Después de nuestra aventura frustrada en la alta montaña de estos fabulosos Picos de Europa, al otro día nos reunimos con el resto del grupo para realizar una de las marchas o excursiones más famosas o visitadas de todas estas montañas: la Ruta del Cares.
El desfiladero o Garganta del Río Cares es uno de los cañones repartidos entre los macizos de los Picos de Europa y que a la vez los separa, como expliqué en Ventisca en Cabaña Verónica… aunque realmente no llegué a explicar que no todas las fronteras entre los macizos son profundos cañones fluviales: el ancho y no tan cortado alto valle del Río Duje, con los anchos y llanos Puertos de Áliva, con la población de Sotres como capital de este espléndido y apacible valle; son una excepción.
La Garganta del Río Cares separa los macizos de Urriellu o central del de Cornión u occidental, los dos macizos de los tres, más altos de Picos de Europa. El Río Cares nace en uno de los extremos del precioso y leonés Valle de Valdeón, más arriba y sur de Caldevila de Valdeón y Soto de Valdeón. El río cruza la parte occidental del valle en dirección norte, como buscando la costa cantábrica. A partir de Cordiñanes el valle por el que transcurre el Cares se estrecha. A partir de aquí los escarpes y verticalidades de los dos macizos lo estrechan al intentar acercarse muro con muro, rocas con rocas, torres con torres. Aparece un pequeño hueco donde se ubica las poblaciones de Las Vegas y La Peguera, y seguidamente se vuelve a estrechar hasta llegar a otro hueco poco más pequeño donde se ubica Caín.
Caín es la aldea que da nombre al río y la última población leonesa que se acerca a las orillas del río. Justo en mitad de lo más profundo y grandioso del cañón, el lugar pasa a ser provincia de Asturias, y al poco hace un giro dejando la dirección norte para coger la dirección este hacia la población de Puente Poncebos, justo cuando el Río Duje que viene de Sotres, de los Puertos de Áliva (al otro lado del macizo central o de Urriellu) desemboca en el mismo Cares y giran de nuevo cambiando de dirección hacia el norte, saliendo de la influencia de las montañas de los Picos de Europa y buscando las casas de Las Arenas de Cabrales.
Pero que puedo decir o describir de este recorrido, siendo ya muy difundido y publicitado como uno de los encantos más espectaculares del P. N. de Covadonga y Picos de Europa, el cual es muy asequible para todo tipo de andarín e incluso casi dominguero… pero describir el lugar con sensaciones, igual no es tan fácil de relatar. Al menos en este corto relato sobre la Ruta del Cares así lo intentaré.
El autobús nos deja en el aparcamiento de coches de la carretera que una vez deja Puente Poncebos, sigue y gira hacia el oeste siempre internada en el cauce del Río Cares… la verdad es que internados en el cauce o valle del Río Cares ya lo estábamos desde antes de Arenas de Cabrales (Las Arenas). Y seguimos la carretera hacia el oeste sin dejar la dirección, y pronto sale un camino a la derecha y hacia arriba, que después gira cogiendo altura, en la misma dirección que el cauce del Río Cares, paralelo al mismo, para adentrarse haciendo algún que otro zigzag, en la misma Garganta del Río Cares. Delante ya comenzamos a ver las altas paredes y escarpes verticales, muy verticales, de lo que llaman el Murallón de Amuesa a nuestra izquierda, al otro lado del río, y los escarpes, contrafuertes y paredes verticales de La Peñe, Cabeza Hulagua, Cabeza Llambria enfrente girando a la vez que lo hace el río hacia el sur, corriente arriba. Aunque no se ven las cimas, estas son sus vertientes y estribaciones hacia el este.
