Salimos temprano del refugio. Amaneciendo o poco antes de amanecer para poder salir con algo de luz por la montaña. No recuerdo si nos subimos comida para desayunar y comer en el refugio, y en la actividad, o desayunamos del refugio. Yo creo que sí nos subimos la comida para la actividad. Nadie más sale con nosotros, no recuerdo si para cualquier otro sitio de la montaña, los pocos que había en el refugio, salieron a la misma hora que nosotros.
El camino o senda bien marcada, sale del refugio en busca de aquel vallecillo que veía colgado y que quedaba al este del refugio. La primera parte es salvar ese desnivel desde el refugio hasta la entrada de ese pequeño vallecillo con forma en U perfecta. Pasando cerca de aquellas cascadas congeladas y por un terreno entre lleno de piedrecillas, canchales y terreno de roca madre. Formando una especie de grandes escalones o repisas nada peligrosas. Tocamos neveros por los que subimos y nos ayudan a progresar en la pendiente, pero en esta parte de la montaña, más arriba, a más altura, por alguna razón, hay menos nieve, seguramente también por el viento, ya que la altura y la vertiente de umbría, de sombra, es la que cogemos para subir a la cima del Toubkal.
Paco se adelanta, igual voy más lento por ser el comienzo del ascenso o porque la altura me afecta. Ahora no me doy cuenta, pero a partir de estar cerca de esa cota mágica de los 4.000 metros, seguro que el cansancio que sufrí algo excesivo, vino por la altura, por no estar aclimatado a esta altura.
El día sigue igual de bueno que lo hizo ayer, magnífico. Las sombras de la montaña nos cubren pero el sol ya está iluminando las laderas de levante de las montañas y parte de los valles pedregosos y polvorientos de estas alturas. Llegamos a la zona de cubeta glaciar donde el terreno se allana y comenzamos la subida por el nuevo valle que nos llevará hasta la misma base de la parte más alta el Toubkal. Este vallecillo sigue en perpendicular al valle principal que venía de Imlil, y sube rápidamente altura hasta quedarse al oeste de la mole del Toubkal. El valle o torrente que baja por este vallecillo es el Ikhibi Sur; el Ikhibi Norte está justo al otro lado del brazo este que viene de la cima del Toubkal y separa ambos valles.
El final de este valle, se forma una especie de circo terroso, casi polvoriento, con unos hermanos pequeños del pico: el Toubkal Oeste de 4.030 mts. y el Tête d’Ouanoums de 3.970 mts., quedando al suroeste del alto Toubkal. Pues entre estos piquitos y la cima, queda el nombrado vallecillo y maltrecho cirquito. La senda sigue por el fondo del vallecillo, cogiendo altura en dirección este. Y llegados a un punto, el valle se amplia y suaviza llegando al cirquito y es cuando nos subimos a la loma cimera que nos llevará, girando hacia el norte, a la cima del alto Toubkal. Como siguiendo por la loma o cresta cimera sur del mismo pico.
Antes hemos podido observar poco paisaje, cerrado por la profundidad del vallecillo solo podíamos mirar a nuestra espalda mientras subía cansadamente en busca de la parte más alta del valle. Atrás quedaba el fondo del valle principal donde se encuentra el Refugio del Toubkal y que recorre y nace, el Río Assif. Justo al otro lado del refugio, al otro lado opuesto al que nos encontramos, un alto y formidable murallón precioso de roca escarpada, espectacular y vertical, que acaba en una cima rocosa, pero con forma como de cúpula. La nieve le da unas líneas de pinceladas blancas en forma de arañazos de varias uñas hirientes y profundas, que le dan un aspecto como de a rayas, con unas rayas blancas horizontales, justo en mitad de camino a su cima… la roca presenta pequeños gendarmes y agujas en la dicha cadena cimera, y la parte más alta resulta que sobre pasa los cuatro mil metros por solo 2 metros: es el Biiguinnoussene. Formidable y precioso.
