Me levanto con dolor de cabeza. He dormido mal, quizás los efectos estimulantes del té de coca. Quizás la altura. Tras el desayuno de campeones (cereales, te, tostadas, huevos revueltos…) y una aspirina, me siento mucho mejor. Yo por el momento no me encuentro mal, parece que me aclimato algo mejor que Jesús. Hay que recordar que ayer estuvimos casi a la altura de la cima del Mont Blanc pero en las laderas del Chimborazo.
Tomamos el sol a la puerta de la casa mientras nos avisa Rodrigo para bajar en coche a Riobamba. Nos enseña la casa nueva, el jardín botánico de 70 especies y unas chozas tradicionales. Las nubes aunque lejanas no dejan ver las cimas pero sí la base del Chimborazo. Ya conseguiremos verlo uno de estos días. Entre tanto el Tungurahua sigue pegando petardazos y siguen cayendo cenizas. En un principio el Chimborazo estaba cubierto enteramente y a partir de mitad de su falda para arriba ya no se veía anda, incluyendo los glaciares y sus laderas que los rodean. No era la típica nube de viento que cubre las altas cimas de las grandes montañas ocultando la cumbre, mientras que el resto de paisaje, montañas más bajas y cielo está despejado. Esto hoy no era el caso, aunque es algo que ocurre habitualmente por la prominencia de la montaña con respecto al resto de alturas y montañas. La única montaña que le podría hacer algo de sombra al Chimborazo pero que se encontraba a bastantes kilómetros de distancia, era el Cotopaxi, y sin embargo seguiría siendo más de 400 metros más bajo. Si lo comparamos con las montañas más cercanas, y aun así separadas considerablemente, Sangay, Carihuayrazo, Altar… la diferencia es de alrededor de 1.000 metros con respecto a la cima más alta, con lo que la prominencia del Chimborazo es espectacular, increíble, exagerada, con respecto al resto del paisaje.
Siguiendo la vista con la dirección de las vías del tren que hacen una perfecta curva, al norte, noroeste desde la Estación de Urbina, descubrimos una escarpada montaña, picuda y destacable en la lejanía, con escarpes verticales y varias cimas con formas de pináculos o torres, tres cimitas así. No es tan alto como el Chimborazo pero tiene un semblante, un perfil más desafiante y espectacular, menos amigable: es el Carihuayrazo, otra montaña que supera los cinco mil metros y, como ya he descrito, es de las montañas que rodean Urbina. Preciosa… aunque hoy es invisible a la vista al estar tapada por las nubes bajas, como el Chimborazo.
La Estación de Urbina se encuentra en un lugar privilegiado en medio del altiplano de la cordillera de los Andes que aquí forma un largo pasillo casi llano o de terreno ondulado, limitado por montañas, volcanes a cada lado. Por ello Urbina tiene a la vista la alta y gran montaña del Chimborazo hacia el oeste, el Carihuayrazo al noroeste, norte, el Igualata al este. Justo el Tungurahua queda invisible al otro lado del Igualata pero más alejado, justo en línea recta hacia el este, por ello los vientos que vienen en esta época del año del este, del Oriente, siguen rectos hacia el oeste cogiendo de lleno, al estar alienados, a Urbina y al mismo Chimborazo, una vez han saltado (aunque por la altura no es obstáculo) la montaña Igualata. De ahí que sean los más afectados por la lluvia de cenizas de las erupciones del Tungurahua. Hacia el sur el valle, el pasillo se abre, baja altura, y aparece Riobamba; y a su vez Riobamba, en la distancia, está rodeada por las mimas y otras montañas.
También debemos entender que estamos en un país con un clima muy diferente a los europeos y resto de cordilleras que ya habíamos visitado: entre los trópicos de Cáncer y Capricornio con el mismo Ecuador como eje central, el clima deja de tener inviernos, primaveras… para tener estación de lluvias y estación seca. Según la orientación o posición del Frente Intertropical que es el que da las lluvias y rodea todo el globo terráqueo cerca del Ecuador, los vientos pueden ser, durante meses, de este a oeste, viniendo del Oriente, estación seca (no quiere decir que nunca llueva), y con temperaturas más bajas; o puede enviar vientos de oeste a este, viniendo del océano, húmedo, estación de lluvias, y temperaturas algo más altas… aunque la diferencia de temperaturas entre la estación seca y la de lluvias no es prácticamente apreciable comparada con el Verano e Invierno de los climas con las 4 estaciones. Ahora mismo estábamos en la estación seca y algo más fresca, con vientos que vienen del Oriente (de la selva, este), con lo que arrastra las cenizas y humos del Tungurahua que se encuentra justo al oeste si miramos desde Urbina o el Chimborazo.
