Esta vez es Pau el que quiere escoger la montaña a subir en esta próxima actividad. Conocedor y visitante habitual del Pirineo francés, del Ariège y norte de Andorra, me dice de organizar una ascensión al Pic de Rulhe, montaña que queda justo al noreste de Andorra, pero en el Pirineo de Francia, en el conjunto montañoso de picos medianamente altos del entorno del Pic d’Escobes, Siscaró y Vall d’Incles en la parte de Andorra, y el Vallèe d’Aston, entre otros, en la parte francesa.
Íbamos a recorrernos un nuevo lugar, un nuevo paisaje de este inmenso Pirineo. No todo estaba visto. Y por ello dejé que Pau me adentrara en esta nueva y sencilla actividad de subir a este Pic de Rulhe, lugar que ya había estado, y región bastante visitada por él con su mujer. Con lo que para llegar a esta zona debemos pasar por la conocida ciudad de Ax-Les-Thermes, cruzando el Puerto de Puymorens que separa La Cerdaña (catalana o francesa) con los valles y macizos pirenaicos del Ariège.
El pasado fin de semana de octubre 23 y 24, salimos de casa en busca del Pirineo francés y sus boscosas y verdes montañas. Pau, después de cruzar Puymorens iba contándome las características y novedades de los pueblos, valles y montañas que ahora nos recorríamos. A la vuelta pararíamos en Ax-Les-Thermes, una curiosa y encantadora pequeña ciudad famosa por sus antiguos, medievales baños y aguas termales… incluso un edificio modernista que es el Casino del pueblo, marca el corazón del lugar… y donde Pau para en una famosa panadería o pastelería, para comprar un pan artesanal (y no recuerdo si algún pastel) para su casa y familia.
Al otro lado de valle de Ax-Les-Thermes o seguido, llegamos a la población de Les Cabannes por una carretera muy buena que baja hacia Foix, y lugar donde Pau y su mujer han pasado alguna que otra nochevieja. Aquí nos desviamos buscando una carreterilla o camino asfaltado que pase por la pequeña población de Astón y ya comience a subir, una vez pasado este pequeño pueblecillo, valle arriba por un boscoso, verde y precioso rincón del Pirineo… ya estamos en el Vallèe d’Aston… si no te conoces la zona, coger el camino asfaltado que gira a la izquierda y sur, valle arriba, puede ser perdedor, hay que estar atento.
Una vez en el valle seguimos su estrecha carreterilla valle arriba, el largo y precioso Vallèe d’Aston arriba, hasta toparnos con un primer aparcamiento junto a un embalse amplio que llena todo el alto valle, el Étang de Laparan, pero nosotros, yendo detrás de unos caballos negros guiados por su pastor, nos paramos en el último parking poco más arriba del embalse, es el Pla de Les Peires, a unos 1.700 metros de altitud.
El día es muy bueno, soleado y sin ni una nube, a pesar de estar en el cara norte del Pirineo, el Pirineo francés, siempre invadido por las nieblas y nubes medias, como cuando visitamos el Valle de Lys. Observamos que hay muchos coches, tanto en este parking como en el de abajo junto al lago, el embalse; parece ser un sitio muy visitado.
El paisaje es total de valles altos de alta montaña, con pastura seca por el frio y sin nada de bosque o árboles. Hay una cuadra y un redil para los caballos u ovejas que cuidan los pastores. Y varias sendas o lugares de recreo que salen desde el mismo parking, incluso con paneles informativos sobre las características del alto Vallèe d’Aston. Comemos algo cerca de estos paneles ya que es cerca del mediodía, mientras observamos como algunos pocos excursionistas salen o entran al parking; pero sobre todo un grupo de pastores y pastora que vigilan los caballos y las ovejas.
