Nos levantamos a las 3. Está oscuro y fuera de la tienda hace frio, no apetece. Pero ya estábamos todos inquietos y no se hace esperar el ritual de vestirse. Ponerse el arnés y tomar un té caliente. Lleno mi cantimplora de eso, pero se enfría rápido y se convierte en un jarabe dulzón insoportable. No entra nada de comer tan pronto y estaremos toda la ascensión y el descenso sin probar bocado y sin beber casi.
Con los frontales comenzamos a seguir al guía por el resalte que cierra el valle en que dormimos. Luego seguimos subiendo primero por prados y luego por rocas. Vemos huellas y escuchamos a las vicuñas en la noche. Llegamos al glaciar pero como es plano, no nos ponemos los crampones hasta que no llegamos a la pala mixta de hielo y roca que llega a la cima.
Casi toda la subida hasta llegar a las proximidades del maltrecho glaciar del Carihuayrazo, se hace en plena oscuridad, solamente alumbrados por nuestros frontales, por ello los recuerdos son tenues o inexistentes, como en muchas de las ascensiones a grandes montañas que comienzan muy temprano. Eso sí, no resultó difícil o esforzada, fue muy bien con buen ritmo, no notamos, al menos yo, la altura de la montaña.
Al otro lado del glaciar y ya amaneciendo, debemos de dejarlo y subir por un escarpado espolón pero no demasiado técnico o difícil, lo único es que estaba helado, tenía tramos de hielo, terrenos mixto de roca algo aireada, por ello el llevar atención, pero nada peligroso para montañeros experimentados. Pero los bastones sobran, y los dejamos en un resalte antes de comenzar la trepada mixta.
Pero justo antes del amanecer con las primeras luces muy apagadas del día, nos damos cuenta de que el tiempo, la atmósfera está tranquila, sin viento, pero con las nubes medias y bajas habituales probablemente fruto de la gran humedad que existe en esta parte del mundo. Pero mirando hacia el sur, hacia el espacio donde no están los terrenos rocosos y helados de la montaña que queremos subir y por la que andamos, descubrimos una gigantesca forma entre las nubes bajas, el mar de nubes del fondo del valle que sobresale de éste. Se aprecian hielos blanquecinos que bajan como lenguas, laderas congeladas por aquí y por allá de una montaña de color marrón claro casi anaranjado; de forma redondeada en un principio, pero dicho perfil lo rompen dos cimitas más a la izquierda, con sus blancos hielos como banderas de su cumbre. Es el increíble, enorme y majestuoso Chimborazo. La vista desde aquí hacia el Chimborazo es espectacular, formidable, desafiante e intimidante… ahora ya no me parece una montaña tan fácil o asimilable como se veía desde Urbina o bajando del Igualata… ahora es una Gran Montaña. La típica e inseparable nube de viendo de su cima Whymper le da el toque justo para mostrar la energía y fuerzas de la Naturaleza que rodean la montaña. Es una imagen de postal, preciosa e imponente a la vez.
Aquí amanece y dejamos los bastones, nos encordamos, me pongo el casco. Abre Paco, sigo yo y cierra Joaquín. Progresamos por tramos de tierra y de hielo cambiándonos el piolet de mano hasta cierto punto casi al final, donde empieza Paco a asegurarnos de uno en uno por el largo de nuestra cuerda.
Alcanzamos un collado y la antecima, a tan solo una trepada de la verdadera cima. Paco nos dice que dado el estado de hielo (que ahora forma penitentes) no haremos ese paso. Aquí tomamos las fotos con la bandera del Centro y celebramos la cumbre (5.010 mts., tiene 5.018 mts.). No llegamos a tocar justo la cima del Carihuayrazo, nos quedamos a esos 8 metros de desnivel, nada. Igual y con mucho cuidado, asegurando los pasos, hubiéramos hecho el poco espacio y tiempo que sería el llegar a la cima del pináculo que llega a los 5.018 metros, pero no quisimos insistir ni preocuparnos por seguir. Para nosotros esta era “nuestra” cima del Carihuayrazo. Para nosotros habíamos hecho la cima del Carihuayrazo.
Hago una foto al resto de cimas de la montaña. Son torres de roca vertical, escarpada y hielo, hielo adherido a los pequeños recovecos de la pared rocosa que las forman. Es espectacular, un paisaje muy alpino.
En la foto de cumbre junto a la bandera del Centro Excursionista Almoradí saco un dedo como queriendo decir que es la primera de todas las montañas que queremos subir. Estamos contentos. No estamos cansados. De nuevo tocamos la altura de los cinco mil metros, nuestro segundo cincomil. El tiempo es muy bueno, muy frío, húmedo, el hielo se agarra a la roca de una manera magnética y problemática, son como carámbanos que se acumulan por el efecto del viento, el frio y el agua, la humedad de la atmósfera… recuerdo aquella película-documental de Tocando el Vacío, en la que los alpinistas ingleses describen los hielos del Siula Grande, como esos carámbanos, forman torrecillas, tubos de órgano que se adhieren a la montaña, a las verticalidades de la montaña desafiando la gravedad.
