2 de agosto de 2.006. Miércoles. Quito.
Dormimos muy bien en habitaciones individuales por primera vez y camas grandes y calentitas, pero a las 06:30 arriba a acabar la mochila y a las 07:30 estábamos en el último desayuno de Urbina, (como siempre glorioso).
Nos despedimos de María, Delfín, Julio y Fabián, es un momento emotivo en el que prometemos volver. Tomamos de nuevo el largo camino a la carretera cargados como mulas de los Hieleros con todas las maletas, mochilas y el bidón. El primer bus nos para y nos dice que sí a Quito, aunque el cartel es de Ambato. 7’5 Dl. (Condorazo) hasta allí vamos pasando por dentro de la ciudad y de repente nos dicen que debemos bajar y hacer transbordo al bus de Amazonas, corriendo con maletas y todo y cogerlo prácticamente en marcha, es una situación surrealista.
Una de las cosas que nos dimos cuenta, peculiar y a veces molesta, es que la gente no sabía decir que No, decía Sí a todo, aunque luego el desarrollo y desenlace sea ciertamente ese no. Como en este caso el autobús no va a Quito, para en Ambato, pero nos dicen que sí a Quito. Sin especificar que tendremos que coger otro autobús en Ambato en dirección a Quito… y así muchas otras cosas.
Éste nos lleva a la Terminal con normalidad y allí cogemos un taxi sin taxímetro por 4 Dl. al Cafecito. El taxista trabajó 14 años en España para Telefónica como conductor. Dejamos las cosas en la habitación y la bodega (aunque el muchacho que hay hoy pone algún reparo).
Nos vamos al Consulado (c/ Pinta con Avenida Amazonas) por tercera vez y recogemos nuestros Salvoconductos válidos para 2 días ¡Ya podemos volver! De regreso al Cafecito para almorzar. Llamamos a Air Madrid a reconfirmar el vuelo y nos dicen que estemos allí 3 h. 30 antes, con 31’60 Dl. por cabeza para tasas aeroportuarias y nuestra documentación en regla.
Parece que ya lo tenemos todo en regla y preparado para volver a España: salvoconductos, billetes de avión… desde esos primeros días en Quito no hemos vuelto a tener ningún otro percance. Habíamos aprendido la lección y cometimos las novatadas de los principiantes en estas expediciones, viajes a los Andes de Sudamérica. Seguramente para el resto de los futuros viajes a esta linda y espectacular cordillera, ya no nos vuelva a pasar y llevaremos mucho más cuidado, ya que el susto fue enorme.
Menú del día: crema de coliflor, pastel mexicano y jugo del día 4’99 Dl., más nachos con guacamole y creppe Sicilia colas y cafés. Como siempre delicioso, abundante y vegetariano. Lo único es que no está nuestra “mesera” Talismán en este turno. El café o café con leche (el cortado no existe) en una taza grande.
Cogemos el plano y nos vamos a ver Quito, más allá del turismo policial o consular (espero) (“turismo burocrático”). Salimos a caminar por la calle Reina Victoria hasta el Parque El Ejido, y desde allí buscamos por la Avenida 10 de Agosto la Basílica del Voto Nacional de finales del S. XIX, principios del XX (1.909) de estilo gótico (aunque hecha con materiales modernos) y diseñada por un arquitecto francés. Construida en tiempos del Tirano García Moreno (al que se celebra una misa por el 131 aniversario de su asesinato en la Puerta del Congreso). Dentro están las banderas de las 22 provincias del Ecuador (probablemente por el evento). El Voto Nacional es una Ley por la que el Parlamento de la época encomendó el país al Sagrado Corazón de María. Dio ese día como Fiesta Nacional y pidió que todas las iglesias se consagre un altar al Sagrado Corazón de María.
Curioseamos el interior y el exterior con sus vidrieras y el panteón de los Presidentes (3) hay gente haciendo rapel en la fachada (asombroso). Compramos boletos a 2 Dl. cada uno para poder subir a la torre y al campanario en una emocionante ascensión con los últimos tramos de escaleras metálicas expuestas y aéreos. Conforme ganamos más altura, aumenta la sensación de vértigo. Hay fotos en blanco y negro del proceso de construcción pero ellas y las paredes están llenas de firmas y de pintadas. Aquí la gente no cuida las cosas si no hay vigilancia (en mucha mayor medida que en España).
