No hay turistas. Ya no están las llamas y las alpacas atadas al suelo junto a la puerta del refugio. Es un día despejado y claro. Sopla viento que sin ser muy fuerte, mueve las ramas de los árboles y se le oye silbar en la lejanía. Tenemos por fin el Chimborazo y el Carihuayrazo a la vista. Lamentablemente el hielo está negro por las cenizas del Tungurahua.
Por fin podemos admirar en todo su esplendor el Chimborazo sin que ninguna nube nos estorbe, salvo la típica ocasional de la parte más alta de la cima por efecto del viento en altura. Le hago fotos a la que es nuestro objetivo más alto de las montañas a conquistar. Rodrigo sale a ver el paisaje con nosotros en un determinado momento. Las cenizas del Tungurahua y su lluvia de piedrecitas negras no ha parado en algunos días. Muchas de ellas se han depositado en los glaciares del Chimborazo, y cuando se descubre la montaña entera en un momento determinado, vemos los glaciares de un color gris sucio, claro… Rodrigo se asombra, son las cenizas del Tungurahua que se han caído en la superficie de los hielos, y ello, según nos dice, hace que se funda, se derritan más rápidamente. Es alarmante pero natural. Nos da la impresión de que debemos de subir la montaña antes de que desaparezcan los hielos que la cubren por culpa de las templadas cenizas del Tungurahua. Curioso.
En el anterior relato describo el perfil del Carihuayrazo, más agreste y escarpado, como si fuera una montaña alpina; El Chimborazo sin embargo tiene unas formas suaves, como el dibujo de aquella serpiente del Principito que se tragó el elefante o un sombrero con alas. Con terrenos grises, marrones, casi blanquecinos cuanto más arriba, más cerca de los grises, blancos glaciares. Pero en el centro de esta suave loma se diferencian paredes, escarpes, aunque el horizonte del perfil es suave, los dibujos, formas de la misma montaña, sobre todo en la parte media, alta de los glaciares, son más escarpados, agrestes. A la vez vemos varios valles, ríos de hielo, glaciares, que bajan de la cima y se dispersan, se distribuyen por las laderas y formas de la montaña. Éstos cuando llegan a su parte más baja, queda invisible el hielo a causa de la gran cantidad de sedimentos de tierra y piedras volcánicas que arrastra y los cubre en su totalidad… como comprobamos en la actividad de los Hieleros.
Pues bien, ese es el Chimborazo, la montaña más alta de Ecuador, nuestro primer seismil a conquistar… en un principio su perfil no nos intimida, es como la larga loma helada del Elbrus aunque con matices y grandes diferencias, pero no se le ve tan técnico, complicado, como para no poder llegar a su cima con una buena aclimatación. Esta montaña tiene varias cimas diferenciadas y heladas, la que mira hacia Urbina es la Nicolas Martínez, de 5.702 mts. metros de altura, le seguiría hacia el punto más alto la Politécnica o Cumbre Central de 5.878 mts., y ya la siguiente en el mismo recorrido alejándonos de Urbina, sería la cima más alta, la Whymper, de 6.310 mts. ¡Allí tendremos que llegar!! Bajando de la Whymper o cumbre Ecuador, le seguiría la Veintimilla de 6.270 mts., por la cual tendríamos que pasar en nuestra ruta normal de subida a la cima más alta del Chimborazo. En las fotos que a veces salen en documentales e información, se ve la montaña con 3 cimas y alargadas, son estas tres primeras descritas; pero desde Urbina mirando a la montaña, como pillamos las 3 cimas alineadas, solo vemos una única sola mole redondeada y alta. Curioso.
