Después de hacer la ascensión y subida al Agudo guiado por mi primo Miguel Ángel en aquellos primeros años de montañas desde que la descubrí a tierna edad; nos habíamos quedado en cómo llegar hasta la pared sur del mismo, desde la población al sur de la misma montaña, Los Vives.
Habíamos ido pocas veces por esta ruta, como indico en el relato del Agudo, no sé si por la aridez del terreno o por lo sucio, polvoroso por las pequeñas minas o canteras de alrededor… igual, en nuestra tierra vamos buscando lo verde, lo boscoso, antes que lo soleado, árido, que casi es el clima de nuestra zona. Pero este año, dentro de las actividades con el Ayuntamiento de Almoradí de iniciación al senderismo y montañismo, quería enseñar a los participantes el Agudo; y aprovechando que teníamos autobús para dejarnos en un punto y recogernos en otro, lo ideal sería que nos dejara al norte, en Barbarroja y nos recogiera al sur en Los Vives. Justo las aldeas, pedanías de Orihuela, los pequeños núcleos de población más cercanos a la montaña del Agudo.
Pero antes de organizar el recorrido, había que ir al Agudo para verificar las sendas, trayecto, para no meternos por terreno desconocido… aunque ya conocía casi todo la ruta que quería hacer, desde Agudo hacia el sur, hacia Los Vives, se había inaugurado (dada a conocer, mejor dicho) una nueva bajada por el lado oeste de la montaña por la que no había pasado antes; siempre, desde Los Vives, había subido por la parte este de la montaña para enlazar con el camino que se dirige a la Casa del Agudo y desde donde ya podemos coger la subida habitual descrita en el anterior relato del Agudo. Con lo que idea era hacer una pequeña excursión para salir desde Los Vives, rodear la montaña por el este, subir por la senda habitual al norte, y bajar rodeando por la parte oeste de la montaña… lo único que no tocaremos será la vertiginosa y rocosa pared sur del Agudo… la ballena saliendo del agua…
Para llegar a Los Vives hay que ir hasta La Murada, Los Vicentes, pasado Benferri, y aquí tenemos que dejar la carretera que se dirige a Abanilla para coger una carreterilla a la derecha hacia el norte en busca de las pocas casas de Los Vives. Las casas a las cuales llegamos cuando se acaba la carreterilla asfalta, son Los Vives. La cara sur escarpada, rocosa, descarnada del Agudo, impone. Es un desafío, un simpático desafío. Nos atrae más por la pared que por el entorno seco, subárido, poco atractivo, pero valdrá la pena, seguro. Salimos de Los Vives justo cuando se acaba el asfalto y comienza la pista de tierra hacia el norte, entre las pocas casas de la pedanía. Delante de nosotros tenemos la preciosa pared de la cara sur del Agudo, un desafío para mí cuando la subí, abordé aquella única vez. Pero también tenemos el entorno, como en muchas partes de la Sierra de Crevillente, una filera de montes alargados, paralelos, cruzados por barrancos, ramblas, de diferentes alturas, medidas… hay que cruzar este terreno antes de llegar de la pared sur del Agudo.
Seguimos el camino principal sin desviarnos por ninguno del resto de caminos que desembocan o comienzan en este. Después de una curva a la izquierda, viene otra curva a la derecha comenzando a coger altura e introduciéndose en la montaña. Justo aquí o cerca de esta curva, está el Aljibe del Agudo. Los aljibes era una construcción muy utilizada en el sureste peninsular: grandes depósitos subterráneos o semisubterráneos que recogen el agua de lluvia, aprovechando las fuertes lluvias habituales en estos lugares, para disfrutar del agua para uso particular, de casa o hasta para los cultivos, el resto del año. No confundirlo con los pozos. En estos lugares donde el agua debería de ser un bien rico, apreciado y cuidado, no deberíamos olvidar lo que hacían nuestros antepasados no hace tanto tiempo, para poder tener agua que beber… Curiosa construcción histórica de nuestra tierra, en poco o nada uso… quizás algún día las echemos de menos.
