La Sierra de Salinas siempre la había visto como una gran sierra al estilo de El Carche, La Pila, con una gran extensión y masa boscosa y con alturas superiores a los mil doscientos metros. Además como éstas, ubicada en zonas y sitios poco habitados o que dan la sensación de estar como aislados, olvidados… era una sierra que estaba muy al norte, haciendo frontera todo lo que era su columna vertebral desde la frontera con Murcia hasta los llanos cercanos al cauce del Vinalopó, entre el Alto Vinalopó y los Valles o Vinalopó Medio. Daba la sensación de que al otro lado de la Sierra de Salinas ya no había nada, solo La Mancha y pequeños montecillos desperdigados por un lugar más altiplano y muy frio en invierno. Quizás por ello tenía a la Sierra de Salinas como una formidable formación lejana pero a la vez desconocida, enorme, muy poco visitada por los montañeros de la zona… como si fuera terreno sin explorar, aventurero y emocionante, de un trozo de selva venezolana.
Quizás también tuvo mucho que ver la impresión de la primera visita que hicimos a esta sierra, a su cima El Caire y a su próxima localidad de igual nombre, Salinas; quedándome con la experiencia de haberme trasladado en el espacio a un rincón, una verde montaña de la Cordillera Cantábrica o del norte, al menos si la comparaba con el resto de montañas visitadas más próximas también a la Vega Baja…
Fue en mis inicios que salía con mi primo Miguel Ángel y aquel grupete de amigos suyos, asiduos al Way Kay de Almoradí, Paco Quiles, José María… a finales de la década de los 80 y principios de los 90. Un domingo de invierno nuboso, frío y casi lluvioso, nos acercamos a la localidad de Salinas “al otro lado del mundo”, el recorrido en coche ya me pareció lejano y largo. En la Vega Baja hacía buen estar comparado con la temperatura y clima de Salinas. Llegamos a la localidad y buscamos un sitio donde dejar el coche, casi a las afueras si miramos hacia el monte, la sierra, y una pista o camino que se adentre en ella.
La sierra estaba nublada, cubierta, no se veía las cimas o la parte más alto, cosa que, con lo extenso de su formación, casi “más allá de donde alcanzaba la vista” en las dos direcciones, y el no ver la cima me pareció enorme, gigantesca… después el clima lluvioso, cubierto, húmedo de ese día, junto con el frio del invierno, me pareció estar en una montaña o rincón del norte, del cantábrico, siempre verde, frio, lluvioso y cubierto… esa primera imagen o experiencia con esta sierra creo que caló en mí. Aunque siempre me gustó y me sentí fascinado por el clima de la misma, como si hubiéramos ido al Carrascal de La Font Roja un día nublado de invierno u otoño, emocionante; la montaña cambia de clima y de aspecto, del gris de la roca y el polvo, al verde de la vida vegetal.
La subida era sencilla. Aunque no estaba marcada, mi primo con sus mapas topográficos del ejercito y aquel libro de Rafael Cebrián sobre la subida o recorridos por las montañas del País Valenciano, descubrió la ascensión a un pico, cima, con pilón o eje geodésico en su cúspide, en la parte de la Sierra de Salinas cerca de la nombrada población: El Caire (que al principio parece que le llamaba Alcaire, palabra parecido de la misma terminología que Algarejo, la cima de la Sierra del Reclot).
Salíamos por una carreterilla que luego se convertía en camino y más adelante en senda, y pasaba por una ermita, la de San Isidro. Al principio el camino asfaltado, que era la prolongación de una calle de Salinas, avanzaba con leve subida, que poco a poco y a medida que progresábamos en la ascensión o recorrido, se iba empinando cada vez más. La montaña seguía nublada, fría, sombría, pero nosotros teníamos la esperanza de una vez llegados arriba, a la cima de la misma, podríamos admirar el paisaje y el resto de la sierra entre esas nubes… nada más lejos de la realidad, lo que pasó.
