En un principio la idea era subir al Gran Facha por su vertiente sur de Panticosa. Teníamos que salir de Panticosa y recorrer todo el valle de los ibones de Bachimaña para ascender hacia el Puerto de Marcadau. Y justo antes de llegar a dicho puerto girar a la izquierda en un vallecillo donde nos llevaría hasta el Ibón del Pecico donde pasaríamos la noche en la base de la misma montaña.
La idea fue de Paco Fernández, el cual conseguiría un buen grupo de compañeros y montañeros, algunos ya nos conocíamos y otros no, o nos habíamos oído hablar. En total unos 8 amigos saldríamos el fin de semana del 25 y 26 de junio para intentar ascender dicha montaña por su cresta y vertiente sur. Unos haríamos noche vivac el viernes noche para tener tiempo de ascender tranquilamente por la mañana del sábado hasta el lugar, y otro grupo lo haría el mismo sábado para llegar por la tarde donde montaríamos las tiendas, el campamento.
Hacía mucho que no volvía al Gran Facha, de hecho, solamente lo he ascendido una vez en condiciones de invernal aquella semana santa del 2.006 con mi fiel compañero de grandes montañas Jesús Santana y la pareja de David y Sara. Acampados cerca del cerrado Refugio de Respomuso unos saldrían hacia el norte para hacer el Balaïtous, y nuestro reducido grupo de 4 el Gran Facha. Fue un ascenso y montaña que me sorprendió gratamente, por ser más agreste y escarpada, vertical, de lo que pensaba, y con esas condiciones invernales, la hacen si cabe más espectacular. Tengo muy buenas fotos de aquella ascensión o actividad, y fantásticos recuerdos.
El sábado 26 después de pasar la noche en el abarrotado parking libre de Panticosa, Baños de Panticosa más concretamente, escuchando el rugido continuo del río que lo cruza y llena el apresado Ibón de Panticosa, desayunamos en el encantador Refugio de Casa de Piedra, nos preparamos y salimos con el mochilón por el recorrido ya muy bien conocido que nos sube, por el alto valle de Panticosa, en dirección norte hacia el Refugio e Ibones de Bachimaña. La primera vez que hice este recorrido fue para ascender por primera vez los Picos del Infierno desde los Ibones Azules. Aún no habían levantado el Refugio de los Ibones de Bachimaña. Y la última vez para ascender a los Picos Algas con Pau con base en el nombrado nuevo refugio… Un recorrido ya conocido y sin pérdida.
Aunque esta vez o en esta ocasión el ascenso, la montaña, está llena de gente, de turistas de la Naturaleza, nuevos montañeros, excursionistas de poco trecho… la pandemia ha hecho que la gente deje las ciudades y venga a abarrotar la montaña, la Naturaleza. Muchos van sus mascotas, perros, que los dejan sueltos cuando está prohibido en este camino o recorrido hasta el refugio. Un señalado cartel así lo indica. Pero como muchas veces pasa, el libertinaje de las mascotas de ciudad, que no saben comportarse al aire libre o pueden ser nocivos, perjudiciales para el medio ambiente por su comportamiento (ganado suelto, flora, fauna, terreno…), está por encima de los derechos de la montaña y la naturaleza (y los propios montañeros que comparten camino) a ser respetados… no obstante uno de esos perros no paraba de ir arriba y abajo entre nuestras piernas por la estrecha senda, y nosotros cargados con los mochilones, hasta que su dueña me oyó refunfuñar y nos preguntaba (como si fuera un favor) que si molestaba podía atar a su perro. “Sí, por favor”. Incluso en el cruce con el Refugio de Los Ibones de Bachimaña, vimos una pelea de perros sueltos de dueños diferentes… Indignante.
Mirando atrás las imágenes, mientras te acercas al Refugio de los Ibones de Bachimaña, siempre es simpática y acogedora, casi un paisaje de la montaña suiza entre los Alpes: por el hueco del valle se aprecia el bosquecillo y los edificios de Baños de Panticosa, mezclado con la clara y azulada imagen del Ibón de Panticosa. Y siguiendo el camino ya explicado en aquellas anteriores y nombradas ascensiones de los Picos de Infierno, los Picos Algas… llegamos hasta el cruce para ir al cercano y visible Refugio de Los Ibones de Bachimaña, o seguir en dirección norte bordeando los Ibones de Bachimaña, hacia las alturas del Puerto de Marcadau; después de la famosa Cuesta del Fraile: ese zigzag bajo las cascaditas y paredes donde se afianza el refugio y comienzan las terrazas y huecos donde se ubican los nombrados ibones.