Seguimos el camino hacia arriba y hacia el norte. Ahora ya comenzamos a cruzar esos escarpes, montecillos paralelos a la sierra, que se adelantan hacia el sur, formando vallecillos, barrancos… y que por unos instantes nos esconden la imagen del Agudo. La pista hace curvas mientras sube, baja estos escarpes. Pasamos junto a un gran hueco en la montaña, es una de las minas, canteras, que rodean esta parte de la sierra. Pero nosotros no nos paramos en esta cantera, seguimos el camino hacia el norte. Al otro lado de este hueco nos aparece un maltrecho camino a la derecha. No le hacemos caso, seguimos éste principal hacia el norte. El terreno es seco, casi árido, algo feo para el que no le guste este tipo de clima tan cálido y poco lluvioso o húmedo en general.
Justo aquí el camino gira hacia el oeste, noroeste, mientras se nos vuelve a descubrir, ahora mucho más cerca, cada vez más cerca y enorme, la pared de la cara sur del Agudo, magnífica y atrayente. El camino hace una gran curva y gira, dejando otros maltrechos caminos que salen a la izquierda y que no van a ninguna parte, sin hacer caso, y deja la dirección noroeste para seguir hacia el noreste. A la izquierda, arriba y al norte, mientras seguimos la pista, queda en primer plano la gigantesca ballena.
Junto a mi me acompañan María, Elena y Antonio Cuartero. Elena hace una exclamación que podría resumir o definir tanto el día como el entorno “¡Esto es un secarral! Por aquí no traigas a la gente”. Ese día hacia un calor poco usual para las fechas en las que estábamos, y con el magnífico sol en la parte más soleada, árida y sur de la montaña, la verdad es que no daban muchas ganas de internarnos por ella.
Cuando dejamos al Agudo y su tremenda cara sur a la izquierda mientras el camino parece que se quiera alejar de su base siguiendo, sin dejar de coger altura, hacia el este, noreste… justo hemos cruzado una rambla que baja de la parte oeste, de la cresta suroeste del Agudo, y al cruzarla podemos salirnos del camino y subir hacia el norte en busca de la base de la pared, de aquel espolón junto a la gran grieta o chimenea… sí, monte a través por aquí podemos subir la pared sur del Agudo por su vía más fácil o intuitiva. También y antes de cruzar dicha rambla, dicho barranco, nada más girar el camino hacia el este, noreste, hemos dejado a la izquierda la salida de una senda que se sumerge por los escarpes de la ladera oeste del Agudo, sorteando la nombrada cresta por su parte más baja… por aquí bajaremos luego…
Casi cuando el camino deja de ser transitable para convertirse en una camino de herradura, justo en un cruce con otro camino que le sale a la derecha y sureste, enfrente de este camino o a la izquierda del que llevamos, sale una señalada senda que subirá por toda esta, algo menos descarnada, con algo más de vegetación rastrera, matorral, ladera al este del Agudo… subimos y nos acercamos a la parte más alta del entorno, cerca de los bancales de la Casa del Agudo.
Arriba de la senda, una especie de balcón y un camino. Es el final del camino que pasa por la Casa del Agudo, de la meseta de los bancales y zona de la Casa del Agudo. Da la sensación de que estamos rodeando el Agudo, la montaña, ya que esta ladera por la que sube esta senda no pertenece a las laderas del Agudo, queda al este del mismo Agudo; podemos tener unas buenas vistas de la montaña, de sus perfiles, mientras la rodeamos, como cambia de la descarnada y rocosa cara sur hasta la boscosa y algo más factible cara norte, noreste.