Al cabo de poco tiempo nos equipamos con los mochilones y cogemos la senda que sale entre el parking y la casa donde está la cuadra, el redil, valle arriba en busca del Refugio de Rulhe. Dicho refugio es guardado en los meses de verano y parece que igualmente es muy visitado, pero dejan una parte abierta para el invierno como refugio libre… hacia allá vamos, es donde queremos pasar la noche.
Enfrente de nosotros se abren dos valles; el más visible es el de la derecha, ancho y profundo, oblicuo al que nos encontramos de Astón, es el valle de La Coma de Varilles o valle de Varilles, por ahí no iremos, poco pasos más adelante giraremos a la izquierda por donde aún no vemos desde el Pla de Les Peires, en busca del nombrado refugio que queda en lo alto de una loma.
De repente la pantalla de mi cámara Canon se ha puesto negra, no veo lo que apunto por la mirilla óptica, pero creo que aún hace fotos correctamente y las graba normalmente, con lo que seguiré haciendo fotos “a ojo” a ver como salen, ya que esta montaña y recorrido nuevo para mí, no quiero dejar de reportarlo. En seguida la senda que transcurría por la izquierda del Pla de Les Peires, entre pequeñas regatas, comienza a coger algo de altura a la vez que gira más a la izquierda y este (íbamos subiendo en dirección sur), dejando justo a nuestra espalda el valle de Varilles. La senda está muy trillada, muy pisada, pero no tiene pérdida, incluso tiene las marcas de P.R. francés que podemos seguir. Llega un momento que a la derecha se queda la profundidad del valle, del riachuelo que baja del Estany Negre de Juclá (me suena el nombre…), valle que queda al oeste de nuestro objetivo. Y poco a poco va apareciendo el Pic de Rulhe que se asoma mostrando sus perfiles y figura a medida que vamos andando por esta senda y cogiendo altura, saliendo de la invisibilidad del fondo del vallecillo.
Hago fotos “a ojo” al Pic de Rulhe. Miramos el Alpina. En un cruce de recorridos nos paramos para coger agua (en el refugio no hay agua, al menos un grifo que salga de sus paredes). A la derecha bajamos al riachuelo y seguimos un recorrido por el fondo del vallecillo en dirección al lago de alta montaña antes mencionado, pero nosotros debemos seguir por la senda de la derecha, ya lo indica el cartelito, hacia el Refugio de Rulhe, que parece ya lo vislumbramos allá arriba, antes de la figura del Pic de Rulhe y más a la izquierda, arriba de una loma. El trayecto es corto, al menos ya vemos nuestro objetivo. En poco tiempo parece que podremos llegar hasta su puerta.
La senda hace un pequeño giro a la izquierda a medida que cogemos altura, y salimos a otro pequeño llano donde hay otra casita, otro refugio, con su redil, es la Cabaña de Garsan, a unos 1.900 metros. Desde aquí miramos al cada vez más visible Pic de Rulhe que va apareciendo a la vez que cogemos altura y nos acercamos a él, en un rincón del valle; admiramos que tiene un cordal que se acerca al refugio con dos piquitos, agujas o gendarmes, dándole un aspecto de cresta agreste e interesante, pero no demasiado complicada; y una cima con forma de mesa de piedra, con paretillas rocosas que nos hacen pensar que igual debemos de trepar pocos metros hasta la misma… Interesante.
Desde la Cabaña de Garsan solo queda una larga senda que sube en diagonal y fácilmente por la loma que tenemos enfrente, a tocar, y que parece nos deja el Refugio de Rulhe a poca distancia, pero en realidad nos quedan muchos pasos para llegar al mismo en una subida paulatina pero casi constante, hasta llegar a la cima de la loma donde se encuentra el mismo. Eso sí, no hay pérdida.
