Siempre me ha obsesionado, desde que veo los anuncios, imágenes, del Pantà de Sau y las formidables paredes de las Cingles de Tavertet, con esos estratos de diferentes colores, el lugar desde donde estarán tomadas dichas fotos o películas, para que se vea el embalse y las magníficas paredes… como si las viera desde el comienzo de la ruta de las Cingles y l’Avenc de Tavertet, pero desde un ángulo más alto y más cercano, entre la punta del campanario de la iglesia inundada bajo las aguas del embalse y las nombradas paredes.
Mirando un mapa compruebo que al norte del Pantà de Sau queda las nombradas Cingles de Tavertet, y justo al sur quedan otras Cingles, otras montañas boscosas y cortadas, ventanas y miradores al embalse y a las mismas Cingles de Tavertet, son las Cingles de Vilanova de Sau. Vilanova de Sau es el pueblo por el que pasamos para ir a la presa del Pantà de Sau como hicimos en el recorrido por las Cingles de Tavertet; con lo que miro de hacer alguna ruta, recorrido hasta subir a alguna altura, alguna cima para que desde ésta poder admirar el paisaje hacia el norte, mirando a las espectaculares paredes de Tavertet, Rupit y toda la alineación hasta El Far ya en terrenos fronterizos con la comarca de La Garrotxa. Y no solamente haremos el recorrido para admirar el paisaje, si no para descubrir nuevos lugares, geografía, bosques, rutas, rincones… que nos ofrece igualmente las montañas cercanas a Vilanova de Sau.
Por ello observo un fácil y no muy largo recorrido, ya que vendrá Anna con nosotros, junto con Flora, Paco y Pili, entretenido y con poco desnivel, pero subiendo a una de las montañas más altas de este conjunto montañoso: El Puig del Far. Otro Far, no es el Far de Sant Martí Sacalm. Subiendo y bajando por sendas y caminos que nos llevaran por preciosos y curiosos rincones entre estos bosques y montañas de Les Guilleries, más cerca de la Savassona.
Para ello salimos en busca de la población de Folgueroles, para desde este pueblo coger la estrecha, sinuosa y boscosa carreterilla que nos lleva hasta Vilanova de Sau. Es realizar el mismo recorrido en coche que hicimos para ir a Sant Romà de Sau para realizar el recorrido por las Cingles de Tavertet. Una vez llegamos al pequeño pero muy cuco y encantador pueblo de Vilanova de Sau, aparcamos en una de sus solitarias calles de sus afueras, cerca de las señales y postes indicativos de los P.R. que pasan por aquí o salen del bonito pueblo.
En la época que estamos las mañanas son frescas y húmedas en el lugar, pero cuando sale el sol y hace un día excepcionalmente radiante como el que tendremos, el calorcillo hace acto de presencia y la jornada se hace muy amena e incluso calurosa. Desde el pueblo mirando hacia el oeste descubrimos el objetivo de este recorrido, las boscosas montañas del Puig del Far y las paredes verticales, llena de oquedades y naranjas de la Cingle de Vilanova, sobre todo la que queda a la izquierda, la del Migdía. Con un manto boscoso y verde, típico de esta región de Les Guilleries. Precioso.
Hay varios caminos, sendas y recorridos marcados con G.R. o P.R. Nosotros saldremos de la población siguiendo las marcas y postes del G.R-2, que también es el 151, que se dirige hacia la montaña ya nombrada en dirección oeste, noroeste. La idea es seguir hacia el Puig del Far, que podemos ver en algunos de los cartelitos señalizadores de recorridos. Mientras mirando hacia el norte sobresale entre las copas de los árboles de este bosque ancestral, las paredes y perfiles de las Cingles de Tavertet; una espectacular alineación de paredes que va más allá entre Tavertet, Rupit… excepcional, espectacular… son montañas únicas y magníficas.
