Hace ya bastante tiempo que había subido a la cima de esta montaña, puerta del Prepirineo, a caballo entre las provincias de Barcelona y Girona. Y lo hice desde su lado sur con una subida desde Torelló. Ya tenía ganas de volver a subirla, pero esta vez quería recorrerme sus rincones y perfiles de su lado norte. Sé que en la vertiente norte de la montaña, baja un valle hacia el oeste, el cual es un bosque tremendo y magnífico con especies atlánticas como el haya, pero los recorridos por él se podrían hacer más largos y esforzados que el subir directamente desde las cercanías de la carretera de Vidrà hasta su cima.
A la vez mi afán por hacer un recorrido circular me hizo descubrir un bonito rincón al sureste de la población, un recorrido por el fondo del valle junto al río Ges que pasa por el famoso Salt del Molí, una magnífica cascada muy visitada por excursionistas y curiosos.
Por ello el pasado 25 de noviembre nos acercamos hasta las inmediaciones de Vidrà para realizar dicha actividad. Dejamos el coche aparcado en el mismo pueblo, desayunamos en uno de sus bares que se asoman a la carretera que cruza el pueblo, y partimos desandando el recorrido realizado por el coche para llegar a Vidrà desde Santa María de Besora. Por la carretera llegamos a unos metros a un punto alto de la misma, dejando el pueblo a nuestra espalda, y a un cruce con cartel señalizador de recorridos, con un camino a la izquierda. Es el Coll de Vidrà (1.013 mts.) La cima de Bellmunt aparece al otro lado de boscosas lomas, con las características construcciones de los edificios del santuario, antenas… delante de Vidrà y hacia el sur, un paisaje de verdes prados, lomas boscosas de hayedos y otras especies atlánticas… unas vistas de postal.
El camino desde este Coll de Vidrà y hasta la misma cima de Bellmunt no tiene mucho desnivel, es un recorrido que sigue las zonas más altas de las lomas que hay entre Vidrà y Bellmunt, entre collados, pasos y altos bosques, hayedos… para que nos sea más fácil solo hay que seguir las marcas de un G.R., el G.R.-3; el cual seguirá por caminos haciendo curvas y pasando por collados, así como por las zonas más altas de estos indretos: Collet del Llop, Coll del Migdia… incluso por una cima, la Creu de Fus (1.122 mts.)… hasta que nos encontremos un punto o cruce con un cartel indicador de recorridos. Ya tenemos la cima de Bellmunt a tocar, al menos la montaña, muy cerca, al sur. Claramente seguiremos las indicaciones hacia el Santuario de Bellmunt, hacia el sur, izquierda; a la derecha y oeste el recorrido sigue hacia Santa María de Besora. Antes hemos pasado por caminos embarrados, entre unos bosques frondosos y a la vez con ventanas al verde y norteño paisaje de esta zona.
El tiempo es frio a estas horas de la mañana, aunque no es tan temprano cuando salimos de Vidrà. Hay nieblas que le dan si cabe un aspecto más húmedo y atlántico al paisaje, a la tierra y a los bosques, las cuales se irán deshaciendo al tiempo que el sol comience a calentar la atmósfera. Pero unas nubes se quedarán en lo alto del cielo azul para hacer bonito.
Bajamos hasta otro collado cercano, el cual separa Bellmunt y su boscosa ladera norte del resto de montañas y laderas, y a la vez separa o une dos rieras, o dos barrancos, a derecha e izquierda, por donde, por uno de ellos volveremos para seguirlo pendiente o corriente abajo. Estamos pues en el collado de Iera de Massa (1.098 mts.). Y desde aquí el recorrido es evidente y fácil, ya que tenemos enfrente y sur la montaña de Bellmunt que queremos subir.
Y sin perder mucho tiempo nos internamos en la senda que comienza a subir y girar hacia la izquierda en la frondosa ladera de Bellmunt. El lugar es precioso: un hayedo con especies altas y muy sanas que inundan toda la vertical de la ladera, con su sotobosque o suelo repleto de hojarasca y matorrales propios; ya que por las fechas en las que estamos los árboles, las hayas, han perdido gran parte de sus hojas. Aun así, es preciosa la ladera, idóneas para escenas de películas o documentales de Naturaleza.
