Al otro día amanece otra jornada increíble, muy soleada y sin una nube. No madrugamos. Nos levantamos y poco a poco desayunamos, y vamos desmontando las tiendas. Tenemos que pasar por el cercano Refugio del Monte Rosa para recoger a Infi, no tardamos mucho en llegar con nuestros mochilones.
Estamos alegres, contentos, no sé si por la espectacular actividad realizada o porque ya no tendremos que subir allá arriba con lo lejos y duro que resulta esta montaña, esa cima… la cuestión es que, cargando con nuestras mochilas, bajamos por los hitos y seguido por la senda en medio de aquella antigua y pequeña morrena, hasta las puertas del mismo Refugio de Monte Rosa. Infi ya nos estaba esperando.
La risueña Infi nos cuenta como algunos montañeros le cuentan la subida, la ruta, como era, como la han hecho, sin saber o acordarme ahora si entramos nosotros en acción o no, en medio de esa aventura que le contaban. Cogió su mochila y comenzamos a bajar por esas pendientes de roca madre y de escarpes en busca de la entrada al Glaciar Grenx. También pasamos por esas escaleras de hierro, metálicas, que bajan y nos ayudan a superar sitios más escarpados de lisa roca inclinada, con pocas presas o sujeciones.
En la parte final de una de esas escaleras, parecía que le faltaba un trozo para llegar hasta la parte baja de la ladera rocosa que se hundía bajo el hielo del glaciar. Aquí es donde sentí la presión de mis rodillas, con el peso del mochilón y el esfuerzo realizado… este pasado mes de mayo tuve, lo que el médico me dijo, un “desestres”, que me dejó sin fuerzas durante unos cuantos días, y tuve casi de comenzar de nuevo en mi entrenamiento… eran finales de mayo. Pero por lo visto la musculación de las piernas no se desarrollaron lo suficiente y esta bajada, el peso del mochilón, causaron una tendinitis en las rodillas que me acompaño hasta el otoño; y aún de vez en cuando reviven para sufrimiento mío. Fue entonces cuando mi amigo Antonio el Covero de Cox, me regaló unos palos, bastones, que he seguido llevando desde entonces. Antes, nunca iba con bastones… a pesar del peso de los mochilones.
Llegamos al Glaciar Grenx en otro extraordinario día, recorrido, siguiendo las balizas, desandando lo caminado entre los hielos hace dos días. Juegos y muy buen rollo. Fotos y videos mientras saltamos grietas, pasamos junto a ellas y disfrutamos con las formas del glaciar, del hielo, de esa inmensa masa, lengua de hielo glaciar, gigantesco y precioso, eso sí, rodeado de terreno polvoriento, terroso, pedregoso, feo… se nota la perdida de hielo, la bajada de la masa de hielo del glaciar, a pesar de ser gigantesca o verla nosotros gigantesca.
Desandamos el camino, llegamos a los límites del glaciar y remontamos la deshecha ladera entre rocas traídas por los glaciares, terreno desnudo vegetación y roca madre, un desastre característico de los límites o antiguos restos de glaciar. Llegamos hasta la fácil senda y giramos a la izquierda y arriba por ella hasta el mirador y Estación del tren cremallera de Rotenboden (ya no subimos hasta Gornergrat, no hace falta llegar ya). Foto de alegría en la cálida estación esperando el tren que nos baje a Zermatt.
Una aventura que nos ha dejado huella. En el corazón de los Alpes hemos descubierto las distintas formas que tiene la Naturaleza para maravillarnos. Pero nos queda algo pendiente y sin duda volveremos otro año.
Y de Zermatt a Täsch, al camping de nuestro amigo gallego. Como solo vamos a estar una noche, nos dejan una de las cabañas que están en alto junto a la recepción. Aquí nos preparamos la cena, nos cambiamos y acomodamos. Por la noche comenzamos una fiesta y celebración, por la amistad y la montaña. Nos encontramos con un grupo de españoles, de Ávila o Segovia creo que eran, que nos dicen que sí han subido a la Dufourspitze, y nos cuentan la aventura… sobre todo me quedo que justo al llegar a la cima, unas cuerdas gruesas, unas maromas, te ayudan a bajar al glaciar por el lado izquierdo, por una especie de chimenea, que mira al Nordend… ¡Lo tendremos en cuenta para la próxima vez! “¿habrá próxima vez? Seguro que sí”. Después la fiesta siguió dentro de nuestra cabañita con risas y payasadas.
Al otro día salíamos de Zermatt para visitar otra parte de los Alpes Suizos que teníamos que ver como mínimo una vez en la vida. Queríamos ir a visitar el pueblo de Grindelwald y la magnífica, espectacular y famosa montaña, con su cara norte, que casi mira al llano, al horizonte europeo, como un auténtico vigilante y faro. No llega a los cuatro mil metros, pero los roza. El Ogro. El Eiger. Impresionante.
No acabamos de coger el tren que nos acerca a su base, el famoso tren del Jungfrau. Muy caro. Pero desde el camping de Grindelwald donde pasamos esa noche y tarde, lo vemos, fotografiamos y admiramos. Fantástica montaña y cara norte, enorme, difícil, escarpada, impresionante… aún me acuerdo de aquella película de los años 70 (que tengo en mi videoteca) de Clint Eastwood cuyo título tradujeron al castellano como “Licencia para matar”, pero que en inglés era The Eiger Sanction. Emocionante… para su época y para los amantes de la montaña clásica. Fue la última cara norte que se escaló de los Alpes, poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial… una montaña con historia, belleza, con relatos de héroes, muertes y tragedias. Imposible no perdérsela.
Después de pasar la noche en el camping de Grindelwald, ya decidimos volver a España pasando por la autovía y carretera que pasa por Interlaken y el sur de Berna. Hasta llegar a Ginebra, donde paramos para ver el lago Leman e incluso bañarnos en sus aguas. Y así hacemos. Una de las ciudades más cosmopolitas o con más razas (al menos de gente con dinero y poder económico) del Mundo. La ciudad cuyo nombre te suena a libertad, bebida alcohólica o esposa del Rey Arturo; muchas cosas diferentes.
Y una vez hemos paseado por las orillas del Lago Leman en Ginebra, y nos hemos bañado en sus aguas, volvemos a coger el coche para dejar este país tan caro pero tan precioso que es Suiza, con la impresionante cordillera de los Alpes y esas altas cimas heladas, difíciles, y regresar a casa. Hemos pasado unos días magníficos recorriéndonos los rincones de uno de los valles más preciosos de los Alpes Suizos, hemos pasado por una de las poblaciones más visitadas de Alpes con vistas a otra de las montañas más increíbles y preciosas de Europa y del Mundo, a la vez nos hemos recorrido uno de los glaciares más altos de los Alpes para intentar la montaña más alta de Suiza… parece poco, o mucho, para nosotros fue fantástico, una experiencia única… pero nos queda algo pendiente, una cresta hasta la cima más alta de Suiza ¿volveremos?