Seguimos el recorrido entre sendas y pocos caminos hacia la montaña. Entre bosques y frondosos sitios que nos impiden ver el paisaje más allá de los mismos árboles. Poco a poco el terreno comienza a empinarse, inclinarse, y casi verticalizarse, de forma que tendremos que coger una senda con un pequeño zigzag que salvará una fuerte pendiente de la montaña, incluso entre paredes y escarpados roquedos. Justo antes de este zigzag y de las escarpadas pendientes de la montaña, nos topamos con un cruce en el recorrido del G.R.: el mismo G.R. sigue por una senda que gira hacia la derecha y norte en subida, otra gira a la izquierda, hacia el suroeste sin coger altura, siguiendo a una misma altura, y otra senda sale por en medio de las tres, que sigue hacia el oeste en busca también de las aturas. Este es el que llaman Camí dels Romanins. Nosotros no perderemos las marcas del G.R., siguiendo por la senda de la derecha, subiendo por el que llaman Camí de La Casica.
Un poco de sudor y de subida inclinada hasta la parte más alta de este recorrido. Estas montañas tienen perfiles como de mesetas, de altiplanos, una vez que subes y salvas las escarpadas y verticales paredes, laderas de sus cingles, de sus paredes y vertientes rocosas, en la parte de arriba todo es más horizontal y extenso. Esta vez teníamos paredes, escarpes, a un lado y otro; paredes que miran hacia el este y con una alineación de norte a sur. Extraordinario.
Una vez salvado el desnivel la senda deriva en un cruce de recorridos y caminos. A la izquierda hemos dejamos un pináculo, una altura, con sus alargadas paredes que es un señalado promontorio escarpado y altivo. Es el Puig de Casadevall. De entre todos, nosotros seguiremos el camino hacia la izquierda y norte, dejando de seguir los G.R. para seguir otras marcas, la de un “Recorrido Local”, un S.L., (como las siglas de Sociedad Limitada), la del número 122, que nos lleva hasta la cima del Puig del Far desde el pueblo que hemos salido. Este camino se adentra un poco por este altiplano verde y precioso, como sacado de un cuento lejos de la civilización pero en plena explotación rural y ganadera, las vacas con sus abrevaderos que iremos viendo por el camino, así lo delatan. Un paisaje de verdes prados, frondosos bosques en los bordes de estos prados, caminos y vida rural sin duda. Precioso a su manera, una manera natural.
Cuando parece que el camino se aleja de la montaña y bosques que parece se quedan a nuestra derecha mientras bajamos altura levemente, salimos a otro camino perpendicular al que veníamos en lo que llaman el Pla de Santa Margarida, libre de bosques y abruptos paisajes. A la izquierda, cerca, está la casa de Sabaters, con hospedaje rural, y alguna balsita de agua; nosotros seguiremos a la derecha, siguiendo las marcas de este P.R. o S.L. que cruzaran los prados de pastos para estas vacas y se adentrará en un estupendo bosque de encinas y otras especies frondosas. Justo al otro lado del prado, de los pastos, y entrando en el bosque, nos topamos con las ruinas de una vieja y antigua iglesia, pérdida y olvidada: Santa Margalida d’Ardola.
Una fugaz visita a estas ruinas; Paco y yo merodeamos dos minutos y hacemos fotos, mientras las mujeres siguen el camino bosque adentro, que ira estrechándose y convirtiéndose en senda poco a poco. Puede que en la geografía catalana entre las que están en ruina y las que están en pié, haya decenas o casi más de un millar de estas iglesuelas románicas, medievales, antiguas, vestigios de otros tiempos más religiosos o dominantes por la religión. Aún así vestigios y testimonios de la Historia, y respetados aún en su completa ruina e inutilidad de hoy día.
