Nos levantamos poco antes de las 08,30 de la mañana. Hemos estado durmiendo casi 12 horas seguidas entre que nos acostábamos y nos quedábamos durmiendo en aquellas duras camas. Bajamos a desayunar y comenzar a preparar los paquetes, equipajes, mochilas para la vuelta a La Paz. El día se despierta de nuevo grandioso, soleado, increíble. Estoy en un estado como de “shock” después de la actividad de ayer… ¿ha sido un sueño? ¿De verdad hemos estado en la cima del Illimani? Miro a Jesús. Hablamos mientras hacemos las mochilas. Es cierto que ayer bajamos de aquella grandiosa montaña. Ayer me lo creía, hoy tengo que pellizcarme y hablar con mi gran compañero de Grandes Montañas para creérmelo.
En el desayuno Jesús entabla conversación con nuestra cocinera contratada Marcela: es de una población cercana a La Paz y cerca del Huayna Potosí, Zoago, pero desde hace 5 años vive en El Alto y trabaja para el hermano de Adolfo Soria (Adolfo Andino, cuya empresa ya contratamos para ir a Los Condoriri, y ya visitamos en la calle Sagárnaga de La Paz).
Una vez listos nos despedimos del padre de Lucio, de la gente de Pinaya y de su hospitalidad, y salimos caminando unos pocos metros hasta donde se encuentra el coche de Lucio para partir hacia La Paz. Salimos sobre las 10 de la mañana, pero no llegaríamos a La Paz hasta pasadas la 1 del mediodía. Es un viaje largo, incómodo, eterno, lento… son solo 45 Kms. los que separa Pinaya de La Paz, pero por el mismo camino de tierra, destrozado en algunos lugares por las fuertes lluvias del Niño, pasando por algunos lugares que cruza los barrancos aparentemente inofensivos junto a destrozados puentes, desastres, desprendimientos, peligrosos abismos que se han comido trozos del camino… a una velocidad máxima de unos 20 Km./h. y escuchando las mismas 6 u 8 canciones una y otra vez durante esas tres horas, que el día de ida te parecían lindas y alegres, típicas canciones bolivianas, cuando llevas un tiempo ya te las sabes de memoria, después ya son monótonas y preguntas si no hay más música que esta, pero ahora ya las aborreces y las odias a la vuelta.
Sale con nosotros una mujer que es familia de Lucio, parece. La dejamos 3 pueblos más abajo, y ya ella se buscaría un taxi para volver. El camino está tan mal que si nos encontramos algún otro vehículo de cara tenemos que hacer maniobras para poder pasar los dos por el mismo sitio. Más adelante Lucio, antes de llegar a La Paz para en una parte alta del camino para contemplar por última vez al Illimani que va alejándose y quedando tras nuestro. Una última despedida y un emocionante agradecimiento por el buen trato y permisibilidad dada por la gran montaña. Para ello, mi mejor forma de agradecimiento es hacerle una excelente y protagonista foto, quedándome unos segundos fuera del coche con la mirada, el pensamiento y mi nostalgia puestas en cada uno de sus blancos piquitos, glaciares, laderas, alturas… una pequeña y única nube le roza la cima principal, y entonces me percato que el collado al que llegamos para coger el cordal cimero hasta la cumbre más alta del Illimani, no es el que quedaba entre el Pico del Indio y ésta, si no que éste está más próximo a la cima del Illimani principal. El collado que separa ambas cimas aún estaba a más baja altura y más a la izquierda y más cerca del Pico del Indio. Impresionante y hermosa montaña. Inmaculados y vivos glaciares que caen de altísimas cimas por barrancos, recovecos y vallecillos, hasta el pobre, agostado y árido altiplano boliviano. ¡Gracias Illimani! ¡Nuestros espíritus quedaran hermanados por la Pacha Mama!