Por fin montamos en la camioneta con Rodrigo y vamos a Riobamba por un tramo de la panamericana en muy “buen estado” ya que es de peaje privado. Curiosamente en algunos tramos de la carretera vemos pintadas en el asfalto, en mitad de los carriles de diferentes direcciones en diferentes puntos. Parecen corazones de color azul o añil. En un principio no le hacemos caso, pero al tiempo, al ver más cantidad de esta misma pintada en otras carreteras y lugares asfaltados, sobre todo una acumulación importante en una revuelta de la misma carretera justo en la puerta de lo que parecía ser un bar; ya le preguntamos a Rodrigo que son esas pintadas con forma de corazón. Nos dice que cada corazón corresponde a la muerte en ese mismo lugar, sitio, de alguna persona atropellada. De esta manera hace recordar al resto de transeúntes que allí murió una persona en la carretera al no llevar cuidado al cruzarla o al utilizarla… ahora recuerdo la gran cantidad de corazones azules pintados en la carretera a la salida de ese bar que justo su puerta da a la misma. Los indígenas quechuas, más propenso a las borracheras, les afecta más el alcohol que a los occidentales, salen muy perjudicados del bar y se adentran equivocadamente en medio o en partes de la carretera donde pueden ser envestidos por algún automóvil inconscientemente sin saber, por culpa de su estado ebrio, que lo pueden atropellar y matar. Y es cuando viene el accidente mortal… Macabro y curioso a la vez. Casi espeluznante.
Riobamba la llaman la Sultana de Los Andes, posiblemente por su cercanía o estar rodeada a altas montañas, volcanes, de más de cinco mil metros, teniendo muy cerca el más alto del país, el Chimborazo, además del Altar, Sangay, Tungurahua… montañas, volcanes que se pueden ver desde su ubicación, su urbe. Está a unos 100 metros menos que la altura de Quito, a 2.750 mts. de altitud, o sea, poco menos de 900 metros de desnivel desde la Estación de Urbina, de la cual solo restan 20 minutos en coche. También es considerada aquí en Ecuador, lo que Chamonix en los Alpes franceses o Huaraz en Perú, la capital o centro neurálgico de las actividades o eventos relacionados con la montaña, el andinismo. Por ello la empresa de Rodrigo Donoso, Alta Montaña, tiene las oficinas en la misma ciudad. Seguramente haya otras empresas que se dedican a lo mismo en Riobamba, aunque no nos paramos a averiguarlo.
Rodrigo nos lleva a la estación a preguntar a que hora llega el bus 83 para hablar con Gonzalo Alulema (el conductor), llegan a las 16’15. Mientras nos lleva a su casa a conocer a su familia, su mujer Silvia y su hija Arian de 2 añitos y medio. Es muy simpática, alegra y espabilada. Es una niñita muy despierta con rasgos tanto quechua, como las posibles raíces de su madre, como occidentales, como las raíces de su padre; cosa que le da un vivaz espíritu, algo menuda para su edad pero con una lindeza que solo le puede dar el mestizaje y unas ganas increíbles de conocer su mundo. Un encanto de niña.
Charlamos. Silvia es sanitaria o algo así. Me parece que era una de esas doctoras que se dedica a visitar los pueblos y aldeas rurales que, por su tamaño o lejanía con los servicios de la ciudad, no tienen médico de cabecera, centro propio de atención o sencillamente no tienen medios para ir al más cercano. Vamos todos juntos a comer a un pequeño restaurante El Tambo de Oro (o algo así), sopa, carne, ensalada de pasta, jugo de frutas (guanábana). Aquí hay muchas por la cercanía a la costa (plantaciones) y a la selva (4 Dl. el menú).
