Suena el despertador poco antes de las 2 de la mañana. Lo poco que he dormido, ha estado bien. No como en otras ocasiones que dormíamos sobre suelos incómodos, duros, fríos… es importante dormir bien en sitios cómodos, y los camastros del Refugio de Monte Rosa eran bastante cómodos. Me visto, me preparo. Intento no hacer ruido, pero es inevitable iluminar la estancia con el frontal. Oigo alguna voz muy floja que nos desea suerte, mientras Luis Guerrero y yo ya salimos hacía el comedor dos pisos más abajo.
Luis Segura y David también salen de su habitación que comparten con otra gente (no cabían en la nuestra), y los 4 ya preparados bajamos a desayunar al comedor. Somos casi los últimos pero no los únicos. Es noche cerrada, muy oscura, pero buena, fría sin mal tiempo. Perfecta.
Bajamos del comedor al vestíbulo donde tenemos los hierros, cuerdas, arneses… Joaquín Murcia nos acompaña. Dice que él no duerme mucho. Y después de equiparnos y estar ya listos para la ascensión, salimos a la terraza exterior y nos hace la foto de salida.
Son aproximadamente las 3 de la mañana. Algunos pocos grupos han salido ya camino arriba en busca de las alturas del Monte Rosa. No los vemos cerca, y emprendemos la marcha en busca del glaciar del Monte Rosa, saliendo justo por detrás del refugio por la ladera rocosa, caótica, seguimos huellas en la nieve de otros que ya han pasado por aquí y buscando marcas, pinturas, hitos incluso, que nos guíen hacia la cima del Monte Rosa.
Me vienen a la mente los viejos recuerdos de la subida al Glaciar del Monte Rosa desde el lugar donde acampamos, poco más arriba del refugio, fantasmas de esa larga subida entre la oscuridad, entre aquel caos de rocas sueltas y roca lisa, madre, con una pendiente casi peligrosa, que se me hizo eterno, interminable. Incluso amaneciendo aún no habíamos llegado a los pies del glaciar. Quizás por eso cogí enseguida la cabeza del grupo en medio de aquella oscuridad tan negra e intimidadora, y subía con una marcha algo rápida como intentando hacer que el día despertará antes, o para dejar rápidamente esta ladera caótica de neveros, rocas, pasajes, escarpes, piedras y empinados neveros helados.
Hay huella hecha en los congelados neveros que nos hacen de escalones para poder progresar, con lo que no hace falta sacar los crampones por el momento. Como voy tirando del grupo, el resto de compañeros confía en lo que hago, menos Luis Guerrero que me pregunta “¿estás seguro de que no hace falta ponerse los crampones?”, “Hay escalones hechos de las huellas en la nieve, podemos subir bien con los bastones”. Y seguimos nuestra andanza por esta caótica ladera de neveros, rocas, escarpes y pendientes empinadas.
Hasta que llega un momento en que el recorrido deja de subir tanto y se allana mientras cruzamos una zona con nieve, como bordeando por la derecha, algo más bajo, una zona concreta. Nos damos cuenta de que ya estamos saltando grietas, sin saberlo nos hemos subido a la parte más baja del Glaciar del Monte Rosa; pero la noche aún es cerrada. Ahora, saltando algunas de estas “pequeñas” grietas, pisando nieve que ha quedado en ellas (desde la aventura por los glaciares del Finsteraarhorn, ya voy con mucho cuidado en estos casos, y con el corazón en un puño).
Una vez que hemos cruzado ese supuesto campo de grietas, quedando la ladera del glaciar a nuestra izquierda y la caída del mismo hacia la parte del Glaciar Grenx, a la derecha, llegamos a un punto en que vuelve a girar el recorrido hacia la izquierda como queriendo subirse de nuevo a la parte más alta o central del glaciar, dejando a nuestra espalda las vistas (invisibles por la oscuridad de la noche) a la zona del Glaciar Grenx. Un largo recorrido por nieve durita sin grietas, dejando ahora la zona de grietas abajo a la izquierda y la ladera del glaciar a la derecha. Sigo yendo el primero, tengo ganas de llegar a terreno conocido o que salga pronto el sol. Antes de cruzar esta zona de grietas y observando que ya tocábamos hielo duro, azulado, del glaciar, nos hemos parado a ponernos los crampones; pero no nos hemos encordado ni casi sacado el piolet, el recorrido es fácil, sin peligro (menos por las invisibles grietas) y parece bastante pisado, transitado… aunque no nos cruzamos con nadie. Es un solitario y largo recorrido hacia Satteltole.