Por fin llegamos a La Paz, la urbe mágica y eterna del altiplano boliviano. Son aproximadamente la 01,30 del mediodía cuando Lucio nos deja en nuestro querido hotel “base” Señorial Montero. Hemos decidido llamarlo y quedar con él para que nos guíe en el Sajama; nuestro próximo, último y más alto objetivo. Ha sido muy buen guía, muy buena gente y sería la persona elegida y recomendada para las próximas y futuras ascensiones por los Andes. En el hotel nos dan una habitación doble. Nos duchamos ¡Por fin una ducha con agua caliente! y tontamente me restriego las piernas con el agua y el jabón para cerciorarme de que no me queda nada de aquellas pulgas o chinches que me picaban en la cama de Pinaya. Pero durante el viaje no me han picado las piernas, así que supongo que el picor provenía del mismo tejido de aquellas especies de mantas delgadas y tiesas.
Salimos de la habitación para buscar un sitio donde llamar a España y donde comer. ¡Qué alegría! en recepción nos dicen que Quique e Infi ya están en La Paz, que llegaron mientras nosotros estábamos en el Illimani y que ahora estaban de visita en la montaña Chacaltaya. También es una estación de esquí (la más cerca de La Paz), ya que seguramente un glaciar puebla sus cimas y las laderas que caen de las mismas. A mitad de tarde regresaran Quique e Infi de su excursión. Tenemos muchas ganas de verlos, abrazarlos y hablar con ellos, y a la vez que nos cuenten sus peripecias por Miami.
Jesús aprovecha el salir a comer para antes llamar a España. Jesús llama a su familia y yo ya llamaré el día antes de marchar de nuevo. Ya que como no sabía ni cómo ni cuándo saldríamos hacia el Sajama, mejor me esperaba a mañana y así aprovechaba. ¿Podría ser miedo a hablar con Maria y que volvieran esos estúpidos e irracionales fantasmas? No sé, pero quería aprovechar estas horas de gloria y no precipitar o provocar la caída de mi euforia con una llamada y una reminiscencia de mi quebranto de cabeza… a veces es mejor no esperar demasiado pero otras veces es inevitable.
Jesús y yo después de ver la satisfacción de que Eva se está llevando muy bien con su madre, poco a poco, salimos contentos a recorrernos las curiosas, típicas, místicas y atrayentes calles de La Paz. La calle Sagárnaga con su cuesta arriba y abajo es la preferida de todos. Comemos en un bar que pone “100% Natural” especial para guiris, comenta Jesús. Celebración de nuestro éxito. Brindis de montañeros, amigos y compañeros de cordada. “¿Pero seguro que ya no quieres ir al Sajama?” me preguntaba Jesús. La verdad es que de una forma u otra, afectado por el frío de estas altas montañas y de situaciones extremas, mi cuerpo pedía algo de confort, comodidad, calor… y ni en La Paz teníamos ese calor. Pero creo que también afectaba el mal de coco que seguía llevando encima: lo ocurrido con la empresa el año pasado fue muy fuerte y todavía no estaba superado, y ahora con María me sentía vulnerable, inseguro, como una marioneta en este mundo dominado por la hipocresía, la traición… mejor no pensar así. Pero sí, mi decisión, casi muy firme, era no ir al Sajama con el frio que allí hacía. Aun teniendo la posibilidad única de poder subir la segunda (creíamos entonces) y la primera montaña más alta de Bolivia, y la 13º de los Andes, y por ello del continente americano entero. Jesús no me reconocía, pensé, aquel que les invitó, coaccionó, “soborno con el éxito” y convenció para subir el Mont Blanc, Elbrus, Chimborazo, Monte Rosa, Cotopaxi, Illimani… se había acobardado, retirado, echado atrás con la conquista más alta que jamás habíamos planeado ni pensado… por suerte éramos amigos y él quería realizar todas estas hazañas conmigo, de la mano de aquel que le hizo mirar a lo más alto y decirle “y por qué no”, por suerte, creo yo, aunque no lo entendiera no le quedaba más remedio que respetarlo como buen amigo.
Después de comer volvemos al hotel. A nuestro “campo base Paceño” particular. El acristalado y magnífico Señorial Montero. Ya nos dicen que han llegado Quique e Infi de su excursión y quedamos en recepción para vernos.