Este bosque es más espectacular de lo que parecía desde sus fronteras; con altos árboles ordenados de forma especial y muy fotogénica, precioso. A pocos metros de dejar las ruinas, las marcas y recorridos giran hacia la derecha y sur (seguíamos dirección este desde el último cruce de caminos), cogiendo altura entre el precioso bosque en busca de las rocas de la cima del Puig del Far. Al poco gira hacia el sureste dejando una senda que sale a nuestra derecha y otro cruce de recorridos, ya en otra senda aparecen las marcas del P.R. que siguen también por la derecha. A la vuelta de subir al Puig del Far seguiremos por aquí, pero mientras, seguimos la senda hacia la izquierda buscando las alturas del bosque que poco a poco va cogiendo condiciones y características de bosque encantado, mágico, ancestral, ya que unas enormes rocas van apareciendo solitarias y como en medio de la espesura del bosque como puestos por gigantes o brujas o encantamientos… ¡Místico y precioso!
Nunca hemos dejado de seguir las marcas perfectamente identificativas y visibles, que nos indican la subida al Puig del Far. Aún en el bosque y en las laderas cada vez más escarpadas pero escondidas por la vegetación del Puig del Far, llegamos junto a una gran roca, empinada como si fuera un menhir. Aquí la senda gira y se interna como queriendo rodear la montaña pero lo cierto es que lo que hace es subir hasta su cima. No tiene pérdida. Es una sendilla más bien escarpada entre rocas, raíces y abruptos lugares aún protegidos por el bosque espeso de encinas.
La cima es un laberinto de balcones, de plataformas de roca que miran hacia el oeste, y entre ellas las preciosas e increíbles vistas hacia la región de Les Guilleries, con el pueblo de Vilanova de Sau, de donde partimos, en su centro; rodeado de bosques y verdor que se extienden kilómetros, con algunos verdes prados entre los árboles, y el centinela del Montseny con sus dos altos macizos, culminando el paisaje allá casi a lo lejos. Precioso. También una magnífica imagen del estas Cingles de Vilanova que ahora quedan bajo nosotros y sobre todo a la derecha y sur. Destaca un magnífico peñasco o torre, cilíndrica y de paredes verticales y lisas, perfecto, impresionante, es el Castell Sa-Sala.
Y al tercer o cuarto balcón, plataforma de roca que sobresale del bosque, encontramos plantada una bandera senyera y pensamos que es la cima del Puig del Far, a 832 mts. de altura. Aquí nos sentamos para almorzar y disfrutar del lugar, de la cima, de la montaña y del paisaje impresionante que podemos admirar desde esta peculiar e incompleta cima (ya que hacia el oeste la ocupa el espeso bosque que tapa todo el paisaje). Por fin miramos hacia el norte y admiramos el Pantà de Sau con ese campanario flotante de aquella iglesia inundada en el fondo del mismo, y arriba las impresionantes y preciosas paredes de los Cingles de Tavertet y l’Avenc. Incluso más al fondo observamos otros cortados, otras montañas cortadas con esas paredes y precipicios, pero de diferente color, son grises de margas, mientras que las alargadas y vertiginosas paredes de las Cingles de Tavertet y l’Avenc son rojizas, anaranjadas, marrones y beis, con bosques bajo las paredes y bosques en las cimas de las plataformas, las mesetas, que se forman arriba de estas paredes. Precioso. También vemos la plataforma, paredes y cima del Far, aquella montaña que visitamos a las puertas de La Garrotxa, en el extremo este de esta región de cortados y bosques, mirando hacia el este, noreste, al final del increíble bosque y selva mancilladas por los embalses de Sau y Susqueda. Inigualable.
Después de almorzar, descansar y tomar un poco el sol, decidimos bajarnos de la montaña y seguir por el lugar en busca de otro mirador o sitio donde podamos ver mejor el paisaje mágico y embelesador hacia la meseta de la Cingle de Tavertet. Desandamos la senda de subimos. Bajamos hasta la enorme roca donde nos habíamos hecho algunas fotos, y seguimos por la senda como si fuéramos en dirección de nuevo a las ruinas de Santa Margalida d’Ardola. Pero antes de llegar al sitio, nos encontramos con el cruce de sendas y recorridos señalados por las marcas del P.R. ya mencionado a la subida, ahora giramos a la izquierda por una senda que seguirá y pasará junto a una especie de balsas, pequeños estanques, variando la dirección dejando de ir hacia el oeste, cambiando a este; llegando enseguida a un camino, un camino con marcas de G.R., y con vistas al borde de la meseta, sobre las paredes y escarpes de estas paredes de la Cingle de Vilanova, hacia el boscoso y verde valle protagonizado por Vilanova de Sau.
