Nos levantamos a las 7:30. El desayuno lo prepara Julio sobre las 8 con la generosidad habitual. Después de visitar al Sr. “Edesa”, decidimos salir a las 09:20, en vez de esperar a que llegue el hombre del caballo para subir las mochilas o Rodrigo a las 12 h.
Hoy subimos al campo de altura o alto que está casi a la misma altura que el Refugio José Ribas al otro lado de la montaña, a unos 4.750 metros de altura. Pero evidentemente no tiene las mismas comodidades que éste. Hay un desnivel de unos 1.130 metros entre este campo de altura y la cima del volcán, y 760 metros entre el complejo turístico, donde estamos, y el campo alto. La idea es mañana en la madrugada subir a la cima del Cotopaxi, será el día de ataque. Hoy dormiremos a esos 4.750 metros del campo alto.
Es aburrido estar aquí parado y conviene llegar prontito arriba para descansar y para salir esta noche a la cumbre. Julio se queda con las mochilas a esperar y Joaquín y yo subimos a demasiado buen paso. La primera cuesta es más fácil que ayer y en vez de las lomas (cordal) tomamos la ruta del valle, un ancho páramo azotado también por el viento. Había otra subida que cogía la misma ladera, pero en lugar de ir por el filo de la “duna” de cenizas, por lo alto de la loma que quedaba a nuestra derecha, y desde la cual teníamos una buena vista sobre la cañada, ese cañón que venía de las faldas del volcán y se perdía por el altiplano andino, y sobre aquel supuesto tapón del Cotopaxi, esa gigantesca roca diferente al resto, Morurco, cogemos una amplia y fácil pendiente a la izquierda de éste que nos llevará más directamente al campo alto.
Joaquín va fuerte y me cuesta seguirle. Desisto, voy a mi ritmo. Las subidas se suceden hasta llegar a la loma de la piedra negra donde me espera y nos abrigamos. Esta piedra corona la loma y no sé si es una enorme bomba volcánica o una roca que resistió la erosión mejor que la ceniza. Aquí el viento es muy fuerte y arrastra pequeñas bolitas de nieve que impactan en la cara de forma muy dolorosa. Nos ponemos las chaquetas y gorra y seguimos subiendo por este erial de ceniza y lapilli, sembrado de piedras pómez.
En la piedra negra había una pequeña cruz blanca que no investigo pues hace frío y Joaquín no quiere subir. Una cuesta menos al fin y al cabo. Llegamos a la altura del Mururco y sus imponentes agujas negras. Superamos una última loma y ya al pie del glaciar encontramos el campo base a las 11:20 h. (más de 800 m. en 2 h.).
Las tiendas de arriba y todo están vacías, así que bajamos a la tienda grande con un enrejado de hierro similar a un invernadero forrada de un plástico traslúcido amarillo. Está equipado con mesa, bancos, tarima de madera, esterillas, hornillos de gas, cacerolas, piolets, cuerdas y otros trastos. Constituye un refugio muy confortable ante el viento que no cesa de golear el plástico y que de no ser por él nos estaría machacando. Como mañana haga este viento en la subida, podemos prepararnos para pasarlo mal.
Realizar 760 metros de desnivel en 2 horas mientras estamos en el proceso final de aclimatación o estamos a unas alturas que hemos tocado solo una vez en esta expedición, en este viaje, puede ser una imprudencia. Pero parece que estoy bien y no me afecta mucho la altura mientras subo, pero no subo corriendo ni rápido, si no al paso normal, de paseo, que haría a nivel de mar; marcha que ya es rápida en altura.
Picoteo algo mientras escribo el diario y pongo a secar las camisetas. Zumo, snack de plátano salado, una pera, algo de chocolate y me tumbo a reposar en la tarima. Esto parece el campo base fantasma de algún pico del Himalaya. Estamos a la altura del Mont Blanc, 4.800 mts., y 100 mts. más altos que las Pastukov Rocks, y aún no ha empezado la nieve.
