (al menos el mío) nos hubiera retrasado, desgastado y cansado para la intentona al pico, y además debíamos aprovechar los pocos y necesarios días idóneos para hacer la actividad en esta montaña, ya que no suele haber más de tres días seguidos de buen tiempo en los Alpes.
Gornergrat es un magnífico mirador al gran macizo de montañas que lo rodean, sobre todo el imponente y bellísimo Cervino con su peculiar e inconfundible perfil de fortaleza inexpugnable. A la izquierda está el gran macizo y coronas de las cumbres más altas del Monte Rosa, rodeado por los glaciares Gorner, Grenx y Monte Rosa. El día es inmejorable y luminoso; la verdad, somos unos privilegiados.
Eso sí, descubrimos un paisaje de alta montaña que solo se puede admirar desde Gornergrat: al otro lado del valle encajonado y profundo por donde discurría el enorme Glaciar Gorner, aparecían los gigantes de hielo y nieve en sus vertientes norte: a la izquierda y sureste el alto macizo del Monte Rosa con dos piquitos reconocidos en su parte más alta, que todo sea dicho, no se llegaba a apreciar la enormidad del lugar al estar tan alejado, y parecían verse como pequeñas rocas en la parte más alta de lenguas de hielo blanca, cuando en realidad son grandes moles de roca y cresta; el de la izquierda era el Nordend y el de la derecha la cresta de la Punta Dufour (la Dufourspitze), bajo ellos lenguas de hielos, glaciares con pendientes importantes que tampoco se llegaba a apreciar su verticalidad y pendiente al estar en una perspectiva como bajo una montaña… detrás de ésta y más a la derecha, al sur, el alargado pero espectacular Liskamm, una montaña con varias cimas de más de cuatro mil quinientos metros, desafiante, preciosa, llena de seracs y rincones donde los hielos en un extraño equilibrio, cuelgan de sus perfiles, vertientes, escarpes… impresionante. Le siguen dos pequeñas cimas (pequeñas desde aquí y en comparación con el resto, pero en realidad nada de pequeñas) que están justo arriba del Glaciar Grenx que recorre el lugar separando el macizo que alberga la Dufourspitze y el Nordend del Liskamm; son el Cástor y Pollux (esas dos estrellas), seguidamente hacia más a la derecha y en frente si miramos justo al sur, la cresta del Breithorn, que acaba en el piquito al que llaman el Klein Matterhorn o Pequeño Matterhorn… y después de una especie de llano en altura aparece, más a la derecha y oeste, el impresionante y espectacular Cervino, Matterhorn, casi como de la nada aparece un gigantesco cuerno, colmillo, esbelta pirámide, magnífica, sobresaliente, más espectacular en vivo, delante nuestro, que en las fotos, documentales, películas… ¡Nada que ver! la que todos los niños dibujan cuando les piden que dibujen una montaña… nos cautivó increíblemente la visión de esta catedral pétrea, preciosa… y acompañados con el espectacular día que nos ha salido, ni una nube y con un sol benéfico, parece ser augurio del éxito de la actividad.
De Gornergrat debemos bajar andando hasta una estación anterior, a Rotenboden, ya que desde allí sale la senda que nos llevará y bajará en dirección al Glaciar Gorner. Para llegar al Refugio de Monte Rosa debemos cruzar el Glaciar Gorner y parte del Grenx, entre grietas, morrenas y heladas laderas crujientes de cristales de hielo. Dejamos el glaciar para superar una empinada subida a veces por roca descarnada y lisa, que nos dejará a las puertas del Refugio de Monte Rosa a menos de 2.800 metros de altitud.
Antes de bajar, las fotos de rigor con el fondo de la espectacular montaña, todo el equipo con el Cervino de fondo. Desde Rotenboden los recorridos están muy bien señalizados, hay que seguir camino del glaciar, la senda da la vuelta y gira, mientras baja, para seguir bajo la loma cimera de Gorner, mirando hacia el glaciar Gorner que queda a nuestra izquierda allá abajo encajonado en el valle… como un valle escondido entre la “cresta” Gorner y todas las vertientes de las altas montañas antes nombradas.