¡Qué alegría! ya nos estamos abrazando y besando. Ver a esta afable, simpática e imprescindible pareja en nuestras aventuras montañeras, sean dende sean, es un lujo, una celebración, una fiesta de alegrías, comunión, muy buenos recuerdos, fantásticas expediciones, viajes, fabuloso compañerismo… bueno, todo eso y más. Infi está sonriente e ilusionada al vernos. Por fin les han dejado salir de Miami. Nos cuentan pericias y peripecias para salir de allí y que la compañía de vuelos les enviara para La Paz. Increíble. Y a la vez triste porque encima que no iban a estar muchos días en Bolivia, que les hayan quitado dos… aunque hayan estado a gastos pagados en Miami.
Les contamos nuestras hazañas, ascensiones, experiencias, éxitos… se quedan impresionados. Pero más impresionados incluso al decirles Jesús que ya no me apetece subir al Sajama: “¡Que no! ¡Ahora que hemos llegado nosotros!” Después seguirán más risas, charlas y buenas sensaciones. Nos contaron que llegaron ayer, que se fueron a cenar al Café Luna’s de la calle Sagárnaga y que allí les robaron una mochilita que llevaba de brazo. Me recordó nuestra espeluznante aventura de robos y desapariciones los dos primeros días recién llegados a Quito en Ecuador el año pasado. Lo de Quique no se puede comparar con lo que nos ocurrió a Jesús y a mí. La novata del primer viaje a Sudamérica.
Salimos a dar una vuelta los cuatro por el fantástico Mercado de Las Brujas. Queremos enseñarles lo que conocemos y más nos fascina del lugar. Vemos puestos, observamos la mercancía… de todo. Lo de siempre ya relatado anteriormente, y como siempre, fantástico y sorprendente. Hacemos compras. Yo tengo que comprarme una maleta, una bolsa, un “troller” con ruedas, o todo junto a la vez. Y nos indican la calle de La Paz, que ahora no recuerdo con exactitud, entre Pando, Santa Cruz y Sagárnaga, calles arriba, donde todo eran maletitas, maletines, mochilas, bolsas, bolsos, derivados y parecidos. Al final me compro una que me dará un fantástico uso después de ver precios en diferentes puestos de la misma: con cremalleras, cuatro ruedas, y que se pueda encoger o ampliar como un petate. Fantástica.
Después de la compra y de descubrir nuevos y sorprendentes secretos de este mercado en la calle, nunca mejor dicho, volvemos al hotel a dejar las compras y a cenar al Café Luna’s, en el que Jesús y yo aún no hemos estado. En el hotel nos informan en recepción que el resto de la expedición que estaba en Sajama se vuelven… se vuelven casi corriendo, casi huyendo del lugar, a causa del viento y del intenso frío. Nosotros no hemos podido hablar con ellos directamente y es lo que nos cuentan en recepción. Nos quedamos patidifusos, pasmados, contrariados… “¿Qué habrá pasado?” Yo pensaba que si ellos volvían, el grupo entero, era por una muy buena y concienzuda razón, que ellos no se volvían de una empresa semejante por un “pinchazo de rueda” por decir algo. Ivan Trino, Javi y Ballester, y éstos no se amedrentan en la montaña después de todo el entrenamiento y aclimatación por cualquier cosa. Algo grave debía pasar allí.