Llega Julio con un caballo y las mochilas grandes a las 12:30, ha llegado en 1h. 30 minutos, menuda fiera. Comemos algo. Se tumba a descansar un poco y manda a caballo devuelta el solito. Le decimos que como es que deja el caballo libre para que se escape o se pierda, nos dice que sabe volver al refugio de abajo sin problemas. Como si fuera habitual y no la primera vez que lo hace. Es un caballo muy bien enseñado.
Julio es un chavalín tímido y sonriente, jovencito, trabajador, cocina, guía, monta a caballo, trabaja para todo. Él no ha hecho ni Chimborazo, Cotopaxi pero estoy seguro que algún día será un gran guía. A mí aún me cuesta que otra persona me prepare y me sirva la comida. Desde luego en este viaje se nos está mimando como si no fuésemos montañeros. Cuesta quitarse el estigma del turista adinerado y eso me jode, aunque estemos como Reyes. Comiendo a todo lujo sin llevar la mochila grande etc., espero que al menos eso sirva para estar en óptimas condiciones de afrontar nuestros retos.
El sentimiento de Jesús era compartido, como ya había comentado en el Igualata al no montar la tienda de montaña, pero por otro lado tiene su sentido: quitarnos de todo tipo de esfuerzos o trabajos para estar concentrados en el proceso de aclimatación y de ascensión a las grandes montañas, y de esta manera buscar más el éxito o tener más probabilidades de tenerlo, de llegar a la cima de estas grandes montañas, nuestros objetivos. Con lo que, por ejemplo, llevar su carga, si tenemos que hacernos nosotros la comida, puede ser que por la altura o el esfuerzo o por comodidad, no fuera lo suficiente generosa como para darnos fuerzas y propicie para luchar contra la altura, igual que el hecho de hervir agua y hacer té en cuanto haya ocasión; la hidratación es muy importante… esos pequeños fallos o dejadez por los esfuerzos, altura, podrían ser cruciales para poder llegar a la cima del Cotopaxi o del Chimborazo… solo teníamos una oportunidad y no había que malgastarla… incluso el guía o los guías que nos pudieran subir a estas montañas, también iban con el mínimo de peso, a pesar de estar aclimatados y acostumbrados, incluso ya por nacer y vivir a esta altura. Lo tienen en la sangre.
A las 14 h. ha parado el viento y ha comenzado a nevar débilmente. Julio sube al glaciar a coger agua, menudo palo. La “nevada” dura sobre 1 h., justo casi el tiempo que está fuera para traer agua, “hielo”, y en un bidón de plástico que había en el campamento, y empezará a cocinar una crema de champiñones en la nieve fundida. Tras la falsa tregua continúa nevando débilmente aunque ya no se oye contra el plástico amarillo y duro del techo de nuestra guarida de 3 X 7 metros, aproximadamente.
Mientras Joaquín se echa una buena siesta. Me ha costado seguir su ritmo, pero mi estado físico no es malo. Aparentemente no estoy mareado y me siento bien en el campo más elevado por ahora en las excursiones. Lo único es la nariz (estoy constipado y tomando termalgin) la tengo pelada del sol y en la parte de abajo por el goteo continuo se me están haciendo heridas. Además tengo los labios muy cortados y no sé si algo hinchados. Llevamos una semana expuestos a vientos fríos en Urbina y en las salidas de aclimatación, y aunque esté nublado también se quema uno si no se pone crema. Por suerte estas molestias no me impiden caminar.
A las 15:15 h. llegan Rodrigo y Delfín desde el Campo 1 en 1 h. 30 minutos. Comemos la sopa y algo de fruta y Julio baja con el caballo a por agua y a por equipo de montaña para ver si puede intentar subir con nosotros. Rodrigo ya quiere iniciar a Julio en las actividades de subida a las cimas de las grandes o altas montañas, y esta sería su primera gran montaña que subiría.