Llega un momento que los perfiles del paisaje cambian según nos subimos a la loma donde se ubica el refugio. Solo tenemos que girar a la derecha y seguir por la misma hasta ya el edificio ya muy cerca. Vemos otro perfil del Pic de Rulhe que ahora queda como detrás, al fondo del refugio al que vamos, su parte de atrás, donde otras dos agujas más escarpadas y llamativas, atraen nuestras miradas: es el Pic de La Forcanada, que queda justo al este del pico, y un collado o paso entre éstas y el pico que queremos subir mañana, la Portella de Rulhe, que será por donde tendremos que pasar mañana en la conquista del mismo. Un paisaje ya más agreste y espectacular de este Pirineo francés cerca de la frontera con Andorra.
Y sin cansarnos llegamos al Refugio de Rulhe, a 2.185 mts. Antes nos hemos encontrado con grupos de gente que bajaban de aquí por la misma senda por la que subíamos y he llenado la cantimplora en una pequeña regata metro antes de llegar. El día sigue siendo soleado, sin una nube, pero no caluroso, aunque el sol ya ha bajado en el horizonte. Desde lejos ya se veía con una forma extraña el edificio, entre una capsula espacial y una casa moderna. Sus paredes y exteriores son metálicas de un color azul; da un aspecto extraño, poco acogedor. No hay nadie en el refugio abierto o de invierno, pero alguien ha dejado algunas cosas, saco o enseres en dos de las literas corridas como queriéndonos decir que volverán a pasar la noche. Después vendrá una pareja de franceses desde la senda que viene del lado contrario al nuestro, que es el G.R.-10, a pasar la noche también.
En el refugio de invierno hay una litera corrida con 6 o 7 colchones con fundas de plástico abajo y otros tantos arriba. La manivela de la puerta se cae; hay que llevar cuidado que no estemos fuera o dentro todos y no se pueda abrir la puerta y arreglarla. El día va llegando a su fin mientras comenzamos a preparar la cena. La pareja también. Oigo voces que vienen de la montaña, pero no veo a nadie, parce que suben o están en la cresta antes mencionada que se acerca al refugio desde la cima del Pic de Rulhe. En la noche ya cerrada veremos las luces de los frontales de los otros dos montañeros que bajan de la misma montaña, de la Portella de Rulhe, y que seguramente han hecho la cresta mencionada, llegado a la cima, y bajan por su camino normal al refugio para pasar esta noche.
Hago fotos al refugio, al atardecer, a la montaña… pero no veo como quedan en la negra pantalla de a Canon ¡A ver si tengo suerte cuando saque la tarjeta y compruebe que ahí están! Mientras miramos el mapa, Pau habla en francés con la pareja, yo lo intento en inglés; les llama la atención mis peucos de plumas de North Face… y al cabo de poco tiempo, cuando la noche ya no deja ver nada más que estrellas y baja la temperatura, nos metemos en nuestros sacos para dormir. Al poco tiempo llegan la otra pareja de escaladores antes vistos con sus frontales (y puede que oídos) en los perfiles agrestes de la montaña que mañana queremos conquistar.
Pau se conoce estos lugares, ha estado aquí en invierno con sus esquís, y sabe por donde debemos subir el pico… pero creo que nunca ha llegado a la cima del Pic de Rulhe. El cual por cierto es el más alto de la zona entre Andorra y Francia; la zona del Pic d’Escobes (podríamos llamarla), si quitamos las altas cimas junto a la Tossa del Cap de Siscaró más al sur del Pic d’Escobes, que son casi 30 metros más alta que esta cima que pretendemos.
Al otro día salimos del refugio antes de que saliera el sol cogiendo por la parte este del mismo, siguiendo un sendero muy bien marcado. Pero enseguida hay que coger otro sendero paralelo menos marcado que sale a la derecha. Pau me dice que si es correcto este sendero, ya que se separa a pesar de ir paralelo a la senda principal. Le explico que según el Alpina éste baja algo hacia el barranco que nos sale a la derecha, y comienza a subir al cabo de unos metros. Y así es.
