Ya llevaba muchas visitas a la región del Collsacabra, Guilleries, y por ello creé una nueva sección en la web con este nombre. Pero no había estado aún en el corazón de la misma, en la famosa población de Rupit y los cortados, barrancos, rincones, cascadas que la rodean, incluso la visita a la misma población con sus calles, casas, escondites… de piedra y agua.
Había oído hablar de Rupit, un pueblo rústico y turístico, muy visitado, un encanto de casas de piedra y callejuelas sin asfalto, emplazado en un cruce de montañas rocosas y cauces de ríos que forman cañones de vida y belleza. También había visto que alguien había hecho alguna excursión a L’Agullola; una aguja vertical e infranqueable que queda al final de una de estas mesetas formadas de paredes que aquí llaman cingles (Tavertet, l’Avenc, de Vilanova…) … hace pocos meses había visitado las Cingles de Vilanova… A L’Agullola se llegaba desde Rupit en un fácil y bonito recorrido.
También lo rodeaban unos saltos de agua, unas cascadas que bajaban por las rieras, arroyos y riachuelos en busca del Pantà de Susqueda, salvando las mencionadas paredes, precipicios de estas cingles, sobre todo las de Pujalràs y Casadavall, hacia el este desde Rupit. Hay varios saltos o cascadas, como el de Ripol, del Gravet… pero uno de los más importantes, famoso, visitado y espectacular, es el Salt de Sallent; la misma riera que pasa por Rupit y que lleva su nombre, es la que forma esta espectacular cascada unos metros más abajo. El temporal del Gloria hace no muchos días, dejó una pluviosidad exagerada, dantesca, violenta, casi bíblica, haciendo destrozos, pero también imágenes de rieras, ríos, cascadas, saltos de agua, fuentes, a rebosar de caudal y agua… podía ser la época ideal para ir a visitar estas cascadas, estos saltos, ahora.
Es por ello por lo que organizamos una actividad con salida y regreso en la bonica población de Rupit, e intentando hacer una circular. Agnes y una amiga suya me acompañaron en esta excursión. Para llegar a Rupit, si vienes de Vic, de Barcelona, debes de seguir las carreteras que van en dirección a Cantonigrós, L’Esquirol, como si fuéramos a la Sierra del Santuario de Cabrera visitada en varias ocasiones, pero sin parar y siguiendo la sinuosa, larga y solitaria carretera, pero enclavada en un paisaje verde y magnífico. Aunque si vienes de la provincia de Girona, como venía Agnes, el camino o carretera es diferente, viniendo de la verde y preciosa Vall d’En Bas en La Garrotxa.
Justo a la entrada de Rupit hay un parking para todos los visitantes y turistas que llegan al pueblo. Nada más entrar al lugar sin entrar al pueblo, ya me voy dando cuenta de lo mágico y precioso que es Rupit. En una cafetería junto al parking me encuentro con Agnes y su amiga. Acabamos el desayuno y salimos derechos hacia el interior del pueblo. Antes de llegar intenté ver tracks en wikiloc para hacerme una idea de los recorridos que podríamos hacer: enlazar la visita de L’Agullola con la visita de los saltos de agua; porque en un principio quería visitar esas tres cascadas nombradas. Y para comenzar observé que había una iglesia, un templo medieval al otro lado del pueblo de camino al Salt de Sallent o de L’Agullola… por allí quería pasar.
La Riera de Rupit rodea la población con su cauce, desfiladero, cañón, haciéndolo casi inexpugnable en la antigüedad o guardándolo por todos sus flancos, menos por el lado este, donde la roca y su castillo guardaba ese lado. A la vez y de esta manera transforman al pueblo con una verdadera construcción medieval, con una arquitectura especial de calles estrechas, laberínticas, empedradas, con casas de piedra con balcones y adornos de madera, jambas, dinteles y columnas de las porchadas. Precioso, único. Y a la vez para entrar en el pueblo se tenía que hacer por puentes que cruzaban este corto precipicio de la Riera de Rupit. Por uno de ellos entramos al casco urbano.
