Después de conocer La Sagra con aquella subida en octubre de 1.991 con el grupo que formará parte de la asociación Centro Excursionista Almoradí, los compañeros de las salidas con mi primo Miguel Ángel, querían conocer y subir también La Sagra; con lo que una mañana de sábado madrugamos para en un día subir y bajar esta montaña. Además querían pillarla con nieve, con aspecto invernal y frio, como son las características de esta montaña en inviernos normales o fríos. Aunque mi primo Miguel Ángel no quiso apuntarse, Paco Sánchez, Alfonso Lorenzo y yo, fuimos los que nos atrevimos a subir de nuevo La Sagra con condiciones invernales en el invierno de 1.994.
Pero mis compañeros no querían subir la montaña por El Embudo, ya que su inclinación con las condiciones de nieve, frio o hielo, podrían ser peligrosas o dificultosas para ellos, con lo que hicimos otra ruta, otro recorrido, más factible y fácil… tenemos que recordar que El Embudo con hielo y nieve se puede convertir en una trampa mortal, ya que la caída es larga y la pendiente muy inclinada… típicas condiciones de alta montaña. La otra ruta para subir a La Sagra que nosotros conocíamos en esos años era subir por el Collado de Las Víboras.
Si bajamos por la loma este de La Sagra hasta su base, justo antes de que dicha pendiente se pierda entre el terreno menos inclinado, los valles y orografías fuera de lo que es la misma montaña, antes no encontraremos una especie de peñasco o monte o elevación que se diferencia del resto de la ladera en bajada, como una especie de muñón o de apéndice nada escarpado que se levanta por encima de dicha ladera. Y entre la ladera de bajada, la larga ladera que baja de los peñascos y escarpes que quedan en la cima entre la salida del Embudo y la bajada por las “torrenteras”, y este apéndice, montecillo incrustado en la misma ladera, en su aparte de abajo; se forma un colladito, un espacio horizontal y paso entre una vertiente y otra, entre la norte y la sur de esta ladera (aunque no hay camino en el lado que da al sur)… es el Collado de Las Víboras, a 1.851 mts. Después del montecillo o apéndice, la ladera sigue bajando hacia el este con otros peñascos y accidentes geográficos en busca de la zona de Las Santas… Justo la Ermita de Las Santas es el comienzo o final de esta ladera.
Para acercarnos al lugar y subir por el Collado de Las Víboras, debemos seguir en coche el mismo camino por la carreterilla asfaltada en dirección a los Collados de La Sagra, pero justo antes de llegar al Cortijo de Viana, pegado a la carreterilla en una curva cerrada que salta un barranco, ubicado antes de llegar al restaurante de los Collados de La Sagra; sale, en una curva en el perfil de la carretera, un camino a la izquierda (según subimos) que bajará paralelo a la carreterilla al principio, antes de que gire la carreterilla en la curva; en busca del fondo del barranco, del cauce del Río Huéscar, pendiente abajo. Pues bien, seguimos este camino. Lo podemos hacer en coche o caminando, aunque es un camino algo larguillo que desciende por las laderas y hueco del Río Huéscar que queda entre la carreterilla y las laderas de La Sagra, y después vuelve a ascender en busca del nombrado Collado de Las Víboras. Ese día comenzamos por el camino en coche, pero una vez cruzado el riachuelo del fondo del barranco, el Río Huéscar, lo dejamos por si la nieve nos impedía el acceso o nos atascaba el coche. Por suerte escogimos un día muy soleado, un día muy bueno, y el camino, convertido en pista, es ancho y bien mantenido.