Pero, la senda no sube, a pesar de atravesar un lugar precioso del cual estamos disfrutando y fotografiando en medio de este centenario bosque, la senda sigue horizontal hacia el este sin coger altura. Me da la sensación de que esta senda no es la que sube al Santuario y cima de Bellmunt, ya que mientras caminamos, observo como aparece la vertiente este de la montaña que baja al fondo del valle desde la cima (que quedaría arriba a nuestra espalda, más o menos). Paro la comitiva, saco el mapa Alpina, y efectivamente no hemos cogido la senda correcta que nos sube a la cima de Bellmunt. Marcha atrás. Hay que desandar toda la preciosa senda hasta llega casi al comienzo de la misma poco más arriba del collado Iera de Massa, al comenzar la ladera. Y efectivamente (de nuevo) observo ahora con más detenimiento los perfiles de la montaña y a mano izquierda (sería derecha si viniera del citado collado), encuentro el cruce con la pequeña senda, bien señalizada con sus marcas de P.R. y todo, pero que si vas despistado puedes dejarla atrás sin verla y recorrer la senda que sigue sin ascender (como nosotros) sin llegar a ningún lado… eso sí, el despiste ha merecido la pena, el paisaje y bosque por estos indretos es magnífico y hermoso.
Así pues comenzamos ya por la senda correcta, la subida o ascensión a la cima de Bellmunt. Los 150 metros de desnivel desde el anterior collado los hacemos rápidos… hay que sudar algo en la montaña o parecerá que no hemos hecho nada de ejercicio… y en pocos minutos y con unas escaleras de piedra finales, llegamos hasta los 1.248 mts. de la cima del Bellmunt. Ésta se divide en dos partes: el edificio del santuario en un lado, y la cruz, antena y verdadera cima o punto más alto de la montaña al otro… nosotros curioseamos y visitamos las dos partes.
Nos hemos encontrado algún grupillo de gente, de excursionistas por el recorrido, sobre todo en los cruces e inmediaciones del collado Iera de Massa, pero aquí arriba, gracias a que llega una carreterilla, hay mucha más gente, visitantes, curiosos, runners (algo que ya vamos viendo en casi cada ascensión o montaña), ciclistas, montañeros, excursionistas… y perros, perros con sus dueños. Subimos al pilón o eje geodésico para hacernos la foto de cumbre y filmar. Las nubes entran y salen de la cima con una cierta rapidez, el paisaje a la altura de nuestros ojos se llena de nubecillas blancas que con un ritmo constante aparecen y se alejan siguiendo una invisible corriente de un frio viento. Después bajamos y visitamos el santuario y el bar justo bajo él, sobre todo el bar para tomar algo… hay gran tradición de “bar que veas en la montaña, bar al que has de entrar”. Comemos aquí. Pero no debemos de estar mucho más tiempo puesto que llevamos la mitad o menos del recorrido, y debemos seguir por lugares sin señalizar (aunque sí marcadas en el Alpina) para llegar a nuestra próxima visita que es Salt del Molí, y después vuelta a Vidrà.
Salimos del bar (que por cierto estaba lleno) y emprendemos la bajada camino del collado Iera de Massa desandando la senda o recorrido de subida a Bellmunt. Si la subida fue rápida, la bajada fue un pis pas. Ya de nuevo en el collado Iera de Massa cogemos el camino que sale a nuestra derecha según bajamos de Bellmunt, hacia el este, y lo seguimos valle, barranco abajo. Este camino baja por un vallecillo poco transitado por excursionistas o fuera de las marcas de recorridos, pero el cual yo veo más lógico y evidente para enlazar Bellmunt con el Salt del Molí.
El camino sigue por la vertiente derecha del valle y baja poco a poco, perdiendo altura. El bosque por esta zona o el paisaje también es precioso y atlántico, de hecho, sigue siendo la cara norte de Bellmunt. Un hayedo fantástico con hermosos rincones, hojarasca, y regatas de agua que bajan de diferentes sitios y llenan de vida y color otoñal este pequeño rincón del Prepirineo.
El camino tiende a bajar y llegados a un punto gira hacia la otra vertiente del valle, la otra ladera, cruzando un pequeño riachuelo; es el Torrent de Canemars, con la Baga de Canemars, el bosque de la ladera norte de Bellmunt y sur del vallecillo. Mientras seguimos admirados por el lugar y paisaje. Por la otra ladera del valle el camino sigue bajando buscando la parte más baja del mismo. Llega un momento que deja de ser camino para convertirse en senda, una senda ancha; y llegados a otro punto entre la exuberante maleza y frondosidad del lugar, debemos de estar atentos para ver la senda que sale a nuestra izquierda y casi arriba, en un pequeño pero frondoso llano del valle. Es bastante perdedor este rincón y tenemos que estar atentos porque si no, seguimos valle abajo por la otra ancha senda que no es la que sigue el recorrido escogido. Realmente la senda principal parece ser la que baja directo, y por la que tenemos que seguir da la sensación de ser una secundaria, escondida y casi imperceptible.
