Hace una semana hice un recorrido por la cima de El Corredor, y ahora la quería hacer, de nuevo en solitario, por la cima del Montnegre, la altura de La Telefonista o Turó Gros. Pero a la vez que quería hacer un nuevo recorrido pisando nuevas cimas, metiéndome por lugares no pisados y a la vez quería pasar y ver uno de los pantanos o laguitos que hay en el corazón del Montnegre: el Pantà de La Brinxa.
Con lo que programo un recorrido pisando en ocasiones caminos y sendas ya recorridas en otras visitas, pero enlazarlos con nuevos recorridos, caminos, sendas… e incluso rincones sin recorrido, monte a través, por en medio de bosques y pendientes selváticas. Así planeo salir de un lugar típico, visitado muchas veces y antiguo, ancestral entre las laderas boscosas y las medias alturas del Montnegre: Sant Martí de Montnegre.
Con lo que el pasado 20 de febrero salgo de casa en busca de Sant Celoni y de aquí aquella carreterilla que se convierte en camino, pista, hacia el sur, que se adentra en el macizo boscoso del Montnegre, después de dejar la urbanización que hay al comienzo, para llegar al parking que hay pocos metros antes de toparnos con los muros y edificios del restaurante, masía, iglesia, templo y construcciones de Sant Martí de Montnegre. Hace otro buen día, con sol y un frio poco representativo de lo que es el invierno; eso sí, me encontraré con una cima y bosques cimeros llenos de esa niebla fría, muy húmeda y fantasmagórica que te hace olvidar que estamos en montañas con clima Mediterráneo.
Una vez aparcado el coche en el pequeño parking mencionado me dispongo a realizar justo el mismo recorrido descrito la última vez que vine a Montnegre y que casualmente visité su cima más alta por primera vez, cogeré el G.R.-83/5 en busca de La Telefonista, Las cimas del Montnegre. Pero no haré el desvío hacia el Turó d’en Vives, que quedaba a la derecha y oeste, ya que mi objetivo es visitar otro punto alto, otra cimita, al otro lado de La Telefonista.
Pero no olvido el bonito recorrido de subida hasta el mágico Coll de Basses con esos preciosos ejemplares de encinas y altos, grandes árboles, que entre la niebla que se ha enganchado a la cima del Montnegre y no se irá hasta bien pasada la mañana. Precioso. Llegando cerca del Vaivé de La Casanova que es así como un collado, giro antes a la izquierda y este por el mismo camino, siguiendo los postes indicadores de un recorrido señalizado, con las marcas blancas y verdes, y el número 103 dibujado. Antes de llegar al Coll de Basses he subido por una senda evitando el camino, la pista, también excepcional… incluso me he topado con un excéntrico y original nacimiento…
A partir de aquí sigo el camino que cruza el excepcional robledal: altos y preciosos robles, numerosos, impresionantes, que llenan esta parte de la cima del Montnegre. Precioso y magnífico. Ya había pasado por aquí en Las cimas del Montnegre y ya nos habíamos quedado impresionados… es un lugar digno de visitar, disfrutar y proteger, cuidar… además con esta niebla fantasmagórica, inquietante, invernal… fantástico. Fotos y más fotos. No me canso.
Hasta que el camino, después de bajar levemente, vuelve a subir con alguna curva pero en dirección este, hasta toparme con la torre de vigilancia de incendios de la cima de La Telefonista, a 766 mts., también entre las nieblas y la humedad de invierno a estas alturas. Se cruza un grupo de andarines, excursionistas, que vienen del lado al que yo quiero ir. Les hago una foto de grupo en la cima del Montnegre, entre la torre, las carrascas y la profunda niebla. Después ellos siguen hacia el camino por el que venía yo, y yo hacia la dirección de la que ellos venían.
Después de pasar por la cima más alta del Montnegre sigo por el camino hacia el este; no he dejado de seguir el recorrido de La cima del Montnegre. El paisaje sigue siendo excepcional, muy de Tim Burton, casi gótico entre estos excepcionales ejemplares desnudos de hojas muchos de ellos, la niebla gris, profunda, intimidatoria y el frio, la humedad… casi de cuento, de pesadilla… Fantástico y magnífico. Me encanta.
