De nuevo nos queríamos acercar al Valle de Estós para intentar llegar a la cima de los Gourgs Blancs, esa cima en la que me había obsesionado conquistar y pisar. Ya la había intentado en alguna primavera atrás, pero en su intento no llegamos siquiera a llegar hasta su falda por el estado y cantidad de nieve, demasiado blanda por laderas onduladas y empinadas. Esta vez sí teníamos que llegar. Iba a ser el segundo intento y no podíamos fallar.
En este viaje íbamos Pau y Luis Segura, compañeros con los que el éxito de la actividad la podíamos tener asegurada. Es verdad que volvíamos con condiciones casi invernales, y el estado de la nieve y su cantidad podría poner en riesgo el éxito del objetivo, llegar a la aspirada cima del Gourgs Blancs. Siempre es mejor volver sin nieve, con roca, en verano, y poder ver los pasos y rincones que con la nieve se esconden o se pueden poner más peligrosos (o fáciles, según) … a ver qué tal ahora; por suerte regresaba con el Pau, un compañero que camina por estas montañas como si fuera por su casa.
La idea era estar 3 días: 2 días de aproximación y bajada al coche, y un día para el intento a la cima, a la montaña. Tener 1 día entero para intentar la montaña es importante por el tiempo que nos puede llevar cruzar por la nieve según sus condiciones. Salíamos el 5 de mayo, sábado, hasta el lunes 7. Seguro que el domingo por la noche habrá poca gente al Refugio de Estós; refugio al cual vamos y donde pasaremos 2 noches.
Aparcamos en el sitio de siempre, en la entrada al Valle de Estós, y hacemos el recorrido de siempre desde dicho aparcamiento cerca de la carretera al Hospital de Benasque y en la entrada al Valle de Estós hasta el mismo Refugio de Estós. Podemos ver la descripción del recorrido de este valle en anteriores relatos y visitas como aquella en la que subimos por primera vez el pico Perdiguero.
Poco antes de llegar al Refugio de Estós, tenemos que cruzar la caída o restos de un enorme alud con muchos metros de alcance, que se extiende por toda la parte baja del recorrido y antes de llegar al río Estós. Éste baja por la derecha (según subimos) desde las inmediaciones del vallecillo que se forma desde el circo entre el Gourgs Blancs y los Clarabides, Gías, es el Valle de Gías, pues los restos de este enorme alud bajaba de este vallecillo. Alrededor del alud no hay nieve, en el fondo del valle donde está el recorrido no hemos pisado nieve, hasta llegar hasta los límites de este alud. Da impresión… ¡Te imaginas que nos pilla! Había una gran cantidad de nieve la verdad. Hubiera sido mortal, o casi mortal. Después nos dicen en el refugio que la caída de este alud es casi habitual cada año… ahora me entero, increíble.
El tiempo no es excesivamente bueno; nublado, con nubes, aunque sin precipitar, pero todo estaba preparado: mañana haría un día bueno para subir un tres mil en condiciones invernales (invernales primaverales). La nieve está en altura, pero no demasiado alta, a partir de unos 2.000 metros más o menos según la zona de la montaña, con neveros que se están deshaciendo más abajo de los 1.800 metros; pero nosotros tendremos que subir por el mismo alud… cosa que nos facilitará la subida aunque parezca mentira o peligroso. Y es que la dura nieve caída, transformada aquí abajo, es excelente a primera hora de la mañana.
Ya en el refugio reconozco las vistas hacia el fondo del valle. Poco a poco mientras el día avanza, cae el sol, nos envuelven las sombras, el paisaje, las montañas se van despejando, van cogiendo ese tono rojizo, después azulado de la nieve, y a la vez las nubes van desapareciendo, aunque no del todo, siempre quedaran aquellas como si la montaña fumara; dejando estas montañas nevadas, alejadas, bellas, perfectas, preciosas. Un paisaje que no me canso de contemplar y describir cada vez que llego a este estratégico refugio.
Al otro día intentamos madrugar. Queremos encontrar la nieve durita a primera hora en la parte baja del valle, para poder progresar sin problemas, para subir rápidos y a mitad de mañana ya estar en altura. El día se levanta despejado, idóneo, perfecto, antes de que salga el sol pero ya con claridad en la montaña, salimos del refugio por la senda o recorrido que sale de su lateral, como siguiendo los tubos del agua que abastece al refugio, y a la vez en busca de la bajada del agua y la salida del Valle de Gías.
Llegamos hasta el terreno de nieve helada, congelada, del alud, aún aquí abajo, y seguimos su rastro entre las vertientes verticales y de roca, con algunas paredes, por el hueco del torrente, por donde en verano baja el Barranco de Gías. Incluso sin crampones llega un punto en que la nieve congelada y la inclinación del mismo alud, se hace algo resbaladizo ascender por él entre las pareditas del barranco, por donde discurre el torrente bajo la nieve.