Nos encontramos con bastante barro en este rincón, cruce de sendas y recorridos. Seguimos por la senda de la izquierda la cual deja de bajar para intentar mantenerse a una altura. No hay que perder dicha altura hasta llegar al Collet del Turu. La senda sigue pasando por rincones frondosos de encinares con el tronco verde de musgo, líquenes, bajo la niebla y oscuridad causada por la misma frondosidad. A la vez aparecen escarpes, rocas, pequeñas paredes… son las estribaciones del Turó de Turu y Serrat Alegre, y entre ambos un paso, un paso en el que en ciertos tramos debemos de utilizar las manos en la húmeda roca: es el Collet de Turu (953 mts.). Al otro lado descubrimos el valle frondoso también pero más abierto del Río Ges. Entonces dejamos las vertientes del Torrent de Canemars, para pasar al cauce del Río Ges. A veces nos da la impresión de estar en tierra indómita, salvaje… si no fuera por la visión de algunos caminos excavados en el terreno y de algunas torres de electricidad…
Al otro lado del Collet de Turu la senda comienza a bajar casi precipitadamente, rápidamente, sin dejar de pasar por rincones de agua y humedad, de vida y frescor, en donde hacemos una parada para fotografiarnos con esas surgencias de aguas manantiales, que salen como por sorpresa de la roca y forman riachuelos que desembocan en el nombrado Río Ges. La dirección que hemos seguido no es exactamente este, más bien noreste, en busca del cauce y garganta del Río Ges. Mientras observamos el entorno nos da la impresión de buscar el norte con esta pequeña pero bien trazada senda.
Al final la senda acaba en un camino de herradura, ancho, pero no lo suficiente como para ser muy transitable por vehículos de ciudad. Justo enfrente, según llegamos al camino, el cauce del Río Ges. Llegados a este punto giramos a la izquierda y norte, noreste, a la vez que este camino más aburrido y transitado (bicicletas sobre todo) asciende poco a poco. Vemos marcas de P.R.; la idea es seguir las indicaciones del P.R.-C 47 que nos tiene que llevar hasta las esperadas cascadas del Salt del Molí, y después hasta el mismo Vidrà.
Y justo en una de las curvas del camino, hay que darse cuenta mirando el paisaje y los márgenes hacia el río, hacia el vacío del mismo, aparece una senda que baja hasta el mismo fondo del valle y que sigue el recorrido del P.R. nombrado. Desde hacía un tiempo que ya se oía el rumor fuerte del agua, pero no el de un río de aguas bravas, turbulentas, si no el de una cascada, centrado en un punto concreto. Un cartelito de madera y palo de hierro oxidado (nos da una idea del tiempo que lleva aquí), nos indican ya por fin la dirección y bajada al visitado Salt del Molí.
Y entonces bajamos por esta senda, el camino sigue por la derecha cruzando la ladera del valle, cortando su roca y terreno, y permitiendo que ciclistas se pierdan por sus curvas y recovecos. Justo cuando la senda, metida de nuevo en la frondosidad del lugar, llega hasta casi el fondo del valle, muy cerca del mismo cauce de agua del Río Ges, hace unos giros y nos deja ante una “puerta” de entrada para admirar el Salt del Molí desde el sur sin tener que cruzar, de momento, el río.
Y justo nos paramos en el cauce de otro riachuelo afluente de este Río Ges, admirando desde un punto concreto la magnífica y sonora cascada del Salt del Molí. Parada, fotos y miradas de asombro, sorpresa… no me imaginaba un “salto” de tantos metros, tan ancho y con tanta agua; realmente precioso y espectacular. Un hermoso lugar de agua y roca perdido en un recóndito escondite entre las boscosas laderas de este pequeño rincón del Prepirineo húmedo y casi atlántico… en el mediterráneo ¡¡Soberbio!!
Hay más gente que visita y disfruta del lugar. Familias con niños y gente no muy preparada para caminar, y sin embargo han llegado hasta aquí, con lo que tiene que haber un camino desde Vidrà fácil para llegar hasta el Salt del Molí. Nos movemos por el lugar intentando encontrar el mejor sitio para filmar y fotografiar esta ruidosa cascada. Unos pilones de cemento, hormigón, clavados en el lecho del río, delante de la cascada, nos sirve para cruzar a la otra orilla del Río Ges, para hacer mejores fotos y a los niños para pisar y caminar de aquí para allá, sin parar de jugar.