Una vez llegados a otro punto de este recorrido, volvemos a girar a la derecha como poniéndonos de frente a la vaguada o valle que hace el glaciar y pendiente arriba, dejando a nuestra espalda la zona subida de la ladera de rocas y neveros, con el refugio al final, y delante de nosotros todo el Glaciar del Monte Rosa en todo su apogeo. En este giro espero de nuevo a mis compañeros. Me he vuelto a avanzar… será la nota predominante en toda la subida. Parece que el sol ya quiere comenzar a iluminar este nuevo día ¿Cómo es posible si hemos salido más tarde? La respuesta es que, comparándolo con la subida de hace 14 años, esta vez hemos salido 2 horas antes (más o menos) pero estamos en los primeros días de julio y hace 14 años era la segunda semana de agosto, con lo que amanece antes ahora con una clara diferencia.
A partir de aquí es seguir el recorrido muy bien marcado de los que han pasado, subido y bajado, antes por aquí. Pero a pesar de que la luz del día comienza a aclarar la montaña, seguimos sin ver a nadie por encima ni por debajo de nosotros en todo el recorrido. No hay tregua, todo es subida, subida y subida… da la sensación de que la pendiente no es muy empinada cuando subo y llevo un buen ritmo, tanto que dejo en varias ocasiones a mis tres compañeros bastante atrás y les voy esperando y haciendo fotos. Pero a la bajada comprobaremos que sí están realmente empinadas estas suaves y onduladas laderas del Glaciar del Monte Rosa.
Mientras subimos el día se aclara, el sol va saliendo y rozando sus rayos en las cimas de las montañas que van quedando a nuestra espalda: el Cervino, Dent Blanche, Weisshorn, Breithorn más cerca… ofreciéndonos un espectáculo precioso y asombrosos de un paisaje de alta montaña alpina. Espectacular. Me vuelven a llegar los recuerdos de hace 14 años: el paisaje. Esas estupendas fotos. Pero da la sensación de que a pesar de ser las mismas montañas y valles, algo ha cambiado… igual he cambiado yo y mi punto de vista, la forma de ver las cosas, o es que ya no tengo el efecto sorpresa de ver este espectáculo por primera vez ¿decepción, dudas? Sentimientos extraños. Es como encontrarte con algo, cuando esperabas mucho más… pero el paisaje y las montañas son las mismas ¿Qué ha pasado?
Van pasando las horas y minutos y seguimos subiendo. El día ha amanecido magnífico, soleado sin nubes (por el momento), las predicciones y suerte están de nuestro lado. Allá arriba veo las rocas desnudas de la cresta o escarpes, espolones, que suben a Sattel. Reconozco esas vistas y terrenos ¿estamos cerca? No demasiado. Poco más arriba el recorrido que sigue por el fondo de la vaguada del fácil y nada peligroso Glaciar del Monte Rosa, comienza a girar a la izquierda, más arriba derecha, izquierda… como un gran zigzag, parándonos en las zonas menos empinadas para reagruparnos y descansar algo… hasta que dejo de ver los escarpes de la nombrada cresta de Sattel para ponernos por encima de su altura y poco a poco vislumbrar el valle entre el Nordend y la cresta de la Dufourspitze, y poco más arriba por fin el comienzo de la cresta con Satteltole a su derecha, Sattel más a la derecha, y la impresionante rimaya que hay que cruzar para subirnos al collado de Sattel, comienzo de la cresta de la Dufourspitze. Pero aunque ya lo estemos viendo, aún queda mucho tiempo para llegar hasta ellos.