Llego a otro colladito, el Vaivé de La Casavella. Aquí en el pasado recorrido de la cima del Montnegre, giramos un poco a la izquierda para internarnos por una senda bellísima y marcada, señalada, pero que nos baja por la ladera de la montaña dejando a nuestras espaldas las cimas, y no, esta vez quiero tocar otra cima que queda más al este: el Turó d’en Xona o de Ca l’Alomar. El otro camino que es senda bajaría a la iglesilla de Santa María de Montnegre, y la cima que quiero visitar ahora queda justo arriba de ésta, lo más alto en este lado o lugar del Montnegre. Con lo que tengo que seguir el caminillo que sigue por lo más alto de la montaña, sin bajar, hacia el este, hasta las inmediaciones de la cima nombrada.
Pero antes y en el mismo cruce, busco un ejemplar que figura en el Alpina como un árbol monumental o de especial relevancia, el Roure del Paraiga. Para ello me desvío por otro camino que gira, en el mismo cruce, hacia el norte, girando hacia el noroeste, oeste, como haciendo un giro de unos 90º hacia el norte… a los pocos minutos de internarme por este camino voy mirando siempre hacia el bosque a la derecha, ladera abajo, una ladera y zona muy boscosa, intentando descubrir el ejemplar que busco… no lo veo. Vuelvo al cruce. Y antes de llegar a mismo, descubro al fondo una alta y ancha copa con muchas ramas perfectamente nacidas y compuestas, pero muy tapado por el resto de las encinas y árboles del bosque que le precede, con lo que tampoco se aprecia en su totalidad y magnificencia… pero para acercarme y hacer alguna foto debo de internarme monte a través entre el salvaje y frondoso bosque… no tengo ganas. Podría perder un tiempo que me puede faltar para acabar el recorrido que aún no he terminado de planear…
Vuelvo al cruce y sigo por el camino antes nombrado, dejando el recorrido descrito en la cima del Montnegre, en busca del Turó d’en Xona o de Ca l’Alomar, como ya he indicado antes. Este camino es más aburrido en un principio, pero con la niebla y los ejemplares que aparecen al lado del camino, se hace más ameno e interesante. Me encuentro con algún otro cruce de caminos, pero yo sigo recto por el mismo que sigue por la cima de la montaña, sin bajarme de ella a un lado o al otro, y al tiempo miro el Alpina en un segundo cruce. Ya estoy cerca de la cima del Turó d’en Xona o de Ca l’Alomar. A partir de aquí tendría que haber una senda o recorrido que siga recto fuera de los caminos y suba hacia el este montaña arriba por en medio del bosquecillo… pero no la encuentro. Entonces sigo por el camino de la derecha (el de la izquierda parece que baja altura), para ver si éste, que se acerca más a la cima, sale de él alguna sendilla que en pocos metros me deja en la cima del Turó d’en Xona o de Ca l’Alomar, a 711 mts., está a tocar, poquísimos metros, pero no sale ninguna sendilla o subida, rastros, pisadas… aunque sean de cabras… nada… me decepciono, olvido esta cima (a pesar de estar tan cerca, a nada) y sigo el camino hacia el este que comienza a bajar ya dejando la nombrada cima a mi espalda.
Estoy tan decepcionado que no hago ni una foto del lugar. Solo al llegar a la parte más baja del camino, después de dejar la cima de este turó, de esta tercera cima del Montnegre, a mi espalda, donde hay un cruce caminos, que aparece una fotogénica y preciosa surera en el centro del mismo entre los caminos, al que le hago varias fotos, también como punto de referencia para girar en el recorrido: aquí sigo un tercer camino que sigue en dirección más hacia abajo y oeste (dirección contraria a la que llevaba), y un segundo camino (del cruce anterior) que queda entre el camino que llevo y el tercero por el que quiero seguir… y así hago, dejo ahora a mi espalda la magnífica y singular surera para seguir por este camino en dirección oeste, en las laderas norte del turó del que casi pisé su punto más alto, en busca de la senda, aquella senda, que bajaba del Vaivé de La Casavella hacia Santa María de Montnegre y estaba bien marcada y señalada al pasar por lugares ecológicamente sensacionales del Montnegre.
Entre este camino y su derivación en la nombrada senda que baja a Santa María de Montnegre (girando a la derecha y abajo una vez llegamos a ésta) atravieso un curioso bosque de árboles de hoja caduca, de muchas ramas o troncos que salen de mismo punto del mismo nacimiento, parecido a los castaños pero con el tronco más fino…. Creo que son avellanos. Fascinante.