El tiempo tampoco es muy bueno hoy, cosa normal en estas tierras cántabras, que miran al Cantábrico. Y el clima sigue frio, se observa perfectamente como aparece la nieve a mitad de las paredes y vertientes verticales de la garganta, dándole un aspecto sublime, magnífico, como de montañas gigantescas, enormes, que tocan la nieve en las alturas mientras puedes estar en mangas de camisa en el fondo del cañón. Esa es la verdadera impresión y maravilla que te proporciona esta visita, este lugar, este recorrido… haciéndolo formidable e increíble.
El camino se convierte en ancha senda que se encarama, se adhiere a las, en ocasiones, verticales laderas o prados inclinados, hasta que la roca vertical hace acto de presencia y la senda se excava en la roca viva y dura. No hay pérdida. Solo existe este camino, muy bien señalizado y marcado. Solo alguna vez nos encontramos con algún cartelito y senda que suben por las inclinadas y verticales pendientes, montaña arriba, pero no hay que hacerles caso. Nuestro recorrido es claro: seguir a media altura, con sus ascensiones y bajadas, la forma y perfil de la garganta del Río Cares.
Llega un momento en que nos acercamos a la curva, al giro del río que como ya he dicho antes, cauce abajo, gira, deja la dirección norte para seguir hacia el este. En ese momento los miradores y puntos de la senda, del camino, sobresalientes para realizar fotos y observar, contemplar y admirar esta maravilla de la Naturaleza, se llenan de curiosos y excursionistas que se paran para no dejar lugar, rincón de la escena, sin vislumbrar ni copiar en sus retinas. Me hacen una foto. La foto y el lugar merecen la pena, aunque sea una excursión de domingueros y andarines, si te acercas a Picos tienes que visitar este cañón, esta garganta, de una manera o de otra, desde algún punto que otro, y recorrértela de alguna otra manera. Es fantástica.
Justo en este lugar observas los paredones calizos los cuales en medio de sus escarpes aparece un arañazo perfecto que lo atraviesa de un lado a otro en horizontal, es el camino excavado en la roca viva que apenas se vislumbra, se observa, entre los paredones calizos y gigantescos. Abajo el terreno se suaviza comparado con los paredones, y los árboles aparecen dispersos de pie y alzándose casi milagrosamente en un terreno tan rocoso e inclinado, hasta casi tocar el agua del río. Arriba de los paredones siguen los escarpes, crestas rocosas, que aunque no son verticales del todo, ofrecen una espectacular imagen de alta montaña vertiginosa y muy abrupta, infranqueables, con la aparición de la nieve a la vez. Pero lo más espectacular es que no vemos el fin de las alturas, engullidas por las nubes del mal tiempo… “¡¿Aún son más altas?!” Impresionante, magnífico y asombroso. Un espectáculo de la Naturaleza sobrecogedor.
El recorrido no tiene pérdida, y mucha gente lo hace durante todo el año, pero sobre todo en verano y periodo vacacional. Con lo que el seguir esta ancha senda a veces excavada en la misma roca como si fuera medio túnel, medio túnel por que le falta una pared, o en el terreno en las laderas, y con los precipicios arriba y abajo, es una especie de callejón sin salida: hay que seguir hacia adelante o hacia atrás, pero no hay otro camino… y si lo hay se puede comprobar que no es tan principal ni accesible como éste por el que andamos.
Llega un momento que la Garganta del Río Cares pasa por la parte más estrecha o cercana entre los dos macizos, y aquí los desniveles desde el fondo del cauce del río, desde el lecho del Río Cares, hasta las cimas más próximas, verticales y altas de los macizos, pueden alcanzar los 1.200 metros de desnivel en muy poca distancia. ¡Impresionante! Y la fisionomía y perfil de las montañas a cada lado del río, así lo demuestran.
Una vez hemos hecho el giro y cambiamos de dirección, antes de este a oeste (corriente arriba) y ahora de norte a sur, nos metemos por lo más escarpado y espectacular del desfiladero, del que no podemos observar sus dimensiones y grandeza, ya observadas desde los límites de esta zona. Comienzan a aparecer algunos puentes como el de Culiembro o Pando, en ruinas, y más adelante, para tener que driblar los escarpes de las montañas, el Puente Bolín y el de Los Rebecos… en esta parte la Garganta del Río Cares sigue teniendo unas paredes verticales e inexpugnables, impresionante.