Llegados al camino, que justo comienza o acaba aquí, lo seguimos girando a la derecha. Al principio es un camino maltrecho, hasta que se convierte en un camino bien derecho que empieza a bordear unos bancales por su izquierda a la vez que hace una curva. Estamos en la meseta y en los bancales de la Casa del Agudo. A los pocos pasos nos encontramos un camino a la izquierda que se separa del que llevamos. Estamos justo en el cruce siguiente a la Casa del Agudo si venimos de Barbarroja o del recorrido habitual relatado en Agudo, un trocito de cielo en la tierra. A partir de aquí debemos seguir el camino, el recorrido de la subida habitual al Agudo, en la que pronto cogeremos la senda para internarnos en el bosque, la pinada y la subida final hasta la cima del Agudo, a 725 mts. de altitud.
Y ya las fotos habituales de cima y de subidas al Agudo en un magnífico y solitario día. Tenemos que bajar. Y bajaremos por la senda que nos llevaba hasta ese rinconcito cargado de tanta energía del bosquecillo, de la pinada, por la inclinada y vertiginosa senda, primero por los escarpes de la roca y después entre los troncos de esos pinos jóvenes pero lozanos. Una vez aquí en lugar de girar a la derecha hacia el este en busca de la Casa del Agudo, giramos por la dirección contraria, como si fuéramos hacia el Zulum, hacia el oeste, y en pocos pasos de bajada nos encontramos con un cruce de sendas o más bien una senda que sale hacia la izquierda y sur en busca de la parte sur de la montaña. Una senda muy parecida a la de subida al camino de la Casa del Agudo, desde el último tramo del camino de las canteras, desde Los Vives.
Es un recorrido nuevo pero no tiene pérdida. Ahora el Agudo queda a nuestra izquierda y tenemos una nueva vista de esta singular montaña. La ladera es casi calcada a la ladera de subida al camino de la Casa del Agudo, mirando al sur, el lado de la solana, con muy poco arbolado y matorral que aguante más el calor y el intenso sol de los meses más calurosos. Mientras bajamos por esta senda, vemos la cresta suroeste del Agudo que se distingue en su comienzo y base, como un espolón diferenciado que se une a la pared a medida que coge altura y se acerca a ella. Extraordinario. Esta cresta se recorta diferenciando perfectamente las dos vertientes que separa, la sur y la oeste, quedando justo mirando al suroeste.
Bajamos por esta senda que se introduce en un barranco, y sale él, cruzándolo en busca del principio de la nombrada cresta. Llegamos a ella y la volteamos, la saltamos, para pasar al otro lado por un sitio fácil. Desde este punto comenzaría la vía de la citada cresta hacia la cima, creo yo. Y a partir de este punto la senda, que iba teniendo una dirección sur, a ser suroeste, a la vez que dejamos el rincón del barranco atrás y nos metemos en la zona para encontrarnos allá abajo el camino que venía de Los Vives. Dejando la rocosa y atractiva cara sur del Agudo al norte, noreste y siempre a nuestra izquierda… por cierto, hemos estado en Murcia ya que la cresta hasta la cima es justo la frontera entre Murcia y Alicante: desde la bajada de la cima, hasta cruzar o saltar al otro lado de la cresta por esta senda nueva de bajada, hemos estado en Murcia. Una curiosidad.
Después de driblar la cresta y seguir la senda hacia abajo, nos encontramos que acaba en el camino que venía de Los Vives, casi en el giro del mismo para dejar la cara sur del Agudo justo a la izquierda. En el punto indicado antes donde me he percatado que “por aquí bajaríamos” al descubrir la senda. Ahora en el camino lo tenemos fácil: solo lo tenemos que seguir hacia la derecha y abajo, en busca de Los Vives y saliendo de la montaña y su laberinto de montañistas, barrancos, ramblas… desandar el camino hacia Los Vives. El mismo recorrido pero de bajada. Y ya habremos acabado la actividad y habremos descubierto una nueva senda o recorrido para cuando vengan todos los participantes en la excursión con el Ayuntamiento de Almoradí… ¡Preparados y listos!
