Lamentablemente no he visitado los Picos de Europa tanto como quisiera, como se merecen, como lo hago con el Pirineo. La distancia desde Alicante y que sus alturas no lleguen a los tres mil metros como en la nombrada cordillera, hacia que no nos propusiéramos demasiadas visitas; aun así alguna de sus cimas y algunos de sus recorridos sí que nos atrevimos a realizar alguna vez.
Es por ello que gracias a no poder salir fuera del país en un año que tocaba expedición, mi amigo Vicente Molina me instaba a realizar la travesía del Anillo de Picos. Una idea que dadas las circunstancias y condiciones me pareció perfecta, idónea y acertada ¡Ya tocaba pasar varios días perdidos entre sus paredes y picudas cimas! Como única condición que le proponía a mi amigo era el de ascender la cima más alta de Picos de Europa, el TorreCerredo.
Aunque parezca mentira el TorreCerredo era una montaña o una cima que la tenía en mente desde que comencé a hacer alta montaña en la península. Por alguna razón me atraía, me emocionaba la idea de ascender a esta el pico más alto de los Picos de Europa. Quizás fuera por el misticismo y magia que envuelven a estas montañas desde que las conozco: Covadonga, Naranjo de Bulnes, Garganta del Cares, Río Sella, La Liébana… y más lugares, rincones, valles y montañas que rodean y componen el formidable paisaje de historia y montaña que son los Picos de Europa. Excepcional. Y comenzó a ser una “espinita clavada” que me tenía que sacar tarde o temprano.
El Anillo de Picos da opciones a pasar por lugares o refugios, unos sí, otros no… puede no ser siempre el mismo recorrido, si no que podemos escoger como será nuestro anillo. Desgraciadamente por mi capricho de subir el TorreCerredo y otras causas, nuestro “anillo” no tocaría el Macizo de Andara o el Oriental de los tres macizos de Picos de Europa, pero a cambio seguro que tendríamos una gran aventura con éxito en nuestra travesía y recorrido por el macizo central o de Urriellu con la subida al alto TorreCerredo. Es por ello que tocaríamos el macizo occidental y el central, con etapas largas y esforzadas, y otras más descansadas, preparadas y pensadas para guardar fuerzas para la subida exitosa al nombrado TorreCerredo. También pasar una noche en el famoso pueblo de Bulnes, famoso por la gran montaña que lleva su nombre y por ser uno de los pueblos, poquísimos pueblos, a los que no llega carretera asfaltada. Impresionante.
Aprovecho y me llevo el famoso Diario de Viaje, para escribir las anécdotas y curiosidades de la travesía in situ, con alturas, horarios… aunque la tuve que acabar días después de volver a casa. Lo completo aquí con un escrito en otro color por si se me ha escapado algo o pienso que tengo que dar alguna aclaración que creo puede ser imprescindible, interesante, junto con lo narrado. Comenzamos con la llegada al primer refugio, el de Vegabaño, después de conducir todo el día para llegar al pintoresco pueblo de Soto de Sajambre, en las laderas sur del macizo occidental o de Cornión de los Picos de Europa, en la provincia de León. Por aquí comenzamos…
17 de julio de 2.021, sábado. Oseja de Sajambre – Refugio de Vegabaño.
Llegamos sobre las 18’30 al parking de Soto de Sajambre. Tiempo excepcional, caluroso. Salimos sobre las 7 de la tarde en busca del Refugio de Vegabaño, son unas 1,20 horas, Vicente dice que unos 50 minutos, y yo creía que eran unos 20 minutos, pero tardamos 1 Hrs., llegando al refugio justo para cenar. A mesa puesta.