Pero por fin ya vemos otras cordadas: un grupo de 4 se acerca por el recorrido marcado en la nieve justo a la parte baja de la helada pendiente y dôme que nos sube a la cresta, para llegar al collado de Sattel; aún no han llegado al punto donde hay que “saltar” la rimaya. El día ya está en todo su apogeo tiempo antes de llegar a ver las puntas y partes de Nordend y Dufourspitze. Seguimos subiendo y mientras lo hacemos observo al grupo de delante que se ha parado bajo la ladera vertical y congelada de hielo, nieve que te sube a la cresta de la Dufourspitze, y ha mandado a un “explorador” que revise la rimaya. Llega al punto de la grieta y a los minutos vuelve al grupo encordado. Están otros minutos parados, indecisos, y al cabo de poco tiempo emprenden la bajada sin llegar a la rimaya. Me sorprende. Mientras nosotros seguimos subiendo y acercándonos a su punto de encuentro. Las vistas hacia la cresta y Nordend son espectaculares. Ya estamos muy altos. El día es muy soleado y con una magnífica visibilidad. Observo claramente el camino a seguir, pero no llego a distinguir la cima del Monte Rosa, la Dufourspitze, puede ser que esté detrás de aquel gendarme de allá arriba en medio de la cresta…
Después de cruzarnos con este grupo que ya van de bajada, con montañeros de mediana edad, no se han atrevido a cruzar la rimaya, vuelvo a descubrir otros grupos que sí la han cruzado, han estado esperando en Satteltole o ya están subiendo por la congelada y aireada ladera que nos sube a la cresta, dejando el piquito Sattel y su collado a nuestra espalda y abajo. Poco más arriba descansamos en un punto donde algunos se han dejado los bastones. En la cresta no hace fata bastones, al revés, pueden ser peligrosos. Creo que es el mismo punto donde nos quedamos tumbados hace 14 años para comer, descansar y hacer fotos. Nos da un poco el “sueño de altura”, he subido muy rápido y las consecuencias de la altura siempre se notan. Pero no irán a más. Debemos estar entre 4.100 y 4.200 metros de altura. Espero a mis compañeros, descansamos y comemos algo. Observo la rimaya, Satteltole. Reconozco los lugares de hace 14 años… espero que no se repita la historia.
Estamos fuertes y animados. El grupo ha ido subiendo entre charreta y charreta, mientras yo me adelantaba en solitario. Emprendemos el camino ahora hacia Satteltole que poco a poco lo tenemos más enfrente y cerca, a la vez que avanzamos. Hay otras huellas en otro vértice de la ladera helada que sube sin tener que saltar a rimaya. Luis Guerrero me dice de subir por ahí para evitar la rimaya, le digo que está más empinado y peligroso que la subida normal.
Poco a poco nos colocamos bajo la empinada ladera congelada, helada de hielo o nieve congelada, que baja de la cresta y sigue hacia Satteltole y Sattel, a la vez que nos acercamos a la grieta de la rimaya justo bajo el falso llano de Satteltole a caballo entre la parte por donde hemos subido y las paredes, barrancos, escarpes verticales que bajan o acaban en el Glaciar Grenx al otro lado.
Llego a la rimaya. Me paro, observo el paso. Hay unas especies de escalones en la nieve, arriba de la grieta, que se habrán abierto para poder subir al collado. Guardo los palos y saco un piolet. Me acerco al paso. No es difícil, solo que puede dar impresión saber que debajo de ti hay una grieta con un fondo indeterminado, peligroso, pero la grieta no está tan abierta, lo único es que en esta parte, forma una pared de hielo al otro lado del abismo y hay que superarlo. El frio en esta parte de agudiza, el viento se hace más fuerte, estamos a más de 4.300 metros y en una zona de sombra donde el sol solo nos calentará a mitad de mañana. Llevo unos guantes finos, no los alpinos que los llevo en la mochila, y debajo de la chaqueta una capa fina, debería ponerme lo guantes buenos y más ropa bajo la chaqueta, pero no lo hago… el frío se intensifica; no debo pararme.