Hay un cruce de recorridos, caminos, sendas… dejamos de seguir las marcas blancas y verdes que bajan a Vilanova de Sau y giramos hacia el noreste por un ancho camino que pasará por debajo de las rocas y cimas del Puig del Far ya subido… veremos a veces la bandera senyera desde algunos puntos de este camino. Seguimos el G.R.-151. La idea era buscar un rincón al otro lado de la Cingle de Migdía, bajando por las verticalidades que miran al Pantà de Sau por la Costa de La Rovira y las proximidades de la Font de Santa Margarida… el lugar y sus vistas tienen que ser preciosas… pero no llegamos a tal.
Viendo que llegar allí y después escoger una senda para dar vueltas, subir y bajar… por muchas magníficas vistas que podríamos tener desde este punto, ya se hacía algo tarde y me increparían lo largo o costoso que se estaba haciendo la ruta, por ello, a los pocos metros de comenzar el andar por este camino, decido mirar el mapa y ver una ruta de bajada pero interesante, divertida y si puede ser emocionante… por ello nada más encontrar un camino a la derecha giramos por este dejando las marcas y recorridos señalizados del G.R.. Vamos en dirección a la que llaman Roca Falconera.
Mientras realizamos este recorrido, nos queda arriba esa plataforma de roca, como una fina y pesada mesa en la parte más alta de la montaña, rodeada de bosques, con la senyera clavada en la roca. Según desde donde la mires, tiene forma de cara, de cabeza humana… ¡Formidable! Queda muy localizada y singular esta imagen, este Puig del Far allá arriba vigilándolo y dominándolo todo.
Este camino de herradura gira hacia el norte, justo aquí encontramos una maltrecha senda que nos sigue llevando hacia el este, hasta que acaba en el borde de los precipicios, paredes y barrancos, esta vez, de la Cingle de Migdía. Y fuera del bosque, junto a los precipicios rocosos, las magníficas vistas hacia el este, y otra senyera medio destrozada en el afilado pasillo de roca, casi una cresta pero fácil y accesible, culminación de la misma Roca Falconera. Impresionante.
El día nos sigue acompañando, no hace frío y las nubes que salieron tímidas pocas horas esta mañana por detrás de las montañas arriba de Tavertet y Rupit, han desaparecido; la visibilidad es muy aceptable y formidable, con lo que disfrutamos de un paisaje muy iluminado y colorido; hasta que nos acerquemos de nuevo al pueblo que volverán a parecer esas nubes altas inofensivas.
Desde La Falconera intento descubrir una senda vertiginosa, complicada y directa, que baja por la vertical ladera que queda en el hueco, la ancha pala, que queda junto a ella; pero no la veo, y si la viera sería demasiado incómoda para bajar… pero sí que veo otra sendilla que en lugar de bajar, cruza la ladera por arriba como buscando otros rincones sin bajar, sin descender… decido explorarla y al ver que tiene salida, la seguimos todos.
La senda sale hacia la derecha y norte, y cruza sitios en los que se nota que la senda no está muy transitada, pero es fascinante. La seguimos teniendo fe en que esta sendilla casi maltrecha, desemboca en una senda marcada y de bajada, según observo en el mapa, vamos en dirección a la senda marcada con el P.R. (o S.L.)-122, que enlaza la cima del Puig del Far con Vilanova de Sau. Cruzamos laderas escarpadas y despejadas de vegetación, pero en buena dirección. Las vistas también son excepcionales mirando hacia el sur, con toda la magnífica muralla del Cingle de Vilanova culminada en según qué puntos por esas torres alargadas e inexpugnables como el Castell Sa-Sala más cerca, y otra calcada algo más alejada también llamada Castell Bernat. Castillos, verdaderos castillos entre más altas murallas. Impresionante.
