He dormido muy a gusto. Caldeamos la habitación con leña en la chimenea, pero hizo algo de humo y Joaquín abrió un poco la ventana y el humo se fue a él con la corriente. Ya vamos cogiendo tal confianza y pedimos leña para encender la chimenea ¡Una chimenea en nuestra habitación y no la usamos! No puede ser. A la vez para dar algo de calor a la habitación. Amanece y Rodrigo pasa a nuestra habitación y confirmamos que tenemos guía (Paco), a las 10:30 h. para salir al Carihuayrazo.
Con dos caballos para porteador, la mochila grande y la comida (segundo). Descartamos al fin el Altar ya que está en la órbita del Tungurahua y el acceso está restringido. Lo que decíamos en anteriores días, al final El Altar totalmente restringido para poder acercarnos y hacer actividad allí. Además es más difícil encontrar guía. Desayunamos con la pareja de americanos Jenny y Robby en la mesa pequeñita y nos despedimos de ellos pues harán un paseo a caballo y se irán a Quito por lo que no estarán cuando bajemos. Ella trabaja para el Gobierno de los EUA en Zambia en la lucha contra el Sida. Él es de Boston y corre cada día una hora o dos para participar en la Maratón de la ciudad (interesantes). De Quito volarán a Las Galápagos (que envidia). Había muchos lugares a los que Jesús le hubiera gustado visitar en Ecuador, con lo que cada vez que alguien nos decía que iba a aquí o allá, se emocionaba casi de tristeza: las Islas Galápagos, el cráter Laguna del Quilotoa….
Tomamos el sol en la puerta de Urbina y hacemos fotos a las llamas y a las cabañas para pasar el tiempo. Mientras desayunamos, el grupo de inglesas se van a sembrar los “polilepis” a la comunidad vecina de Quinual. Antes de salir, como dice Jesús, aprovechamos para hacer fotos en las cabañas típicas indígenas, jardín botánico con plantas autóctonas de Ecuador, la casa que hace de albergue y ampliación de estancias del complejo de Urbina de la empresa de Rodrigo, las semillas, tubérculos autóctonos que Rodrigo tenía de exposición. Entramos dentro de la casa que hace de albergue y curioseamos. Estamos sonrientes, contentos, por la actividad del Igualata y ver la erupción del Tungurahua, fue como ver un Milagro de la Naturaleza, una muestra de las fuerzas y poderes de La Tierra, de la Naturaleza, tan destructiva como creadora de vida. Muy impactante, algo que no se ve todos los días… es una de esas cosas por las que ya ha merecido la pena este viaje, esta Expedición, y aún nos quedan muchos días, estamos, como aquel que dice, al comienzo de la aventura…
Nosotros salimos con Rodrigo y Paco subiendo por una pista hacia el Carihuayrazo mientras Segundo sube con los caballos. En cierto punto nos juntamos y los carga, sobre los 3.800 metros. Allí comenzamos a caminar (11:35) (andaremos sobre 3:30 h.) primero por pista, que acaba por perderse en un valle de prados donde pastan bravos y que tienen frecuentes “pantanos”, lodazales y cruce de arroyos y pequeños cauces de agua. Habras Pungo (puerto).
Un camino sale por la parte de atrás de Urbina y gira en busca de la montaña Carihuayrazo, dejando las laderas del Chimborazo a la izquierda. En un principio vamos en camioneta y seguidamente ya caminamos con las yeguas de Segundo cargada con la cocina, los mochilones, las tiendas… la idea era internarnos en lo que llaman el valle del Río Mocha que separa las montañas del Chimborazo y Carihuayrazo, yendo primero hacia el norte, girando para internarnos en el mencionado valle, hacia la izquierda y oeste. También lo llaman Abraspungo. Un valle solitario pero marcado en la Historia de Ecuador, como más adelante nos contará el compañero Jesús en su texto.
Vamos ganando altura por el prado después de parar sobre las 13:30 para comer. Bocata de mortadela y queso, oreos, zumo de pera… snacks salados de plátano deshidratado. Pasamos una valla de espino y más prados. El sol nos calienta tímidamente entre las nubes. Tomamos una senda por la ladera de una loma de cenizas y escorias volcánicas tapizadas por una alfombra de vegetación mullida que debería ser verde pero es gris de la ceniza del Tungurahua y que se levanta yendo a los ojos cada vez que pisas estas esponjas o que rozas las plantas más grandes.
El camino baja hasta el fondo del valle del Río Mocha y al acercarse a sus orillas, desaparece para seguir por unas sendas. Hasta llegar a un punto en que giramos a la derecha y arriba para subir por un vallecillo, ya en las laderas del Carihuayrazo y en busca de sus alturas, para parar en un rellano en mitad del vallecillo. Aquí montaremos el campo base.
El lugar que cruzamos con ese verdor oscuro y esos cordales, cortados suaves del terreno, tienen una especial belleza. Parecido a los lugares recorridos ayer en el Igualata, pero esta vez metidos en el interior del valle fluvial de río con nombre de ciudad, Mocha. A la vez, aunque desde el fondo del valle no pudiéramos ver las laderas heladas del Chimborazo, sabíamos que caminábamos entre las laderas de éste y las del Carihuayrazo, y que gracias a la soledad del lugar, lo hacía más especial, interesante y casi místico.