Vuelvo a intentar subir la rimaya con un piolet, pero me falta un único apoyo, un único punto, para superar la rimaya tranquilo, dos pasos atrás y saco el segundo piolet (el que Luis Guerrero no quería sacar), ahora no hay problemas. No nos hemos encordado, fallo. Supero en medio minuto la rimaya y subo al frio y ventoso Satteltole, mucho frío y molesto, gélido viento. Desde la parte llana o nada peligrosa de Sattetole no veo a los compañeros que se han quedado allá abajo junto a la rimaya. Y la comunicación se hace difícil o casi imposible. El siguiente es David que sigue mis pasos. No veo como sube o las condiciones de sus pasos, pero Luis Guerrero se escandalizará por su forma de coger el piolet, un único piolet, y subir, superar el paso, la pared de la rimaya… por cierto, llevaba mis viejos y pesados piolets, los cuales ya no me fiaba de su dragonera, de la cinta que de vieja ya corría sola por las anillas… y cuando David llega a mi punto a salvo es cuando vino el lio…
David sube y llega hasta mi posición, sin problemas. El sitio no es peligroso pero no conozco a David que según Luis Segura es la primera vez que hace este tipo de actividades. Le digo que se arrodille y clave su piolet en suelo helado para no resbalar, asegurarse. El siguiente en subir es Luis Guerrero que nos dice de echar una cuerda para asegurar su subida y paso por la rimaya, intento hacer una reunión con un triángulo de fuerza con los dos piolets y metiendo un clavo de hielo. Paso la cinta, mosquetones, hago nudos 8 en la cuerda para asegurar ahora a David a la reunión, a mí y el extremo de la cuerda por la que subirá Luis Guerrero. Todo esto parece sencillo, pero me llevó muchos minutos… poca experiencia o práctica, mucho frío aquí arriba, y encima la cuerda está rizada cuando la saco de la mochila de David. Por último hay que echar el otro extremo de la cuerda hasta que la cojan los dos luises allá abajo… no me atrevo a asomarme demasiado y mi poca fuerza entumecida por el frio no llega a lanzar la cuerda lo suficiente como para que les llegue a ellos. No les llega la cuerda, no hay manera…
Al cabo de un tiempo eterno pasando frio y malestar en el ventoso Satteltole (tenía que haberme puesto los guantes alpinos y la segunda capa que abrigue más debajo de la chaqueta North Face), a Luis Segura que sí lleva dos piolets técnicos, se le ocurre la idea de subir él, pasar la rimaya, atado a la cuerda que ellos llevan, y así asegurar en el otro extremo a Luis Guerrero una vez que Luis Segura llegara hasta nuestro punto y se asegurara en la reunión. Dicho y hecho. El paso que nos estaba costando tanto tiempo preparar para que Luis Guerrero pasase, se libró en pocos minutos una vez Luis Segura se había asegurado.
Luis Guerrero aparece en el horizonte del Satteltole “¿ves? Con el apoyo de la cuerda se sube rápido”. Cierto. Podría haber hecho un seguro con mi propio cuerpo y todo hubiera quedado resuelto en 5 minutos, pero no me fiaba de dejar a David sin asegurar, a pesar de estar en un sitio relativamente llano y seguro… había observado señales de grietas, pequeñitas, que podrían ser las ventanas a otras más grandes debajo, en el mismo collado… ¡Quien sabe!, No quería llevarme ningún susto con David. Luis Segura ya llevaba sus dos piolets y ya tenía otras experiencias como en el Finsteraarhorn, donde las dificultades fueron bastante superiores…
Por fin estamos todos en Satteltole. Hemos pasado frio, hemos perdido tiempo… todo eso hace mella, pero no desistimos. Ahora queda la subida por la larga pala helada, congelada, de hielo vivo, muy duro que nos ha de subir al comienzo de la cresta de la Dufourspitze desde Satteltole, la pala en la cual Jesús Santana no se vio seguro hace 14 años en aquella aventura de subida al Monte Rosa… no dejaré que pase de nuevo, ahora ninguno duda de la subida y condiciones a sufrir.
La subida lo intento hacer lo más rápidamente posible. Buen ritmo, buen paso, no quiero pararme en mitad de esta subida, la perdida de equilibrio podría ser fatal. Apenas se clavan las puntas de los crampones, con lo que clavar un piolet aquí sería imposible, además el hielo tan duro y la pendiente en el lado norte, haría que al caer no pudieras pararte y cogerías velocidad hasta caer en una rimaya, en una grieta o pararte nieve blanda allá abajo… peligroso. La caída por el lado sur hacia el Glaciar Grenx sería casi una caída libre por una escarpada pared de roca; más peligroso.