Parece al principio que la sendilla es perdedora, y sigue hacia el final del barranquito, a veces por el fondo del mismo. A la derecha queda toda la ladera norte inclinada, pedregosa y rocosa del pico que queremos subir, el Pic de Rulhe. Delante de nosotros han salido la pareja de escaladores. En el porche del refugio, desayunando y antes de salir, le han comentado a Pau lo que iban a hacer hoy: la cresta del Pic de La Forcanada. Los seguimos con la vista. Nos llevan ventaja pero no los perdemos de vista. En cuanto Pau ve la cresta y las agujas, torres, del Pic de La Forcanada, comienza a ilusionarse con su escalada, con su conquista. Y verdaderamente son espectaculares y atrayentes.
El día, a pesar de que aún no ha salido el sol, vuelve a ser espectacular, sin una nube, será soleado aunque en esta parte de la cara norte del Pic de Rulhe, algo frio. Volvemos a tener suerte con el día, magnífico.
Justo antes de llegar a un colladito que hay al final del barranquito por el que andamos, la senda nos hace girar a la derecha y comenzamos a subir por un cono de derrubios, por una ladera entre rocosa e inclinada, con la que cogeremos altura enseguida, acercándonos a la Portella de Rulhe y a la subida normal al mismo pico. La Portella de Rulhe queda entre la cresta que quieren conquistar los franceses del Pic de La Forcanada y el mismo Pic de Rulhe por su vertiente este. Pero nosotros no llegamos a ésta. Los franceses se desvían hacia las riscos y escarpes del comienzo de la cresta a la izquierda, y nosotros subimos en zigzag en busca de una ladera bastante inclinada, una pedregal o torrentera en la que la senda hace zigzag por culpa de su inclinación, y que acaba de convertirse en una canal, cada vez más estrecha, que acaba en los roquedos, verticales escarpados de su parte de arriba. Hacía allá vamos. La senda y recorrido es muy evidente, no tiene perdida, es la única canal que se adentra entre los roquedos y escarpes de esta parte noreste del pico.
Mientras subimos y justo a nuestra espalda casi queda la cresta del Pic de La Forcada, la cual, a la vez que cogemos altura, la vamos descubriendo y admirando, observando su espectacularidad. Una nievecilla comienza a aparecer como pequeños granitos de hielo… supongo que es la poca que queda de una pequeña nevada de hace unos días o semanas. Nada. Pero justo arriba de esta canal o pedregal en forma de triángulo entre los escarpes rocosos, entre la poca nieve, advertimos dos aves con plumaje blanco y tiras “o mechas” oscuras que están como ocultas, mimetizadas con el terreno, escondidas, en esta parte de la montaña… al tiempo nos informamos que eran dos Urogallos hembra, que se visten de blanco con la cercanía de las nieves, y supongo que han aprovechado esta poca cantidad entre la inclinada ladera y la roca de la montaña, para ocultarse, confundirse con el mismo terreno. Extraordinario, sorprendente y emocionante. Un ave en peligro de extinción en España… y la hemos descubierto casi por casualidad. Magnífico.
El sol ya despunta en las partes más altas de la montaña, entre sus roquedos sus rayos iluminan sus rincones, pero no calientan. Llegamos a un punto en el que la senda en lugar de seguir subiendo lo poco que queda de canal arriba, se cruza con otra que atraviesa la misma canal transversalmente: a la izquierda se dirige a una especie de balcón, de mirador, como queriendo cruzar hacia la cresta del Pic de La Forcanada. Pau se acerca hacia ese lugar para observar y descubrir la parte este de la montaña; yo me dirijo hacia el lado contrario, hacia la derecha, donde la senda hace un pequeño zigzag, se encarama por otro balcón hacia la ladera norte del pico, y comienza a atravesarla transversalmente como queriendo buscar un paso unos metros más adelante, de otra canal que separe las cimas y las moles de la misma montaña. Hay unos hitos, pero la mayoría hay que seguir por intuición y observación el terreno pisado; aunque la travesía horizontal por la ladera norte, la senda está bien señalada.