Así que el 20 de abril del mismo año, realizamos el llamado Camino del Agudo, ya que cogemos el camino principal que va de Barbarroja al Agudo y que los oriundos del lugar le han puesto este lógico nombre. Iremos de Barbarroja a Los Vives subiendo al Agudo; excursión organizada dentro de las actividades de Iniciación al Senderismo y Montañismo conjuntamente con el Ayuntamiento de Almoradí. Como ya había comentado, aprovechando que tenemos autobús, primero nos dejaba en Barbarroja para iniciar la marcha, y después nos recogía en Los Vives para acabarla. Una ruta lineal fantástica y muy completa para conocer al Agudo en la mayor cantidad de rincones posibles.
Llegar a Barbarroja es fácil, solo hay que seguir la carretera que sale de Hondón de Los Frailes hacia el oeste, hacia Abanilla, y en pocos kilómetros llegamos a este pueblecillo con nombre de pirata. Curioso. Nada más llegar al pequeño pueblecillo, aparece una especie de calle o carreterilla a la izquierda junto a las casas, que aparece como principal. Aparcamos por aquí y seguimos justo en esta calle, que unos cuantos kilómetros más adelante se convertirá en una formidable pista de tierra. Es el camino principal entonces.
Seguimos la pista asfaltada hacia el sur, como acercándonos al campo, a las casas que se desperdigan por todo el terreno, con su pequeño o varios bancales, de las cuales muchas asoman sus entradas a este camino, a esta pista asfaltada. Nos podemos encontrar algunos otros caminos que derivan en este, por un lado y por el otro, pero se notan que no son el camino principal, no hay que seguirlos, solo éste que llevamos siempre hacia el sur; recto.
Llega un momento que el asfalto se queda atrás y el camino, a la vez que se acerca a los escarpes, a las primeras lomas de la zona más montañosa, donde los matorrales y terreno sin cultivar comienza a mezclarse con los bancales de árboles de secano, hace unas curvas, se le unen otro caminos, pero no debemos de dejar de seguir éste principal mientras comienzan las primeras rampas, pendientes en el camino hacia arriba y sur, sureste. Acabamos de pasar Los Cruces de Caminos.
A nuestra espalda hemos dejado el pueblecillo y las casas de alrededor o cerca del mismo, que están en medio del campo, entre Barbarroja y nuestro destino. También magníficas y conocidas montañas se nos quedan atrás, tan cerca que parecían desde el pueblo: El Cantón hacia el noreste y la Peña Gorda detrás de la Sierra de Los Frailes, justo al norte. Más al noreste también queda la Penya de La Mina justo detrás de ese “volcán” frustrado de la Sierra de Los Frailes por la forma y perfil que tiene desde este lado. El día no es caluroso como el de hace mes y medio, por suerte, la frescura de la primavera nos quita el sol y la sequedad del invierno. Estamos inmersos en un paisaje de almendros, bancales de piedras y tierras; es el campo del Mediterráneo, rodeado de montañas descarnadas, casi todas rocosas con nada de bosque, ya que miran al sur, son sus vertientes de solana, la vertiente de umbría la tenemos que buscar en las cercanías del Agudo, montañas casi invisible desde estos terrenos, por culpa de los propio perfiles y arrugas de la tierra en esta zona… pero pronto la descubriremos, en cuanto caminemos algo más y nos adentremos entre los bancales y pinadas cercanas o anterior, a la meseta, ese pequeño altiplano, donde se ubica la Casa del Agudo y sus bancales.
Da la sensación de ser un recorrido algo feo, entre el campo y la sequedad de la zona, pero el contraste con la umbría del Agudo hará que nos percatemos mejor de su maravilla e importancia, ese pequeño trocito de cielo en la tierra, entre tierras secas, calurosas pero fértiles…
Seguimos el camino principal y ahora hace una especie de curva grande o de giro, dejando un montecillo o loma a la derecha, mientras que a la izquierda siguen los bancales. Otros cruces y caminos que salen del que llevamos, seguimos sin hacerles caso mientras vamos ascendiendo poco a poco por la pista. Enfrente tenemos unos bancales con almendros que se ven a más altura, por encima de ellos no hay más… son los bancales que rodean el camino que seguimos en el Agudo con el recorrido habitual, el cual estaría en lo más alto de dichos bancales. Mientras el camino gira un poco a la derecha cogiendo altura poco a poco.