He llegado rápido al cruce. A pesar de mi mochilón estoy en forma y listo para realizar cualquier actividad de montaña. A la bajada me pasará lo mismo. Vemos que mucha de la gente, excursionistas, turistas… se dirigen al Refugio de Los Ibones de Bachimaña, a escasos metros cruzando la presa del ibón de Bachimaña más bajo y pequeño, y pocos más seguirán por la senda, que está marcada como G.R. hacia el norte, por el recorrido antes mencionado, en busca del Puerto de Marcadau o de los Ibones Azules bajo los Picos del Infierno, pero ya por suerte, menos gente.
El tiempo no es demasiado bueno. Hay nubes que van en aumento a lo largo de la mañana, con previsión de que a partir del mediodía puedan haber tormentas y lluvia. Pero al menos por la mañana podemos caminar sin el calor del sol y sin la molestia de la lluvia, pero al pararnos en el cruce del refugio, debemos de abrigarnos algo. A partir de aquí seguimos el recorrido ya descrito en los Picos del Infierno bordeando los dos Ibones de Bachimaña, hasta llegar a uno de sus brazos y el valle que gira hacia el oeste y en subida, en busca de los Ibones Azules. No hay pérdida. Aún hay bastantes excursionistas y montañeros que pasan, suben, bajan por esta senda viniendo o yendo a los nombrados Ibones Azules.
Pero justo cerca de unas cascadas, cuando ya hemos girado para comenzar a ascender por el valle de los Ibones Azules, nos encontramos con un cruce de recorridos y un poste indicador de los mismos: debemos de cruzar el valle y comenzar a subir por la orilla o ladera contraria a la del valle por la que hemos aparecido, pero siguiendo la senda en dirección contraria y hacia arriba, hacia el este. Según el poste hay que ir en dirección al Puerto de Marcadau, que es esta senda. Recuerdo hace 17 años, un grupo de excursionistas francesas que venían por esta senda en dirección a la bajada hacia Baños de Panticosa… y yo me preguntaba qué de dónde podían venir. Curioso.
Las vistas de este recorrido y valle son preciosas e impresionantes: en un principio tienes las vistas al inhiesto Ibón de Bachimaña Grande o Superior, con sus brazos de mar, su islita en el centro, y con los escarpes rocosos del Peñón o O Peñón arriba de ella al otro lado, y una vez te acercas al valle de los Ibones Azules ya aparecen los altos Picos del Infierno hacia el este, sureste, con esos colores tan extraños y que los caracterizan, el blanco mármol en medio de un anaranjado gris; y las puntiagudas cimas y picos como la Punta Zarre, Piedrafita al noroeste, escarpados y preciosos… reconozco la cascada, hice una foto muy peculiar hace 17 años, de la cascada con los Picos del Infierno arriba. Intento rememorar aquella foto con otra foto similar, 17 años después, sublime.
Seguimos por esta senda que comienza a coger altura y a ofrecernos otras vistas, otros paisajes, verdaderamente precioso, parece un escaparate a los grandes ibones que se reparten en esta bella zona del Pirineo, entre terrazas, rocosas y escarpadas montañas, y lisas, onduladas laderas… el Ibón de Bramatuero (o Gramatuero) Bajo aparece casi enfrente nuestro en el recorrido, hacia el este. A nuestra espalda quedan los altos Picos del Infierno, y debajo el extenso Ibón de Bachimaña Superior, que desde las alturas aparece más espectacular e increíble… un paisaje alpino y espectacular.
Llega un momento que la senda gira hacia el norte. Se interna por un vallecillo escarpado dejando el fondo del mismo a nuestra derecha y las laderas de las montañas a la izquierda. Hace algún que otro zigzag de subida y se interna por rincones rocosos, como si fuera a parar a ningún lado. También nos pasamos un cruce del que no nos damos cuenta en esta subida, pero sí en la bajada, donde una senda que sale hacia la derecha y baja por el valle nos llevaría hasta las cercanías de las orillas del Ibón de Bachimaña Grande.