Hay que llevar cuidado, ya que me descuido siguiendo lo que parecía la senda, más maltrecha aún; y llegados a un punto la senda gira hacia abajo, entre matorrales y pocos árboles, dejando de seguir atravesando la ladera en diagonal descendiendo poca altura, ahora giramos ladera abajo… pero durará poco, ya que desembocará, como ya tenía creído, en la mencionada senda marcada que bajará hasta el pueblo. Gracias a Paco que se dio cuenta y me avisó para girar y bajar directamente entre la ladera, la pendiente. Ir con ojo en este punto.
Y llegamos a la senda que enlaza el pueblo, Vilanova de Sau, con la cima del Puig del Far, la “famosa” P.R.-122. Una vez llegados a esta senda que baja por en medio de un agreste y boscoso vallecillo, giramos hacia la izquierda, hacia abajo, queriendo salir de la montaña y dejando a nuestras espaldas las paredes, muros y escarpes de estas Cingles de Vilanova. La bajada no tiene pérdida, bajando entre estupendos bosques de encinas y con las vistas que poco a poco se irán descubriendo de las paredes y escarpes de estas montañas. Como la Roca Falconera, que desde arriba era un sencillo y estrecho pasillo de roca, pero desde aquí, bajo ella, es un pilar, un contrafuerte extraordinario y altivo, en medio de estas paredes verticales de la Cingle de Migdía. Espectacular.
Siguiendo las marcas y la senda montaña abajo, pasamos por la primera casa o masía de las pocas más que nos encontraremos para llegar al pueblo. Es La Vileta Grossa. A partir de aquí seguimos por caminos cementados o asfaltados, en busca de la siguiente masía. Podemos girar a la derecha, hacia el sur, pero seguimos recto hacía el este, dejado La Vileta Xica a nuestra derecha. Arriba admiramos las últimas vistas de Roca Falconera… ¿Cómo puede haber una ruta de bajada por esa vertical ladera junto a la excepcional torre de piedra y roca?
El camino pasa junto a la cuidada Girapells, y gira al llegar a La Pendissa, hacia el sur y derecha, cruzando una bonita riera, riachuelo, el Torrent de La Casica, por un bosque de rivera de altos y prodigiosos árboles. Desde el camino hemos visto como nos íbamos acercando al pueblo y nos alejábamos de la montaña; con preciosas y espectaculares vistas; no paro de hacer fotos. El lugar es muy verde y precioso, con bosques y formidables montañas, murallas y paredes de colores.
Salimos a la carretera que nos comunicaría con Sant Romà de Sau, al otro lado de la carretera y a pocos metros por una pista cementada, entraremos en el pueblo. Buscamos las señales de recorridos y solo tenemos que seguir en dirección a Vilanova de Sau, entrando en el pueblo por una subida que queda justo al este del mismo, después de cruzar otra riera y área de esparcimiento, el Torrent dels Vermets. Bonito rincón. Y esta pista nos deja justo por detrás de la iglesia del pueblo. Hemos salido por el lado oeste en busca de las montañas, y entramos por su lado este, viniendo de la campiña y los verdes lugares.
Acabamos en un típico bar del pueblo tomando algo para celebrar la bonica actividad de hoy. Olor a brasas y fuego que nos anuncia las sombras y el invierno que viene. Espléndido y encantador. El lugar es precioso y solitario, con pocas poblaciones y muchos bosques, campos rurales de ganado y pastos, rincones escondidos y otros de mágicos y hasta místicos testigos, como las rocas en las frondosas laderas del Puig del Far. Fascinante y emocionante.