A medida que subimos en este magnífico día en esta congelada pala cimera hacia la punta de arriba, comienzo de la cresta de la Dufourspitze, observamos como algunos grupos comienzan a bajar por la cresta que vemos seguida, con aquel característico piquito o aguja al final de una crestecilla de nieve, hacia el sitio al que nosotros estamos, como si estuvieran volviendo, cresta abajo ¿Qué habrá pasado? ¿Por qué bajan por la cresta? Luis Guerrero y yo nos lo preguntábamos a la vez que llegábamos a la parte más alta de la larga pala congelada cimera. Hace 14 años sabíamos que habían montado unas maromas para poder bajar ayudados por ellas por una chimenea hasta el Glaciar del Monte Rosa justo desde la cima de la Dufourspitze… ¡¿Por qué bajaban por aquí?!
Llegados a la punta de la pala, aquí comienza la cresta horizontal en un principio, acabada en una subida hasta en una ancha aguja por una palita o crestita de nieve, el lugar más alto hasta donde llegaron Quique y Trino. Ya estamos a casi 4.500 metros, según el mapa cartográfico nos faltaría un metro para esos 4.500 metros (Satteltole está a poco menos de 4.350 mts.). Este es el mismo punto al que llegué con Jesús Santana hace 14 años en la subida al Monte Rosa. Luis y yo nos paramos. Esperamos a Luis Segura y a David que suben seguidamente. Antes de llegar éstos pregunta Luis Guerrero en inglés a una cordada que baja “¿por qué bajáis por aquí?” Una cordada en la que la guía era una mujer joven nos dice que han quitado las maromas que bajan de la cima de la Dufourspitze, con lo que hay que deshacer la cresta y bajar por aquí.
Esto nos desanima. Hemos pasado frio y perdido tiempo con el paso de la rimaya de Satteltole, ahora esto, yo sigo sin ir abrigado debidamente y esperando al resto del grupo comienzo de nuevo a sentir frio, mucho frio, estamos muy altos y nos queda solo una media hora de cresta creo yo, hasta la cima de la Dufourspitze. El tiempo acompaña; solo aparecen algunas nubes altas por el horizonte hacia el oeste, pero el frio si te paras es intenso, paralizante.
Llegan David y Luis Segura al punto donde comienza la cresta que es donde nos hemos parado Luis Guerrero y yo. Todos paralizados no nos decidimos. Yo cada vez tengo más frio y eso me desanima, no me deja pensar ni avanzar… ya sabéis lo que puede hacer el frio intenso… “¿Qué hacemos, seguimos o nos bajamos?” nos pregunta Luis Guerrero después de informar de que no hay maromas para bajar de la Dufourspitze y hay que deshacer la cresta que tenemos seguidamente. Nadie dice nada. Yo estoy paralizado y desanimado por el frio y por la noticia de la desaparecida maroma. No puedo decir seguimos pero no quiero decir bajamos. Nadie dice nada. Pasan segundos en silencio. Luis Guerrero insiste. “Nadie dice nada, pues lo digo yo, vamos para abajo” Acaba diciendo Luis Guerrero.
Y así comenzamos a bajar desandando lo subido. Es una pena. No puedo insistir de seguir hacia arriba, el frio ha hecho mella en mí, en mi cuerpo y me pide calor, bajar, salir de este infierno de viento y frio… al final un conjunto de circunstancias, condiciones que nos hace decidir bajar sin llegar, por segunda vez como hace 14 años, a la cima de la Dufourspitze. Curiosamente nos hemos quedado en el mismo punto donde me quedé con Jesús Santana hace 14 años en la subida al Monte Rosa. Curioso. Algo decepcionado, pero la montaña tiene estas cosas, a veces no es por tus condiciones o las de la montaña, si no un conjunto de circunstancias, un cúmulo de despropósitos… pero la montaña no se moverá de aquí; no será la primera montaña a la que llego a su cima al tercer intento… pero no creo que hayan más de tres intentos en esta impresionante y sufrida montaña, la más alta de Suiza y la segunda más alta de los Alpes… por suerte el tiempo nos acompaña, las vistas son impresionantes, esta parte de los Alpes son preciosos y magníficos.