Llega un momento que la senda cruza el riachuelo que sigue la bajada de este vallecillo ya en altura, para, a los pocos pasos entre algunos neveros, descubrir un laguito a la izquierda. Es el que llaman el Lago de Abajo de Pecico ¡¡Ya estamos!! Hemos subida bastante altura, ya estamos a unos 2.450 mts. La senda que sube al muy cercano Puerto de Marcadau sigue por la ladera visible arriba de este laguito, pero nosotros giramos por una senda más deshecha pero visible, que sigue paralela a las orillas del Lago de Abajo de Pecico… ¡¡Ya estamos en el lugar donde montaremos las tiendas!! Ahora hay que buscar un sitio para ellas.
El tiempo nos ha respetado y, a pesar de las nubes que no han hecho más que un claro objeto decorativo y que nos ha evitado una excesiva insolación, ha estado muy bien la subida. Por cierto, desde que hemos cogido el cruce en el vallecillo que sube a los Ibones Azules, la gente ha desaparecido, estábamos solos en esta parte de la montaña. Magnífico… solo un solitario y asustadizo por la pandemia montañero, nos cruzamos casi antes de girar hacia el alto laguito… ¡Con mascarilla en la montaña y caminando solo! Exagerado.
Y de repente mirando hacia el noroeste, al otro lado del laguito y de la terraza que cierra el alto lago más al oeste, aparece la agreste y casi bicéfala figura de un Gran Facha espectacular y escarpada. Hacemos fotos. Intentamos adivinar por donde subirla. Se observa perfectamente una aguja que le baja hacia el sur, un colladito entre ambos, y una cresta que le llega desde este colladito hasta la cima… la cresta sur. La pendiente hasta coger el escarpado y agreste colladito es lisa pero vertical, muy empinada… por ahí hay que subir, suponemos.
No hay ningún sitio firme o adecuado para plantar las tiendas, con lo que nos vamos acercando por la senda hasta el otro lado del laguito, para descubrir al otro lado la terraza que guarda, con una presita o murito, el Lago Alto de Pecico, más grande y llamativo. Justo entre los dos muritos, delante de éstos, encontramos algunas zonas con muritos circulares de piedra amontonadas, vivacs para plantar las tiendas. Gallemí monta la suya sobre el cemento y Antoni y yo montamos la mía, la Vaude, la “tienda voladora” de Coronas, delante en una especie de llano con hierbecilla, del murito más alejado del Lago Alto de Pecico. Ya está montado el campamento, ya puede llover o granizar.
Ha hecho buen tiempo pero el viento ha ido arreciando, no con mucha fuerza por la mañana pero ahora, por la tarde, la cosa está cambiando… y el resto de compañeros no vienen. Hemos estado pensando maliciosamente que el Paco nos ha hecho “un Pep”, “organizar la actividad y después no venir”. Pero entrada ya la tarde, llega con el resto de compañeros: Mónica, Carlos, Cristina y él mismo. Montan las tiendas o toldos. Hablamos. El viento viene a ráfagas fuerte… si mañana hace viento fuerte, no intentaremos la subida por la peligrosidad de la cresta… es más, una de las pocas gentes que hemos encontrado en la subida al Puerto de Marcadau, justo bajo éste al girar hacia el Pecico, una pareja de vascos, nos dicen que han intentado subir el Gran Facha por el lado norte, por la otra subida que ya hice hace 15 años en condiciones invernales, pero que les ha hecho un viento tan fuerte que les tiraba y han desistido, no han llegado a la cima… ¡mal augurio!
Y justo antes de cenar, de anochecer, el cielo se oscureció, las nubes se fueron agrupando y cambiando de color a un negro muy amenazador cubriendo todo el cielo, hasta que el primer trueno fue vomitado por una estupenda tormenta que se estaba formando en esta parte del Pirineo y sobre nosotros. Las primeras gotas comenzaron a caer cuando nos resguardamos y metimos todos en nuestras tiendas para no mojarnos, y es cuando la tormenta se violentó con fuertes vientos, fuerte lluvia y granizo que duró unos minutos interminables.