Después de cruzar el cauce del Río Huéscar, y que la pista comienza a ascender por la ladera, casi paralelo a la dirección del mismo río, aparece una pista o camino a la izquierda y hacia abajo que sigue también paralelo al río, mientras el que seguimos se va separando del rio, a la vez que va cogiendo altura. No hacemos caso y seguimos el principal por encima de éste. Poco más adelante la pista o camino se topa con un cortafuegos y a la vez comienza una ascensión en zigzag para coger altura en busca de las laderas de La Sagra. En una de estas curvas nos encontraremos otro cruce con un camino que sale a la izquierda y comienza a descender la ladera que nosotros estamos subiendo. No le hacemos caso y seguimos la pista principal que llevamos con sus curvas y ascenso. Justo enfrente ya tenemos las laderas más altas de La Sagra, da la sensación de que la miramos de perfil, de lado, con toda la ladera este delante. Y a la izquierda según la dirección que llevamos oeste (antes de las curvas en zigzag teníamos dirección este), va quedando la larga vertiente o ladera que baja de la cima de La Sagra y se dirige a Las Santas, y forma las diferentes montecillos a medida que pierde altura y se acerca a Las Santas, son el Peñón de Prado Muro, Peñón Grande de La Peguera… es como si fuera una especie de loma con dientes de sierra pero de puntas suaves y romas, con algún roquedo; eso sí, todo entre un precioso bosque de encinas grandes y sanas, mezclada con algún otro pino o pinada.
Después de una especie de recta pasado del anterior cruce y las curvas en zigzag en ascenso, llegamos a otra curva en la que pegado a la misma hay construido una especie de refugio vivac. Al otro lado de la curva un espacio o mirador hacia el este, con todo el paisaje del valle del Río Huéscar, ya que la pista sigue ascendiendo con esta y la siguiente curva; con vistas al gran paisaje con vistas al Revolcadores, Sierra de Mojantes, y todo el gran espacio camino de La Puebla de Don Fabrique. Es el Refugio de La Sagra. Un refugio libre que nunca hemos sabido a quién pertenecía, pero siempre ha estado abierto. Hemos pasado más de una noche en él para al otro día subir a La Sagra por el Collado de Las Víboras. La primera vez que pasé una noche en este refugio, fue con Antonio El Rojo, Manolet y Roberto Terol, junto con los perros Ada y Mambo, que se pasaron toda la noche jugando por las afueras y alrededores del refugio, en el invierno de 1.995. Es pequeñito de un solo y oscuro espacio, debes de llevarte todas las comodidades y necesidades posibles, luz, esterilla, abrigo… es un refugio vivac que lo único que tiene es el techo, el suelo y las paredes, poco más… e incluso el techo es bajo según donde te pongas; apenas cabemos 7 u 8 personas, 10 como mucho. Es el “Hotel de 1.000 estrellas” de Tomás. Un pequeño rincón del mundo junto al frio o solitario monstruo de La Sagra.
Si la pista lo permite, se puede llegar en coche hasta el mismo refugio. Hay sitio suficiente para aparcarlos. Pero para seguir el recorrido, debemos de seguir el camino, la pista, que ahora, con alguna curva más en ascenso, sigue pegada al perfil norte de la loma, ladera este que baja de la cima de La Sagra… y cerca ya va quedando el Collado de Las Víboras.
Llega un momento que el camino se acaba. El bosque y lugar son exuberantes, llenos de vida. Quercus por todos lados. Y a la izquierda, mirando a la ladera de subida, en el mismo final del camino o poco antes, se aprecia una sendilla, una ruta que, subiendo esta ladera pocos metros más, nos dejará en una especie de llano entre la ladera alta y alargada que baja de la cima de La Sagra a la derecha, de las cortas pendientes de otro montecillo que resalta de dicha ladera a la izquierda, formando un collado, un llano horizontal entre ambas… es el Collado de Las Víboras, a 1.851 mts.
Hemos dejado el camino y la orientación oeste por el camino poco inclinado, y al dejar el camino giramos hacia el sur subiendo toda la empinada y frondosa pendiente de la montaña. No siempre hay senda, igual la perdemos y tenemos que ir algo de monte a través para llegar al nombrado collado. Sabremos que hemos llegado al collado por que el terreno ya no es vertical, si no que está más bien llano, horizontal. Desde aquí y mirando de nuevo hacia el oeste, ladera de La Sagra arriba, ya van quedando menos ejemplares que nos entorpezcan la subida, ya que es por esta ladera y dirección hacia arriba, la que tenemos que coger para subir a la montaña.