Debemos cruzar Rupit de norte a sur, pasando por la puerta y fachada de la iglesia del pueblo, y por casas con fachadas medievales… eso sí, ahora llena de restaurantes y algunas tiendas de souvenirs. La idea es ir en busca de la iglesia supuestamente románica de Santa Magdalena. Hay cartelitos que nos indican por donde ir, que calle coger y por qué escaleras bajar. Con lo que al final salimos por un encantador camino bajo unas escaleras y arcos de piedra, que nos llevarán junto al hueco del cauce de la Riera de Rupit que por aquí ya se aleja del pueblo. Echamos la mirada atrás, fotos del lugar, de las casas y sus fascinantes y cucos balcones, del pueblo y sus vistas, su imagen. Bucólica, encantadora, simpática… una de esas postales de pueblos perdidos en la historia.
El camino que sale de pueblo es de piedra, pero no tan antiguo como el pueblo, está arreglado y adecuado para poder caminar y pasar por él sin torpezas ni obstáculos; hasta que desaparece para dar paso a otro camino o recorrido de tierra. Salimos del pueblo y cruzamos de nuevo la riera, giramos hacia la izquierda y sur, siguiendo el curso del rio corriente abajo pero algo más arriba de la orilla del mismo. La senda es clara, aunque unos carteles nos advierten de que en algunos puntos el recorrido puede ser peligroso y puede estar cerrado por árboles caídos y terreno desprendido; y así es. A medida que seguimos la senda antes y después del templo de Santa Magdalena nos encontramos la senda obstruida por árboles caídos y el terreno con la senda algo escarpada… ha sido el Gloria. A pesar de todo, nosotros seguimos el supuesto recorrido.
La senda hace un giro igual que lo hace la riera. En ese giro aparece una senda de subida a la derecha. La seguimos y en pocos metros, escalones, llegamos a la esplanada donde se ubica Santa Magdalena. Visitamos el templo. Nadie más nos acompaña en este recorrido. Ya veíamos la imagen del templo en la lejanía cuando salimos del pueblo, y ahora desde las puertas de esta iglesia románica, admiramos las vistas hacia Rupit. Precioso. Abajo queda la Riera de Rupit, también con imágenes de agua y sosiego, antaño, no hace tanto, un desorbitado, violento y peligroso río salido de madre por el temporal Gloria.
Mientras deambulamos por el lugar, habilitado como mirador y sitio para el esparcimiento, contemplamos el lado contrario al del pueblo; al fondo vemos entre neblinas, la meseta que queda antes del cortado que la separa de la espectacular y vertical aguja que forma L’Agullola. Nuestra imaginación vuela dándole un aspecto de formidable castillo, fortaleza, pero de la roca, de la naturaleza, impresionante. Dándole la niebla una imagen fantasmagórica, mística, preciosa.
Poco tiempo pasamos junto al templo, junto a sus muros y bancos de piedra, miradores al paisaje, y desandamos la senda, el caminito de subida, que salía de la senda que venía del pueblo de Rupit. Al otro lado, hacia el oeste, se oyen los motores de los coches que pasan por un camino asfaltado cercano, al que tendremos que salir más adelante. Una vez llegamos a la senda giramos a la derecha para seguir la dirección de río abajo, con el caminito muy cerca del cauce. Tan cerca como para poder visitar los gorgs y cascadas que hace el río a la vez que sigue hacia el sur. Con lo que llegamos a un determinado punto y mirando el mapa Alpina, nos metemos en el río entre rocas madre planas, alisadas y lijadas por el paso del agua. Nos acercamos para ver el Salt del Molí Rodó.
Son varios metros de caída, y el caudal es interesante. Es un bonito rincón de agua y vegetación. Estamos solos en el lugar, cosa que le da más valor y tranquilidad. Solo oímos el ruidoso estruendo del agua cayendo y chocando contra las rocas, contra el mismo agua, algunos metros más abajo. Precioso lugar.