Una experiencia increíble, vivir una famosa tormenta pirenaica. Las montañas se oscureciendo, invadidas por estas nubes que ya habían descargado sobre nuestras tiendas que habían aguantado firmemente, aunque algún toldo como el del Carlos, hizo algo de aguas; pero “la voladora” a pesar de sus agujeros y la varilla rota, ha aguantado formidablemente, ni gota… mientras la tormenta seguía su camino hacia el este, en busca del alto Valle del Ara y Vignemale; aunque el viento desde entonces no ha dejado de soplar a ráfagas fuertes el resto de la tarde y la noche.
Después de cenar y cuando ya comenzaba a anochecer, Antoni y yo nos metimos en la tienda Vaude para dormir. Le comento a Antoni que, si el viento sigue así con esas rachas fuertes, la subida por la cresta al Gran Facha sería algo peligrosa y temeraria. Hemos quedado con Paco en levantarnos a una hora concreto al día siguiente; pero una vez llegada dicha hora, comprobamos que las ráfagas fuertes de viento persisten y ni nos movemos del saco. Al cabo de un tiempo Paco se acerca a nuestra tienda a ver si nos vamos con él, si intentamos la subida, y le decimos la situación como está…
Nos levantamos y salimos de la tienda al cabo de otro tiempo. El día es soleado, sin nubes, pero con esas rachas fuertes de viento que de vez en cuando nos azotan. Aquí abajo no es tan peligroso, pero en una cresta, como por la que tenemos que subir al Gran Facha y vemos desde aquí, puede ser fatal. Al final ni intentamos acercarnos a la base de la montaña y todos nos quedamos merodeando por el lugar… solo Paco, en su afán de conseguir su objetivo, intenta acercarse a la empinada pala bajo el colladito y cresta al sur del pico. Le observamos desde el campamento.
Después de un consenso y viendo que no intentaremos el Gran Facha solo queda bajar al coche, y en la bajada propongo hacer otro recorrido, una vuelta por otro camino o senda que desde aquí nos haga pasar por los Ibones de Bramatuero y siga por la orilla contraria a la que subimos del Ibón de Bachimaña Superior. Mi propuesta es aceptada por todos… haremos “Ibonismo”, ir de ibón en ibón en la bajada y vuelta al coche.
Desmontamos las tiendas, esperamos a Paco que ya vuelve de su exploración a la pala de subida al Gran Facha (pudo comprobar que seguía habiendo ráfagas y rachas fuertes y peligrosas de viento), y emprendemos la ruta o recorrido de bajada, de vuelta, deshaciendo el camino realizado ayer, hoy de bajada, en busca del valle de estos ibones, de Bachimaña y Bramatuero. Atrás y al otro lado del Ibón Alto de Pecico, queda la encrespada y abrupta cima del Gran Facha, con esos dos piquitos en su cima, uno más redondeado y el otro más puntiagudo sobre una pendiente rocosa y vertical, y la cresta sur que baja hasta un colladito invisible y otro piquito, al otro lado, más bajo.
En la bajada las vistas y paisaje son alucinantes y preciosos: entre roca, agua y cielo contemplamos una imagen agreste de una zona protagonizada por estos lagos de alta montaña, y por las rocosas montañas o picos arriba de ellos abruptos y agrestes con formas alpinas y verticales. Mirando hacia la zona de Bramatuero descubrimos las puntas más altas del macizo de Vignemale que se asoman por detrás de las montañas que cierran o hacen el circo de la zona hacia el este; al oeste o suroeste, aparece la figura trapezoidal con esos colores en la roca como si fuera una bandera de algún país desconocido, los altos Picos del Infierno; bajo nosotros el precioso Ibón de Bachimaña Superior con su isla en el centro y sus brazos que intentan meterse en los valles que lo forman… es como una cruz: un brazo se dirige hacia el sur directamente, hacia el Refugio de los Ibones de Bachimaña, otro brazo se interna por el valle de Bramatuero y sus ibones al este, otro brazo por el valle de los Ibones Azules al oeste, y al norte y más corto brazo es por el que merodeamos nosotros bajando por la senda que viene de los Lagos de Pecico y Puerto de Marcadau. Curioso y fascinante.