Bajamos la pala congelada, helada. No hay problemas. Me quedo el último y veo como los compañeros van bajando por la congelada pala cimera. Las vistas hacia el piquito de Sattel, al gigante Liskamm y abajo al Glaciar Grenx son impresionantes, increíbles… que cantidad de nieve y hielo que hay a esta altura, y de aquí hacia el fronterizo y alto Refugio de Margarita. Precioso y frio paisaje. Miro hacia abajo y recuerdo aquellas fotos echas a Jesús Santana hace 14 años en este mismo sitio, recuerdo el momento e intento hacer las mismas o parecidas fotos, pero esta vez como protagonistas a Luis Guerrero y a David. Fascinante.
En mitad de la bajada hay una roca y un paso algo más delicado, pero existe una reunión con una cinta por la que podemos pasar la cuerda a modo de seguro, está bien, te quita el miedo. Abajo en Satteltole solo queda salvar la rimaya, la famosa rimaya que tanta lata nos ha dado para subir. Cojo la cuerda y aseguro con el peso de mi cuerpo la bajada de cada uno de los compañeros. Una vez están todos debajo de Satteltole, al otro lado de la rimaya, recogen la cuerda y esperan mi bajada. Lo hago con los dos piolets y sin cuerda, bajando de espaldas. No hay problemas. Realmente el paso no es complicado, acostumbrado a pasos de hielo y nieve en la montaña.
Una vez todos en la huella del recorrido solo queda bajar la larga, larga, larga pendiente, pendientes, laderas onduladas del Glaciar de Monte Rosa. Es curioso que este glaciar si, lo comparamos por los glaciares que lo rodea, Grenx y Gorner, parece pequeñito, pero cuando estás en él, pateando parte de sus laderas heladas, parece enorme, gigante. Curioso. Fotos en la bajada. Fotos parecidas a las que hice hace 14 años, pero ahora “sin carrete” puedo hacer muchas más y escoger la que más me guste… pero ninguna será comparable con la de hace 14 años, porque los momentos siempre son únicos aunque el paisaje sea el mismo.
En la bajada sufren las rodillas, no hay tregua, pero bajamos rápidos, siempre admirando el paisaje, fotografiándolo, y charlando, siempre de buen humor y cargados de energía. A pesar de no haber llegado a la cima de la Dufourspitze que no se ha dejado conquistar, hemos llegado muy alto y lejos, y es merecida la alegría y entusiasmo.
Bajamos por todo el glaciar con paso ágil pero sin prisa, es pronto comparado con hace 14 años. El resto de cordadas ya han bajado, aunque parece que alguna se ha quedado retrasada y nos la encontraremos casi al acabar el glaciar. Sigue tan bien y cómodo como a la subida, sin una grieta peligrosa, aquellas famosas de las que nos avisaban hace 14 años. El glaciar seguía perfecto. Solamente al llegar casi a la parte más baja del mismo, por el que ya habíamos pasado a oscuras, observamos aquellas grietas cubiertas por la nieve. Me acordé de aquella travesía por los glaciares que rodean el Finsteraarhorn, cuando la nieve que cubría la nieve solo era una capa muy fina, frágil y blanda que escondía un aterrador abismo sin fondo y oscuro bajo ella: una grieta glaciar. El pavor y el respeto inundaban mis emociones. Pero esta nieve estaba más dura y firme, se podía pasar sin miedo pero con el cuidado y atención requerida; seguíamos sin encordarnos, comprobando las grandes grietas que estábamos cruzando, la cual recorríamos por la ladera que más se acercaba al Glaciar Grenx, como rodeando la parte central del campo de grietas más importante: se notaba el azul, grisáceo del duro hielo y entre las bandas de hielo, el blanco de la nieve que quedaba y los unía, señal inequívoco de que la nieve cubría una grieta glaciar… por suerte no era tanto… cuatro pasos.
