A la mañana siguiente martes, todo preparado para dejar Imlil y salir con nuestro burrito porteador y su amo, camino o carretera arriba hacia el sur, en busca del Toubkal. La ruta es sencilla aunque no la conocía en aquel entonces, realmente me dejé llevar por Paco sin empaparme de lo que íbamos a hacer o lo planeado en detalles más técnicos, como por ejemplo saber el tiempo de marcha, características de la ascensión… cosas que uno planea viendo un mapa del recorrido por donde se va a meter… para mí sería como descubrir unas nuevas montañas, una nueva cordillera “sin explorar”. Sí que sabía los pasos de cada día: hoy subiríamos al Refugio del Toubkal, mañana si todo va bien, subiríamos la cima del Toubkal y bajaríamos…
La salida de Imlil es igual que si saliéramos de cualquier pueblo: camino transitado por vehículos; pasamos junto a un parking que supongo que sería para los montañeros que dejan su coche para subir al Toubkal o su refugio; justo a la izquierda al otro lado del valle una población encaramada a una ladera: Aremd. Alguien nos dijo ayer, porque muchos de por aquí, no todos, hablan castellano ya que les resulta fácil aprender el idioma, que este invierno la nieve no era abundante en esta parte de la cordillera del Atlas, que más al norte, noreste había más nieve este año, siendo a más baja altura la otra parte del Atlas. Pero bueno, ya estamos aquí. Es posible que la nieve en las montañas tan al sur y tan cerca del clima extremadamente seco y cálido como es el desierto, como éste del Sahara, esté condicionada más los frentes o posibles borrascas que puedan entrar y descargar la nieve, que por la misma altura de las montañas… de niño creía que las montañas, cuanto más altas eran, ellas mismas podrían producir el clima para llenarse de nieve en invierno, sin tener que depender de borrascas o de temporales, ellas mismas creaban el temporal… el clima está cambiando y donde primero se nota es en las montañas, las altas montañas.
El fondo del valle es plano y muy extenso, como si fuera un gran delta, pero sin desembocar en el mar, todo lleno de derrubios, piedras, tierra, arena, sedimentos al fin y al cabo transportados por las lluvias cuando aparecen y bajadas pendientes abajo. El día ha salido muy bueno, soleado, con un leve fresco pero no con el frio habitual del invierno en una montaña, en una gran montaña. Realmente el paisaje es muy diferente al de nuestras cordilleras como la Cantábrica o Pirenaica, todo muy verde con bosques, nubecillas y esa humedad característica… aquí en verano se deben de achicharrar las mismas chicharras, nos ofrece un aspecto yermo, desolado de roca y tierra, con muy poca o nada de vegetación. Realmente es como estar en las puertas del desierto.
El camino se convierte en senda. Una senda muy bien trazada que nos va subiendo poco a poco por el valle en dirección sur, el cual poco a poco se va estrechando, a la vez que vamos cogiendo altura con algún que otro zigzag, pero todo muy cómodo.
Nos rodea un paisaje que no me canso de explicar, de repetirme y de disfrutar: todas unas gigantescas montañas rojizas, anaranjadas, marrones… sin nada de vegetación y escarpes entre los cuales, en las alturas, se deja ver algún rastro de nieve. Realmente estamos en otro continente, en otro clima, me fascina, como es mi primera salida, viaje, expedición fuera de Europa, me estoy quedando impresionado por estas vistas, montañas, paisajes.
Más arriba pasamos por una aldea. Una pequeña y desvencijada aldea. Hay que recordar que las casas de aquí, en este mundo Bereber, son con paredes de barro muchas, muy humildes, artesanas y viejas, sencillas… eso sí, todas con su gigantesca parabólica para que el gobierno o el sistema les atonte con la “caja tonta”. Pero aquí en estas cuatro casas pegadas, de barro, adobe y cañas, no hay parabólicas. Es Sidi Chamharouch. A 2.350 mts. de altura. Ya llevamos 600 metros subidos, nos quedan menos de 900 metros de desnivel.
Un puentecillo cruza el riachuelo con abundante agua a pesar del clima, que baja de la montaña, y da paso a la entrada del poblado, de la aldea, mejor dicho. Como en cada rincón de Marruecos, sobre todo del mundo más rural y más aquí con la cultura Bereber, nos invitan, pagando, a un te moruno, muy fresco, natural y revitalizante, supongo que por el azúcar que tiene. Paco me dice que aquí no comen mucho, que se pasan todo el día tomando te moruno… curioso.