Como todos los templos o construcciones góticas o que emulen dicho estilo arquitectónico, la basílica es preciosa, como si realmente perteneciera a la corriente de catedrales y templos europeos del bajo medievo; pero notamos un aire de austeridad en su exterior, como si le faltara envejecer como a las catedrales europeas. Aun así su interior es prácticamente un calco al interior de éstas. Extraordinario.
Como bien dice Jesús es el panteón de todos los Presidentes nóveles y personas ilustres de Ecuador. Hay una representación de Santiago Apóstol apostado en una de las grandes columnas del interior de la nave principal, con su vieira en el hombro derecho y el bastón de peregrino, suponemos que es un legado de la cultura religiosa española. Hago una foto a Jesús que posa bajo su estatua, para inmortalizar así su comunión con los significados del mismo y el Camino de Santiago, del cual era Secretario en una asociación alicantina dedicado a éste: al Camino de Santiago desde Alicante a Santiago de Compostela.
Desde su parte más alta pegada al cimborrio después de pagar por subir las estrechas y vertiginosas escaleras, contemplamos parte de la ciudad de Quito que queda bajo nosotros y se alarga en una especie de suave valle entre el Volcán Guagua Pichincha a un lado, y otras vertientes más bajas al otro. Mirando por un extremo vemos el casco antiguo o ciudad vieja, centro de Quito, y mirando al lado contrario la ciudad nueva con edificios altos, La Mariscal. Y entre las dos, mirando a uno de los bordes o límites de la ciudad, las verdes laderas del Volcán Guagua Pichincha, por el que suben las últimas casas de la ciudad que se agarran a su inclinación, junto con la nueva construcción de un teleférico que te sube a la cima y te adentra en la montaña. Es un paisaje parecido a las montañas navarras o vascas, con bosquecillos, mucho verdor y suaves colinas acabadas en cimas suaves casi redondeadas sin nieve ni hielo… podría pasar por un paisaje del norte de la península ibérica.
Completada la visita turística nos vamos hacía La Alameda (parque), la Plaza Grande y la Catedral Primada de Quito del S. XVI. También he tenido tiempo para rezar un poco ante un crucifijo muy bonito y dar gracias por todo lo que en el viaje ha salido bien, y pensar muy poco en el futuro.
Vamos hacia el centro histórico por la calle García Moreno o de las 7 Cruces entre casas coloniales con patios interiores. Pequeños negocios de todo tipo. Una pronunciada cuesta abajo empinada con un enorme tráfico especialmente de buses urbanos.
Conforme avanzamos por aquí la presencia policial se incrementa hasta extremos exagerados (al menos en nuestro país). Había más de 300 polís repartidos por la Plaza Grande y alrededores en grupos de 10-20 unidades con chalecos antibalas, vestidos de camuflaje y fuertemente armados que patrullan con paso de ganso.
Efectivamente nadie se mete con nosotros y solo se limitan a pedir u ofrecer servicio de limpiabotas tímidamente. Joaquín dice que de no ser por esta masiva presencia policial estaríamos robados o no saldríamos ilesos de aquí. En la catedral hay unas lápidas de piedra con los nombres de todos los soldados y marineros españoles que fundaran la ciudad con D. Pedro de Alvarado (S. Francisco de Quito), mientras el grupo rival de D. Diego de Almagro fundaba Santiago de Quito cerca de Colta y de Riobamba tratando de adelantarse en los derechos de fundación de la Capital del Reino.
Según teníamos entendido el centro de la ciudad, la ciudad vieja donde estaba la nombrada plaza con la Catedral Primada de Quito, era un hervidero de carteristas y ladrones. Pero por alguna razón aquel día o aquellos días la presencia policial en dichas partes y alrededores de la ciudad de Quito, era exageradamente abundante e inquietante. Ya que piensas que, en cualquier momento, con tanta policía, podría pasar cualquier cosa como un ataque, un atentado… nada bueno. Con lo que la presencia policial daba tranquilidad e inquietud, desasosiego, a la vez. Pero no decayó, después de lo vivido y conseguido, nuestro afán por conocer esta parte de la ciudad… aunque no estuviéramos mucho rato.
Volvemos por la calle Guayaquil con las aceras repletas de gente y un tráfico infernal, incluyendo el trolebús (el trole) que circula por un carril a parte a una velocidad endiablada y completamente abarrotado de gente, contra las ventanas.