Pasamos calor en la subida. Pista o camino por en medio de un precioso hayedo. El camino sale del mismo Soto de Sajambre. Pueblecito pintoresco, pequeño con algunas casas arregladas y bonitas. Desde el parking que está a la entrada del pueblo, solo hay que seguir la calle o carretera que se adentra por el centro del mismo y casi paralela al cauce del rio que lo atraviesa, hasta cruzar al otro lado del mismo a las afueras en la parte más alta y derecha. Veremos carteles y postes indicadores de recorridos que nos irán señalando por donde ir, no hay pérdida. A la salida del pueblo, camino arriba, por un pedregoso e incómodo terreno, saldremos entre campos de labranza y pastos o prados a cada lado, pero más arriba nos internamos en el precioso y frondoso hayedo que, a medida que nos vayamos introduciendo en el mismo, se hace más cerrado y monumental. En un cruce giraremos a la derecha siguiendo una pista o camino ancho que se introduce en el mismo corazón del hayedo, y después de unas curvas de subida, de ascenso por la ladera boscosa, otro cruce de recorridos nos hace girar a la izquierda… hasta salir al espacio abierto de los verdes y preciosos prados de Vegabaño.
La carretera de subida a Soto de Sajambre es muy estrecha, con revueltas y vertiginosas. Encontrarte con otro coche de frente es un problema.
Refugio bonito, bohemio casi hippie con curiosos dibujos de árboles y naturaleza en las paredes. Lo rige una familia, con niñas que en invierno y con mucha nieve bajaban a pueblo, a la escuela en trineo tirado por el perro, que ahora es viejo y gruñón.
Las vistas hacia el verdor y falsa planicie de Vegabaño, son preciosas. Unas casas esparcidas por el lugar dan un toque de humanidad dentro de tan bello paisaje montañero. Unas murallas y paredes de roca lisa y verticales aparecen al otro lado de la planicie herbosa. Una de ellas intento o creo reconocerla (la revista Desnivel ha hecho mella en mi memoria). Después miro el mapa Alpina y descubro, haciendo las mediciones, que sí, es la misma Peña Santa de Castilla. La cima más alta del macizo occidental o de Cornión, aquella sombra alta y desafiante que descubrimos hace 13 años en aquella primera visita al Collado Jermoso. Me alegro, me ilusiono. Reconocer estas montañas es como ver a un viejo amigo que hace muchos años no ves y nos contamos nuestra vida junto a unas cervezas. Increíble. Anuncio mi descubrimiento al resto del grupo: “os presento a la Peña Santa”.
Seguimos el camino que parece sigue el límite del bosque, del hayedo, con el verde y despejado prado de la vega. Hace un giro a la izquierda y acaba en las puertas del Refugio de Vegabaño. Un tenderete con ropa tendida nos anuncia las cercanías del mismo.
Coste media pensión 30 € si eres Federado. El lugar es bonito, prados entre hayedos, con vistas a la Peña Santa, Torre Bermeja. El lugar es precioso. Es un paisaje muy cántabro entre el verde intenso de los pastos, los prados y ese otro verde oscuro, fantástico del hayedo en suaves laderas con onduladas formas, y de fondo la desafiante, gris y vertical roca, la montaña desgajada, agrietada pero impresionante y preciosa a la vez. Después de cenar salimos a ver el atardecer y apreciar como aquellas montañas, entre las que se encuentra la Torre Bermeja y la Peña Santa, cambian de color a la vez que va bajando el sol. Precioso. Pero no será el mejor o más bello atardecer de la travesía.
El refugio es de planta baja menos justo en la zona del comedor donde hay una especie de habitaciones sin paredes en su parte alta a cada lado, como si fuera una terraza interior abierta. A nosotros nos instalan en una habitación casi al final del pasillo después de la entrada. Junto a la puerta del baño, ducha. Estamos solos en la habitación. Un grupo de jóvenes han subida y han acampado en las cercanías del refugio; parece que son amigos del chico joven (hijo de la guarda) del refugio. Por la pandemia ocupamos más espacio del que hay realmente en la habitación, estamos más anchos y mejor. Nos irá bien para descansar, estar cómodos para mañana hacer una de las etapas más duras de la travesía, como me dirá Vicente.