Ya más arriba, después de que la falta de aliento me parara a descansar y volvieran las ganas de hacer pocas fotos más en esta subida a mi primer cuatromil, llegamos a la loma o cuerda cimera que baja de la misma cumbre del Toubkal, por su sur, después de cruzar el fondo del vallecillo y su polvoriento cirquito. La nieve aquí arriba está prácticamente desaparecida, supongo que por el mismo viento y la insolación de este sol casi sahariano. Puedo ver la otra vertiente de la cordillera, el Anti-Atlas y un paisaje desolador ensombrecido por la calima y el polvo en suspensión… más allá de esa nube que nos impide la visión de lo que hay detrás, se encuentra el grandioso Desierto del Sahara. Hago fotos a lo que sí pueden ver bien mis pupilas y puedo fotografiar sin que salga una gran nube polvorienta, las estribaciones oeste, sur, del gigantesco Toubkal, con sus agujas y torres de tierra amarillenta como si fueran pináculos hechos con la arena de la playa pero de proporciones gigantescas.
Miro a mi izquierda y giro hacia el norte subiendo por este cordal sur del Toubkal para llegar a su cima. Paco que ha estado por delante de mí en la ascensión todo el tiempo, parece que ya está llegando o ha llegado a la cima mientras que a mí me quedan pocos y lentos pasos hasta la cima del pico… y entonces lo veo a lo lejos justo en la misma cima del Djebel Toubkal, esa pirámide de listones que nos indica el punto más alto de la Cordillera del Atlas. Se ve pequeña desde la distancia, pero al menos ya se ve el final de la ascensión, de la subida a este gran mirador del desierto. Solo tengo que seguir la muy bien marcada senda que se enfila por este cordal cimero, hacia el norte, hacia lo más alto que ven mis ojos desde aquí, que será la cima del mismo Toubkal. No hay pérdida. Pero el paso debe de ser lento y progresivo… la altura. Ya he sobrepasado los cuatro mil metros… ¡Ya estoy a más de cuatro mil metros!
La forma de la montaña del Toubkal es parecida a la descripción que he hecho en el párrafo anterior: un conjunto de agujitas, torreones y corredores que surcan sus laderas verticales, menos por los cordales cimeros que llegan a su cima, uno de ellos, por el que camino yo, es que sale hacia el sur, fácil y sin complicaciones. Con ese color de la tierra, de la roca, amarillento sucio, marrón, como la arena de la playa cuando la mojas y haces castillos con los chorretes… curioso.
Y ya por fin llego a la fácil cima del Djebel Toubkal de 4.167 mts. de altura. Toco esa pirámide tantas veces vista y reconocida en revistas (como la antigua revista del Centro Excursionista Almoradí, Centro Verde) y fotos de los compañeros, montañeros que son más asiduos y la visitan en más ocasiones. Paco me espera y celebramos juntos la cima. Me abrigo. Saco de la mochila algo que comer, beber y alguna bandera promocional. Paco me saca fotos con la pirámide y con las magníficas vistas.
El día sigue igual de magnífico pero el frio ya es un frio de alta montaña, no invernal de Los Alpes, pero podría pasar por un frio invernal de día soleado pirenaico. Observo el paisaje: hacia el sur y oeste, el seguimiento de la cordillera lateralmente que va bajando de altitud, el Anti-Atlas, y seguidamente el Desierto del Sahara todo sumido en una excepcional calima que no nos deja comprobar y disfrutar de su grandeza y magnificencia. Miro hacia el sur y al otro lado del Toubkal Oeste, por encima de este cordal cimero, aparecen el resto de cuatromiles de la zona como un rosario de picos, torres, collados y lomos de dinosaurios gigantescos, con esas pinceladas inmaculadas de la nieve sobre sus perfiles, pendientes, laderas… El Ras y Timezguida casi juntos, el Akioud en el centro y solitario como torreón de fortaleza, y la cresta de los Afella más a la derecha. Impresionantes. El contraste de ese terreno marrón oscuro de la tierra, la roca, con el azul del cielo allá arriba y el blanco de la nieve con sus dibujos en las pendientes y roca según condiciones y orientación de la montaña, nos ofrece un espectáculo soberbio de lo que es la alta montaña del Atlas. Precioso, magnífico.
Mirando hacia otras partes del Atlas, descubro que la nieve es más abundante cuento más nos acercamos al Atlántico, hacia el oeste y suroeste, y menos abundante casi inexistente mirando hacia el este, noreste, siguiendo el dorsal de la cordillera. Curioso. Los frentes atlánticos mandan al noroeste del Sahara.