En la misma bajada y mirando de vez en cuando el Alpina, presto atención a algún punto que nos indique algún hito sobresaliente para girar a la izquierda y seguir por otra senda que baja hacia el este en busca de las orillas norte del Ibón de Bachimaña Superior, en lugar de seguir la misma senda y llegar al cruce en el comienzo del valle de subida a los Ibones Azules. Lo encuentro. Reúno al grupo, descansamos un ratillo para quitarnos ropa (a más baja altura y resguardados del viento, hace más calor), y al cabo de unos minutos seguimos por esta senda y recorrido que se dirige hacia el este paralela pero a cierta distancia, de las orillas del mencionado ibón. En un principio baja para perder altura. Sigue por lo que parece el rastro de un antiguo camino, ancho pero desfigurado, deshecho, lleno de matorrales y hierbas, y llegado a un punto perdemos las marcas, hitos y perfiles del recorrido para girar a la derecha en busca directa de las orillas del lago. Si seguimos rectos nos encontraremos con una barrera rocosa en la que un riachuelo baja desde las alturas. Dicho riachuelo hay que salvarlo por su parte más baja, pero sin llegar a tocar las orillas del lago.
Entonces nos damos cuenta de que hay un palo erigido de colores junto a lo que parece un camino, es un medidor de cantidad de nieve acumulada, y aparece un camino más fiable y útil que de nuevo, con sus zigzags, intenta coger altura para dirigirse hacia el este y la entrada del valle, que ya se aprecia, de Bramatuero. Y más lejos ya casi en las orillas del ibón, una pequeña casita bien definida, el Refugio de la Majada de Bramatuero; pero no llegaremos hasta él ahora. Este camino acabará en la base de los muros que apresan el agua del Ibón de Bramatuero o Gramatuero Bajo. Pero nosotros seguiremos las indicaciones de una senda, de unos hitos, que evitan en lo posible este camino. Al principio paralelo al mencionado riachuelo pero al otro lado del mismo, saltándolo, hacia arriba, para luego girar hacia el este en busca del fondo del valle pero subiendo por él a la vez. No hay pérdida. Éste nos deja, igual que el deshecho camino, antiguo camino, en la base del muro o presa del Ibón Bajo de Bramatuero. Ya estamos en las orillas y salida del nombrado lago de alta montaña.
Buscamos un lugar para sentarnos, tumbarnos y comer algo mirando hacia las aguas del ibón, con lo que proseguimos el recorrido como si quisiéramos ir al Ibón Alto de Bramatuero, cruzando a la otra orilla sobre los muritos de la presa, y siguiendo unas marcas en la roca, una sendilla o rastro de recorrido entre las lisas rocas y los rincones herbosos, terrosos de la misma, pocos metros hacia el este dejando abajo e izquierda la orilla del ibón, hasta pararnos en una lisa roca a pleno sol donde descansaremos y contemplaremos este paisaje maravilla de los Pirineos… nos topamos con algún grupito de poca gente que baja del Ibón Alto de Bramatuero, al menos vienen de esa dirección, y que pretenden seguir valle, recorrido abajo, hacia el Ibón de Bramatuero Bajo. Pero pocos y bien ataviados como buenos montañeros con sus mochilones.
Pero no visitaremos el ibón que queda a más altura siguiendo el valle arriba hacia el este, el Alto de Bramatuero, con lo que ya debemos volver al coche, a Baños de Panticosa. Desandamos el recorrido hasta de nuevo toparnos con el murito de la presa, pero en lugar de cruzarlo hacia el camino al otro lado del mismo, que es por donde hemos llegado hasta aquí, decidimos bajar por este lado del rio sin cruzarlo, en busca de aquel refugio, aquella casita en las orillas del Bachimaña Superior.
La bajada es casi por intuición, aunque hay algún hito y algún rastro de senda que podemos seguir, hasta llegar al refugio o la casita ya mencionada en las orillas del Ibón de Bachimaña Superior. Curioseamos la pequeña construcción, tiene la puerta abierta. Después la idea es seguir por un recorrido o senda que sigue por el lado este del gran ibón, el lado contrario del recorrido habitual que pasa por su lado oeste.
