Este día ya no hay prisa. Nos levantamos sin madrugar. Ya esta todo, casi todo hecho en este viaje, solo queda volver a Zermatt cruzando una parte desconocida para todos, por el que no pasé yo la última vez hace 14 años, y es el paso por el Glaciar Gorner más arriba que por donde fuimos a la ida, por la otra ruta al Refugio del Monte Rosa.
El día se levanta igual de bien que el resto de los días anteriores, soleado y sin nubes. Desayunamos en el último turno sin prisa y descansados. Poco después del desayuno recogemos todo y nos disponemos a salir despidiéndonos del refugio y de los buenos días que hemos pasado entre sus paredes de metal, madera y conglomerado. Otros grupos ya han salido, y otros pocos lo hacen con nosotros o detrás de nosotros, en busca del Glaciar Gorner. Se me ha olvidado echarme más camisetas y prendas, me las he dejado en la consigna del albergue juvenil lugar de donde pasamos la noche antes de salir hacia el Monte Rosa y hacia donde vamos ahora en Zermatt, y tengo que ponerme de nuevo la buena camiseta de manga larga de Arterix, con un poquillo de olor a tigrecillo.
Ya estamos listos. Nos hacemos la foto de grupo y de partida del Refugio del Monte Rosa con las magníficas vistas del Glaciar Grenx, las montañas Castor, Pollux… en un día resplandeciente, brillante… ¡Adios queridas y espectaculares montañas! ¡Hasta pronto Monte Rosa! No he dado por perdido el llegar a tu cima…
Salimos del refugio por la parte lateral y vertiente que mira a la montaña, pero en lugar de coger pendiente arriba como si buscáramos las cimas del Monte Rosa giramos nada más salir hacia el hueco, el vallecillo al norte, que dejó los restos del glaciar y que justo abajo excavó para formar el laguito muy próximo al refugio. Dicho laguito es el mismo por el que pasamos y descansamos en sus orillas justo antes de subir al refugio; la idea ahora es pasar por la parte de arriba del mismo. Por una morrena de rocas y vertientes verticales por el que no piensas que puede existir ningún paso para llegar hasta aquí.
Pero el recorrido está muy marcado por esas pinturas azules y blancas, y menos mal, por que los rincones y escarpes por lo que pasa el camino, si no fuera por estas marcas, sería muy perdedor… además que tenemos que pasar por lugares o pasos, únicos sitios para poder cruzar y avanzar: pasarelas, cuerdas… para cruzar barranquitos, lisa roca resbaladiza, congelados neveros… pero al final se hace entretenido y disfrutamos del recorrido bajo las vertientes y final del Glaciar del Monte Rosa. Se podría decir que el recorrido iba entre la parte más baja de la última lengua (o lenguas) del Glaciar del Monte Rosa y la lagunita (único lago del lugar) allá abajo; casi a la misma altura que queda el Refugio del Monte Rosa.
Las vistas son increíbles, preciosas, como siempre mirando hacia el Glaciar Grenx y parte del Gorner, allá abajo a nuestra izquierda, y al fondo el siempre vigilante e impasible Cervino, con ese porte imponente y desafiante, precioso. A nuestra espalda va quedando, se va alejando el cubo o extraño trapecio del Refugio del Monte Rosa, y más al fondo las espectaculares heladas vertientes del Liskamm, y los hermanos Castor y Pollux.
Llega un momento en que el recorrido cruza una especie de espolón, loma cimera o morrena que separa la zona del hueco del lago bajo los restos del Glaciar del Monte Rosa de la zona por el que transcurre y baja el Glaciar Gorner. El cual viene de la parte norte de la ladera del Nordend, un gigantesco y amplio plateau en el que recogen todos los hielos y nieves del lugar, y los impulsa y baja gracias a su peso y gravedad, por el vallecillo que cierra la cresta, la loma cimera de Gorner, Gornergrat… allá al fondo ya vemos la formidable lengua de hielo del nombrado glaciar.
De esta parte hasta los límites del glaciar recorremos una parte fácil de un terreno en el que se nota hace tiempo los hielos del glaciar lo cubrían. Llegamos hasta sus líndes justo en un punto en que el hielo no está demasiado agrietado ni inestable. Una espectacular ventana en los muros del hielo del Glaciar Gorner nos dá la bienvenida y fotografiamos para inmortalizar este paisaje, este precioso monumento helado de la naturaleza.
Nos subimos fácilmente al glaciar. No hace falta calzarse los crampones. Esta parte del glaciar está mucho mejor que la parte del recorrido de la unión de los dos glaciares de hace dos días pocos metros antes de salir y subir por aquella morrena. Además, cuando tenemos que seguir glaciar abajo, han clavado unas balizas (aquí sí) para indicarte que parte del glaciar está mejor para no meterte en ningún lio entre grietas.