Al otro lado de las pilonas de cemento, hormigón, nos volvemos a acercar a la caída del agua ¡Impresionante, increíble! Alguna foto más. Pero debemos seguir el camino ya de vuelta a Vidrà para finalizar el recorrido, la actividad del día. Vidrà lo tenemos justo al norte y arriba de estas vertientes y profundidades de estos lugares. Pero no dejamos el recorrido que ahora sigue por una senda como alejándose de la cascada, dejando a ésta a nuestra espalda, pero enseguida girando y subiendo por la misma de forma que al final la senda pasa justo algo más alto del lecho del río pero justo arriba de la cascada, antes de caer el agua por el la misma. Nos hemos encontrado arriba una senda que viene del sur, nosotros la seguiremos hacia el norte, siguiendo río arriba y dejando a éste a nuestra izquierda.
Nos paramos en un rincón de la senda, justo en el lugar aproximado donde estaba el viejo molino que da nombre a la cascada. Parece que bajo el agua del Río Ges antes de precipitarse por la cascada, hay restos de construcciones. Seguimos la senda río arriba y al poco tiempo nos encontramos con un puente de piedra, antiguo y curioso. Es el Pont Romà que como su nombre indica, probablemente es un puente originario de la época romana. Parece imposible que haya un puente tan antiguo en un lugar tan solitario, el cual parece que no va a ninguna parte ni comunica ninguna parte. Pero ahí está; antiguo, recio, magnífico…
Fotos y recuerdos de pasar por el puente, porque tenemos que pasar por él para cruzar al otro lado. La subida a Vidrà está justo al otro lado del Río Ges. Justo al otro lado ya nos comienzan a indicar unos postes señalizadores, alguno con cartel y otros solo el poste con la palabra Vidrà y una flecha, el camino a seguir hacia Vidrà. El recorrido sigue por las orillas del Río Ges, dejando éste esta vez a la derecha. El lugar es frondoso y hermoso, solitario, por aquí ya no nos encontramos con más gente, curiosos que han ido a visitar el Salt del Molí. Poco más delante dejamos el P.R. que estábamos siguiendo para girar a la izquierda, al lado contrario de donde está el río, para subir entre las frondosidades y matorrales ladera arriba. Cambiamos de dirección una vez hasta llegar a un colladito, y al poco tiempo, en dicho colladito, volvemos a girar hacia el noroeste.
Seguimos una senda señalizada por los nombrados postes con el nombre de Vidrà en su parte de arriba. Poco a poco la senda se ensancha y sigue subiendo en la misma dirección internándose en un barranco al que llaman Rec del Bac del Coll. Llega un momento que el Río Ges, el Pont Romà lo dejamos atrás a nuestra espalda, invisibles, ya que las vertientes o laderas por las que caminamos ahora no son las que acaban en las profundidades del Río Ges, y tapan la visión del lugar. La vegetación en esta zona deja de ser tan atlántica, siendo de matorrales y arboleda más mediterránea… es una ladera que da al sur y que prácticamente casi baja de las mismas inmediaciones de Vidrà.
La senda desemboca en un camino, justo el camino que ya cogimos al bajar del Collet del Turu, y dejamos para bajar al Salt del Molí, pues ahora lo seguimos camino arriba para que nos deje justo en las afueras de Vidrà. Antes pasamos por el depósito de agua potable del pueblo y lugar. Más arriba pasamos por una casa donde hay caballos, una cuadra y terreno de granja. Ya estamos cerca de las afueras de Vidrà. El camino desemboca, después de algunas curvas, en la carreterilla que cruza Vidrà. Ya estamos en el pueblo. Seguimos la carreterilla hacia la izquierda y entramos en él. No sin antes admirar las casas y sitios que se acercan a nosotros. Casas y lugares por cierto, ya vistas en el recorrido hasta el Castell de Milany desde este mismo pueblo.
Acabamos así un recorrido por uno de tantos lugares bonitos y preciosos del norte de Cataluña, del Prepirineo atlántico. Me ha sorprendido gratamente el Salt del Molí, ese rincón oculto casi escondido del Río Ges, con un caudal de agua realmente sorprendente para el rio que parece ser y ese encuentro con la historia y el romanticismo cuando cruzamos el aislado y solitario Pont Romà… sin olvidarnos de los hayedos y bosques de Bellmunt, y sus vistas. Lugares para visitar de nuevo y volver a admirar; preciosos y encantadores. Naturaleza indómita, mística y legendaria.