Salimos de la zona del refugio para buscar la curva del ibón, como si giráramos hacia el este buscando las orillas del precioso lago de alta montaña. Según el Alpina hay como recorridos o sendas no marcadas, casi monte a través, al final tenemos que buscar el mejor recorrido pasando de un sitio a otro, no hay una senda definida, bien marcada. Hasta que, cuando ya llevas unos metros bordeando la orilla (hay senda a una cierta altura o a la misma altura casi que el agua), ya sigues por una senda más marcada y pisada, evidente y lógica. Aunque a menudo sube, otras bajas… la idea es seguir bordeando las orillas del lago pero no demasiado cerca de sus aguas, ni a su misma altura.
Mientras caminamos por esta serpenteante senda, miramos hacia atrás para descubrir nuestro objetivo sin asolir, el Gran Facha, con esa cima doble, una más puntiaguda y la otra más roma, pero sobre verticalidades de roca… mientras que el Gran Facha asoma en el paisaje detrás de las lomas que cierran los lugares del Pecico, al norte, a la derecha, a la izquierda también asoman el escarpado Punta Zarre y el Pico de Piedrafita más puntiagudo. Espectacular. El viento hace que la visibilidad sea increíble, perfecta, inmejorable, entre pocas nubes y un cielo azul intenso y limpio. Magnífico.
Cuando llevamos bastantes metros y alrededor de la mitad del recorrido, o más, de la senda que rodea el ibón por el lado oeste, nos encontramos con un entretenido paso de cadenas: un pasillo o cornisa de roca, que mojada puede ser muy resbaladiza, y una destrepada en la roca por donde pasa un chorrillo de agua mojando toda la roca, también peligroso si resbalas en esta pequeña chimenea. Entretenida pero fácil. Ha sido una sorpresa ya que no pensábamos encontrar este paso en medio de la senda, magnífico y emocionante. Más adelante la senda baja, sube, intentando seguir el perfil y curvas del agua del ibón, ya es más señalada, marcada. Hasta que por fin salimos al otro extremo del ibón donde otra presita, otro murito con su camino al otro lado nos dice que la aventura rodeando el Ibón de Bachimaña Superior, ha acabado.
Llegando a la presa, mirando hacia arriba y al fondo, otras montañas se asoman y nos saludan, como el Argualas, también varias veces asolido y no ascendido, y el alto Garmo Negro, que quedan altos y escarpados al fondo de la imagen agreste y alta de las montañas más altas, al otro lado, en la ladera contraria por la que caminábamos. Bajamos un poco hasta un camino que sigue paralelo a las orillas del Ibón de Bachimaña Inferior, con las vistas del gran y nuevo edificio del Refugio de los Ibones de Bachimaña, delante. No hay pérdida.
En los muros del refugio descansamos y tomamos un poco el sol. Hay bastante gente, más turistas que montañeros, que merodean los alrededores del lugar y la construcción. El tiempo nos ha respetado el día, aunque aquí, en este especie de balcón o colladito donde se ubica el refugio, comienza a apretar el viento. Desde aquí ya conocemos la bajada, es la misma que la subida de ayer pero en lugar de en ascenso, en descenso. Me da por ir rápido, estoy fuerte en esta actividad y me gusta correr o ir rápido a pesar del mochilón, en una bajada conocida. Pero antes de llegar al Refugio de Casa de Piedra, espero en un rincón de la senda al resto del grupo… hay gente bañándose en el río… algunos en pelotas… mucha vida humana en este tramo entre Baños de Panticosa y el Refugio de los Ibones de Bachimaña.
Y una vez abajo, junto a los coches, nos cambiamos y quedamos en tomar algo en la terraza, fuera del comedor del Refugio Casa de Piedra… charlas de montaña, de experiencias, Mónica habla de sus grandes montaña ascendidas en Sudamérica, yo de las mías. Parece que tenemos una conversación diferente a expensas del resto del grupo. Interesante, entretenido y agradecido. Ha sido una actividad preciosa, improvisando y recorriéndonos nuevos lugares de este muy visitado alto valle de Panticosa, de Bachimaña-Bramatuero, a pesar de no haber podido ascender el escurridizo Gran Facha; además de conocer a nuevos compañeros de montañas, estupendos, increíbles… hay que repetir. Hemos tenido otra perspectiva de este bello y espectacular lugar, en medio de un Pirineo siempre precioso y magnífico.