Hay más gentes en este glaciar: grupos que bajan con nosotros del refugio y se paran para hacer prácticas en el hielo del glaciar, y otros que suben, grupitos de excursionistas “tipo guiris” con pocas pintas de alpinistas. Nos paramos para hacernos fotos: con el glaciar, con las vistas, nosotros, sin gente… la verdad es que esta parte del recorrido, sobre todo una vez que te subes al lomo helado del Glaciar Gorner, las vistas vuelven a ser espectaculares: a nuestra espalda queda muy bien definida la montaña, el macizo del Monte Rosa, que acoge al Nordend y a la cresta de la Dufourspitze. Las vistas a esta montaña son increíbles, preciosas y espectaculares. Aprovechamos para hacernos una foto los 4 aventureros con el fondo del fabuloso macizo… una increíble pared me llama la atención; es un barranco que salva mucho desnivel. Magnífico e imponente. Vemos perfectamente los perfiles de la subida a la Dufourspitze, increíble. Observamos donde nos hemos quedado. Charlas, comentarios. Desde aquí no parece que quedara tanto; como solemos decir, “lo teníamos ahí”.
Algunos de los compañeros menos confiados se calzan los crampones cuando siguiendo el glaciar, éste comienza a inclinarse y a bajar con pendiente. Pero realmente no hace falta, la misma rugosidad del hielo, de la superficie del glaciar, te agarra las suelas de las botas que se cuelan los cubos de hielo entre los tacos e impide resbalar. No hay peligro. Solamente sufro (creo que se ha convertido en una fobia por lo que nos entramos en los glaciares alrededor del Finsteraarhorn) cuando hay que pisar nieve sucia que cubren grietas sensiblemente diferenciados por la diferencia de color; del gris azulado del hielo glaciar al blanco marronoso de la nieve. “cuidado donde pisáis, saltar al hielo, no quedarse parados en la nieve…” doy instrucciones a los compañeros del grupo mientras observo como cruzan estos pasos. Algunos obligados al ser los únicos pasos para saltar alguna grieta más abierta que el resto. Pero al final todo bien.
Una vez hemos cogido la loma cimera, en el centro de la lengua glaciar, giramos a la izquierda siguiendo la lengua glaciar hacia abajo, caminando y haciendo un recorrido durante un buen rato, hasta observar como las balizas se paran en una orilla fácil del glaciar junto a una especie de llano bajo la cresta de Gorner. Aquí hay numerosos grupos que quieren caminar por el glaciar y puede que muchos de éstos no se han puesto unos crampones en su vida.
Hay un gran hito y una marcada senda en este lugar. Aquí nos reagrupamos, cambiamos o quitamos los crampones los que se los hayan puesto. Un pequeño descanso comentando lo especial y fabuloso del recorrido por este glaciar. Todos muy contentos. Y ya desde aquí seguimos la senda que en pocos metros, con una leve subida, nos deja en el cruce donde hace dos días decidí en nombre del grupo, escoger y seguir el recorrido de la derecha en lugar del de la izquierda. Ahora salimos por la otra senda y llegados a este cruce, ya solo nos queda desandar la senda, en subida y hacia el oeste, dejando las pendientes de la cresta de Gorner (Gornergrat) a la derecha y el gran hueco del valle donde discurre en su fondo el gran Glaciar Gorner a la izquierda. Ya conocemos el camino, no hay pérdida. Recordamos no hacer caso al pequeño cruce en la misma senda que nos subiría directamente a Gornergrat. No, nuestro destino es Rotenboden.
Senda arriba caminamos sabiendo que ya se acerca el final de la aventura en el Monte Rosa, con lo que aprovechamos para hacernos fotos e inmortalizar el momento. El día sigue siendo magnífico, aunque algunas nubes no demasiado altas, comienzan a tapar las cimas de los macizos y montañas más altas, dan un toque de blancura al cielo y una de ellas se ha colgado de la mitad de la montaña del Cervino, aún así es una montaña y paisaje grandioso. Justo ahora, en esta senda de subida a Rotenboden, lo tenemos enfrente y es el centro de nuestros objetivos fotográficos. Fotos de amistad en grupo con el gran Cervino, Matterhorn de fondo.