Cogimos la senda que subía por una de las laderas de la sierra; la percepción de la grandeza de la misma sierra mientras subíamos seguía siendo enorme, soberbia, con las mismas condiciones explicadas anteriormente. Más arriba la niebla no se disipaba y nos internamos en ella mientras buscamos la loma cimera y después el pilón o eje geodésico que nos indica el punto exacto donde está la cima de El Caire. Entre la húmeda y fría niebla, nubes bajas que seguían enganchadas a la cima de la sierra como parte de ella misma, comprobamos, después de girar y cambiar de dirección, que ya estamos en la loma cimera, lo más alto de la sierra, o al menos eso pensamos, ya que el terreno se ha horizontalizado, ya no subimos pendientes, avanzamos sin coger más altura por que el terreno ya está en lo más alto, y es como si siguiéramos la loma cimera de la montaña sin subir más… pero no encontramos el famoso pilón.
Entre las altas carrascas, los verdes matorrales, numerosos y sanos, y los pinos esparcidos por aquí y por allá (hay que recordar que hemos subido por la vertiente de solana de la sierra, la más seca y calurosa de la misma), seguimos andando como metidos en una espesa niebla que nos puede recordar a una escena en Escocia de Hombre Lobo Americano en Londres… no veíamos más allá de 10 o 20 metros.
Llega un momento que mi primo Miguel Ángel se para añadiendo que la cima debería estar aquí, o nos la hemos pasado, o no llegamos a ella o nos hemos despistado con la espesa húmeda y fría niebla enganchada a la cima de la Sierra de Salinas… con lo que en un acto de conformidad en medio de un claro entre los arbustos, carrascas y vegetación arbustiva del lugar, nos paramos para almorzar, descansar y después bajar de la montaña de nuevo al coche, sin haber pisado la cima de El Caire.
Las nubes parecía que se movían pero era la misma nubosidad que iba y venía en la misma nube… como si viéramos correr las partículas húmedas dentro de la nube, pero sin la que ella misma se mueva, se desplace de la cima de la montaña. Hemos acabado de almorzar, esos ricos almuerzos, bocadillos en las cimas de las montañas que me parecían una delicatesen; y ya nos disponemos a marcharnos a desandar el camino recorrido en busca de Salinas y el coche, cuando hacia el norte, con el ir y venir de la profundidad de la nube, vemos que se abre algo, y comienza a ser visible algo más de allá de 20 metros, una especie de hueco, “cueva” bajo la nube, que abre un espacio entre la montaña y el mismo cúmulo que se desplaza algo hacía arriba, descubriendo gran parte de la cima que no habíamos visto antes; y justo al otro lado de un barranco, de un subibaja y en otra loma cimera paralela a la nuestra, aparece el pilón o eje geodésico que nos indica lo más alto de El Caire… ¡Increíble! Lo hemos tenido tan cerca y no lo hemos visto. Era como si estuviéramos en la loma cimera equivocada y hubiera “otras lomas cimeras” paralelas a la nuestra en todo el grueso de la sierra. Fascinante. Quizás por esta experiencia también me pareció una sierra con gran extensión, al pensar que pudiera tener varias lomas cimeras, varios macizos, que no solo era una columna vertebral que de noreste a suroeste se lineaba con una sola cumbre o cordal cimero… no.
Pero era tarde y ya estábamos preparados para bajar de la montaña, no hicimos caso y al final no llegamos a tocar la cima de El Caire, lo dejamos para otra ocasión, otro momento… ya sabíamos dónde estaba y como llegar. Daba la impresión de que la montaña nos había gastado una broma y se reía de nosotros, ¡Que cachonda! Con cosas como esta empecé a ver a cada montaña con personalidad propia, no solamente por su fisionomía, orografía y perfiles que las hacen diferentes unas de otras, si no por su clima, sus condiciones y características, que se pueden convertir en un desafío o una simpática actividad, según “el humor de la montaña”.
De vuelta ya en el pueblo y antes de coger el Ford Fiesta amarillo de mi primo Miguel Ángel, decidimos pasar por un bar a tomar algo. Un bar de pueblo. Las gentes, labradores, hombres del campo de ese domingo se refugiaban en el bar cuando acababan la labor, antes de comenzarla o antes de ir a casa. Recuerdo aquel hablar de aquellas gentes, mezcla de castellano y valenciano, verdaderamente, comparándolo con la Vega Baja, sí parecía estar en otra región, en otro país… fue una simpática y reveladora experiencia que me serviría, quien sabe, para abrir mi mente a futuras experiencias, viajes, expediciones, aún lejanas.