Bajamos a Riobamba, en la oficina de la operadora Alta Montaña, nos presenta a sus empleados y nos asigna a Patty (Patricia) para acompañarnos a Comisaria y poner la denuncia. Vamos en taxi. La comisaría a la que nos acercamos de Riobamba es otra escena de Berlanga, pero como sacada de alguna película de principios de siglo, casi victoriana: el edificio se encuentra en una de las calles adoquinadas y céntricas de la ciudad, aunque ciertamente muchas o la mayoría de ellas son adoquinadas, conservando las viejas construcciones o infraestructura dejada por los conquistadores y colonizadores españoles. El edificio es recio y colonial, con ese estilo entre modernista y neoclásico colonial. Recio, de espacios amplios y altos. Llegamos a una sala en la que había una “secretaria” escribiendo con una máquina de escribir también casi de la época, antigua, negra, un modelo tan antiguo como aquellos que se diferencian perfectamente las letras cuando impactan en la cinta para impregnarse en el papel, y sobresalen por arriba de la máquina cuando no deben hacer su trabajo. Escribe rápido. No recuerdo que en esa sala hubiera muchos más muebles o archivos o las cosas que debe de haber en una oficina, más bien parecía un poster, un escaparate donde el protagonista era la señora que tecleaba con rapidez y agilidad la sonora y decimonónica máquina de escribir.
Al cabo de poco tiempo un señor muy bien vestido y repeinado con gomina, su corbata, traje, chaqueta, de un color marrón y con tez morena, sale para darle instrucciones a la “secretaria”. Le dicta a viva voz lo que tiene que escribir, y la señora sin mediar palabra, le hace caso y escribe. Parece otra escena de Berlanga. El aspecto del supuesto señor comisario me pareció más a la de un mafioso con aires y desdén de autoritario y manejador de situaciones, que la de un comisario del Estado. Igual es la imagen que nosotros nos hacemos por su aspecto sin tener nada que ver con la corrupción, amiguismos que puede imperar en los diferentes estamentos gubernamentales del Estado.
Al cabo de ese poco tiempo el señor vestido como un mafioso de los años 30 en tiempos de la Ley Seca de Chicago, nos atiende mediante palabras e intervención de la humilde y simpática Patty. De la misma manera que ha redactado para la “secretaria” otros “dictámenes o informes” hace que redacte ahora el nuestro, nuestra denuncia. Salimos del edificio con el convencimiento que dicho papel es papel mojado, como la denuncia en Quito, y que solo nos servirá para conseguir el Salvoconducto para Jesús… aunque me parece que no hacía falta ni enseñar la denuncia… quizás sí para que te dieran una copia del billete de avión de regreso. Pero al menos hemos tenido una “experiencia de otro tiempo”, con este “turismo burocrático”: conocer cómo funciona y que “imagen” tiene parte del sistema, entrar en un edificio colonial de Riobamba, y sorprendernos con las antediluvianas formas de trabajar, algo que tendría que ser de lo más avanzado del país. Me sorprendió enormemente. Qué retrasado y anticuado me pareció todo. Pero igual es lo que quieren que sea o parezca para poder controlar mejor su “sistema”.
Luego llamamos a España y Joaquín da el número de cuenta de Rodrigo a su madre, hermana para que haga la transferencia de 900 Dl. Como ya había comentado desde las cuentas de La Caixa al Banco Solidario de Ecuador. Suerte que tuvimos este recurso. Así Rodrigo nos dará el dinero una vez esté en sus cuentas, le pagamos a él y nos quedamos para nuestros gastos.
De vuelta a la oficina esperamos a Rodrigo, vamos a comprar máscaras de papel (para las cenizas del volcán), y nos juntamos con una pareja de americanos de Boston para hacer la excursión al monte Igualata. Unos 4.000 metros para ver el volcán Tungurahua en acción y comenzar la aclimatación. El Igualata se encuentra justo entre el Tungurahua que está en plena actividad y la Estación de Urbina, como ya he comentado anteriormente, con lo que los vientos del Oriente que traen las cenizas, polvo, humo del volcán, pasan primero por el Igualata para seguir en dirección a Urbina y al Chimborazo. La idea era comprar mascarillas para no respirar el polvo o cenizas en suspensión que podían venir con el aire, viento desde el Tungurahua.