Luego descansamos de nuevo en su casa ojeando libros de los Andes. Es una casa humilde, antigua, bien distribuida. Se accede a través de un pequeño patio. El comedor tresillo distribuye las otras habitaciones a las que se acceden por un escalón a una segunda altura. La nevera está a la vista en este distribuidor. La cocina tiene muebles viejos y una cocina de gas de cuatro fuegos muy chiquita. Luego vamos a la estación a preguntar y nada, ni el conductor ni el cobrador (los mismos de aquella noche) quieren saber nada ni han visto ni han oído. Divagan, y hablan de forma que no sabes que coño dicen, aunque sea el mismo idioma. Igual hablan así con ese acento para confundirnos, para que no entendamos lo que dicen. Como si Jesús y yo habláramos valenciano para que no se enterasen ellos. Se confirma lo que nos temíamos, si la han visto se la quedan y ellos no saben nada. Esto es chorolandia y la honradez no abunda.
Llamo para anular la tarjeta y a casa para contar mis penas al contestador. Pero Jesús no le dirá toda la verdad a su madre, le ha dicho que él ha perdido o le han robado el bolso con la documentación, dinero… pero no le ha dicho que a mí también me lo habían robado el primer día que habíamos aterrizado a Quito. Por ello le dice que no se preocupe, que tiraríamos con mi dinero… Mañana volveremos a poner la denuncia. Solo nos quedan los 300 Dl. que di a Joaquín y tendremos que pedir que nos hagan un giro a una transferencia a la cuenta de Rodrigo para poder acabar el viaje. Por suerte aquellos años en los que aún no había comenzado el crack de 2.008, había muchos inmigrantes ecuatorianos en España, con lo que algunos bancos o cajas españoles habían hecho tratos con bancos ecuatorianos, para que, de esta manera a través de los bancos españoles, al ingresar dinero o tener cuenta, les pueda llegar parte o todo el dinero a los bancos ecuatorianos. La Caixa, de la que yo era cliente en esas fechas, era una de ellas. Con lo que solo teníamos que pedir a mi madre o hermanas que hicieran una transferencia desde La Caixa a las cuentas de otro banco o caja que nos indicarían, de Ecuador. Tanto como para tener nosotros dinero, como para ir pagando a Rodrigo. Por suerte al final no fueron tan traumáticas ciertas gestiones para reestablecer nuestra normalidad económica, aunque sí que tuvimos que perder ese tiempo precioso en ese “turismo burocrático” … ¡Que se le iba a hacer!
Al llegar a Urbina sobre las 17:30, salgo a correr por la panamericana vieja, y a hacer algún ejercicio y la verdad es que cansa y se nota la altura, sobre todo al subir las cuestas. La gente con la que me cruzo me mira con extrañeza, indígenas con sus ponchos en bici a pié. 30 minutos (15 de carrera, andando y corriendo a trechos el resto). Yo me quedo en la casa o por los alrededores, prefiero no gastar energías a esta altura, pero dudo cuál de las dos ejercicios es el más beneficioso, si no hacer nada o el pequeño ejercicio que hace Jesús. Al final debes hacer lo que te pide el cuerpo, pero también forzarlo un poco para que no se “aperré”.
Ducha caliente, conversación junto a la hoguera y la cena, locro de papas y queso (sopa), carne con arroz y de postre tomate de árbol en almíbar y canela caliente. Un colacao. Una curiosidad que casi no tiene importancia el detalle pero que por alguna razón se me quedó en mi mente como algo formidable, algo tan sencillo y simple, pero increíblemente práctico; y es como avivar el fuego de la chimenea: normalmente en España, Europa, Occidente… tienen unos fuelles para dar aire y avivar el fuego, pero aquí, para que las cenizas no salieran volando llenándolo todo, como hace el fuelle, utilizaban un largo tuvo hueco dirigiendo un extremo a la raíz del fuego y por el otro extremo soplan. Así lo veía hacer a Delfín (guía y empleado de la empresa de Rodrigo) y me pareció algo tan sencillo y útil que no sabía cómo en el resto del mundo no se había extendido este “invento”, en lugar del engorroso fuelle que aún seguimos utilizando. Este detalle, esta “tontería” me hizo pensar que a veces tenemos la equivocada sensación de que los países que no están tan avanzados económicamente o desarrollados como los de occidente, no tienen ideas, inventos, herramientas, artilugios e incluso acciones que pueden ser tan prácticas o útiles como los del primer mundo, occidente. A partir de este viaje me fui dando cuenta que cada cual intenta mejorar su vida de la mejor manera que puede con los medios y condiciones con los que cuentan; no siempre las diferencias de culturas o de civilización hace “inútiles” a unos y “listos” a otros. La inteligencia y tontería puede estar repartida a partes iguales en cada rincón del Mundo; solo que cada uno la utiliza según su conveniencia, circunstancia y cultura. Rodrigo se toma la sopa con nosotros y conversamos. Estamos cogiendo confianza, es un tipo encantador y su familia también.