Delfín cocina la cena mientras preparamos la mochila para mañana y distribuimos las esterillas. Hace frio y sale vaho dentro del refugio. Pero no hace viento y estamos a gusto viendo cómo se despeja y se nubla, viendo las características volcánicas de la zona, ceniza, estratos, lapilli, bombas. Como ya nos dijo Rodrigo en su momento, él nos acompañaría en cada ascensión a estas altas montañas, al Cotopaxi y Chimborazo. El guía que tendremos esta vez sería el mismo Delfín, guía y empleado de la empresa de Rodrigo en Urbina. Con lo que mañana subiremos los cinco que hoy dormiremos en el solitario y fantasmagórico campamento alto de la cara sur del Cotopaxi.
Jesús ha descrito muy bien cómo eran las carpas y formas de este insólito campamento alto de la cara sur del Cotopaxi: habían tiendas en un mismo grupo que era donde estábamos nosotros, con la que tenía forma de invernadero, un túnel arcado, y el resto eran como bolas grandes, con un diámetro de entre 2 o 3 metros, y una altura considerable donde te puedes poner de pie sin problemas en su centro; una de éstas junto a la carpa “invernadero”. Y otras dos de esas tiendas redondas separadas en una loma poco más alta a 5 minutos caminando por el camino en dirección al volcán. Con el aspecto del paisaje y las formas de estas tiendas, parecía estar en una especie de base en el planeta Marte. Solamente faltaba ponernos trajes de astronauta y podríamos hacer una película sobre Marte en este lugar. Curioso.
Entramos a charlar con Rodrigo mientras Delfín prepara la cena que a las 18:30 ya nos hemos acabado. Sopa, arroz con atún y cebollita (muy bueno), y manzanilla. Hay un anécdota que nos hace reír a todos mientras entre Delfín y Julio preparan la cena. Uno cortaba la cebolla y el otro preparaba el atún y el arroz. De broma comentábamos que íbamos a cenar arroz y pollo, presuponiendo que el atún era el pollo. Julio, con su característico tono casi de niño mayor y adolescente con ganas de bromas, añade la frase que era “arroz con pollo muerto”, un poco para él mismo pero que lo oímos todos. Yo le respondí que era mejor que el pollo estuviera muerto, que, si no, como te ibas a comer el pollo vivo… risas y casi carcajadas. Representaba los ánimos, buen rollo y ambiente que teníamos en este campo alto de la cara sur del Cotopaxi, en esta base en el planeta Marte. Excepcional.
Salimos dos veces a ver despejado el Cotopaxi y a ver si sube Julio. A las 19 h. estamos metidos en el saco esperando a levantarnos a las 12 h.
Rodrigo nos habla del Cotopaxi, entre otras cosas que recuerde sobre su potencia, energía y fuerza a la hora de entrar en erupción y explosionar. Decían que habían rocas solitarias en provincias alejadas del Cotopaxi, a unos 200 kilómetros, que decían podían ser bombas volcánicas de las últimas grandes erupciones del volcán. Solo ver el tamaño y forma del volcán, nos imaginamos como si fuera un cañón gigantesco mirando hacia el cielo. El día que entrara de nuevo en erupción podría ser apocalíptico, con muchísima más fuerza que la actual actividad del Tungurahua. Nos sobrecogemos. Las erupciones del Tungurahua pueden avivar que éste también despierte, nos dice Rodrigo.
Estamos emocionados y acojonados a la vez de subir a la cima de un volcán o de una gran montaña, que podría hacer tanto daño, tanta destrucción y peligrosidad, casi a nivel mundial (por la expulsión de las cenizas y polvo que envolvería la atmósfera del planeta, creando un invierno volcánico). Ya vimos esa erupción gigantesca y espectacular del Tungurahua, si nos la imaginamos, pero en ese cráter de casi 900 metros de diámetro a casi seis mil metros de altura… podría ser apocalíptico, como ya he dicho.
Mañana madrugaremos y subiremos a la cima de este Volcán Cotopaxi. Para asomarnos a su gigantesco y perfecto cráter, y poder ver su actividad, sus fumarolas, su olor a azufre… Jesús es el primer emocionado, esperemos no le dé el mal de altura, como ya ha sufrido levemente en las anteriores actividades, y podamos disfrutar de esas únicas y espectaculares vistas. Ahora dormimos para darnos otro madrugón más grande que para subir al Carihuayrazo. La montaña así lo pide y lo merece.