Es cierto que en un principio Rodrigo nos dijo de ir al Altar, una excepcional montaña o circo de picos, con perfiles alpinos cuya cima más alta llega a los 5.319 mts. Nos la había enseñado en la sesión de diapositivas y nos pareció una montaña excepcional y desafiante. Todos sus picos o cimas que forman ese excepcional circo con una laguna en el centro del mismo tienen nombres relacionado con la Iglesia; así Altar se refiere a la parte de los edificios religiosos, según dice las guías por su apariencia con dicho sitio. El Obispo, Los Frailes, La Monja… son algunos de los nombres de sus picos. Está dentro del Parque Nacional Sangay, otro volcán del que hablaremos más adelante. La forma de circo o semicircunferencia se debe a que fue un enorme volcán con un enorme cráter, que en algún momento de su historia o vida activa hizo que se derrumbará el muro de la montaña, volcán o cráter de un lado, más concretamente el lado oeste, en alguna terrible y gigantesca explosión o erupción, de forma que en el centro del circo hay una laguna que representaría el fondo del cráter, y los picos actuales serían el resto de la cima de ese cráter. Por eso tiene la forma de una letra C, mirándola desde arriba, la parte abierta es el muro del enorme y antiguo cráter derrumbado. Extraordinario.
Pudiera ser por los contratiempos del “turismo burocrático”, esa necesaria pérdida de tiempo para las denuncias, búsqueda y consecuencias del robo, desaparición, impidió que realizáramos la excursión o actividad en El Altar. Pudiera ser por su lejanía, logística, tiempo o dificultad, que nos podría llevar más tiempo del necesario… o puede que por su cercanía con el activo e inestable volcán Sangay, del que podíamos oír y sentir sus explosiones y terremotos también casi a diario (las más fuertes, ya que erupciona cada 60 minutos). Pero la realidad es que El Altar estaba afectado por las peligrosas erupciones y actividad del Tungurahua. La población desde la que se partía hacia su base, era Penipe, o entre Penipe y Riobamba; y Penipe estaban a punto de evacuarla por la actividad del Tungurahua. Se encontraba en la zona afectada y peligrosa del volcán enfurecido, con lo que se aconsejaba o se regulaba su entrada, no sabría decir si las carreteras para llegar a él pasan por el lugar del desastre o están justo en el límite del mismo, y las Autoridades habian decidido incluirla dentro de la zona afectada, y mientras el volcán tenga esta actividad tan peligrosa, inestable e imprevisible… Quizás esperamos hasta última hora si podíamos ir, pero el Tungurahua no daba tregua.
Con lo que Rodrigo pensó que podíamos seguir la actividad de aclimatación subiendo al Igualata, para principalmente contemplar por la noche como la iluminada, incandescente y rojiza lava surge del cráter del volcán bajando colina abajo como si fuera un rio de luz rojiza en medio de la oscuridad plena, total. Puede ser extraordinaria la experiencia. Nos acompañaran una pareja de norteamericanos, los cuales quieren disfrutar de “las vistas” también.
Salimos de Riobamba para Urbina después de buscar en los mercados callejeando con la camioneta un contenedor donde dejar la basura. No es fácil. En Urbina ultimamos la mochila. Rodrigo anda preocupado por sus clientes, y por un proyecto de reforestación con plantas autóctonas en una finca, una comunidad y en una surgencia de agua que los abastece. Vienen mañana un grupo inglés de niños que harán la plantación. Rodrigo nos cuenta que cuando vienen estos grupos de niños de otros países a ayudar a plantar estos árboles o hacer tareas medioambientales, de restauración de ecosistema, el primero o segundo día de la llegada juegan un partido de fútbol entre sus empleados, guías y gentes de la empresa, contra los niños y siempre ganan los autóctonos por que los niños están afectados por el mal de altura, la falta de oxígeno. Pero que cuando ya han estado varios días y han hecho la actividad, antes de volver a su país, vuelven a jugar otro partido de fútbol, y esta vez, los niños ya aclimatados, les ganan sin dificultad.