Esta es la gran ladera este de La Sagra. Justo al otro lado está la ladera oeste con su Bosque Vertical. La montaña de La Sagra tiene forma como de óvalo, con los lados más agudos al este y oeste, con sendas lomas o laderas que bajan diferenciadas, y bastante separadas, y en el centro la cima más cercana o estrecha entre la cara norte y sur… como una especie de ojo: la pupila es la cima, los párpados de arriba y abajo son las caras sur y norte, y los extremos a izquierda y derecha, las laderas largas y alejadas de la cima, este y oeste… curioso.
Tenemos que ir por el centro de la ladera la cual diferenciaremos perfectamente el límite de vertientes entre la parte norte y la parte sur de la misma: la ladera dibuja una especie de suave ondulación muy apreciable en la distancia. Realmente casi no hay senda o trazas, y las pocas que hay se pueden ir perdiendo a medida que vas subiendo o cambiando de lado, de vertiente, a lo largo de la ancha y alta ladera. Normalmente es mejor desviarse algo hacia el lado sur, más que por el lado norte de la ladera, ya que se ve con más espacio, menos obstáculos que puedan entorpecer la marcha: vegetación, formas del terreno más abrupto… pero eso sí, es subir directos hacia el cúmulo de roca y escarpes que se ven allá arriba, en la parte más alta de la ladera por la que subimos, y que no son otras rocas que las que guardan o delimitan, al otro lado, la parte alta del Embudo y su subida.
Esta puede ser la parte que casi más larga se hace de la subida a La Sagra por el Collado de Las Víboras, ya que el recorrido de la larga ladera es eterno, casi subiendo 500 metros de golpe. Por suerte ya hay poca o nada de vegetación, estamos rozando alturas de alta montaña y solo viejos Quercus, eternas encinas majestuosas y fuertes, aguantan los envites del frio, del viento, el suelo pobre rocoso y la soledad… viéndose ejemplares que saldrían en un episodio del National Geographic sobre las montañas mediterráneas peninsulares… magníficos.
Poco a poco nos vamos acercando al cúmulo rocoso que da la apariencia de estar formado por variadas y diferentes rocas amontonadas formando torreones, balcones, paredes, miradores, pasos… justo antes de llegar, a la derecha vemos la bajada por las torrenteras, aquellos pedregales famosos de La Sagra, por donde se bajan también si subes por El Embudo. La ladera por la que hemos subido ha ido agravando su inclinación a medida que íbamos ascendiendo, de forma que al pie de las rocas y escarpes, se aprecia un desnivel o inclinación bastante acusado.
Y ya por fin nos enfrentamos a las rocas que veíamos allá arriba como lo más alto de esta larga ladera este de La Sagra. Tenemos que encontrar un paso sin bajar mucha altura por la izquierda, entre las rocas medio trepando o cogiéndonos de las manos pero sin llegar a escalar, como si fuera una gigantesca escalera de grandes escalones, en los que en algunos hay que subirse alargando las manos y brazos… realmente es el mismo camino entre las rocas tanto de bajada como de subida, al menos intentamos que sea el mismo, con lo que también tenemos su descripción en La Sagra al subir por El Embudo, justo cuando quiere bajar por las torrenteras, pedregales. Con lo que tenemos que desandar el camino que baja de la cima de La Sagra y sigue bajando por las torrenteras, por los pedregales… a pesar de parecer una muralla casi impenetrable, los pasos son fáciles y entretenidos. No tenemos la emoción de subir por El Embudo con hielo y su dificultad, pero al menos estas rocas nevadas, heladas, nos dan su toque de aventura después de tanta pala y ladera, lomo de La Sagra para arriba.
Y ya al otro lado, solo hay que seguir la cuerda hacia el espacio más alto que vemos hacia el oeste, hacia la cima, dejando a la izquierda la salida del Embudo. Justo desandar el recorrido de bajada de La Sagra aun subiéndola por El Embudo. Fácil. Y en poco tiempo ya estamos en la alargada y alta cima de La Sagra, a 2.383 mts.