Hago varias fotos a la aldea Sidi Chamharouch, con su puente, torrente y perfiles montañosos. No hace frio a pesar de la altura, supongo que por el esfuerzo y el sudor. Las casas de piedra y adobe se mimetizan con el entorno, menos por ese color de las puertas de madera, algunas verdes y otras marrón rojizas, podría no distinguirse el terreno de la montaña con éstas. Curiosamente han techado la pequeña, estrecha y única calle que cruza la aldea, para que así el sol no caliente las puertas y entradas a sus casas. Solo las mangueras de agua y la barandilla del puente de color verdiblanco desentonan en el paisaje de la aldea.
Un merecido descanso con el delicioso te moruno en Sidi Chamharouch. A partir de aquí el recorrido sigue en dirección sur, pero parece se interna en otro valle y ruta, el cual más adelante hace una curva a la derecha a la vez que sigue cogiendo altura pero sin perder la dirección sur, y también nos percatamos de que los neveros y restos de nieves son más abundantes arriba en la montaña, sobre todo en las zonas donde menos da el sol y tienen más sombra. Es un sorprendente contraste del meteoro blanco con la tierra y rocas marrones oscuras, rojizas o amarillentas del terreno, de las laderas, de la montaña. Sidi Chamharouch está en una especie de cruce de valles y puede que de recorridos, de hecho otra senda viene de otro valle por el este, y otro vallecillo más escondido surge por el oeste.
La ruta que seguimos por este valle va cogiendo altura a medida que lo vamos recorriendo. Va cogiendo una forma muy característica con el lado de umbría y el lado de solana, más arriba ya comenzamos a tocar los primeros neveros, cuando en la ladera de la izquierda del mismo valle hay más nieve que por la ladera donde discurre la senda que seguimos. Allá arriba descubrimos los peñascos y rocas cimeras de estas altas montañas con más neveros que dibujan un paisaje y espectáculo soberbio. Realmente allá arriba existe una alta montaña modelada por antiguos glaciares en épocas de glaciaciones. Impresionante.
El sol es insolente e hiriente a esta altura y en esta época en el lugar donde nos encontramos. Ni una nube nos hace sombra. Pasamos por el lado de un nicho en la roca, pegado a la senda. Y en él un Bereber tenía un sistema de riego o refrigeración de botellas de refresco, a base de una manguera y otras mangueritas, que repartían agua fría, natural, de la montaña y bañaban las botellas de Fanta, Coca Cola y otras de forma que, gracias al agua, estaban continuamente fresquitas para el consumo. Era como una especie de fuente de la que salían tantos cañitos como botellas de refrescos había sobre una repisa rocosa en el nicho de la montaña, y éstos dejaban caer su agüita sobre las nombradas botellas desde arriba ¡¡Sorprendente!! Y una visión muy refrescante. Es una parada obligada solamente por el invento de nuestro amigo Bereber, no hace falta nevera ni máquinas ni ruido, solo el agua y un buen ingenio.
Nos paramos junto al vendedor de refrescos como si fuera una parada de avituallamiento en una carrera de montaña. La Fanta de naranja tiene muy buena pinta, estamos deshidratados, la marcha va bien pero el sol nos deshidrata a pesar de la altura y la época. Sabe raro la Fanta, no sabe igual que en España, pero me la bebo alegremente. Realmente fría.
Debemos seguir valle arriba, no debe de faltar mucho. Antes nos hemos topado con un grupo reducido de montañeros que bajaban con dos burritos porteadores, con lo que al final el camino es utilizado, pero estos días, extrañamente, muy poco transitado. La senda cruza paralela al barranco por la ladera pelada de nieve de la derecha, mientras al otro lado del barranco, en la ladera contraria, la nieve es presente y casi abundante, al menos para tapar la mayor parte del terreno. Crea un paisaje precioso y contrastado, como ya he descrito anteriormente. A medida que cogemos altura y la senda, muy poco a poco, nos va avanzando por este valle a la vez que cogemos altura sin ninguna dificultad, observamos altos picos encrespados, escarpados y rocosos al fondo del mismo ¿son los primeros cuatromiles? O tresmil mucho… sí que parecen altivos y espectaculares.