Pocos pasos más abajo un enorme nevero era la parte final del glaciar por la que bajábamos casi corriendo. Al final del mismo una especie de balcón o repisa del terreno, y abajo la pala sin hielo de piedras, roca y escarpes, ese laberinto de piedras y roca madre. Un excelente lugar para parar a comer algo mientras vemos allá abajo el original edificio del Refugio de Monte Rosa. Detrás de este lugar, toda la lengua enorme y gigante del Glaciar Grenx acabando en el Glaciar Gorner, que baja por el otro lado del lugar, con el precioso y espectacular Cervino en el centro del paisaje. Impresionante.
Ahora solo queda bajar por toda esta pala siguiendo las huellas en los neveros, los hitos entre las rocas y pendientes. Es largo, largo, pero fácil y entretenido. Parece que no llegues nunca al refugio. Recuerdo aquella bajada hace 14 años a la tienda de campaña, al campamento, tirando algo más a la izquierda (mientras bajas) y poco más cerca que el mismo refugio; y aun así se me hizo eterno, mucho más lento supongo que por lo arto de tanto bajar, tanto caminar… hoy es diferente, tenemos casi ansiedad por llegar al refugio, cada vez más cerca y por un recorrido mejor señalizado, para dejar atrás este caos de rocas, piedras, neveros, recovecos y escondites entre escarpes y roca madre. Y en no demasiado tiempo llegamos a la terraza del Refugio de Monte Rosa.
El resto del grupo está en el refugio. Ya han hecho una actividad por esta caótica y fea ladera que queda justo entre el refugio y el Glaciar del Monte Rosa, por la que hemos andado nosotros, y ahora descansan. Noticias de no haber hecho la cima. “Me he quedado en el mismo sitio que hace 14 años” repito cada vez que me preguntan, y contamos los despropósitos y anécdotas… han faltado los 2 piolets de Luis Guerrero, comienzo a describir el “nefasto” conjunto de circunstancias…
En un momento dado David comenta que en el punto decisivo el que tenía que haber animado al resto del grupo tenía que haber sido yo, supongo por ser el “supuesto guía o cabecilla, líder” del grupo de ataque a la cumbre. Rotunda y enérgicamente le digo que no, que yo no tengo que decirle a cada uno si tiene que seguir o no, subir o no, que cada uno en aquella situación o punto, ya debía de tener decisión propia para seguir si quería, y que si hubiera animado al resto del grupo y hubiéramos seguido por la cresta, lo que quedaba de ida y regreso era más duro o peligroso como para que pasara algo y me echaran a mí la culpa o me hicieran responsable; no. Esto no es una carrera en la que uno se cansa y el resto de corredores le anima, y si no puede, para y se va a casa. No. Aquí no está la casa cerca ni la gente que te puedan ayudar si pasa algo malo, solo estamos nosotros, y la inhóspita alta montaña alpina. No. Aquí hay una línea roja que no pasaré, más que por el bien de los compañeros, por mi propio bien y responsabilidad, egoísta responsabilidad.
Pasamos tranquilos el resto de la tarde. En una mesa del fantástico comedor del refugio, Vicente nos cuenta lo que han hecho, hasta donde han llegado. El día sigue bastante bueno a pesar de esas nubes altas que nos podían indicar la aproximación de mal tiempo para esta noche o mañana; pero al final nada de eso.
En la puerta o terraza del refugio hay mucha gente, muchos que no estaban ayer. Son guías con sus clientes que han bajado del Monte Rosa y seguramente venían del Refugio Margarita pasando por la Dufourspitze o por el Glaciar Grenx. No paran de tomar esas cervezas, esas pintas, de medio litro, que tan buenas y frescas te dan en este refugio. Y después la cena; antes de que se ponga el sol por detrás del Cervino o del Dent Blanche… será el último atardecer que veremos en este viaje, ya que mañana bajamos a Zermatt.
Y así, después de cenar y hacer un poco de sobremesa, nos vamos a dormir con la cabeza y la mente dubitativa… ¿Qué hubiera decidido yo allá arriba a 4.500 metros si no hubiera tenido ese frío paralizador? ¿hubiera seguido por la cresta a pesar de saber que tenía que volver por lo andado? ¿me hubieran seguido mis compañeros a pesar de todo?… yo tengo la respuesta ¿y vosotros?