Llegamos a una zona de saltos de agua a nuestra izquierda y frente y seguimos por la ladera girando hacia nuestra derecha hasta alcanzar un pequeño valle, resguardado más o menos del viento y soleadito, a 4.300 metros aproximadamente la altura del Monte Rosa y sin nieve. Nos cambiamos y montamos las tiendas. Paco y Segundo ponen la cocina a funcionar. Tomamos un chocolate soluble con agua caliente y leche en polvo. Más tarde una suculenta cena (sopa, carne de cerdo “chancho” con puré de patata y menestra y una manzanilla). Unos lujos poco habituales en la montaña.
Jesús se anima, estamos contentos realmente a pesar de no poder ir al Altar, me pide la cámara de fotos y se dedica a fotografiar el campo base ya montado desde muchos puntos diferentes. Él también quiere ser partícipe del legado documental de la expedición.
De repente las nubes dejan ver la cima del Chimborazo enfrente nuestra, monstruosa, enorme, descomunal, con sus blancos glaciares que le caen dos mil metros brillando al sol. “Acojona”. La conversación con Paco es agradable entorno al clima y a las estaciones de aquí y de España, montañas, grupos que ha guiado y también historias típicas de los Incas, del padre Chimborazo, la mamá Igualata (espíritus de las montañas que conceden bonanza, suerte, dinero, ganado, etc.…) Esperamos que Mamá Igualata ayude a los habitantes de Penipe y las otras comunidades evacuadas por la actividad del Tungurahua.
Como en muchas partes de la Tierra, los aborígenes del lugar, antes de que llegaran las religiones invasoras y coloniales, pensaban que las grandes montañas que los rodeaban, que les daban el agua que bajaba por sus laderas para beber y regar las huertas, les daban las cenizas para fertilizar la tierra para las cosechas, retenían o formaban las nubes para que lloviera sobre esa fértil tierra y crecieran las plantas que luego serían su alimento… eran Dioses. Y así los antiguos Quechuas, y los anteriores a éstos, trataban al Chimborazo como un Dios. Uno de esos dioses que dan la vida, y forma los elementos que favorecen esa vida. Y con esa altura y apariencia magnífica y sobresaliente, casi solemne, le confería la identidad de Divinidad. Entrañable y Natural.
Por último y dado que los “curiquingues” (carroñeros) me rodean por el campamento en busca de las sobras de nuestra comida. Aves carroñeras parecidas a córvidos. Jesús les hace algunas fotos. Paco nos cuenta una vieja historia que su padre le contó de que los curiquingues son dos jóvenes vagos que no trabajaban en el campo y al casarse llevaban carne a casa de la que encontraban por el monte poco a poco eso les fue transformando en curiquingues. Sus esposas extrañadas por su misterioso trabajo en una gran hacienda y por su negativa a comer otra cosa que no fuese carne, les siguieron y supieron su secreto. En casa les obligaron a comer un guiso de verduras y ellos prefirieron convertirse en curiquingues para siempre.
El valle que hemos recorrido es el Habrás Pungo (Abraspungo) o puerto que recorrió Don Pedro de Alvarado tras conquistar Nicaragua en sus correrías por el Reino de Quito. En este lugar sus tropas se vieron atrapadas por las nevadas y muchos perecieron, llegando incluso al canibalismo.
Hoy supimos que un compañero de Paco de Viajes Julio Verne de Riobamba (la otra agencia en la que trabaja) ha encontrado los cadáveres de dos alemanes que se perdieron en enero en el Chimborazo. Sin guía y con mal tiempo. Por ello recibiría de las familias una buena recompensa de 10.000 Dl. caídos del cielo o Regalo del Chimborazo. Historia que nos hará nombrar al lugar donde encontraron los cadáveres como el “glaciar de los alemanes”.
El lugar es muy solitario, nadie más comparte con nosotros este campamento base para atacar al Carihuayrazo. Igual por culpa de las erupciones del Tungurahua los guías y actividades de los montañeros han decidido no acercarse a las zonas afectadas por la caída de las cenizas y estragos del volcán.
Nos vamos a dormir dentro de nuestra tienda, que la montamos por primera vez en la expedición (y creo que la única) y nos acurrucamos en nuestros sacos de plumas. Estamos bien, no estamos cansados y parece que no nos ha afectado la altura. Al menos a Jesús, que parece que de los dos es el que más le puede afectar la altura, se encuentra bastante bien. Si no, no se hubiera dedicado a recorrerse los alrededores del campamento haciendo fotos. Se le ve bien, estamos bien. Mañana tendremos la subida a nuestro segundo cincomil que hemos subido en nuestra vida, aunque no sobrepase mucho más de dicha altura, estamos desde hace tres años sin estar a cinco mil metros, pero estoy convencido de que nos irá bien. Hay tranquilidad, sosiego, frio en este pequeño rincón del Mundo. Los Andes. Alucinante.