Y esta fue la primera visita a la Sierra de Salinas. A esa sierra y lugar dentro de Alicante pero que a mí me pareció de otro país, de otra región. Emocionante y constructiva experiencia. Más adelante volvimos a Salinas y al Caire y sí que llegamos hasta la cima, hasta ese pilón de cemento y hormigón, con un tiempo más apacible, más mediterráneo… ya me pareció volver a estar en mi tierra alicantina. No sé si intentamos seguir la loma cimera hacia el oeste, suroeste en busca de la cima más alta de la sierra, una vez conquistada este cima más cercana y famosa al pueblo… pero creo que no hubo ningún intento por parte de mi primo Miguel Ángel… pero yo, con el transcurso del tiempo, sí me interesé en buscar un recorrido para ascender y llegar a la cima más alta de esta Sierra de Salinas: La Capilla del Fraile.
La Capilla o Capilla del Fraile a 1.239 mts. de altitud es el punto más alto de la extensa y frondosa Sierra de Salinas. La frontera entre las provincias de Alicante y Murcia pasa justo por su apéndice, dejando poco menos de una décima parte de la sierra, sobre todo su lado oeste, en territorio murciano. Se encuentra casi en la parte más extensa de norte a sur de la misma, y su aproximación requiere por fuerza entrar y seguir por alguno de esos caminos o pistas forestales abiertas por todo su lado norte, noroeste de umbría y bosque… no había ruta conocida para subir hasta esta cima.
Una de esas pocas salidas para intentar ascender y conquistar esta cima con nombre tan peculiar, pues ni hay capilla ni hay fraile, fue con Paco Sánchez en la primavera de 1.996… no sé si realmente llegamos a la cima, ni tampoco recuerdo por donde la atacamos, si por el frente norte o la parte sur, pero sí que tengo su impronta en las fotografías realizadas esa vez, con todo el paisaje de la subida (más hacia el sur, con lo que nos podría dar una pista de por donde fue el recorrido) y de los perfiles y características de la sierra en las mismas inmediaciones… me parece que en aquella ocasión llegamos a una extensa y llana cima, poblada de pinos y vegetación; no distinguíamos la cúspide, el punto más alto en el que dicen hay un pilón o eje geodésico (como en El Caire)… pero no recuerdo ver dicho monolito de cemento y hormigón, y sí de bajarnos artos de intentar encontrar el punto más alto de La Capilla del Fraile… me parece que la cima quedó más al este siguiendo la extensa planicie de la cumbre.
Hoy día hay muchas rutas y recorridos que saliendo de la cara norte, la de umbría, y del edificio de la Colonia de la Sierra de Salinas, te pueden llevar a muchos rincones inmersos en sus bosques y a la misma cima de La Capilla del Fraile… también al Caire y al otro piquito más oriental y bajo de la misma sierra que casi representa el final o comienzo de la misma por el este, lo más cercano al cauce del Vinalopó: el Alto de La Cruz. Y sin que la salida de los recorridos sean el mismo pueblo de Salinas.
Justo 10 años después le dimos otra oportunidad a El Caire y a la Sierra de Salinas; programando en la actividad Conoce las Montañas de Alicate y Entorno una ascensión a El Caire como la primera o de las primeras que hicimos hace más de 15 años. Y una vez en la cima de El Caire intentar llegar de una vez, siguiendo la loma cimera hacia el suroeste, hasta el punto culminante de la sierra; de nuevo: La Capilla del Fraile.
Esta vez es un día radiante de sol pero con poco calor siendo un día de invierno. No había nubes, no había tanta humedad, se podía contemplar el murallón entero, de arriba abajo, de la sierra. Ya no parecía tan sombría, tan gigantesca, era una sierra preciosa y cándida… Por la misma calle que entramos a Salinas es casi la que seguimos hasta el otro lado del pueblo para salir en busca de la Ermita de San Isidro. Esta vez podemos incluso dejar el coche arriba, en la misma ermita, pero yo sugiero dejarlo a las afueras del pueblo e ir contemplando la montaña a medida que nos aceramos, es como ir iniciándose en el camino al Caire, más emocionante y respetuoso con la montaña.