Después de unos minutos contemplando el acuático lugar, debemos seguir por la senda, ahora más cerrada y poco transitada; siempre hacia el sur río abajo. Llega un momento que la senda no tiene salida; desaparece entre la maleza, la vegetación invasora… es entonces cuando buscamos una salida inventada de la senda o caminito que está desapareciendo bajo nuestros pies. En un momento determinado descubro que la carreterilla antes mencionada queda justo arriba de nosotros. Pasan coches de vez en cuando. Y es entonces cuando buscamos una subida, esa salida inventada, para llegar hasta el nombrado camino asaltado. Y por una ladera casi vertical entre vegetación y tierra desmontada para hacer el mismo camino, monte a través, subimos al camino asfaltado evitando los quitamiedos plantados en el borde el mismo, justo sobre el sitio por el que queremos subir.
Una vez en el camino asfaltado, giramos hacia el sur, hacia la izquierda, según llegamos a la misma, para seguirla hasta el próximo cruce. Ya nos olvidamos de la Riera de Rupit que va quedando a la izquierda allá abajo cada vez más invisible, mientras su cauce, el valle, cada vez se hace más ancho y amplio. Pero enfrente nuestro tendremos la espectacular imagen de nuestro objetivo, que cada vez que avanzamos acercándonos, caminando por esta pista, lo veremos más enorme, preciosa y magnífica, en una imagen compartida con los cortados y paredes de la meseta que la precede, que se forman hacia el este, cayendo hasta las aguas y vallecillo de la misma Riera de Rupit… una vez que ya se ha hundido y caído en ese espectacular y llamativo Salt de Sallent. El lugar es precioso entre llanos, planas sobre las mesetas, cortadas, con paredes y temerosos precipicios que miran al vacío y a la grandiosidad.
Seguimos la pista asfalta hacia el sur, hacia el espacio abierto, hasta llegar a un punto, como si la pista diera la vuelta a una altura que queda a nuestra derecha, que luego dejamos atrás, donde nos encontramos con un cruce. Hay marcas de G.R. Miro el mapa: hacia el sur nos dirigiríamos por la meseta y llano que tenemos a nuestros pies, hasta L’Agullola; hacia el este hay un caminito y senda que nos llevaría hasta el Salt de Sallent, por un recorrido también marcado; y hacia el oeste la pista nos deja en las inmediaciones de un bonito templo románico, es Sant Joan de Fàbregues. Iremos en un principio hacia el templo para visitarlo, pero volviendo a este punto para proseguir con nuestro recorrido.
A pocos metros ya vemos el tejado y después el resto del edificio. Al otro lado, al fondo de las vistas hacia el templo, aparecen las paredes en forma de ábside, de gigantesco cilindro, de las Cingles de l’Avenc, bajo la Roca Llarga y Puig de Cortils, visitados en otra excursión. Espectacular. Llegados a la iglesia incluso entramos dentro, observamos sus gruesos y viejos muros grises, está en buen estado de conservación, y un restaurante cubre uno de sus lados del complejo, de la construcción. Pasamos por una especie de puerta en su murito, hasta una especie de recinto, de patio, con preciosos árboles como unos enormes cipreses.
Unas cuantas fotos y curiosidades, y volvemos al punto anterior del cruce de caminos, de pistas; ahora debemos salir de las sendas y recorridos señalados para girar hacia el sur, por un camino, en busca ya de L’Agullola. Pero teniendo en cuenta que tendremos que desandar casi hasta aquí, ya que desde el cruce siguiente, o cerca de este cruce, deberemos seguir hacia el este en busca del Salt de Sallent. Llegados al cruce de pistas asfaltadas, giramos por el que nos queda por pisar, que es el que baja, haciendo dos sendas curvas, hacia la derecha. Y al poco llega a otro camino donde hay una especie de parking de coches en la tierra… desde aquí sale la gente, los curiosos, los turistas y domingueros, a visitar el Salt de Sallent. Hasta aquí volveremos para ir a la cascada y seguir la ruta programada. Justo aquí aparece otro camino, esta vez de herradura, que sigue hacia el sur y derecha, y que recorrerá por un lado y después por en medio, este llano, esta meseta, que llaman Pla de Fàbregues.
El día es bastante bueno, hace calorcillo a pesar de estar en mitad del invierno. Hay nubes altas, neblinas, pero no irán a más, el sol nos dará de pleno en todo el recorrido. Este lugar alejado de los recorridos habituales y de los excursionistas, es un campo de pasto para el ganado donde nos encontramos a los mansos animales a sus anchas… incluso uno más grande que el resto que parece sacado de esos especímenes americanos que a veces salen en documentales o películas, enormes y tranquilos.