Llegamos a Rotenboden. Como siempre lleno de gente el lugar. Los turistas y domingueros aprovechan la parada del tren cremallera para hacerse unas fotos con el Cervino de fondo o protagonistas. Pensando en bajar a los laguitos o bajar por la senda por la que nosotros salimos en busca de las vistas o el salto al Glaciar Gorner. Echamos la mirada a atrás y nos despedimos de esas montañas impresionantes y bellas que dejamos: al fondo queda el Monte Rosa rodeado por los glaciares Grenx y Gorner, el Liskamm, Castor y Pollux con sus hielos y aportaciones al Glaciar Grenx, y los escarpados perfiles del Breithorn que siendo una cima muy fácil desde el teleférico del Klein Matterhorn, el resto de sus cimas y perfiles son escarpados y desafiantes. Preciosos. Abajo en el fondo del valle, discurre el Glaciar Gorner, con esa lengua de hielo inmensa que poco a poco, año a año, lucha por persistir y no extinguirse. ¡Adiós, hasta pronto! Nos reagrupamos. Los tickets del tren cremallera son para salir desde la estación de Riffelberg. Ahora es cuesta abajo hasta la nombrada estación del tren cremallera, con lo que decidimos bajar caminando hasta dicha estación desde Rotenboden, mientras admiramos ahora el paisaje hacia las montañas que limiten al valle de la Mattertal por el oeste y noroeste: Ober Gabelhorn, Zinalrothorn, Weisshorn… y pegado a éste nuestro Bishorn, subido hace tan solo cuatro días. Pero de nuevo las vistas, girando un poco la cabeza, se dirigen a la cara noreste y este del imponente y precioso Cervino, su perfil y vista más famosa… parece que ya se le va la nube que tenía encima y las fotos salen perfectas.
En una hora y media escasa, con paradas y miradores, llegamos a la estación de Riffelberg. Desde Rotenboden habían varios caminos, algunos más largos que otros, escogemos el “de en medio”, el que nos lleva menos tiempo rodeando los laguitos que hay bajo Rotenboden, y a la vez sin acercarnos a las vías del tren cremallera hasta que no estuviéramos cerca de la estación de Riffelberg.
Y ya desde aquí solo queda bajar en el tren cremallera hasta la estación de Zermatt. Hubo quien decidió quedarse en un bar de un hotel cercano (cosa que no hay en Rotenboden) y otros optamos por bajar a Zermatt, cambiarnos, arreglarnos, llamar o contactar con España, la familia; hacer turismo por el pueblo, ver el partido de tenis con Leti (gran fan y entendedora del deporte), aprovechando tomamos unas cervezas en el bar de un tipo que parecía vikingo (aunque era inglés), y después buscar un sitio no demasiado caro donde podamos cenar esa noche todo el grupo comida típica suiza a modo de colofón de la actividad y viaje que habíamos realizado. Ya mañana sábado tocaba volver a España. Pero no íbamos a acabar la noche sin un poco de música en directo, algún cubata y algo de diversión, juerga, después de tanta montaña y esfuerzo. Y justo en la esquina de la calle que nos sube al albergue, al otro lado del puente del río en la calle que sale de la iglesia, un local con buena pinta nos ofrece dicho espectáculo… pero con cuidado que los cubatas salen caros en Zermatt.
Al otro día solo queda despedirnos de la ciudad, bajar a Täsch con el mismo medio con el que hemos subido. “Hemos perdido a David, ¿Dónde está?” esperándolo en la pequeña estación de coches contaminantes. Una vez aparece, partimos rumbo a nuestros coches. Despedida y buen rollo. El grupo alicantino coge la furgoneta de Joaquín Murcia con el remolque donde iban los “galgos” de Manolet y salen en busca de Rosas en Girona, donde pasaran la noche. Nosotros, con mi Ford, salimos en busca de Chamonix para hacer una parada en el pueblo y comer algo bajo la sombre del Mont Blanc… Eso sí, si tenéis que gastaros los dineros Francos Suizos en una gasolinera cercana a la frontera, mejor que lo hagáis en recuerdos y suvenires, por si la dependienta de la gasolinera te mete en un lio en la que estáis a punto de llamar a la gendarmería…
Ahí ha quedado por segunda vez la cima del Monte Rosa, quedándome en el mismo punto, a la misma altura que hace 14 años. La rabia o decepción de Luis Guerrero ha sido tan perceptible que nada más llegar a Zermatt ya ha alquilado habitación para volver el año que viene y atacar la cima de nuevo… no se le puede escapar la cima más alta de Suiza… si vuelvo con él sería mi tercer (y espero que último) intento a la Dufourspitze. Y ahora lo tenemos fresco, reciente, los cristalitos del frío de su cresta aún están pegado a nuestra piel… no lo veo mal. Podría plantearlo con un buen grupo de compañeros, con la sensación de ser el último intento y victoria sobre la conquista de esta montaña ¿la subiremos por fin?