Caminando dejamos un camino también casi principal a la izquierda justo antes de cruzar por la primera zona con una pequeña pinada. Más bien justo donde nos encontramos pocos pinos a cada lado del camino. Pues bien, al otro lado de dicha zona, en la misma pista, hemos cruzado la parte en que tenemos pinos a cada lado del camino, nos encontramos que a mano izquierda sale una senda, un maltrecho camino, y delante, a cada lado del camino principal, a izquierda y derecha, salen otros dos caminos… estamos justo en el punto donde coincidimos ya con el recorrido habitual hacia el Agudo ya relatado… cuando la pista que sigue por lo más alto de esta parte de la sierra o de la zona montañosa, la dejamos para seguir un camino más ancho, pista, hacia el sur, en busca de la Casa de Raimundo, que ya no queda tan lejos.
En resumen podemos decir, sin tanta descripción, que solo tenemos que seguir el camino principal que sale de Barbarroja hacia el sur, sin desviarnos por otros caminos, que será el que confluya y coincida con el recorrido habitual ya contado, en busca de la Casa de Raimundo y la Casa del Agudo… que al fin y al cabo, es el mismo camino que nace en Barbarroja el que pasa por sus puertas.
Y justo en el punto donde coincidimos con el recorrido ya contado hacia el Agudo, solo tenemos que seguirlo pasando por la Casa de Raimundo, la Casa del Agudo y la subida al Agudo por el sendero. Pero en lugar de utilizar el primer sendero de subida directa a la cima que nos encontramos, utilizaremos el segundo, menos escarpado y más protegido por la pinada. Como hace años, hacemos la reagrupación en aquel espacio horizontal en medio del bosque para seguidamente girar hacia el sur y montaña arriba para ascender a la cima del Agudo, 725 mts.
El día ha quedado algo nublado y fresco, cosa que le da un aspecto más simpático, más agradable a la parte de la aridez y sequedad de la parte sur de la montaña en nuestro recorrido. Después de una pequeña charla y de hacernos la obligada foto de grupo, decidimos bajar en busca de Los Vives, donde nos espera el autobús. El recorrido de bajada será el mismo que hicimos hace mes y medio: por el lado oeste de la montaña, saltando la crestecita suroeste de la cara sur del Agudo por la parte fácil y señalada del sendero, recorrido, hasta llegar al camino que viene de la nombrada pequeña población; después de haber bajado por aquella ladera dejando los escarpes y parte oeste del Agudo a nuestra izquierda.
Y una vez en el camino, giramos a la derecha para bajar hacia Los Vives siguiéndolo y dejando a nuestra espalda la fabulosa cara sur del Agudo, con su pared y escarpes. Igual que hicimos hace mes y medio ya contado. Una vez en Los Vives nos recoge el autobús y de vuelta casa.
Ha sido algo especial el poder enseñar a amigos, conocidos y vecinos, además de gente de todas partes de la Vega Baja como la asociación de Torrevieja y los Pasico a Pasico de Orihuela, este pequeño trocito de cielo en la Tierra en un recorrido peculiar y distraído donde observamos y atravesamos los diferentes climas que puede tener una montaña alicantina, mediterránea, con su umbría y su solana; el avance inexorable del desierto mirando desde la cima hacia el noroeste, los bad-lands del norte de Abanilla en el cauce del Río CHicamo, y la importante lucha contra éste con la plantación o regeneración de bosquecillos y pinadas que evitan el desgaste e infertilidad de la tierra… los alrededores del Agudo es un buen ejemplo. Un lugar para cuidar, proteger y disfrutar, no solo por la montaña en sí, si no por nuestro futuro clima ¿Qué queremos tener o dejar a nuestros descendientes?… Ojalá en todas las montañas alicantinas y murcianas tuvieran su peculiar y personal trocito de cielo en la Tierra.