Pero al final se va subiendo, superando muy bien a pesar de la inclinación. Pero no debemos de meternos en el mismo sitio donde nos paramos hace 2 años en Invernal en el Valle de Estós. Por suerte hay más nieve y mejor. La idea es seguir en zigzag o por donde podamos, pero sin perder el surco del barranco por donde en verano baja el agua, valle arriba hasta que, en un determinado lugar, hay un falso llano, donde nos olvidaremos el seguir lo más profundo del valle, para girar un poco a la izquierda, como si buscáramos aquellas puntas escarpadas que van a ir asomándose poco a poco allá arriba mientras subimos la vista hacia el horizonte de nuestra dirección.
Poco a poco el horizonte, el valle, se amplía, se agranda, y las vertientes, las lomas, laderas, ya no tienen tanta inclinación, son suaves y largas, onduladas lomas, las cuales vamos driblando con zigzags. Loma tras loma subimos hasta que los escarpes de esas montañas que se asomaban, las tenemos ahora enfrente, magníficas y desafiantes. Son las Fites de Gías. Pueden dar lugar a equivocarse o confundir con el mismo Pico Gías, pero éstos no llegan a los 2.900 metros.
El día es espectacular. Disfrutamos como enanos con las vistas, con la gran cantidad de nieve que aún queda en altura en el Pirineo. Echando la vista atrás, al fondo del Valle de Estós y al otro lado, las estribaciones del macizo del Posets, la montaña es espectacular, un paisaje blanco, con pequeños aludes que recorren las laderas y barrancos más inclinados, pero precioso y magnífico. El Montidiego y el Bardamina nos saludan como centinelas avanzados del Posets. Maravilloso.
En medio de este día tan bueno y soleado, llegamos a una especie de balcón o de alta loma, con un gran hueco debajo de nosotros, delante de nosotros, una pequeña lagunita bajo la nieve. Nos reagrupamos. De izquierda a derecha podemos ya observar todos los picos y escarpes de esta especie de circo del Valle del Gías: desde los piquitos y altas paredes de las Fites del Gías, que parecen tapan al propio pico Gías, en el centro el perfecto collado, redondeado u ondulado como buen collado de alta montaña, el Puerto de Gías, toda la cresta del Gourgs Blancs con sus gendarmes y picos en el centro de la misma o en sus puntas, y acabando en el picudo promontorio del Pico Jean Arlaud. Si seguimos la misma cresta y ya casi a nuestra espalda queda la escarpada y poca conocida Seil dera Baquo o Xei de la Vaca, la cual desde esta posición nos ofrece unas vistas de su cresta desde el Puerto de Oô (que separa dicha cresta del Pico Jean Arlaud) hasta la misma cima, muy atractiva, atrayente y desafiante… lo tendremos que dejar para otro momento, otro viaje, otra aventura… ahora sí, el día sigue siendo espectacular; a la vez que estamos solos en la montaña. Nadie nos acompaña en este magnífico e iluminado día, en este lugar del Pirineo.
Ahora debemos bordear dicho “agujero”, hueco, por la derecha para buscar otro gran hueco que será el Ibón de Gías metiéndonos en el vallecillo entre las Fites de Gías a la izquierda y las vistas o vertientes suroeste del Gourgs Blancs a la derecha… allá arriba vemos esos dos gendarmes, esas dos agujas enormes y escarpadas, en medio de la cresta de dicho pico, lugar por el que hay que pasar para llegar a dicha cima, como intimidadores gigantes con malas pulgas: es la Torre Armengaud. Pavorosa.
Y así vamos subiendo valle arriba dejando las Fites de Gías detrás a la izquierda, apareciendo las vertientes verdaderas del Pico Gías, y el Ibón del Gías debajo de nosotros a la derecha; y más arriba la suave ladera de la base del Gourgs Blancs, hasta la parte más alta del vallecillo, donde se encuentra el frío Puerto de Gías a 2.911 metros. Ya llevamos más de 1.000 metros de desnivel.
El día aún se aguanta, aparecen pocas nubes, para hacer bonito en este cielo tan azul. Un día magnífico, y frío. Me asomo al otro lado del puerto. No parece un collado ya que hay un cortado y no veo paso para cruzar; eso sí, espectaculares vistas y lugar… me pregunto cómo se podrá ir al resto de los picos de tres mil metros que quedan en la parta francesa. Hacia la izquierda la subida al Clarabide, a la derecha la larga pala de subida al primero de los picos que recorren la cresta o la alargada cima del Gourgs Blancs: La Punta Lourde Rocheblave. Son unos 200 metros fáciles por una pala ancha, algo empinada en según qué partes, pero muy aireada y con magníficas vistas.