Y una vez en la cima de La Sagra, experimentamos la admiración del paisaje de la cima más alta de los sistemas béticos quitando Sierra Nevada, ya descrito en el anterior relato de su ascenso por El Embudo. Si es invierno, hace buen día y está nevada, el espectáculo puede ser magnífico y soberbio, también puede haber ventisca y convertirse en una auténtica aventura de frio, viento fuerte y visibilidad nula, donde la intensidad del frio puede hacer que tengas un dolor intenso como de quemazón, o puede ser como aquel invierno de 1.995 que “no hubo invierno”, con temperaturas más altas de lo normal para la época y ni rastro de nieve o precipitación, con una montaña anormalmente seca y polvorienta; por suerte no ha habido muchos invierno como del del 1.995, y el siguiente de 1.996 fue justo lo contrario a éste.
Después tenemos la bajada. Recordad que tenemos que volver al camino, Refugio de La Sagra o lugar donde hayamos dejado el coche; con lo que tenemos que seguir el mismo camino de bajada ya descrito en la subida a La Sagra por El Embudo. Desandando lo ascendido hasta el punto donde giramos para bajar por las torrenteras, pedregales, bajando por ellas hasta su final allá abajo donde comienza el bosque. Todo igual que en dicho relato.
Pero una vez en la parte baja o final de las torrenteras, pedregales, canchales, donde aparece la senda la cual la seguíamos hacia el oeste o izquierda según llegabas al sitio para volver al recorrido entre Los Collados de La Sagra y El Embudo… esta vez seguiremos la misma senda pero en sentido contrario, hacia el este y derecha. Esta senda parece que comunica el final del camino que viene del Refugio de La Sagra y que hemos seguido para subir al Collado de Las Víboras, con la senda o recorrido que viene de los Collados de La Sagra y sube la montaña por El Embudo. Por ello esta senda en bajada y metida por el bosque, con alguna calva o claro en el mismo, seguirá paralelo al perfil de la montaña, a la de la ladera este de La Sagra por la que hemos subido, hasta salir al final y terminación del camino que sube del Refugio de La Sagra. No hay pérdida. Lo único es que no es una senda demasiada marcada, hay que seguirla con atención para no perderla.
Y una vez en el camino, lo seguimos hacia abajo desandándolo en busca del mismo refugio o donde hayamos dejado el coche… Y de esta manera describimos otro de los recorridos habituales de subida y ascenso a La Sagra. Lo bueno de este recorrido es que puedes pasar una o varias noches en el refugio libre y vivac de La Sagra, un sencillo rincón y construcción que te puede llevar a aquellos recuerdos de cuando pasabas tiempo en la montaña sin ninguna comodidad, comiendo y siendo autosuficiente solo con lo que podías portar en tu pesada mochila. Tranquilidad y emoción nos trasmite el pasar una noche en este refugio… aunque al no saber a quién o a qué estamento pertenece, siempre teníamos la sensación de que en plena noche llegaría alguien para echarnos de allí… nunca pasó.
No es tan emocionante, sobre todo en invierno con nieve y hielo, el subir La Sagra por el Collado de Las Víboras como el subirla por la concurrida ruta del Embudo, pero si es la primera vez que subes y no tienes experiencia ni en largos recorridos de montaña, alta montaña, ni meterte en rutas o condiciones igualmente de alta montaña con nieve y hielo, es más aconsejable escoger esta subida. Aparte de la emoción y aliciente de pasar una noche en su pequeño refugio, e incluso igual puedes admirar esos ejemplares de encinas, Quercus enormes, solitarios y resplandecientes que sobreviven en la subida de la rocosa y pedregosa loma o ladera este de La Sagra, arriba del Collado de Las Víboras, colmados de hielos y blancura de la helada nieve después de una fuerte y fría ventisca la noche anterior. Como lo hicimos en la subida de finales de otoño del 2.004. Simpáticos y espectaculares fantasmas en esta sencilla y larga subida hasta la cima de La Sagra.