En este día tan sorprendentemente soleado hay muchos turistas que bajan o intentan bajar hasta los límites del glaciar, pisar su hielo y contar que han estado en un gran glaciar alpino, sobre todo japoneses. Justo en la senda y delante tenemos unas vistas increíbles de nuestro objetivo, la foto es obligatoria: allá arriba esa puntita, después de cruzar extrañas pendientes muy empinadas de blanca nieve sobre un glaciar que parece minúsculo en comparación de los que le rodean más abajo entre los valles, pero que, una vez en medio de él, parece un laberinto de palas y pendientes de hielo y nieve extenso, enorme.
Después de un tiempo bajando por la fácil senda como si fuéramos en busca del cruce de glaciares allá abajo, sobre las laderas del Monte Rosa, debemos dejar la senda para dirigirnos al Glaciar Gorner, casi justo en la unión con el Glaciar Grenx. Giramos a la derecha en busca del fondo del valle y en busca de los hielos del Glaciar Gorner. La idea es bajar hasta el glaciar y seguir las balizas para atravesarlo fácilmente hasta uno de sus lados en que nos acerque hasta las paredes o vertientes de la izquierda y bajo la ubicación del Refugio de Monte Rosa.
Tengo un poco borroso el recuerdo de cuando llegamos hasta las morrenas y límites del espléndido Glaciar Gorner, pero la experiencia de cruzar la enorme masa de hielo es increíble y extraordinario: el hielo, la gigantesca lengua glaciar que baja, enfrente de nosotros, desde las estribaciones del Liskamm, Cástor, Pollux; y a la izquierda otra gran lengua glaciar que baja de las alturas rodeando por el otro lado, el macizo donde se encuentra la cima del Monte Rosa, nos impresiona… estamos en medio de un rincón de este fantástico mundo de hielo. Recorremos el mismo siguiendo las balizas, que son trípodes que a cierta distancia unos de otros, nos guían por este helado camino. No hace falta crampones, el terreno con sus “olas” de hielo como si fuera un inmenso brazo de mar congelado. La experiencia es increíble, maravillosa… el recorrido dura un buen trozo y rato, mientras caminamos casi por el centro del glaciar, girando poco a poco más a la derecha para acercarnos a las paredes y perfiles rocosos de la izquierda.
Cruzamos la rimaya, grieta límite del glaciar con la roca, y el paisaje de las formas, agujeros, perfiles, cuevas… es impresionante, nos quedamos boquiabiertos por las formas caprichosas del hielo, de la naturaleza… y seguimos subiendo por esta ladera rocosa, donde en un punto una escalera metálica nos ayuda por la verticalidad y dificultad de este paso… pero más arriba ya nos encontramos con la casona del Refugio de Monte Rosa a 2.795 mts.
Es una casona grande y recia. Una pasarela metálica con escaleras nos lleva hasta ella desde el sendero. No llegamos a entrar; paramos a descansar en su terraza, pero debemos seguir de media hora a una hora hasta una zona de vivacs a más altura, cerca de los 3.000 metros de altitud.
Infi se queda en el refugio. Quique no quiere que venga a pasar las 2 noches al campamento en la tienda de campaña a 3.000 o 3.100 metros, ya que se está iniciando en este tipo de actividades y no quiere que lo pase mal en estos primeros días; por incomodidad, frío…
Ballester, Pepe Díaz, El Chapi de Montesinos… subieron algo más arriba del refugio en aquellos años 90, haciendo vivac en un rincón algo más alto sobre roca desnuda, roca madre, en una especie de rellano en lo que es la empinada pendiente entre el comienzo del Glaciar del Monte Rosa y el mismo Refugio de Monte Rosa, más desviados a la derecha, acercándonos a los límites (pero sin llegar a tocarlos) del excepcional y precioso Glaciar Grenx.