Poco más adelante, pero sin dejar los escarpes de las montañas que rodean al Río Cares, vamos viendo como las paredes van pasando a las laderas inclinadas y con pendientes pero con casitas, corrales, prados… hasta que llegamos a la pequeña población de Caín. Aquí ya acaba la ruta por la Garganta del Cares, pero no su espectacular recorrido entre estas montañas de Picos de Europa, ya que aún queda hasta su nacimiento más al norte, al otro lado del fabuloso y leonés Valle de Valdeón.
Curioso nombre el de Caín, como aquel señor de la Biblia que mató a su hermano al comienzo de los tiempos. También el mitológico nombre de Picos de Europa quizás no se refiera al continente, si no a la princesa fenicia que huía de Zeus (que se convirtió en un toro blanco para acecharla y raptarla) por que la quería para él; y esta princesa se tuvo que ocultar del mitológico dios… que mejor lugar que estas montañas, repletas de precipicios, escondrijos, escondites, muros, barrancos, abismos… ofreciendo todo un espectáculo o paisaje hecho a medida para aquel que quiera escapar de un ser mitológico, o no tan mitológico. Es por ello que estos Picos de Europa son todo leyenda, mito, misticismo, espectacularidad, Historia… ya que también se escondieron Pelayo y sus pastores para hacer frente a los musulmanes que iban conquistando la península de sur a norte, hasta contenerlos en la famosa Batalla de Covadonga; lugar al norte del macizo occidental o de Cornión… poco después se convirtió en el primer Parque Nacional de España, no sé si por el impresionante paisaje o por su compleja representación patriótica-religiosa… ya que también se “apareció” o encontraron una estatua, imagen, de la Virgen en una cueva… la de Covadonga.
Quitando toda esa artificial importancia a los Picos de Europa, realmente son unas montañas únicas en la península ibérica y en gran parte de Europa, incluyéndose a esas pequeñas, no muy altas o famosas, cordilleras europeas que tienen un paisaje único, especial y atractivo en alguno de sus rincones. Realmente unas montañas, paisaje y lugar espectacular, singular y precioso, unidas a un clima húmedo, fresco y atlántico, el cual hace que muchos de sus días estén nublados o con mal tiempo, entorpezca la observación y admiración completa de las montañas, pero a la vez le dan ese aspecto y verdor tan característico.
No pasamos mucho tiempo en Caín, con lo que ya pensamos en el viaje de vuelta. Esta vez la Ruta del Cares es de ida y vuelta por el mismo camino o recorrido, desandando lo caminado. Lo cual no es tan malo ya que muchas veces el paisaje que dejamos a nuestra espalda en cualquier recorrido, solo se descubre si nos volvemos o desandamos el mismo camino señalado; con lo que el paisaje espectacular y precioso lo podemos ver dos veces en una sola actividad y recorrido, pero con un aspecto y espectacularidad diferente, como completada a la del recorrido de ida.
El tiempo nos ha respetado, a pesar de que no hemos podido ver las cimas por encima de las verticales paredes de esta formidable garganta del Río Cares a causa de las nubes, que se compaginaban con la nieve caída el día anterior. Llegamos de nuevo a la zona del parking de Puente Poncebos donde nos espera el autobús para llevarnos de vuelta de nuevo a La Hermida. Y con esto acabamos una actividad en la que hemos descubierto un famoso, bonito y extraordinario lugar de la montaña cántabra, de estos míticos y legendarios Picos de Europa, pero que no es un secreto y es visitado y recorrido por cientos o miles de personas todos los años… e incluso no es disparatada la idea de repetirla en una o varias ocasiones… es impresionante.