Más adelante en mitad de la senda nos encontramos con que nuestro burrito porteador y su dueño se han parado en los límites de un nevero que tapa la senda. El animal no puede pisar ni seguir por el nevero, con lo que al final pagamos y despedimos al porteador, cogiendo nosotros nuestra propia carga, mochilas, para llegar al Refugio del Toubkal. A la bajada lo haremos sin porteador, nosotros con nuestra carga, nuestras mochilas.
Seguimos valle arriba nosotros solos con nuestras pesadas mochilas. Yo delante y Paco más retrasado, se lo toma con más calma. Igual estoy fuerte, en forma, y no me he dado cuenta. El valle igual: con una ladera llena de nieve y la otra, salvo por pocos neveros, entre ellos uno que ha impedido que nuestro burro porteador siguiese con nosotros, pelada de nieve. Pero más arriba mientras seguimos caminando hacia el refugio, advertimos que el valle deja de profundizarse y las laderas a cada lado toman un perfil en U característico de la erosión glaciar de la época cuaternaria, es entonces cuando la nieve ya se extiende por ambas laderas, el fondo del valle se allana más y al fondo aparece una formidable construcción entre las vertientes rocosas, nevadas que rodean el lugar. Nos acercamos… ¿es un castillo? ¡aquí en medio! No, es el Refugio del Toubkal con forma de Casbah, fortaleza musulmana, de castillo o ciudadela árabe. Soberbio.
Ya estamos en las puertas del refugio. Es bonito con su forma de Casbah, y nuevo, en los años 90 no estaba este refugio y sí unas casas o básicos refugios más pequeños y viejos. Los compañeros se subían la tienda de campaña, el iglú, y acampaban justo en este lugar para atacar la cima. Nosotros nos quedaremos en este fantástico refugio.
No hay nadie o casi nadie en él, solo los guardas y unas pocas personas, sobre todo franceses de mediana edad, en la chimenea del comedor nos hacemos una foto con una francesa de ojos claros y su guía marroquí. Resulta que el refugio pertenece al CAF, Centro Alpino Francés. Pocas cosas más recuerdo del refugio; un edificio de varias plantas y una torre que hacía como de almena defensora de la Casbah, junto con un patio o espacio al aire libre con otros edificios o refugios. Sí que recuerdo el fétido olor de los baños; unos baños nuevos a los que tenías que bajar unas escaleras frías y húmedas de piedra, pero con una peste horrible y repelente… casi que había que ir con la nariz tapada para adentro.
Pero una de las cosas más bonitas y preciosas del lugar era el atardecer. Habíamos llegado a media tarde y aún quedaban horas para descansar, sociabilizar y salir al exterior a hacer fotos y a preparar con la mirada la actividad, ascenso de mañana, mientras el sol se ponía detrás de esas grandes y altas montañas que rodeaban la cima del Djebel Toubkal por su lado este, que rozaban o superaban por poco los cuatro mil metros. El color marrón de las montañas se oscurecía más entre las sombras del ocaso, mientras el sol iba cambiando el azul y brillante cielo que quedaba allá al fondo o arriba de nosotros con una claridad inusual, era la parte del paisaje que más luz tenía y que poco a poco se iba desvaneciendo dicha claridad, ese azul claro limpio e inmaculado pasaba a otro más oscuro, marino, hasta llegar a un azul negro, de noche cerrada.
Mientras la luz me dejara, observaba alrededor del refugio el valle y la subida al Toubkal de mañana: justo hacia el este por un vallecillo colgado y perpendicular a todo el valle porque habíamos venido y que parece seguía en dirección a las cimas del Ras, Akioud, Timezguida, formando dos circos mirando al norte. El valle colgado tenía forma de U más pequeña y se introducía entre los perfiles de la ladera este de nuestro valle; una enorme cascada de hielo baja de este lugar donde la nieve no es demasiado abundante con muchas calvas. Mañana nos atreveremos a adentrarnos por estas pendientes para atacar, conquistar la cima más alta del norte de África, mi montaña más alta jamás subida hasta ahora y mi primer cuatromil… muchas cosas a la vez, pero estoy tranquilo y expectante, aunque es un cuatromil, una alta montaña, me parece asequible y accesible… igual es por la falta de nieve este año en este lugar. Tranquilo; estoy preparado.