Ya anocheciendo llegamos a la calle Juan León Mena y buscamos sitio para cenar. Un “argentino” llamado la “chacha” especial para guiris (en la zona que conocemos como Gringolandia en La Mariscal, cerca del aeropuerto y formada por casas pequeñas, con tapia, jardín, palacetes, negocios, agencias, bares, pubs…) La “chacha” es un personaje del comic argentino que cocinaba las empanadas como nadie. Nosotros pedimos de carne, pollo, jamón y queso (no están como las de la chacha pero no hay por qué quejarse) el festín lo completan una ensalada de camarones y un sándwich cada uno (más o menos 12 Dl.) Apretados bajo una carpa llena de turistas cenando sobre mesas pequeñitas (2 cervezas cada uno) ¡Pilsener pequeñas!
Luego buscamos donde tomar una copa y en una pequeña placita de Juan León Mena hay varios bares con terrazas fuera al calor de las estufas, al aire libre (quemadores). El árbol de café 24 h. es un bar con muy buen ambiente y muchas chicas guapas. Tomamos 3 rones con cola cada uno (9 Dl. total) ¡6 cubatas por 9 Dl.! ¡¿Qué es esto?! La verdad es que había 2 por 1. En la TV en la pantalla grande el Sao Paulo vapulea 3-0 al Chivas Mexicano y llega a la final de la Copa Libertadores con un global de 4-0, ante el delirio de la torcida brasileña en la TV y la indiferencia de la gente joven de Quito y los turistas.
Ya no tenemos miedo de salir por la noche por las calles de Quito y que nos pase algo. Estamos contentos y alegres por el éxito de la expedición, del viaje, de las ascensiones a las montañas, por la compañía y experiencias (a pesar de los dos primeros días), pero a la vez ya no somos los novatos de esos primeros días, no cometeremos el error de movernos como si fuera el centro de Alicante. Hemos aprendido la lección, para este y futuros viajes. Parecía que teníamos que pasar por esta experiencia para conocer de verdad la esencia de una aventura, de un viaje a países exóticos, alejados de lo acostumbrado en Europa… pero ha merecido mucho la pena. Está siendo un viaje irrepetible.
El lugar donde nos tomamos las copas parecía un pub o cafetería del centro de Alicante en verano. Llena de gente occidental y también oriundos del país o la ciudad. Vestidos para salir de noche, casi de fiesta. Nos sentamos en dos altos taburetes bajo una mesa redonda como si fuera una pequeña cafetería. Y todo hay que decirlo, los copazos de ron nos sentaron de maravilla.
Caminando por las calles nocturnas y oscuras de Quito por La Mariscal en busca, o bien del Cafecito para dormir o bien en busca de los sitios de copas, varios personajes deambulan entre esquina y esquina: guiris, hombrecillos aborígenes… una muchachita de aspecto muy simpático y cuerpecillo delgado pero suntuoso, vestida como de fiesta informal o para salir una adolescente española de la década del 2.010, se nos acerca, se me acerca, como intentando entablar una conversación con un tono melódico y casi erótico… “no gracias estamos bien, no necesitamos nada”. Era guapica y casi una niña en apariencia. En un primer momento, inocente de mí, no me doy cuenta de qué es o quien es, pero después de la experiencia de los primeros días en Quito no me fio y evito que se nos acerque, a pesar de su atractivo y esbelta menudez… es una “palomita”. Más tarde tendríamos que añadir al listado que Jesús hacía de las palabras que se decían en el español de Ecuador, traducidas al español de España: “palomita” = prostituta. Había que tener cuidado con eso de querer “palomitas” para ir al cine…
En acabar vamos a dormir al Cafecito a la habitación de la fresa (4 camas = 2 literas) donde duerme una pareja de israelíes.
3 de agosto de 2.006. Jueves. Mercado Artesanal de La Mariscal. Y vuelta a España.
Nos levantamos a las 07:30 y nos duchamos. No hay desayuno en el Cafecito por que el administrador que tiene las llaves no ha venido por un problema familiar. Nos vamos a desayunar a la Avenida Amazonas al hotel del mismo nombre (a su cafetería). De lujo. Desayuno ejecutivo (bacon, huevos, jugo, café, longaniza, panqueque) 9 Dl.
Compramos un candado en una ferretería para el bidón, y vamos al Mercado de Artesanía de La Mariscal. Una manzana (cuadra) entera surcada por calles interiores con puestos a ambos lados atendidos por indígenas (algunos familiares) que venden bolsos, ponchos, camisetas, instrumentos musicales, camisetas del Ecuador (selección, imitaciones), plata, pendientes, postales… de todo ello compramos en un ambiente servicial, de regateo amable y cordial.