La vista está nublada y tan solo vemos el Altar, un poquito del Sangay y el Cotopaxi majestuoso. La ascensión ha sido preciosa, aunque algo dificultosa por la ausencia de nieve. En la bajada Joaquín abre, y debido a su desconfianza de los crampones de las rígidas en lugar de piel, baja con mucho miedo y muy lento cada espera hasta que agota su cuerda. Realmente llevaba las botas de piel de media montaña, y los crampones no me los había ajustado a ellas, de modo que bajaba con más desconfianza y precaución. Jesús sí lleva sus Asolo Expedition con sus crampones bien ajustados, con lo que su bajada fue más rápida y segura. Tiemblo de frío. Se eterniza la bajada ya que va de espaldas a la pendiente y con muchas dudas. Yo voy de cara y los crampones responden muy bien. Llegamos al punto donde dejamos los bastones y nos quitamos los crampones, aunque aún resbala el hielo y me caigo una culada acabando el glaciar.
Una vez recuperamos los bastones y hemos bajado la torrecilla, el espolón rocoso y empinado de terreno mixto que nos ha subida hasta la cima del Carihuayrazo, descendemos desandando lo pisado en la subida, atravesando el glaciar, o los restos del glaciar muy maltrecho por el calentamiento global, supongo, aunque en su parte más alta es casi horizontal, visible y vivo, extenso; lo dejamos y seguimos por los pastizales y laderas terrosas, herbosas, de la montaña, hasta llegar al campamento… no sin antes hacerme una foto con el fondo del majestuoso Chimborazo, precioso y magnífico con la luz de la mañana que le da ese tono rojizo, anaranjado, cada vez más iluminado y resplandeciente. Precioso.
También giro la mirada mientras bajo al glaciar para cruzarlo y descubro otra de las cimas del Carihuayrazo, ya que la montaña la componen varias cimas en forma de torre, de pináculo, de escarpado pico. Es la cima, la Punta Suroeste del Carihuayrazo. Bajo la cual nacen las lenguas blancas y aún puras del glaciar del Carihuayrazo. Es otra imagen alpina y espectacular. El Carihuayrazo ha perdido toda su antigua forma de volcán, ya no tiene nada de volcán, excepto su ancha y circular base solamente observable en un mapa. Curioso.
El descenso es muy rápido sin comer ni beber, hace frío pero me agobia la chaqueta y la braga y de nuevo tengo “soroche” (mal de altura) por lo que no tengo ganas de desayunar y me conformo con un chocolate con leche en polvo y una manzanilla, una aspirina y un poco de descanso. Me cambio de ropa y mejoro.
Llegamos al campamento y Jesús nota los efectos de la altura tumbándose en la tierra todo lo largo que es. Seguramente será por no haber comido ni bebido nada en la actividad, cosa que hace que el mal de altura se acentúe y nos afecte más. Y más a Jesús que a mí. Pero con alguna aspirina y tomando algo líquido caliente, se va pasando poco a poco. Hay que descansar, pararse, hasta que nos repongamos, no por el cansancio, si no por el mal de altura.
Hacemos las mochilas, quitamos la tienda y cargamos los caballos. El descenso ya lo hago rápido pues me encuentro bien y quiero entrenar. Nos espera un taxi con Napoleón que nos lleva a Urbina. Nos despedimos de Don Segundo. Pero antes paramos a ver como Rodrigo planta polilepis con el grupo de estudiantes inglesas.
Bajamos del campamento desandando de nuevo lo recorrido ayer, un calco de lo andando, caminado y con el taxi (que siempre es una camioneta todo terreno). Justo al bajar del campamento ya desmontado, observamos como en las laderas bajas del nublado, de nuevo, Chimborazo, hay unas humeantes hogueras, incendios, que están quemando zonas de pastizales. Más adelante nos dirían que son los ganaderos o lugareños que lo más seguro quemen para generar nuevos pastos. No lo sabemos seguro. Pero es una zona protegida, toda la montaña del Chimborazo y algunas partes entre éste y el Carihuayrazo.
Desandamos de nuevo el valle del Río Mocha, por la misma senda, camino… el Abraspungo. Advertimos que otro camino viene por el otro lado del rio, contrario al que llevamos nosotros, y sube por la ladera contraria… puede ser que éste vega de las cercanías o de la misma localidad de Mocha. Antes de llegar al taxi descansamos para comer algo en el fondo de valle en las cercanías del Río Mocha; acto seguido reemprendemos el camino, hasta llegar al taxi todo terreno, despidiéndonos de Segundo y sus yeguas.
Nos duchamos, comemos los bocatas en la mesa vacía. Cuando llegan los ingleses se juegan un partido de fútbol contra los ecuatorianos (empleados) y Rodrigo. Estamos un rato viéndolos, que malos que son. El resto de la tarde la pasamos leyendo, escribiendo y charlando con Rodrigo. Mañana iremos al Cotopaxi a dormir al primer refugio de la sur, a 4.000 metros.
Entre el Igualata y el Carihuayrazo nos sentimos muy animados y contentos, estamos con fuerza y ganas de intentar, subir, conquistar las cimas más altas y objetivos propuestos en esta Expedición a Ecuador, las cimas más altas del país, comenzando mañana con el gran Cotopaxi. Ya descrito en el primer relato de preparación de la expedición y viaje a Ecuador, el Cotopaxi lo habían medido con una altura que sobrepasaba por poco los seismil metros, y fue considerado como el volcán activo más alto del Mundo. Pero no llega a los seis mil metros y es el segundo más activo del mundo. Eso sí, lo hemos visto en la lejanía, desde la cima del Igualata, y la prominencia del mismo es monstruosa, gigantesca, impresionante, y llegar a su cima y admirar el enorme cráter que se acerca al kilómetro de diámetro, tiene que ser increíble. Mañana comenzamos el ataque, la aproximación, con la cabeza fría y la metodología aprendida, por suerte tenemos a Rodrigo y a su equipo de guías, de empleados a nuestro lado, es muy importante ¡No podemos fallar!