Además hoy día hay un P.R. señalizado que te lleva de Salinas a la cima del Caire e incluso más allá, con lo que nada más salir del pueblo y siguiendo la calle y luego pista asfaltada, podemos encontrar señales, postes, marcas blancas y amarillas que podemos seguir. Es el P.R. C.V.-159 y que nos llevará hasta la cima del Caire. Seguimos dicha pista asfaltada casi recta en dirección a la montaña mientras va cogiendo altura progresivamente y sin desviarnos por otros caminos de tierra o cortamente asfaltados que nos salen al paso. Es el camino o pista principal. Hasta internarnos en los bosquecillos de las faldas de la sierra y a las cercanías de la Ermita de San Isidro, donde el asfalto y camino terminan, y comienza la senda de subida al Caire. La misma senda de hace 15 años.
No hubo pérdida cuando no estaba señalizado como P.R., menos ahora que tenemos las marcas y postes señalizadores. La senda sigue en busca de lo más alto de la sierra entre los bosquecillos y zonas menos boscosas pero verdes. Dejando un barranco a la izquierda vamos subiendo por la parte más enfilada de la loma o ladera en la que nos hemos embarcado, subida entre dos barrancos, por su parte de en medio más enfilada.
Más arriba el recorrido pasa uniendo lomas o laderas que antes estaban separadas por los barranquitos que bajan formando leves y graciosas cicatrices en la montaña. Y poco más arriba, con menos espesor de bosques o matorral, la senda gira a la izquierda, dejando la dirección noreste a la de suroeste por la parte más alta del cordal que llevamos. A nuestra derecha queda un barranco y al otro lado otro cordal cimero… nos vamos dando cuenta de las dimensiones de la cima de la Sierra de Salinas al comprobar que está compuesta por varios perfiles, lados, cordales… Antes a nuestra espalda y ahora a la izquierda irá quedando todo el paisaje del valle donde se encuentra Salinas, con su laguna de un color blanco extraño, en el centro… recuerdo algunas palabras en alguna de esas salidas a El Caire hace 15 años con el grupo de mi primo Miguel Ángel: desecaron la laguna hace años, seguramente a causa de una inundación cuando el pueblo estaba a sus orillas, y ahora la estaban intentando recuperar… es el sino del hombre, intentar dominar lo que estaba antes que él en la Naturaleza y después de ver el desastre, la inconsciencia, intentar recuperar (en los mejores de los casos) aquello que se destruyó, que se hizo desaparecer por causas económicas, de avaricia, de egoísmo… Al final es un precioso paisaje ya que comprobamos como al valle de Salinas le rodean sierras y montañas que cambian el color gris, marrón claro de la tierra, por ese verde oscuro del bosque húmedo y sano, en las pequeñas sierras que los rodean: La Sima, La Umbría, Cabrera… cerrando el valle pero dejando paso para comunicarse con otros valles sin necesidad de bajar o subir altura, por el mismo corredor de bancales de secano… así son los Valles del Vinalopó. Más al fondo podemos distinguir, hoy es un día claro y así nos lo muestra, los característicos picos de la Sierra del Cid, muy diferenciados del resto, y el conjunto de sierras boscosas y verdes que desde la Sierra de l’Arguenya hasta el picudo y altivo Maigmó, quedan más cerca o lejos según su distancia con la Sierra de Salinas, pero visibles… es curioso porque vemos el lado de umbría de dichas sierras al encontrarnos al noroeste de las mismas, y parece que toda la provincia de Alicante es verde y con bosque en sus montañas… si fuera al contrario, las viéramos desde el sur, pensaríamos lo contrario; ese es el efecto de las vertientes de umbría y solana de las sierras alicantinas.
La senda sigue por el cordal cimero cogiendo altura más poco a poco, hasta llegar a aquel punto donde nos paramos hace más de 15 años a almorzar al no encontrar El Caire entre la niebla. Pero no nos paramos como entonces, si no que la senda gira a la derecha y baja al fondo del barranco de la derecha, que ya no es tan hondo, para subir levemente a la parte alta del cordal cimero que nos quedaba a la derecha también, allí se encuentra el pilón o eje geodésico de El Caire, 1.047 mts. de altura.