Sabiendo la ubicación y existencia de este mercado artesanal, esperamos hasta el último día para comprar cosas de recuerdo de esta Expedición a Ecuador. Parece que al ser nuestro primer viaje a Sudamérica, a Los Andes, nos queremos traer muchas cosas de recuerdo… todas nos parecen únicas y maravillosas. Y es aquí cuando comienzo una extraña tradición de comprarme un anillo en conmemoración del éxito del viaje. Así lo tendría siempre presente, visible, ya que lo llevaría en uno de mis dedos de la mano. Tradición que quería hacer en próximos viajes y expediciones (si las hubiera), y si tuviéramos éxito en las cimas planeadas y escogidas.
A parte del anillo de plata, me compro un mantel de lana de alpaca rojizo con detalles y símbolos como incas, andinos, una “chompa” también de lana de alpaca, como la que tenía Luis Zárate en el cuartelillo de la cima del Igualata (quizás no tan bonita), y algunos recuerdos más para mi familia… estamos contentos y emocionados. Todo ha salido bien al final y lo celebramos paseando entre los indígenas andinos, quechuas, de este mercado; como queriendo mezclarnos con su pureza y originalidad.
Llevamos las bolsas al hotel y salimos a buscar el mapa turístico de los volcanes que estaba expuesto en el Refugio de la cara sur del Cotopaxi. Lo encontramos en una tienda-agencia de montaña. En busca de posters vamos a Juan León Mena a Libris Mundi, y como no me convencen me compro un precioso libro de los Andes ecuatorianos con preciosas fotos de montañas y cumbres.
Comemos en la misma calle en el restaurante del Hotel Fuente de Piedra (el Refugio), muy limpio, lujoso y agradable (2 menús 6 Dl.), con una atención exquisita y un poco con la vergüenza de no ir bien vestidos como todo el mundo en este establecimiento, trajes, corbatas, etc.
El café lo tomamos como su nombre indica en El Cafecito desde donde tomamos un taxi 5 Dl. al aeropuerto con todas las maletas y la carga que esperemos que no nos pierdan. Llegamos algo más tarde de las 14 h. que era la hora indicada, y al chequear (ningún bulto pasa los 20 kg.) nos informan que saldremos con retraso, a las 20:30 en vez de a las 17:30. Nos dan un cheque de comida en American Deli (un puesto más bien cutre) y vamos a pagar las tasas de aeropuerto (31’60 x 2) = 63’20 Dl.
Subimos a ver dónde está la Puerta B1 y compramos algún recuerdo más en las mini tiendas (mapa, escudos de tela, camiseta de la tricolor) y a esperar en los asientos de la terminal con paciencia. Unas palabras por aquí, la señora de los otros asientos, observar el movimiento, mirar las teles (pantallas sin ver nuestro vuelo), oír la megafonía y tratar de adivinar de que es la selección ecuatoriana que embarca con Avianca (tiro con arco, III Campeonato Panamericano en Brasilia).
Pasamos por fin el control y las reticencias de la policía, rellenamos la tarjeta andina de migración y conseguimos pasar por el scaner con las mochilas con susto incluido, pues no sabía que llevaba la navajita en uno de los bolsillos de la mochila y me la registran. Enseñamos el salvoconducto, la denuncia…
Jesús se había dejado una navajita en la mochila de mano y no se acordaba. Al pasar por el control le abren la mochila y le cogen la navajita la policía. Allá se la quedaron. Pero el hecho no fue más allá del susto que indica Jesús.
Pero al pasar yo primero por el control de pasaportes con una mujer del ejército comprobando documentación y dando paso, parecía que era la primera vez que veía un Salvoconducto. No tenía ni idea de qué era aquello. Y comenzó a hacer preguntas: “¿Quién es José Joaquín Terrés…?”, “Soy yo”, “¿Quién es …?”, “Es vuestro ministro de exteriores” … No conocía ningún nombre que aparecía y no sabía que era aquello. La verdad es que el Salvoconducto a mí también me parecía un raro documento, casi hecho por niños, pero era válido y real. Al final convencí a la señora del ejército de Ecuador y pude pasar, sin que tuviera que consultar con nadie sobre el documento que tenía en sus manos, si era real, correcto, o no. Pero antes de pasar le digo que a mi compañero que viene detrás de mí, tiene el mismo a su nombre… con lo que Jesús pasó más rápido que yo. Pero al fin pasamos para coger el avión… ¡Mira que si nos quedamos más tiempo en Ecuador por esta tontería después de todo el turismo burocrático hecho!