Le hago algunas fotos extraordinarias a Pau en el mirador-balcón (no sé como saldrán) mientras me enfilo senda arriba, y luego giro a la derecha buscando alguna canal con hitos que nos haga girar, de nuevo, a la izquierda y arriba buscando una salida entre las rocas y verticalidades. Realmente esta última parte puede ser perdedora, no cogemos la primera canal que nos encontramos, no sé si fue la segunda o tercera… hay que seguir hitos y rastros que veamos. A nuestra espalda se van escondiendo poco a poco los picos, agujas y torres de la cresta del Pic de La Forcanada, que, desde aquí, y antes de que desaparezcan de nuestra vista, aparecen agrestes y espectaculares, un paisaje y geografía muy alpina. Precioso.
Después de cruzar la ladera norte y adentrarnos por la canal hacia arriba, llegamos una especie de collado rocoso y cimero entre dos promontorios rocosos. Pero la senda sigue al otro lado hacia abajo rodeando el promontorio de la izquierda… después de investigar Pau por este lado, volvemos al colladito y nos damos cuenta de que estamos en lo más alto de la montaña. Que la cima de la montaña la componen tres promontorios rocosos, tres cimitas. Nos acercamos a las rocas de la derecha según llegamos al collado. Son pocos pasos por rocas amontonadas, típicas de la erosión de la alta montaña granítica; y en la roca más alta nos encontramos con alguna señal inequívoca que nos dice estamos en lo más alto… aunque el promontorio que dejamos a nuestra espalda, el de la izquierda, parece igual o más alto.
Ya estamos en la cima del Pic de Rulhe a 2.791 mts. El día sigue increíble, soleado pero fresco, y el paisaje impresionante, intentando reconocer los perfiles al sur del Pic d’Escobes y sus alrededores (ya en Andorra), y los lagos y altos valles que quedan en la abrupta y laberíntica geografía del lugar, de la cordillera, hacia el oeste… incluso apreciamos al fondo, mirando en la misma dirección, el macizo de la Pica d’Estats, casi invisible e indistinguible, y algunas montañas más reconocibles, más cercana a nuestra posición al norte de Andorra, como el Pic de Fontblanca y su porte casi piramidal, triangular… la visibilidad es excepcional, y el día inigual.
Pau curiosea por el pico. Yo saco comida y me dispongo a disfrutar de la cima conseguida. Un helicóptero que ha salido de uno de los valles cercanos a Ax-Les-Thermes llega justo sobre mi posición, nos saludamos, y gira para volver al mismo punto de salida. Nos hacemos fotos. Nadie mas sube aquí ni a nadie nos encontraremos bajando, solo cuando lleguemos hasta el fondo de los valles a los que tenemos que bajar. Nos hacemos fotos. Celebramos la cima conquistada.
Y una vez llega la hora de bajar, comienzan las dudas y el debate: según la guía que tiene Pau, el track o guía sigue la senda antes mencionada para proseguir por la cima de la montaña pocos pasos, para después bajar hacia la derecha y oeste en busca del fondo del valle al oeste del pico y de las orillas de alguno de sus lagos… pero sacando el Alpina comprobamos que, justo al lado contrario del collado por donde hemos salido y llegado a la cima, baja una canal muy bien definida que queda entre los dos promontorios principales de la cima de la montaña. Aquí hay una traza de monte a través que baja vertiginosamente hasta casi las orillas de un laguito de alta montaña más abajo, abajo del todo. Al final decidimos bajar por aquí… realmente, a pesar de encontrar dos o tres hitos, es prácticamente monte a través en bajada total, por una canal entre herbosa y rocosa, y muy vertical… esto con nieve y hielo, tiene que ser emocionante…
Según bajamos, dejamos a nuestra derecha las paredes y contrafuertes rocosas de que sustentan la cima de la montaña. Más abajo, intentando proseguir entre las hierbas y el lecho del barranco, de la canal, debemos de girar a la izquierda y bajar por otra canal paralela pero que forma parte del mismo hueco, ya que la trayectoria que llevamos llega un momento que se verticaliza peligrosamente y puede hacer imposible el descender. Cruzamos a la izquierda y seguimos bajando, buscando las gruesas y enormes rocas graníticas que quedan abajo en lo que parece el lecho de un vallecillo más horizontal, bajo las orillas de un pequeño laguito que quedaría más a la izquierda, poco más arriba.