Fotos de cumbre, de grupo, apoyando la cámara en el pedestal de hormigón. El día es muy bueno y soleado, con algo de fresco característico de los inviernos por esta zona de la provincia. Después de almorzar y descansar nos proponemos intentar llegar a la cima de La Capilla del Fraile, aquella cima tan lejana y difícil de llegar a la que no encontramos camino que nos acerque. La idea es sencilla, solo tenemos que seguir la loma cimera de la sierra hacia el suroeste, por toda la extensa y amplia cima de la Sierra de Salinas.
Observamos varios montecillos, cimitas o alturas que sobresalen del mismo cordal cimero de la sierra, haciéndonos ver que es una sierra con extensión y perfiles sobresalientes… pero más adelante nos topamos con una valla metálica que atraviesa toda la sierra y por la que no hay manera de pasar al otro lado… es una verdadera aberración y dan ganas de cortar la valla con unas cizallas y pasar al otro lado para poder seguir nuestra marcha hacia la cima más alta de la Sierra de Salinas… antes no lo sabíamos, pero ahora hay escritos y blogs en los que nos podemos informar de cómo bordear la indecente valla para seguir caminando hacia nuestro objetivo en la cima de La Capilla del Fraile… quizás si hubiera habido una segunda o tercera oportunidad (o unas cizallas escondidas en la mochila), la hubiéramos seguido hasta la cima de esta pico que se me ha resistido tanto, y en tantas ocasiones… Es una animalada poner “puertas al campo”, la montaña, aunque sea propiedad de alguien, se deberían de respetar los senderos y recorridos que te llevan de un punto a otro, como los caminos vecinales que sí se deben de respetar y no cerrar… si pasáis alguna vez por aquí, ya sabéis, llevad unas cizallas por si os cortan el paso al libre espacio de las montañas.
Recorremos la valla por un lado hacia abajo, mirando a Salinas, y por el otro, no hay manera de cruzarla, de encontrar una simpática puerta que abrir y cerrar en esta imposición intolerable de valla, con lo que al final desistimos y nos volvemos por donde hemos venido, sobre nuestros pasos hacia El Caire.
Llegando al Caire podemos seguir el P.R. CV-159 el cual nos baja por otro recorrido, otra loma cimera, otro barranco, paralelo a la subida que hemos hecho, haciendo una circular, entrando a Salinas por otro lado, por una calle en su norte… puede ser un recorrido interesante y precioso… recordar dejar el coche entonces en el mismo pueblo para que el recorrido quede completo.
Realmente es una sierra de gran extensión de bosque y terreno aunque con pocas emociones roquedas, escarpes, peñascos, paredes o precipicios… da la sensación en las sierras y montañas alicantinas, que cuando más hacia el interior y noroeste, menos escarpadas son… pero es una falsa apreciación. Eso sí, es un formidable murallón con decenas de caminos y sendas que te pueden perder por entre sus perfiles, rincones y bosques. Es un magnífico lugar donde la naturaleza intenta escampar a sus anchas (menos por el terreno vallado) estando protegida y cuidada en lo posible tanto en el pequeño lado murciano como en el alicantino… solo falta saber llegar a La Capilla del Fraile.
Texto sacado de la actividad Conoce Las Montañas de Alicante y Entorno realizada en el año 2.006 con el Centro Excursionista Almoradí:
-EL CAIRE:
Hace unos o más de 10 años que no volvía a subir El Caire (1.047 mts.) en la Sierra de Salinas. Desde el propio pueblo de Salinas, enclavado en un valle que siempre me gustó e impresionó, rodeado de boscosas y verdes montañas, solitario, como al margen del mundo con su concéntrica y casi desecada laguna en forma de habichuela o riñón. Subimos muy amenamente al eje geodésico del pico. Más allá la Sierra de Salinas, frontera entre Alicante y Murcia, entre Salinas-Pinoso-Villena y Yecla; tan larga como boscosa, solitaria y altiva, nos lleva hasta su allanada y casi perdida culminación; La Capilla del Fraile.