Quique se indigna, se enfurece, se cabrea. Le coge una de esas subidas de rabia puntuales común en él y que ya conocemos. “¡¿Cómo que se vuelven?! ¡No puede ser! ¡Saben que nosotros queremos subir al Sajama! ¡No pueden volverse! ¡Vaya mierda! …” y esas cosas. Sabía también que Jesús estaba algo decepcionado porque yo ya había decidido no intentar el Sajama, pero quedaba el resto del grupo… y ahora con el mensaje de que el grupo que se había avanzado a la zona de Sajama (que también es una población y territorio, llevan el nombre de la gran montaña, o la montaña el nombre de éstos) se volvía por “mucho frío y viento”, la decepción se convirtió en una indignación encubierta, discreta, en un enfado enmascarado, disimulado por la reacción de Quique… ¿Había sido yo el agorero? ¿incluiría mi decisión de alguna manera, sin que el resto del grupo supiera nada, a su opción de volverse de Sajama?… no sé. Entonces puede que me diera cuenta de la reacción de Jesús, de su sorpresiva y disimulada indignación, pero no le di importancia. Casualidades. Bueno, no le daré más vueltas, mañana, cuando ellos regresen nos contarán lo que ha pasado y el por qué de su decisión. Pero estoy seguro de que no ha sido tomada a la ligera, ni tampoco a la primera vuelta. Sus razones y decisiones serían las mismas que nosotros mismos hubiéramos tomado en su mismo caso.
Desde el hotel llamamos entonces a Lucio para decirle que al final no iremos al Sajama. Otra opción que nos quedaba, no sé si propuesta por el grupo que venía de Sajama o por los mismos Quique e Infi era la de acercarnos al próximo Huayna Potosí y así al menos, si no se podía subir al Sajama, poder subir un seis mil, ya que también sobrepasaba esa altura. De esta manera quedamos con Lucio en vernos mañana y poder preparar entonces la aproximación y subida al Huayna Potosí descartando del todo el Sajama. A la vez intento calmar a Quique diciéndole que para subir a una montaña como el Sajama, la aclimatación es muy importante, y que ellos, por culpa del retraso en llegar a Bolivia del viaje en avión, no tendrían tantas opciones de éxito que si suben una como el Huayna Potosí, que al fin y al cabo también era un seis mil. Además de que insistía de que si el grupo del Sajama volvían a La Paz, debía de ser porque no había ninguna posibilidad de éxito, y más teniendo en cuenta la actividad, aclimatación y preparación anterior aquí en Bolivia con ellos.
Al final nos vamos a dormir con el nerviosismo de Jesús y mi media tranquilidad. No quería subir al Sajama o mejor dicho ya no estaba animado ni entusiasmado con pasar de nuevo tanto frío subiendo el Sajama. Su cumbre me atraía como cuando lo planeamos en España, pero el precio a pagar esta vez era demasiado y mi cuerpo, mi espíritu, mi mente esta vez no estaban preparados para salir de alguna situación en la montaña, de enfrentarme a ella, de conquistarla. Es más, ni siquiera me atraía el poder subir otro seis mil asequible como el Huayna Potosí, ni subir ninguna otra montaña. Es increíble lo quemado, cansado, “traumatizado” y ya no sé qué otros sentimientos y emociones que podía tener y podían conmigo para que pensara de esta forma. Pero en ocasiones la vida te da estos golpes, estos giros, estas vueltas. No puedes más que aceptarlos, seguir el fluir de las cosas, de la vida, dejarte llevar y seguir tu intuición… he tenido mucha suerte en el resto de montañas, no va a pasar nada porque ésta se retrase un tiempo hasta que vuelva a estar preparado… no pasaría nada. El planteamiento que hay que hacerse no es el de hacer las cosas al coste que sea, si no hacerlas si el coste es el que tu aceptas, soportas y comprendes.
El día ha sido muy interesante: la vuelta del Illimani, el reencuentro con los viejos amigos y compañeros de aventuras, la decisión de volver del Sajama y no hacerlo. Para mí el viaje o más bien el principal objetivo del viaje, ya estaba hecho y no pretendía explotar más mi cabeza, mi cuerpo… no quería pasar más frío. Pero por otro lado, ¿Qué es la vida si no la propia lucha continua, a veces, contra aquello que no deseas? Para de esta manera, encontrar la puerta o el paso a aquello que deseas, te es grato y satisfactorio. Hasta en la propia montaña puede pasar… y tampoco podía dejar a mis amigos colgados… Mañana será otro día. Disfrutaré del paseo por las mágicas calles de La Paz.