Pero también hay algo de bosque que circunda el llano para pasturar, y que poco más adelante el caminito gira hacia la izquierda y se interna por el mismo, entre bosques y otros espacios abiertos, para acercarse al otro lado de la meseta, al lado este. Girando de sur, sureste a este. Mientras las vistas de las cingles y paredes desde este llano sin árboles que estorben, son excepcionales hacia la Cingle de l’Avenc que quedará a nuestra espalda, hacia el noroeste. Impresionante la alineada pared que aparece a lo largo de la montaña como una fenomenal muralla que guarda un gigantesco e invisible castillo.
La senda nos lleva hasta un rincón justo en el extremo sureste de esta meseta, hemos pasado por su punto más alto al sur, el Pla Xic cuya cota más alta llega a los 921 mts., el cual no se aprecia su prominencia entre el espeso bosque, y pasamos sin pena ni gloria. Pero nos paramos a almorzar en una especie de balcón mirando al otro lado del precipicio, hacia una gigantesca aguja, cilíndrica, altiva, inexpugnable, enorme, de paredes lisas y totalmente verticales… es la impresionante Agullola. Una cruz corona su cima.
No es posible llegar hasta ella si no es por medios de escalada. Es impresionante. Almorzamos y descansamos con vistas a L’Agullola, pero una vez ya nos calamos con su imagen y forma, y las panchas ya están llenas, decidimos abandonar el lugar y desandar el camino realizado en busca de aquel cruce de recorridos y especie de parking en un lado del camino. Con lo que seguimos la senda entre el bosque dejando atrás los precipicios y las vistas a L’Agullola, para ir en busca del llano de la meseta del Pla de Fàbregues, de esos espacios de pasto con esas vacas paciendo tranquilamente. Ahora las vistas, entre los árboles, los altos matorrales y las encinas, antes de llegar al camino, son preciosas e impresionantes: parece que las montañas con esas alargadas y verticales paredes, quedan al fondo, alejadas, e incluso detrás de ellas, más al fondo y arriba, las paredes de la Sierra del Santuario de Cabrera; y, esta vez a la derecha, al fondo, en un rincón entre las paredes, el alto y visible Salt de Sallent; una preciosa imagen de una cascada con agua sobresaliente y llamativa, impresionante y espectacular.
Desandando el camino, volvemos a llegar al mencionado parking y camino con los postes señalizadores de recorridos. Ahora lo tendremos más fácil: hay coches y gente merodeando por aquí, igual o más que cuando pasamos la primera vez. Solo tenemos que seguir a la gente que sigue el camino hacia el noreste, a la derecha o las señales, carteles, en dirección al Salt de Sallent.
El camino parece que quiere dejar el llano, la plana del Pla de Fàbregues, para acercarse al precipicio, al límite de la montaña y girar bordeando ésta, hacia la izquierda. Ahora a la derecha del camino está el vacío, las laderas cortantes, y a la izquierda el resto de la montaña con menos inclinación. Pero nuestros ojos están fijados en el frente mientras bajamos levemente por el camino, eso sí, con bastante gente que lo recorre, descubrimos la cascada, el salto de agua, como incrustada en la pared, en un hueco o semicirco de la pared. Impresionante y precioso. Es el Salt de Sallent. La Riera de Rupit entera se precipita por un balcón vertical de decenas de metros, todo lo que da la altura de estas cingles, de estos muros que recorren el lugar desde más allá de Tavertet hasta el Far, y son bautizadas como “Cingles”. El espectáculo de la cascada es soberbia, magnífica, propia de grandes cascadas de grandes cordilleras.