Ya es hora de bajar. Ya estoy recuperado del cansancio y ascenso por la altura. Supongo que solo ha sido eso, la altura. Mi primer pico de más de cuatro mil metros. Pero realmente no he estado mal, o verdaderamente mal. Paco ya comienza a bajar por la senda, deshaciendo el camino de subida. Lo fotografío mientras el paisaje siga siendo espectacular y formidable con las vistas al resto de los cuatromiles de la cordillera. El lado izquierdo, ahora que bajamos y nos damos cuenta, tiene una pendiente considerable, de tierra y piedrecillas a modo de canchales, pero apreciable.
Mientras bajamos deshaciendo el camino de subida, podemos observar la estructura del vallecillo y recorrido desde el fondo del valle donde se encuentra el Refugio del Toubkal; como se abre aquí arriba en el nombrado cirquito, y como se va cerrando a medida que baja altura, hasta caer al valle del Río Assif donde se encuentra el refugio. Poco más abajo vamos admirando los perfiles del terreno, de las montañas y del valle, y se nos queda justo delante, ya encarados en dirección al refugio, las formidables y preciosas vertientes, escarpes, del Biiguinnoussene, que antes teníamos a nuestra espalda en la subida. Espectacular.
Deshaciendo el camino de subida, llegamos hasta el balcón, la terraza, donde muere o desaparece el vallecillo que nos ha subido hasta la cima, para convertirse en el ancho valle del Assif. Y justo abajo tenemos las construcciones del Refugio del Toubkal y sus aledaños. Como en medio del valle, pequeño y frágil en medio de tanta altura y grandiosidad de las montañas que lo rodean… sobre todo del nombrado Biiguinnoussene que cae sobre él justo en línea recta… el día sigue magnífico… ¿habrá días malos al lado del Desierto del Sahara? Supongo que para que haya nieve, sí.
Cuando la nieve desaparece pero el frío es intenso de alta montaña a esta altura, el agua se congela y forma perfectas cascadas de hielo que le dan forma y alegría a un seco pero congelado paisaje. Curiosas formaciones de hielo. Nos topamos con ellas, igual a la salida del refugio antes de internarnos en el vallecillo, ahora para llegar al mismo refugio desde el vallecillo, por las pendientes con poca nieve pero congeladas de piedrecillas y rocas, del lado contrario al que vinimos ayer de Imlil.
Y ya en el refugio descansamos y comemos algo. Me parece que llegamos al mediodía o alrededor de esta hora. Paco me dijo de bajar lo que quedaba de tarde a Imlil, pero esta vez sí que me decidí diciendo que no, que prefería pasar esta noche en el refugio, pasar más tiempo en el Atlas, aunque tenga que soportar las pestilencias de los baños del refugio. A veces parece que huimos de la montaña una vez que ya la hemos conquistado como si ésta fuera un ogro al que hemos despertado de su siesta por habernos subido a su chepa, y ahora estuviera furioso esperándonos, buscándonos, para darnos una paliza… la comunión con la montaña y la persona que la subido, tiene que ser más respetuosa, además de disfrutar más de su soledad, de sus fríos rincones, de su espíritu en las alturas… es mi primer viaje que hago al Atlas y no quiere bajar como si me persiguieran. Además que ya hemos hecho ejercicio hoy con la ascensión y descenso; son casi 2.000 metros en total positivos y negativos, mil de subida y mil de bajada, desde el Refugio del Toubkal a 3.207 mts. hasta la cima del Toubkal a 4.167 mts. Mejor descansar y disfrutar del lugar y de las mieles del éxito esta noche… la civilización y la humanidad ya tendrán tiempo de engullirnos en su oscura secta destructiva mañana.
Ya hemos cenado y se está haciendo de noche. Como en la noche anterior, salimos al exterior, al patio en la entrada del refugio, donde hay una plataforma de tierra cercada por muritos para que quede llano, plano. Mirando a un lado y otro, el mismo sentimiento sumido en las Mil y Una Noches de ayer. Esta vez le pido a Paco que me haga una foto mirando hacia el valle del Río Assif por donde subimos ayer y bajaremos mañana. A lo lejos, al otro lado del valle, aún queda alguna loma, monte, ladera, iluminada por el sol que contrasta con la oscuridad de aquí junto al refugio, y de la tenue claridad del cielo sobre nosotros y también al fondo… ¡Como me iba a ir sin despedirme del Atlas con la última visión de sus atardeceres! Y después de hacer mi primer cuatromil… el Djebel Toubkal, ese impresionante mirador al gran Desierto del Sahara.