La cima de la Punta Lourde Rocheblave, a 3.105 mts., es algo alargada pero nada escarpada, eso sí, rodeada de barrancos y verticalidades. Y caminando por su cima, al otro lado antes de comenzar a bajar para seguir por la loma o cuerda cimera en dirección este, nos encontramos con un espectáculo soberbio y espectacular: los perfiles o perfil de la enorme aguja, el gigante gendarme, de la Torre Armengaud.
A partir de aquí el camino se hace más difícil, una cresta con nieve inestable, sabiendo que los pasos hasta la cima del Gourgs Blancs, que queda justo detrás de este monstruo de roca lisa y vertical, son más complicados y comprometidos. Existe una senda que cruza por abajo estos escarpes para subir hasta la cima del Gourgs Blancs, pero no llegamos a vislumbrarlo, a descubrirlo, a verlo desde nuestra posición. La nieve tapa toda la ladera sur. Y la pendiente es notable. Pero el paisaje, el lugar es increíble y formidable. Seguimos solos, no sube nadie hasta estos indretos, hasta este Paraíso blanco.
Al final decidimos no seguir adelante, no arriesgarnos, hacernos las fotos de cumbre en esta Punta Lourde Rocheblave y desandar los pasos en el camino, hacia el Puerto de Gías. Estamos contentos de todas maneras: hay mucha nieve en el Pirineo, las vistas son impresionantes, y aún nos quedan otros picos de más de tres mil metros por hacer. Compruebo que para seguir hacia las montañas francesas, hay que bajar justo por la cuerda que sale de este mismo pico hacia el norte. Realmente el Puerto de Gías es como si le faltara el lado francés para comunicar ambas partes sin necesidad de subir ningún tres mil.
Mientras disfrutamos de la cima y mientras volvemos al Puerto de Gías, el tiempo se complica pero sin llegar a amenazar. Toda una nube alta cubre el que era un cielo azul limpio y pulcro, al fondo la alta y solitaria cima del Posets, ha quedado invisible cubierta por una nube que no llega a invadir las cimas que queremos abordar. Pero las vistas, el paisaje es muy alpino y magnífico, precioso.
Una vez en el Puerto de Gías, solo tenemos que seguir por el cordal contrario al que hemos bajado. En un principio la subida parece fácil a priori, una larga pala, pero tiene cortados y barrancos en el lado francés, y verticales pendientes hacia el lado español cuando te acercas a la cima… pero solo son 100 metros de desnivel. Y en seguida llegamos a la cima del Clarabide Oriental, de 3.004 metros.
No estamos mucho tiempo. Nos hacemos las fotos de cima y observamos el resto de cimas: el Pico Gías al sur parece más escarpado y complicado; hay una pala empinada en la que tendríamos que utilizar los dos piolets… al final tampoco nos acercamos y decidimos ir al Clarabide Occidental, de solo 2 metros más alto que el Clarabide en el que estamos. El paisaje es impresionante: solos por estas alturas de frio, blanca de nieve, tocando el cielo y admirando lo que nuestros ojos llegan a abarcar desde estas montañas. Fotos y más fotos. Los protagonistas, a parte de nosotros en estas cimas, son las mismas montañas: Seil dera Baquo, Gourgs Blancs, Posets, Pico de Gías… más lejos ya no se distinguen tanto, pero ahí están por si los quieres descubrir, distinguir entre el paisaje: Perdiguero, Bachimala, Tucas d’Ixeia…
El camino entre los dos Clarabides es fácil y rápido. Dejamos a la izquierda el cordal que los une con el Pico Gías, que dejaremos sin visitar o ni si quiera intentarlo; pronto estamos en la tercera cima del día: el Clarabide Occidental a 3.006 metros. Fotos de la cima. Fotos de nuevo a las vistas, a las montañas, algunas ya nubladas pero todas blancas y preciosas. El cielo está más encapotado pero no nos preocupa, vamos bien preparados.
Y después de un ratito decidimos bajar y volver al Refugio de Estós. Para volver al Puerto de Gías y desandar lo subido, debemos subir de nuevo a la cima del Clarabide Oriental, con lo que desandamos también el camino hecho en la nieve hasta de nuevo la cima del Clarabide Oriental. De nuevo dejamos el cordal hacia el Pico Gías, ahora a nuestra derecha: de nuevo observamos esa pala que llega a la cima y los precipicios y escarpes de alrededor… a lo mejor hubiéramos podido subirlo o encontrado un camino paso para subir, una vez en la base de la montaña… pero al final nada…
Desde la cima del Clarabide Occidental bajamos al Puerto de Gías, sin más pérdida de tiempo. Y de aquí desandando por la huella hecha por nosotros (porque no subió ni había nadie más por allí), bajamos en dirección al Refugio de Estós admirando ahora el paisaje que se abría delante de nosotros, el fabuloso Valle de Estós con sus ramales, y los picos, agujas y alturas del macizo del Posets. Precioso. Justo tenemos el fondo del Valle de Estós delante de nosotros, con el fondo de las alturas del macizo de La Maladeta.