También miramos de tanto en tanto hacia el entorno que rodea la cascada, al frondoso, enorme y solitario bosque que invade las laderas más bajas hasta las orillas del Pantà de Susqueda, ese enorme espacio de agua que queda en el fondo de los valles que vemos mirando hacia el sur. Y a nuestra espalda queda la imagen de la meseta del Pla de Fàbregues, que por este lado cae un la habitual y formidable pared, muro, de estas montañas; y al fondo, al final de la misma, L’Agullola; solitaria, inconfundible y llamativa… como la torre inexpugnable de este muro que rodea y protege el lugar. El camino no tiene pérdida. Enseguida llegamos hasta las orillas de la Riera de Rupit, en un entorno natural precioso de agua, roca y vegetación, y la formidable caída desde la parte de arriba del Salt de Sallent.
Hacemos fotos. Nos asomamos al vacío, al precipicio viendo como el agua infinita va cayendo clara y cristalina, fresca y ruidosa. Hay mucha afición, visitantes, curiosos… es una verdadera atracción. Al otro lado de la ladera de este semicirco del Salt de Sallent, del que hemos venido, arriba de las paredes, hay miradores, gente, que contempla y disfruta de las mejores vistas del Salt de Sallent. Así que cruzamos la Riera de Rupit por los límites de la parte alta de la cascada y seguimos por la senda, camino, que queda al otro lado, dejando esta vez a nuestra espalda las vistas y lugar del mismo Salt de Sallent. El camino queda a poca más altura, y entre el camino, que sube levemente parecido al camino al que llagamos al Salt de Sallent pero en la pared de enfrente, y el precipicio, que nos queda a la derecha de nuevo, hay una senda por la que seguimos hasta un saliente en la roca, como un balcón y con una barandilla que hay clavada para no precipitarse vacío abajo… es el magnífico e idílico mirador al Salt de Sallent.
Nos quedamos unos minutos. Hacemos fotos. Hay una verdadera fila de gentes, curiosos y familias entre el mirador y el Salt de Sallent. Hace calorcillo y un sol implacable a pesar de ser invierno. El día sigue siendo muy bueno. Del mirador subimos al camino cercano y antes mencionado. No visitaremos otros rincones de estas paredes y sendas que llegan hasta el fondo de la caída del Salt de Sallent, con las diferentes vistas del lugar. Quiero visitar el resto de saltos, de cascadas, menos espectaculares que esta del Salt de Sallent, pero curiosas y que son las bajadas de agua de torrentes, rieras y barrancos que cruzan en perpendicular las paredes y muros de estas cingles; esta misma, de la Cingle de Pujalràs, y de las siguientes de Casadavall. Y el siguiente salto o cascada que queremos visitar y descubrir, es el Salt del Gravet. Solo tenemos que seguir el camino hacia el este, noreste, con la idea de bordear el perfil de la montaña en la que nos encontramos sin ascender a su cima ni descender hasta su base (imposible porque caeríamos por sus precipicios), solamente seguir por el medio llano que queda a esta altura y como rodeando la montaña, y alejándonos a la vez del Salt de Sallent. En las cercanías de la Riera de Rupit al caer en su cascada, ya encontramos un cartel señalizador de recorridos… uno de ellos será la dirección del próximo lugar a visitar: Solana de Pujalràs-Camí del Gravet o Camí del Torrent del Gravet, la siguiente. Para ello el camino comienza a elevarse levemente para girar hacia el este a partir de cierto punto.
A partir de este punto desaparece la gente, los turistas, los curiosos, el tumulto, el ruido, siguiendo este camino hacia el este, girando al noreste, norte, a medida que la montaña se va introduciendo en el hueco de otro barranco, otro torrente. Mientras disfrutamos de las vistas hacia los muros y cingles que quedarían por debajo de nosotros, y en dirección este. Nos da la impresión de estar por encima de esos muros, de esas paredes, por un fácil y cómodo camino. Arriba a nuestra izquierda queda la cima de esta montaña, de esta ladera que estamos rodeando; son unas rocas y escarpes sobresalientes, lo llaman el Castell de l’Envestida.