Vamos primero a la Puerta B1, luego a la A2, y esperamos hasta las 22 h., entre confusos mensajes de megafonía, llantos y carreras de niños pequeños que están desesperados. Llamamos a casa para avisar que igual perderemos el de Iberia de Madrid por el retraso tan grande que Air Madrid trae. Salió con 3 h. de retraso de la capital, paró a repostar a Lisboa, y aún tiene que ir de Quito a Guayaquil.
8 h. después de estar en el aeropuerto por fin salimos. Vemos Guayaquil desde el aire igual que vimos las luces extensas de Quito. En Guayaquil baja la gente que venía de Madrid y sube gente nueva. Por fin salimos rumbo a España con 11 h. de vuelo por delante.
Dormitamos. Cenamos. Dormitamos. Desayunamos. Ponen alguna peli (Madagascar…, alguna de tiros…) Termino de leer “La Dama de la Muerte” de Stephen King. Niños que lloran, corren. Por fin aterrizaje y aplausos en Barajas. El Salvoconducto es “nuestro” más rápido y efectivo. Curiosamente el simpático guardia o persona del ejercito o policía que estaba en el control de pasaportes, se quedó con nuestro Salvoconducto. Yo le decía que no se lo quedara, que era la única identificación que teníamos por el momento hasta hacer las copias de los dni. y carnet de conducir. Pero me decía que no me preocupase, que no pasaría nada. Rápidamente al día siguiente tendríamos que ir al cuartelillo de la Guardia Civil para poner una denuncia por la desaparición y robo de dicha documentación en Ecuador (otra vez). Y ya con esto lo tendríamos todo en regla por si nos paran y para pedir dichas copias. Y esperando que aquí se acabara el “turismo burocrático”.
Vamos rápido de la T1 a la T4 en bus, y allí “chequeamos” a tiempo de milagro y pidiendo el favor de colarnos, y corriendo vamos a la Puerta H3 que es la última y más lejana. Carreras también para llamar a casa y decir que al final hemos llegado a tiempo por pelos y que sí iremos. Estarán allí esperándonos.
El vuelo de Madrid es corto, cómodo y emocionante por el hecho de regresar a casa. Recogido el equipaje, salimos por la puerta y nos están esperando nuestras familias. Abrazos, besos, sonrisas, abrazos, anécdotas. Vamos a cenar al campo (mamá, María Aurora, Infi, Kike) en Busot están los tíos Emilio y Belén, y Pepe y Ana.
Mientras llegábamos al aeropuerto del Altet, nuestras familias ya estaban esperándonos allí. Mi madre no conocía a la madre de Jesús. Pero por algún comentario de mi madre justo en la barrera de la puerta de salida de los vuelos que llegan, la madre de Jesús que se encontraba muy cerca, le preguntó: “¿usted es la madre de Joaquín?”. Y a partir de ahí comenzaron una conversación con el tema principal de nuestras negativas anécdotas de nuestro viaje.
Jesús no le había dicho nada a su madre sobre mi robo, solamente sobre la desaparición de sus cosas, con lo que la madre de Jesús pensaba que el viaje lo habíamos hecho con mi dinero. Eso para no alarmar más de la cuenta a la mujer. Pero entonces fue mi madre la que le dijo que fueron a los dos a los que robaron o le desaparecieron el dinero, documentación… y es entonces cuando la madre de Jesús se sobresalta… menos mal que ya estábamos en España.
Mi madre, mi padre… están esperándome en la puerta del aeropuerto. Cuando me ven se ponen muy contentos y alegres como pensando “a pesar de todo, están sanos y salvos”. Es entonces cuando siento el orgullo y fascinación de mi padre hacía mí, por primera vez, cosa que nunca había sentido o notado, ya que mi padre no es muy dado a esas cosas sentimentales y mucho menos a expresarlas… me alegró mucho, incluso en una faceta diferente a lo normal en él. Me alegró y sorprendió mucho. Es como si mi padre entendiera que “ya era adulto y hombre para desenvolverme por el mundo y enfrentarme a los obstáculos de la vida”.
Ya estoy en casa, al calor de nuevo. Mañana se deshacen las mochilas y se lava una torre de ropa como siempre. Con esto, este maravilloso y accidentado viaje se da por terminado. FIN.
Quiero dedicar este viaje, esta expedición con todos sus éxitos y experiencias, a mi padre José Terrés Pérez, el cual estos días ha podido superar una grave enfermedad que hoy día se está llevando a muy buena gente por delante. Ánimos y gracias por estar ahí y sentirte orgulloso de mi en los momentos más extraños de la vida.