Estando en la tienda recibe unas fotocopias de un diario ecuatoriano donde se critica las gestiones de los Refugios del Chimborazo que él lleva. Está indignado, y tiene que hacer gestiones para desmentirlo. Rodrigo en su oficina de Riobamba nos enseña las fotocopias de los recortes de prensa que tan duramente critican la gestión de los refugios del Chimborazo. Nos dice que es una estrategia para que poco a poco, mediante la manipulación de la opinión pública y jurídica, quitarle la regencia de dichos refugios. Ya que los dos refugios del Chimborazo los regula su empresa. La historia ya contada anteriormente…Incluso nos pasa fotocopias de dichos recortes como si fuéramos personas influyentes, de confianza, como si quisiera que entendiéramos lo que ocurre o lo que pasa con ciertas cosas en su país, y nosotros pudiéramos hacer algo a su favor… o sencillamente por complicidad, de amante de la montaña a otros amantes de la montaña. Me alaga y enorgullece tal detalle. Desde luego nos muestra mucha confianza.
También compruebo el “tinglado” que tiene Rodrigo montado con su empresa: no es una empresa familiar, hay muchas personas trabajando en ella, en la oficina de Riobamba, en la Estación de Urbina, guías de montaña, porteadores, cocineras/os… y lo que no veo. Sorprende al verlo a él una persona aparentemente sencilla, transparente pero calculador, innovador y avanzado a lo habitual en su entorno. Extraordinario.
Además de poner la denuncia y llamar, fuimos a la emisora local Radiotricolor a pedir que pongan una cuña a las 11:15, 14:15 y 15:15 diciendo que si alguien se encuentra mis documentos que los lleve a la oficina de los transportes o llame a la oficina de Alta Montaña (3 pasadas, 1 Dl. por cada), en todo ello nos acompaña Patty muy amable y de agradable conversación. Hablamos sobre el tema de la inmigración en España y Ecuador. Rodrigo nos aconsejó poner un anuncio en la radio más escuchada por todo Riobamba y alrededores. Con la esperanza de que al menos alguien recoja la documentación como el pasaporte y lo podamos recuperar para no tener que hacer el “turismo burocrático” que ya hice yo en Quito con el consulado, etc., pero me parece que no nos libramos de tener que volver a Quito y realizar de nuevo “el tour del salvoconducto”.
Lo de la radio me pareció algo ilusionante y curioso, no diré que inútil ya que “quien sabe”, pero fue como algo interesante al buscar todos los medios posibles ayudado por el buen amigo Rodrigo para recuperar la documentación. Se preocupaba por nuestro bienestar, por nuestra estancia en Ecuador, en que pudiéramos hacer todos los objetivos que pretendíamos en este viaje, en esta expedición, daba la impresión de que quería evitar en lo posible que, aunque no fuera por su culpa, nosotros no pudiéramos disfrutar del viaje y sus actividades… se iba a encargar personalmente y con todos sus recursos, que nosotros pudiéramos hacer aquello por lo que habíamos venido a su país. Era genial. Nos hacía sentirnos importantes, alguien que se preocupa por ti en un país extranjero, desconocido, donde no conoces a nadie, es algo extraordinario y te levanta el ánimo por las nubes… creo que ayudó algo a tener la mente más abierta y despejada, fuera de preocupaciones y nubarrones (quitando los inevitables), para poder hacer las actividades y objetivos pretendidos.
Antes de salir comemos sopa de coliflor (espesita y caliente) y huma, maíz con queso envuelto en sus propias hojas. En acabar vamos a la camioneta hasta la carretera donde Delfín se baja del autobús y trae sacos de dormir para los americanos. De aquí salimos rumbo a la cumbre del Igualata. En principio hace calor pero conforme el sol se va tapando con las nubes refresca. Delfín era un guía de alta montaña y empleado de la empresa de Rodrigo, de la Estación de Urbina. Era de etnia y raza quechua, pero más alto de lo habitual a los quechua aborígenes de Ecuador. Eso sí, tenía los rasgos de aquellos antiguos Incas, sobre todo aquella nariz aguileña. Éste nos acompañaría en muchas de las actividades y convivencias en Urbina.