Tras la cena nos pone una proyección de diapositivas sobre los Andes de Ecuador, Perú y Argentina, y nos la explica. Una velada maravillosa viendo fotos de montañas, volcanes, historias, gentes, incluso una del Tungurahua en la que salen nuestros amigos del Centro, Javi, David, Sara, Zaida, Ballester, Gemma. Muy agradable la conversación repasando las cumbres, su primera, sus primeras, casi todas de Whimper y los Carrell. Nos pregunta por las montañas que habíamos hecho, desgraciadamente no teníamos un largo listado de grandes montañas ascendidas, las más representativas el Elbrus en Rusia, en la cordillera del Cáucaso, y el Mont Blanc en los Alpes; este era el primer viaje en el que visitábamos los Andes para subir un seismil… Rodrigo se quedó ensimismado pensando en el Mont Blanc, la cuna del alpinismo, del montañismo de altura y profesional. Lo llamaba Monte Blanco, la traducción exacta de su nombre francés al castellano. Nos dijo que algún día querría subirlo, escalarlo, nosotros nos presentamos voluntarios para acompañarlo en el momento que quisiera visitar nuestra cordillera europea y su sobresaliente Mont Blanc.
En un principio me impactó pensar que una persona, un montañero que subía cincomiles y seismiles en Los Andes, quisiera subir el Mont Blanc que no llega a esos cinco mil metros de altura. Pero hay que pensar que en las montañas la altura es solo una pieza más del puzle de características, condiciones y ansias por conquistarla; la personalidad, dificultad, renombre, fama, atracción… son muchas otras “escusas” para subir una montaña u otra. Y el Mont Blanc era un objetivo querido por todo montañero o alpinista que se consideraba como tal alrededor del Mundo por lo que representaba. No siempre hay que subir lo más alto, lo más espectacular, lo más famoso… solo hay que subir las montañas que escoja tu espíritu, tu Alma, tu Corazón.
Planeamos nuestro trekking de aclimatación al Altar, 5.320 mts muy bonito. Salimos a ver si está despejado y nos sobrecoge la cantidad de estrellas que se ven. La Vía Láctea, La Cruz del Sur impresionante. Como muy pocas luces en este páramo es un espectáculo. La segunda vez que veo un cielo tan estrellado, después del Sahara, y el Tungurahua sigue rugiendo. Jesús se queda impresionando por la gran cantidad de estrellas que vemos desde Urbina por la profunda oscuridad debido a la nula contaminación lumínica del lugar. Es increíble e impresionante. Jesús intenta identificar estrellas, constelaciones. Estamos casi en el límite de los dos hemisferios, en el Ecuador, con lo que podemos ver las constelaciones y estrellas que se ven en los dos hemisferios… normalmente si estás en el Hemisferio Norte no puedes ver las estrellas o constelaciones (en su mayoría) del Hemisferio Sur, y cuando estás en el Hemisferio Sur igual, al revés, pero en esta ubicación, tan cerca o pegados al Ecuador podemos ver la Cruz del Sur (el referente a la Estrella Polar pero en el Hemisferio Sur) y constelaciones, estrellas del Hemisferio Norte… no recuerdo ver la Estrella Polar, igual a estar tan al norte ya no la veíamos desde aquí. Fascinante, magnífico.
Mañana ya comenzaba lo serio, el subir montañas como Dios manda, la aclimatación de unos días (aunque ya la habíamos comenzado solamente con la Estancia en Urbina y la subida con Los Hieleros), antes de atacar las dos grandes montañas objetivos de esta expedición. Ya estábamos más animados y preparados después de los obstáculos, trabas e impedimentos que nos habían puesto en el camino desde que aterrizamos en Ecuador. Pero gracias a la confianza, ayuda y compañía de Rodrigo Donoso, la cosa estaba cambiando, nuestras fuerzas y valor se reforzaban. No podíamos hacer nada por cambiar lo sucedido, pero sí podíamos hacer algo para seguir nuestro destino convenido. Al final contentos de estar en este lugar, en este continente, en esta cordillera, entre estas montañas, que seguro, nos llenarán de experiencias y vivencias únicas e irrepetibles. Seguiremos día a día, sin prever éxitos ni fracasos, pero con ganas de disfrutar como nunca en la montaña.