Al día siguiente de visitar la espectacular garganta del Río Cares, mirando un libro de actividades y recorridos de la biblioteca del Centro Excursionista Almoradí, descubrimos una ruta que desde el fondo del Desfiladero de La Hermida, subía, por un serpenteante y con increíble desnivel ancho camino, hasta la población de Tresviso.
Estamos en el macizo oriental o de Andara, justo cuando los contrafuertes más al este de este macizo bajan hasta las orillas del cauce del Río Deba en el mismo Desfiladero de La Hermida. En esta zona algunas poblaciones se quedan colgadas en las pendientes de estas montañas, pendientes verticales, escarpadas en muchos casos, difíciles terrenos para abrir carreteras que lleguen hasta ellas. Por ello los zigzagueantes y antiguos caminos de tierra, de piedras, que comunicaban el fondo del valle con estas poblaciones o con otras poblaciones, eran su única comunicación con el mundo exterior… hoy día ya existen carreteras abiertas a todos ellos, aunque la carretera hasta Tresviso fue de las últimas, pero esos legendarios caminos han quedado y quedarán para la posteridad, como recreo, como parte de la historia y cultura de la zona, y como de repuesto por si tienen que volver a utilizarse.
Tresviso se encuentra en las alturas de otra garganta, cañón o profundo valle, el del Río Urdón, con un fuerte desnivel desde el fondo del Desfiladero de La Hermida, de unos 850 metros, hasta los 925 metros de altura a la que se encuentra la población. El camino o recorrido es ancho aunque no muy recomendable para vehículos a motor, y algo largo por los zigzags que lo componen en su perfil, que deben de recorrer pocos kilómetros de distancia en un desnivel impresionante, como muchos otros que llenan los macizos de Picos. Pero a diferencia de otros recorridos como el de la Garganta del Río Cares, en esta ocasión no recorremos el curso o lecho de un río, si no que llegados a un punto de la ruta, deja el cauce del mismo y se enfila por la inclinada ladera, en busca de un lugar, de un pueblo, pendiente arriba.
Para ello saldremos de la misma población de La Hermida por la carretera que recorre el desfiladero del mismo nombre, carretera abajo en busca de Panes, hacia el norte, podemos ir en coche o caminando; y a los dos kilómetros nos sale un valle a la izquierda, hacia el oeste, con una pequeña central hidroeléctrica como puerta de entrada pero metida algo en el valle. Es el valle del Río Urdón que baja y desemboca en este punto en el Río Deba. Giramos para seguir un camino y luego ancha senda, donde puede haber un cartel que te indique, señale, la dirección y recorrido hacia Tresviso.
En un principio el camino de herradura o ancha senda recorre paralelo al curso del río sin subir o bajar nada, manteniendo la misma altura; con una serie de puentes que cruzan el barranco, el cañón, de un lado al otro, para buscar el mejor sitio para excavar o mantener el camino. Muchos son de piedra, antiguos, sobrecogedores. Llegados a un punto la senda deja de seguir horizontal y comienza a ascender, con menos identidad, por la ladera norte del valle, la ladera de solana, teniendo a nuestra espalda la ladera de umbría más boscosa.
Pronto comienzan los zigzags, muy cómodos para que el ancho camino de herradura pueda avanzar por estas laderas tan escarpadas y verticales, en busca del pueblo de Tresviso. En ocasiones hay paredes y escarpes rocosos, espolones, pilares, verticalidades abruptas que esquivar, driblar, para progresar, avanzar por las diferentes laderas. No hay pérdida. Es un camino muy señalizado y marcado para que lo sigas hasta las primeras casas de Tresviso. Con muy pocos o ningún otro camino o senda que salga de él o derive en él y nos pueda confundir.
A la vez que vamos ascendiendo por el camino nos paramos a comer algo, admiramos el paisaje que comienza a agrandarse y a maravillarnos: es el cañón del Río Urdón. Mirando hacia el oeste, en las alturas, aparece de nuevo el blanco meteoro. Hoy hemos comenzado con un día más soleado, al menos aparecerá más veces el sol, aunque las nubes seguirán cubriendo las cimas nevadas de Picos y de las montañas al otro lado del Desfiladero de La Hermida. Esto se unirá a la actividad haciéndola más espectacular y fabulosa.