En alguna ocasión Rodrigo en plan broma nos decía que sus empleados de origen quechua hablaban “vasco”, refiriéndose al idioma quechua que éstos hablaban entre sí, y para que nos hiciéramos una idea de que dicho idioma era tal como el Euskera, no se entendía ni papa de lo que decía.
Pequeño tramo de carretera peligrosa y con los arcenes llenos de ceniza. A la altura de una pequeña iglesia “barrio del cielo” dejamos el asfalto y cruzamos un pequeño barranco y a coger una pista que sube junto a un pequeño arroyo en el fondo de una quebrada jalonada de pinos en su margen derecha. Nosotros cambiamos a la izquierda levantando nubes de cenizas a cada planta que rozamos. El Igualata está cerca de Urbina, desde la carretera Panamericana Quito-Riobamba (donde nos paró el autobús en el que Jesús se dejó su bolso para caminar en medio de la oscuridad en busca de la Estación de Urbina). Esta montaña sufre en primera persona las emulsiones y lluvia de cenizas y polvo del Tungurahua, ya que es la primera montaña o lugar alto que visita la nube expulsada por el cráter del volcán, empujadas por el viento del Oriente (este) en esta época del año. Por ello, a parte de las propias cenizas y tierra volcánica de esta montaña, teníamos que pisar la recién caída y abundante ceniza de este volcán, haciendo con cada paso unas nubecillas de polvo de cenizas, a la vez con las que se quedaban en las hojas de las plantas junto con el mismo polvo de cenizas aún en suspensión, podría ser muy perjudicial para nuestro sistema respiratorio, pulmones y demás.
Pasamos una valla de alambre de espino, retirando una parte y volviéndola a poner. Durante la ruta haremos muchas veces esta operación, pues se trata de fincas de toros bravos y deben quedar encerrados por la valla. Los toros bravos de aquí son bastante canijos, para fiestas de pueblo semejantes a las vaquillas y no para corridas de profesionales.
Subimos por una gran pendiente (tipo cortafuegos). El suelo es blando pues casi toda esta montaña está hecha de cenizas amontonadas presumiblemente del Chimborazo. La senda asciende por una loma repleta de vegetación almohadillada y blanda que fija las cenizas. La loma flanquea un profundo valle a la derecha surcado de por hilos de agua similares a las turberas pirenaicas de origen glaciar. Al final el valle se cierra por un espolón herboso perpendicular a la dirección que llevamos. Por este espolón ascendemos con esfuerzo ya notando la altitud, y el frío que trae la niebla y nos atraviesa. A pesar de las negras y oscuras tierras de la montaña, toda de cenizas y polvo de volcanes, y gracias a las lluvias por la ubicación climática, como todas las montañas de Ecuador, tenía una especial verdor, un verde oscuro de vida que parece se abre paso entre las negras y oscuras, volátiles y blandas arenas volcánicas.
Llegamos a un pequeño collado desde donde se divisa el macizo cimero. Esta elevación ya de roca que se alterna con barro y ceniza, pudo hacer de tope a las cenizas. Del collado se desciende con cuidado por el barro para luego volver a subir por la niebla. Jenny queda rezagada y le gritamos, me acerco a buscarla. La recojo y ya juntos nos reunimos con Julio (el segundo guía hoy y el día de los Hieleros). Es bastante jovencito, tímido pero con sentido del humor. Realmente no había pérdida. Geográficamente desde la carretera que seguíamos hacia el norte, debíamos girar hacia el este, buscar la cima de la montaña, y girar buscando su punto más alto, su cima. Pero aun así el recorrido es continuo y la zona bastante extensa y deshabitada… salvo por el ganado mencionado por Jesús.
Resbalando en el barro seguimos ascendiendo. La niebla me llena las gafas de agua, me cuesta ver. Rodrigo y el americano nos llevan bastante ventaja. Julio me avisa de que no siga subiendo a la cima y llegamos a unas construcciones militares de vigilancia de las antenas que hay en la cima. Allí nos reciben dos soldados y nos invitan a quedarnos por lo que no montaremos la tienda (Luis Zárate y Aníbal). Rodrigo que ha sido el impulsor de la actividad, no quiere perderse la maravilla de la naturaleza que es ver un volcán de más de cinco mil metros de altura, en plena actividad. Pero se nota que está bien aclimatado (vive a esta altura) y el americano también parece estar en forma al no afectarle tanto el cansancio de la altura.