No hay que llegar a las orillas de este pequeño laguito, si no a las grandes rocas que quedan bajo ella. Y de allí girar valle abajo buscando, entre las rocas y la pendiente menos empinada, el mejor paso para bajar más hasta las orillas de l’Estanhol. Vemos, girando la mirada hacia la derecha valle abajo, dos laguitos; debemos de dirigirnos monte a través, hasta casi las orillas del primero y rodear sus orillas hasta su final donde aparece la senda bien marcada que viene de la Collada de Juclá, que lo comunica en la Vall d’Incles. Así no tocamos el pequeñito laguito que queda al suroeste del Pic de Rulhe y justo al oeste del Pic de Fontargenta (pico que sigue la cresta o loma cimera del Pic de Rulhe hacia el sur. Según el Alpina).
Una vez llegados a la mencionada senda, al final de l’Estanhol, donde un grupito de excursionista descansa o disfruta de lugar, solo tenemos que seguir dicha senda con las marcas rojas y blancas de G.R. hacia las orillas del laguito siguiente, valle abajo, hacia el norte. Ya no hay pérdida. Aunque una vez que llegamos al final o parte más al norte del segundo laguito, más pequeño, que lo cruzamos por sus orillas derechas, llegamos a un cruce de recorridos… estamos rodeando, haciendo una circular desde el refugio, el Pic de La Rulhe: subimos por su cara norte y bajamos por la canal hacia el suroeste, y volvemos a girar hacia el norte en busca del Refugio de Rulhe.
Entonces en este cruce en lugar de seguir la senda valle abajo, cogemos la de la derecha, que sigue marcada con las pinturas señaladas y que sube algo, coge algo de altura, para recorrer la ladera noroeste del Pic de Rulhe en dirección al refugio, que ha quedado a poco más altura; con lo que tendremos que volver a subir pocos metros hasta la ubicación del refugio. Justo en dirección norte. El último laguito está a más baja altura que el propio refugio. No hay pérdida. La senda sigue estando muy bien marcada. A nuestra espalda queda el fondo y resto del valle que sube al Estany Negre de Juclá y a la misma Collada de Juclá, y las vertientes y perfiles del mismo Pic de Rulhe en su ladera o vertiente oeste.
Y así volvemos y regresamos de nuevo al Refugio de Rulhe, a 2.185 mts. de altura. Si no hubiéramos tenido que volver, sí que podríamos haber cogido la senda que se desliza valle abajo paralelo al riachuelo, que desembocará en el mismo Pla de Les Peires (el parking), donde tenemos el coche. En el refugio solo ha llegado un solitario montañero francés con el que conserva Pau. Comemos algo, nos cambiamos, ya que comienza a hacer calor con este día tan bueno y soleado que no deja lugar a ni una nube, y emprendemos la bajada desandando el camino realizado ayer, en busca del coche. Nos seguimos encontrando con excursionistas y visitantes en vaqueros que nos preguntan por el recorrido en francés; jóvenes aventureras con poco recorrido de montaña… nos ratifica lo visitado del lugar y cercanías.
Acabamos aquí esta estupenda visita y actividad en esta parte del poco pisado por mí, Pirineo francés. Pau lo conoce bien y se lo ha recorrido en gran medida. Le tiene cariño y admiración. Y a pesar de no tener picos que alcancen los tres mil metros, sus rincones, valles y perfiles de su alta montaña, son especiales, singulares y espectaculares, desconocidos para los cazadores de tresmiles, pero fantásticos para los amantes y apasionados de la solitaria montaña pirenaica.