Después de unos primeros zigzags metiéndose el camino por una especie de canal, gira a la izquierda subiendo a una especie de mirador, de espolón de roca vertical, y una vez aquí arriba, después de volver a admirar el impresionante paisaje de estas nubladas, nevadas montañas y cañones de Picos de Europa, siguen más zigzags por otras verticales laderas, en general siguiendo hacia el oeste y arriba.
El antiguo camino empedrado (o antaño empedrado) se agarra a la ladera vertical ayudado por unos muritos de piedra que lo yerguen y lo ensanchan casi milagrosamente suspendidos en el vacío en este zigzag construido casi titánicamente. A nuestra espalda dos montañas que nos acompañaran en el recorrido y llamaran la atención por sus perfiles agrestes, puntiagudos pero atrayentes, espectaculares: el Cueto Matorral con todo su murallón nevado en su parte más alta al otro lado y arriba del Desfiladero de La Hermida y más cercano el Pico del Ave más agreste y esbelto.
Después de un pedazo del camino sin zigzag y sobrepasado los 750 metros de altura aparece la nieve como una añadidura preciosa y mágica al recorrido, a la vez de fría e invernal. Delante unas casitas, unas construcciones: los Invernales de Prías. Justo debajo de unos paredones verticales, lisos, anchos y altos, naranjas característicos de la roca caliza. Unos borreguitos pastan cerca de estas construcciones, y al otro lado de las casitas, y a un lado de las paredes, otro zigzag del camino con “ciento y una vuelta” con algo de nieve entre un paisaje sorprendente y hermoso de invierno.
Y a medida que subimos por este camino, por este nevado zigzag junto a la lisa pared, la nieve va aumentando, el paisaje y el día se van cubriendo y el frio lo comienza a invadir todo. Después de este último zigzag, salimos de este lado de la montaña para coger laderas menos inclinadas, menos verticales, haciendo que el camino sea menos inclinado, menos vertical y más horizontal, en busca de Tresviso, del pueblo, del que ya nos queda menos recorrido.
La nieve ya es abundante y llena cada rincón del paisaje, del lugar, y al fondo del camino descubrimos un numeroso grupo de casas que se esparcen por la ladera de la montaña; de muros y paredes de piedra, recios y fornidos, y con los tejados llenos de nieve, blancos y pocos inclinados, pero resistentes y acogedoras construcciones. Entramos a Tresviso por una especie de pasarela de piedra, camino empedrado como medieval, antiguo y formidable. El paisaje ha cambiado increíblemente desde el fondo del desfiladero hasta los muros de las primeras casas de Tresviso a 925 mts. de altitud, del templado y fresco clima del interior del mismo, hasta el invernal, frío y tapado, cubierto, clima aquí en Tresviso. Fabuloso. Este cambio hace que la actividad sea encantadora, increíble y mágica, en estos solitarios y casi olvidados rincones de Picos de Europa.
Para el regreso solo tenemos que desandar toda la subida ahora en bajada. Es un recorrido lineal, con lo que el mismo camino de subida será el de bajada. De esta manera y como pasaba en la Ruta del Cares podremos ver la parte del paisaje, del lugar y alrededores con la perspectiva que no veíamos a la subida. El resto del grupo que no nos ha acompañado en la actividad, el autobús los ha llevado a hacer una visita turística por la costa cántabra, también muy bonita y espectacular, sobre todo su gastronomía. Por eso el autobús ya no volverá a por nosotros, y una vez llagamos a la intersección del valle del Río Urdón con el Desfiladero de La Hermida, tenemos que seguir dicho último valle hacia el sur, a la derecha, pegados a la carretera nacional, y a los dos kilómetros llegamos a La Hermida.
Al otro día ya solo queda coger el autobús y volver a Almoradí, después de haber pasado unos días preciosos y acogedores en estos espectaculares y magníficos Picos de Europa. La Hermida con su fenomenal albergue, muy recomendable, ha sido un excelente campo base para realizar excursiones y visitas turísticas por esta parte oriental de Picos de Europa. Lástima por el mal tiempo en Cabaña Verónica, pero también fue una experiencia en grupo, el pasar esa ventisca, recompensante y jovial. Volveremos algún otro día a Picos de Europa, son montañas, paisajes y lugares que no te los acabas en pocos días. Fantásticos y formidables.