Mientras bajamos me doy cuenta de la forma y formación del gran alud que llega a invadir parte del fondo cerca del refugio. Sale de los perfiles escarpados, altos y largos, al oeste y suroeste del Seil Dera Baquo. Observo el lugar y sorprendentemente compruebo que esos perfiles es cierto que pueden provocar gigantescos aludes por las grandes acumulaciones de nieve, medio en pendiente, que puede albergar esta parte de la montaña. Admiro también varios sitios por donde caen “purgas”, esos pequeños aludes que bajan de pequeños sitios propiciados para ello: balcones, repisas… Increíble y terrorífico a la vez.
Pero antes de llegar al comienzo o antes de internarnos en los restos del alud que bajan de las crestas del Seil Dera Baquo, el sol hace acto de presencia despejándose algo el cielo y dando un aspecto, un paisaje más hermoso si cabe, más magnífico y precioso, en este rincón del gran Pirineo de Huesca. Incluso a la vez que bajamos las pocas nubes que van quedando se van desvaneciendo para dar paso de nuevo a ese cielo azul profundo y tan limpio, con el que comenzamos la ascensión.
Mas abajo, bajando por los restos del alud, la nieve ya está más blanda y temeraria. La nieve helada de esta mañana, casi resbaladiza y peligrosa, ahora está tan blanda que vuelve a ser peligrosa ya que en ocasiones hundías los pies hasta casi la cintura, y debajo podía haber rocas, agujeros, piedras suelas… con lo que también había que llevar cuidado. Una bajada algo interminable por los restos del alud que destrozaba y ahogaba toda la vegetación que se quedaba bajo ella, cuando ya llegábamos hasta la parte de abajo, y cuando vislumbramos ya por fin el edificio del Refugio de Estós, quedando allá abajo algo a la derecha…
Salimos de las inestables nieves y restos del alud ya a no muchos minutos de distancia del refugio, la jornada al final acababa con una buena actividad aunque sin poder llegar a la cima objetivo del viaje, subir al Gourgs Blancs. A pesar del día tan bueno, las condiciones no eran las más seguras para poder abordar el pico desde la cima anterior, la Punta Lourde Rocheblave. Pero estamos contentos, hemos subido 3 cimas de más de tres mil metros en condiciones prácticamente invernales.
Otra noche en el solitario Refugio de Estós a poco menos de 1.900 metros de altura. Nadie se acerca al refugio estos días y los guardas están obligados a abrir todos los días. Tenemos el refugio para nosotros solos y aún no es demasiado tarde, el sol aún pinta con su luz las montañas, ahora descubiertas después de estar ocultas bajo ese manto de nubes altas, blancas, grisáceas…
Al otro día solo queda bajar del refugio al coche, cosa que se puede hacer en escasas 2 horas, y como tantas veces ya he hecho en anteriores visitas a este hermoso valle. No hay perdida. Primero debemos cruzar nada más salir del Refugio de Estós, los restos de ese alud que baja del Barranco de Gías, ocultando por muchos días el camino, la senda a seguir, y que se produce en las vertientes verticales del Seil Dera Baquo. Después la senda por el lado izquierdo del rio (según bajas), cruzándolo justo antes de llegar a la Cabaña del Tormo. Descanso para quitarnos ropa y admirar las vertientes sur del Portillón de Oô y de las inmediaciones, espolones y escarpes del alto Perdiguero. Como siempre hermoso y alpino, con su Tuca de Gargallosa, Molseret…
Y de aquí ya llegamos al parquing donde tenemos el coche por todo el camino que recorre el fondo del Valle de Estós hasta su salida al Valle de Benasque. Aun recuerdo aquel encuentro la primera vez que recorrí el valle acompañado de Jesús Santana de bajada, con aquel habitante de la humedad y del bosque, aquella salamandra de colores llamativos y alertadores.
Sin duda hay que volver a estas montañas, un tercer intento al Gourgs Blancs. Ya hemos llegado hasta su altura y hemos visto la parte más costosa, peligrosa y espectacular a la vez. Pero habría que venir en verano o sin nieve para poder descubrir sus rincones y ayudas en la progresión, avance, hasta su cima, para que de esta manera en invierno sepamos discernir donde se ocultan, donde se esconden para poder llegar hasta la llamativa y obsesiva cima: Gourgs Blancs.