Entonces nos despedimos de Infi y partimos por una senda que baja algo del refugio mirando hacía el Glaciar Grenx, y mirando a los curiosos Cástor y Pollux; y seguidamente, esta senda sobre las piedrecillas de una pequeña y vieja morrena enganchada a la roca, comienza a subir como bordeando la ladera rocosa, hacia arriba, hacia el lugar indicado de roca madre, roca viva que se acerca a los límites o bordes del Glaciar Grenx.
No tardamos más de media o una hora, en que llegamos con nuestros mochilones al lugar. Es la primera vez que lo vemos pero lo reconocemos por su estrategia posición y condiciones. Unos hitos que seguimos cuando se acaba la senda, nos llevan entre los rincones rocosos y pedregosos hasta este punto.
Aquí, bajo las aterradoras y espeluznantes vertientes del Liskamm, colmadas de glaciares colgantes y seracs vertiginosos, montamos el campamento, nuestro campo base para el Monte Rosa, después de unas cuatro horas desde Gornergrat.
El atardecer nos emboba, el mundo se detiene y el calorcillo del reluciente sol va decayendo a medida que se va poniendo tras las murallas del puntiagudo y gigantesco Cervino. No nos cansamos de verlo. Así, tumbados sobre unas lisas y pulidas rocas; descansando después de montar las tiendas, cenar, arreglar las mochilas, cambiarnos… sin esperas, sin estrés, sin atascos, sin el bullicio de la loca civilización allá abajo… Sólo estás con la montaña, con el silencio, con la tranquilidad, las maravillosas catedrales pétrea de la Naturaleza, tan bellas como inhóspitas y difíciles.
Hemos acampado en una plataforma de roca lisa cerca de una antigua y enorme morrena glaciar, cerca de la terminación de una lengua glaciar que nos proporcionará el agua para beber y fregar los cacharros. Debemos acostarnos pronto para mañana madrugar muy temprano y subir; ya que la subida es muy larga y cansada, y tenemos que estar preparados y descansados. Poco después de ponerse el sol y después de las fabulosas fotos que sacamos del atardecer y antes de que las sombras nos inunden por completo, nos metemos en nuestros sacos calentitos para coger el sueño y dormir.
Las vistas desde aquí son excepcionales: muchas fotos realizadas hacia el Cervino, Matterhorn, en diferentes horas, colores y tonalidades a la vez que va decayendo el sol al otro lado del mismo ¡Precioso! Es un auténtico faro, pirámide gigantesca entre la nada, increíble… A nuestra derecha queda el Liskamm con sus vertientes heladas colmadas de glaciares y formas sorprendentes entre sus repisas, hielos colgantes y palas verticales de nieve y muy poca roca; arriba dos cimas onduladas en su forma pero crestadas como filo de cuchillo, un cuchillo de frio hielo… y más a su derecha los hermanos Castor y Pollux sobre la laberíntica escena glaciar de grietas, rimayas, penitentes, seracs… de la enorme masa de hielo del Glaciar Grenx y las numerosas lenguas glaciares que bajan de estos monumentos perfectos y rotos de la Naturaleza, que son estas montañas.
Jesús Santana y yo, inseparables compañeros, compartimos tienda, esa Ferrino roja ideal, fácil de montar, muy práctica y técnica. Quique comparte tienda con Trino. Cenamos algo caliente, e intentamos decidir a qué hora levantarnos para subir esta montaña: debemos levantarnos muy temprano ya que el desnivel es enorme, uno de los más amplios de los Alpes para alcanzar la cima de una montaña de más de cuatro mil metros, desde donde estamos unos 1.500 o 1.600 metros; pero si hubiera sido desde el Refugio de Monte Rosa, el desnivel hubiera sido de más de 1.800 metros ¡Exagerado! ¿Sobre las tres de la mañana? Sería la hora ideal, más tarde podría peligrar el éxito de la ascensión.
Con la imagen del largo desnivel y esfuerzo para mañana subir a la Dufourspitze, y las impresionantes vistas del lugar, de las espectaculares montañas de alrededor y sus glaciares en este día tan soleado y bueno, intentamos dormir mientras fuera las sombras y el frio comienzan a invadir el lugar.