A pesar de que la montaña está cerca de Urbina y que desde la cima hay un apreciable desnivel de 800 metros, la montaña es amplia, extensa y bastante solitaria, no salvaje porque está explotada en muchas de sus laderas más externas y estribaciones para uso ganadero o rural, y por ello se convierte en una marcha, en una actividad proporcionada y correcta de aclimatación. Pero para más inri nos llevamos las mochilas de travesía, los mochilones, con la tienda, esterillas, material… como acostumbramos a llevar en España en nuestras correrías montañeras, ya que la idea era acampar en la cima, para de esta manera acostumbrar mejor nuestro cuerpo y respiración al esfuerzo en altura.
Pero una vez que vemos la cima por la ladera herbosa, observamos que la montaña forma una especie de valle a un lado, tiene lo que sería una caldera, como las calderas del Teide en las Canarias. Mientras esta solitaria, extensa y característica caldera queda a la derecha, la cima queda enfrente. Descubrimos un paisaje verde como si fuera el de un clima oceánico, casi como si estuviéramos en Irlanda, Escocia… todo muy verde, sin arbolado, eso sí, pero con un manto herboso, untado por el polvo y cenizas del Tungurahua. Vegetación típica de la zona de la estepa montano-húmeda andina, caracterizada por estar a gran altura y por sus cercanías con la selva amazónica.
Llegando a su cima las nieblas, la humedad, nos invade y hace más invisible el saber hacia dónde vamos. Nos ponemos los chubasqueros o chaquetas para resguardarnos del agua que, aunque no llueva, la alta humedad hace que nos calemos enteros.
La cima del Igualata llega a los 4.432 mts., pero al otro lado de la cima hay unas grandes antenas y unas construcciones casi bajo de ella. Hasta que no llegamos a pocos minutos de la cima, del punto más alto, no las descubrimos. Aunque con la niebla y nubes, iba a ser difícil verlo; por suerte, después de esperar a Jenny, llegamos a la puerta de las construcciones, de las casas, sin subir a la cima.
Con esta excursión se iban desvaneciendo las “teorías” de que esta montaña eran los sedimentos de las gigantescas y antiguas erupciones del que fue el gigantesco volcán del Chimborazo… sus bombas, cenizas, polvo… que salía de las entrañas de la tierra exageradamente a lo largo de cientos de años de actividad; ya que la montaña y su extensión era exageradamente enorme con diferentes aspectos, perfiles, sin que parecería que fuera los “vómitos” de otra montaña; aunque desde Urbina parecieran unas suaves laderas sin atractivo y fáciles. Y fue en esta excursión cuando nos dimos cuenta de esta y otras cosas de la geografía que nos envolvía, nos rodeaba… El Igualata, como todas las montañas que rodeaban y circundaban estos lugares del centro de Ecuador ¡eran volcanes!
Todas las montañas que veíamos o no veíamos en el centro del país y columna vertebral de la cordillera, eran de origen volcánico, o sea, que los volcanes no eran solo aquellos que tenían el perfil imaginario de volcán con esa forma tan icónica de cono, de cucurucho de helado al revés, si no que el resto de montañas en algún momento de “su vida” habían sido volcanes y se habían formado, elevado, como volcanes… no solo eran el Cotopaxi, Tungurahua, Sangay, que aún son volcanes activos, si no todas las montañas que forman la columna vertebral de sur a norte, de la cordillera andina, en el centro del país, son volcanes o habían sido volcanes… solo que con el paso del tiempo, la erosión, su inactividad, habían perdido sus formas cónicas y se habían convertidos en lo que llaman estratovolcanes. El Igualata era un volcán, igual que descubrimos que la montaña más alta de Ecuador, el Chimborazo, también lo era; pero del tipo mencionado de estratovolcán, aquellos que hace más de 10.000 años que están inactivos.