Nos encontramos con un cruce de caminos, seguimos por el camino de la derecha que parece comenzará a bajar levemente a la vez que se interna en el nombrado hueco del barranco, de lo que llaman el Torrent del Gravet. Casi ya metidos en el fondo del barranco, otro cruce, un camino mal cuidado de herradura y lleno de maleza a la izquierda y una senda pisada y transitada a la derecha que baja hasta las orillas y aguas del Torrent del Gravet. Elegimos la senda de bajada pero no olvidamos este cruce… Llegamos hasta las aguas que bajan del Torrent del Gravet e intentamos observar, descubrir su cascada, su salto de agua. No es como el anterior visitado de Sallent, es más modesto, invisible y solitario. Intentamos hacer fotos. Pasamos al otro lado y seguimos la senda con el barranco a nuestra espalda pero intentando fotografiar el salto, la cascada, girándonos, que ¡ahora sí! podemos fotografiar entre la maleza y vegetación.
Intentamos seguir la senda alejándonos del Torrent del Gravet, pero las chicas parece que se están pensando el seguir, ya que a partir de ahora cuanto más nos alejemos, la vuelta o recorrido hasta Rupit será más largo, y ya llevamos un buen tiempo en este día de actividad… Con lo que decidimos poner fin al recorrido de los salts d’aigua y buscar otro recorrido para volver a Rupit.
Desandamos lo caminado pasando por las aguas del Torrent del Gravet de nuevo, por la senda de bajada hasta el torrente, y parándonos en el cruce con ese camino mal cuidado antes de que bajáramos al riachuelo. Miro el mapa Alpina. Intento imaginar un recorrido de vuelta que sea una circular para no tener que pasar por sitios ya vistos y caminos, sendas ya pisadas… llegados a este improbable cruce, giramos a la derecha y norte por el camino lleno de maleza paralelo al cauce del torrente. No quiero seguir por el camino por el que hemos llegado al principio a este cruce, ya que sería volver por el mismo camino que nos trajo del Salt de Sallent.
Cortando matas y abriéndonos paso en este descuidado camino, seguimos hasta un punto en que hace un giro de 180º pero cogiendo poco a poco altura. A pesar de estar lleno de maleza, se observa perfectamente la traza plana de camino, aunque llena de vegetación. Después del giro el descuidado camino, éste sigue largo y elevándose poco a poco… por el aspecto del camino tengo el temor de que no llegue hasta donde me dice el mapa Alpina, pero, como más de una vez, no falla: el camino maltrecho desemboca en una pista; esta pista es la que desechemos en un cruce de caminos para poder bajar en dirección al Torrent del Gravet.
Justo aquí deberían de estar las ruinas de la masía cuyas Cingles cercanas llevan su nombre, Pujalràs; pero no las veo. En esta nueva pista debemos de buscar una senda al otro lado de la misma, al otro lado por el que salimos, y esta senda será la que nos suba hasta las rocas y cimas de la ladera, de la montaña en la que nos encontramos, sube hacia las cercanías o proximidades del Castell de l’Envestida; que realmente no es un castillo, si no una formación rocosa, de rocas superpuestas, como si fueran una fortaleza creada por la Naturaleza. Encontramos la senda, unos hitos la descubren y nos guían por ella. Pero la senda, a pesar de ser estrecha y no muy transitada o habitualmente pisada al principio, no tiene pérdida, comienza a remontar la ladera buscando las alturas e incluso llegados a una parte de este recorrido, se ensancha y se convierte en un estrecho camino inconfundible entre la maleza y bosque, el cual aparece mientras ascendemos por él.
La subida en algún punto de este ascenso se pone bastante vertical, es directa hacia un colladito que queda al oeste del Castell de l’Envestida, pero las vistas hacia el sur llegado a un punto en que la maleza o vegetación desaparece, es espectacular. Agnes aprovecha esta ventana para que le haga una foto, y detrás de ella, allá abajo al fondo, resurge la imagen de L’Agullola con la meseta del Pla Xic, Pla de Fàbregues, el profundo y boscoso valle bajo las paredes que las sostienen, y más al fondo el Montseny y las alturas de Les Guilleries como Sant Miquel de Solterra o de Les Formigues. Precioso. Incluso abajo de la ladera en la que nos encontramos, aparece también el camino por el que hemos marchado al salir de aquel mirador después de visitar el Salt de Sallent.
Poco después llegamos a un cruce de sendas y caminos. A la derecha podremos acercarnos a las cercanas rocas cimeras del Castell de l’Envestida, que hasta llegar a este punto creía que era un castillo de verdad. No sé si llego a acercarme para ver si hay subida o ruta que se interne entre sus rocas, el caso es que desechamos la idea de subir a este lugar y buscamos otro camino o senda que nos lleve por el lado contrario al que hemos subido. Ahora delante de nosotros se abre un espacio en el límite del bosque de prados o pastos para ganado, con una masía cercana. Da la impresión de estar ya en la altura de estas verticales y escarpadas montañas que forman las cingles, los muros, la paredes a media altura, y que a partir de este punto hacia el norte solo son lomas y algunos pináculos de altura casi inapreciable… menos si nos topamos con otras sierras como la de Cabrera, antes de salir del territorio del Collsacabra. Incluso vemos de nuevo asomarse la gris y puntiaguda forma del Puigsacalm y más al fondo el blanco Pirineo nevado; casi ocultos por un bosque que se muestra desafiante y poderoso por su espesura y frondosidad al otro lado de estos prados.
Justo en este cruce de sendas, intentamos seguir una que va a la izquierda, pero a los pocos pasos de seguirla nos da la impresión de que se desvía hacia otro sitio, con lo que optamos por volver al cruce y seguir la que se dirige directamente al norte, y enfrente según salimos de la ladera sur del Castell de l’Envestida, el cual se convierte en ancha senda o camino de herradura para acercarse a la masía cercana que ya vemos al final del prado: Can Cames.
La idea es ir en dirección a esta masía, llegar por su lado derecho, bajando por una senda en dirección norte, que después se convierte en camino de herradura justo cuando se va a acercando, a la vez que desciende, a la construcción. Unos simpáticos burritos catalanes nos saludan mientras pacen tranquilones en pareja en algunos rincones cerca del camino. Me acerco y acaricio el hocico de uno de ellos. Bonitos.
Y ya junto a la construcción, rodeamos la masía y nos acercamos junto a una ancha y extraña puerta que es una verja y que hace de puerta de entrada al recinto llegando del camino con la que se comunica con el resto de casas y sitios del lugar. El camino sale hacia el norte, pero enseguida gira hacia la izquierda, siguiendo hacia el noroeste, y después de una curva, hacia el suroeste, haciendo una semicircunferencia, como recorriendo a una misma altura el hueco del valle que forma el Rec dels Abeuradors, para ir de un lado al otro del valle. Justo al lado contrario del valle de Can Cames, está Santa Llúcia, donde un jardín cuidado con setos, escaleras y piedras.
Ya hemos cogido el camino de vuelta a Rupit, desde las puertas de Can Cames. Aquí en Santa Llúcia el camino gira hacia el oeste, como rodeando las laderas de la montaña, donde, al otro lado de ésta, encontraremos las inmediaciones y afueras de Rupit. Poco después de pasar Santa Llúcia, cruzar Collsallosa, el camino vuelve a girar hacia el norte, después de rodear la ladera de la montaña, y al otro lado ya el camino se interna en una calle de Rupit. Ya desde este punto del camino, descubrimos al otro lado del hueco del valle entre la vegetación al borde del mismo, el casco urbano del municipio con la torre de la iglesia como faro y referencia de este magnífico pueblo de postal. También descubrimos, poco más al sur, abajo del pueblo, la iglesia de Santa Magdalena, rodeada con su espacio para el esparcimiento y picnic, con sus bancos de piedra y miradores al precioso y encantador paisaje.
Entramos a Rupit y buscamos la salida por aquel puente sobre la Riera que lleva su nombre, recorriéndonos sus calles, pasando por debajo de las rocas que soportan lo que queda de lo que fue un castillo. Pero antes de cruzar el puente para coger el coche y volver a casa, nos paramos en una terraza de alguno de los abarrotados bares del pueblo. Es increíble la cantidad de gente, visitantes y turistas que hay hoy en Rupit… pero merece mucho la pena. Es un pueblo precioso. Y su entorno y naturaleza también es increíble, formidable y espectacular. Vale la pena visitar cada uno de sus rincones y cortados, así como sus saltos de agua, cascadas y riachuelos… me falta visitar el resto de saltos de agua… habrá que volver…