El cabo Luis Zárate habla por los codos y es muy simpático. Saca temas constantemente. Los edificios son como un cuartel militar que custodian las grandes antenas que hay a poca distancia casi en la cima de la montaña. Hay dos personas solamente en todo el cuartel: un militar y un policía, y parece que no se hablan. Después nos enteramos que los militares no pueden ni verse con la policía del país. Se llevan fatal, muy mal. Con lo que imaginaos una persona varios días sola sin poder hablar con nadie. Me hizo mucha gracia y lo pasamos muy bien con el Sr. Luis Zárate, el militar del lugar. Nos hacía reír y no paraba de hablar ni bajo el agua; incluso Rodrigo hizo una broma con eso de que “hablaba mucho”. Tenía muchos temas de conversación pero sobre todo de su familia, de sus vivencias con su carrera de militar, trabajos, novietas, parejas… Lo recuerdo muy bien porque llevaba lo que allí llaman una “chompa”, que me atrajo y llamo la atención: una chaqueta de lana de alpaca con capucha, que parecía abrigaba mucho, era muy bohemia y cómoda.
Me cambio la camiseta por una seca de manga corta, pero como hace frío me vuelvo a poner la larga y eso hace que me enfríe y junto con la altura, que no me encuentre muy bien. 4.300 metros. Tiene televisión donde dan las noticias de la erupción del Tungurahua y de sus consecuencias, desplazamientos, pueblos y ganado sepultados en ceniza. Está generando una emergencia. La niebla no nos ha dejado verlo pero si despeja lo veremos perfectamente. Esos días el Tungurahua no solamente echaba humo y cenizas al viento intentando “contaminar” la atmósfera y las zonas y regiones donde caían éstas, si no que expulsaba lava, explotaba escupiendo peligrosas bombas volcánicas, producía terremotos que se sentían incluso en Urbina (en nuestras camas mientras dormíamos llegamos a sentir más de uno), si no que amenazaba las poblaciones y aldeas de su alrededor, de sus faldas, como la famosa población de Baños (al norte del volcán), lugar por el que pasaron los compañeros del Centro Excursionista Almoradí hace un año o dos con el mismo Rodrigo, famosa por sus aguas termales (de ahí su nombre de Baños). También afectaba a los habitantes de otras poblaciones como Penipe, Puela, al suroeste del volcán, al sureste del Igualata, casi quedando a mitad de camino entre ambas montañas, pero algo más retirada hacia el sur. Excepcional, dantesco y sobrecogedor. Por suerte a nosotros solo nos afectarían las cenizas y polvo que transportaba el aire, y los pocos terremotos.
Julio nos cocina una sopa y carne con arroz. Yo no tomo segundo plato. Me tomo un termalgin y una aspirina y una manzanilla antes de dormir. A las 9 h. es completamente de noche, hace frío y nos metemos en los sacos en una casita contigua con suelo de madera. Al final no hemos acampado y con el tiempo que hace, es mejor así. La segunda parte de la ascensión, al llegar al espolón de roca y hierba y al collado, ya es mucho más bonita la montaña. Mañana haremos cima.
La idea de Rodrigo era levantarse a mitad de la madrugada para ver, como ya he mencionado, la brillante y roja lava salir del Volcán Tungurahua, si el cielo se despejara a mitad de noche. Entonces nos despertaría para verlo y admirarlo. Nos vamos a dormir con esa idea, aunque al principio me cuesta dormirme, al final cojo el sueño. No recuerdo si estaba tan mal como se sentía Jesús, pero no estaba el cien por cien; el subir con el mochilón, la tienda y algo de peso, ha hecho mella en esta simpática y larguita marcha. Pero nos vendrá muy bien para aclimatarnos. Quizás nos quedamos como a medias en la actividad al no acampar, pero no afectaría a nuestras fuerzas, ánimos y aclimatación, habituación a la montaña, y al final vino mejor, más cómodo… aunque no nos queríamos convertir en “turistas de las montañas”