Giro por la nombrada senda hacia la derecha y abajo, cambiando de nuevo de dirección de oeste a este. Me encuentro con una pareja de excursionistas que suben por aquí. Y enseguida llego por la ancha senda casi camino, a la pequeña construcción religiosa y casi nueva de la ermita de Santa María de Montnegre. Me paro. Hago algunas fotos. Deambulo por allí como en las cima del Montnegre. Hay algunos moteros de esas de viajes; no los destrozamontes de los trialeros, aunque sí he oído esas motos mientras caminaba por la montaña.
Desde aquí seguiré el recorrido realizado en las cimas del Montnegre por el camino hacia a izquierda, abajo y noroeste, norte en general, con sus curvas y perfiles. Hasta desembocar en una pista principal que recorre toda la falda de la montaña a casi una misma altura de este a oeste, aparte de estar señalada con otro G.R., el 92. En las cima del Montnegre seguimos esta pista hacia la izquierda y oeste en busca ya de acabar la actividad y bajar a Sant Martí de Montnegre, pero esta vez quiero bajar hasta el Pantà de La Brinxa que, según miro el Alpina, queda justo abajo del valle hacia el norte. Con lo que miro que camino o senda se acerca más al mencionado lugar, y justo cuando salgo a la pista, prácticamente en frente, sale otro camino más maltrecho hacia la derecha y norte sigue por lo que llaman la Carena de La Rompuda en busca del Turó del Pantà, aunque según el alpina el camino de herradura aparece, desaparece… veremos que me encuentro. Sigo por este camino.
El camino sigue por la parte más alta de la carena, del cordal, haciendo un giro a la izquierda siguiendo el mismo perfil del cordal. Me encuentro con preciosos ejemplares de sureras, altas, ramificadas, con su original e inconfundible corteza. Les hago fotos. Justo en la curva del camino cuando deja de ir hacia el noreste y gira al noroeste. El camino cada vez está peor, pero al menos estoy en un lugar que ni motos, ni curiosos, ni domingueros se meterían… ¡Me encanta esta soledad en la montaña salvaje!
Pero el camino desaparece en un punto, sigo una especie de traza, que no llega a ser una senda, yo mismo tengo que seguir por el mejor sitio con la intuición montañera, monte a través, en busca de otro punto más adelante sin bajar del cordal, que me bajará a la izquierda a otro camino más o menos bien señalado. Éste sigue, como la pista, por el perfil de la montaña de oeste a este pero a unos metros más abajo de la misma pista, paralela a ella. Pues bien, bajo a este camino que me lo encuentro a la izquierda en la ladera del cordal, y lo sigo hacia la derecha, hacia el norte. Este camino hará giros y seguirá el perfil de la montaña, pasando del lado este del cordal, al norte o noroeste del mismo, ya mirando hacia el valle donde se encuentra el Pantà de La Brinxa. Antes el ir por la parte más alta de la Carena de La Rompuda he podido admirar el paisaje de todo el monte boscoso del Montnegre hacia el este, identificando la magnífica masía de Can Preses en mitad de la boscosa ladera. Precioso. Arriba girando la mirada hacia la izquierda, quedan las cimas del Montnegre aún tapadas por las nubes, las nieblas; aquí abajo, mientras llegaba a Santa María de Montnegre hacia abajo, ya no atravieso esas nieblas, y el sol sin una nube es el predominante en la montaña.
Después de dos o tres curvas cerradas del maltrecho y nada utilizado camino, mirando al valle del Pantà de La Brinxa, de repente se acaba, termina, sin opciones a seguir por otro sitio, por otro camino, senda o recorrido… nada… Miro el Alpina. Según el mapa hay otro camino por más abajo pero que entre la vegetación o no lo veo o apenas lo aprecio. Curiosamente se acaba justo en el cauce de un barranquito que en épocas de bonanza de lluvias, debe de tener agua, ahora se nota sus rocas romas, humedad, pendiente inclinada, escarpada, y justo abajo de este barranco el otro camino salvador. Me interno por este barranquito. Me da la impresión y se nota, que nadie ha pasado por aquí nunca, no hay huellas, no hay rastros ni de jabalís ni de cabras… poco más abajo, sin intentar resbalar por las rocas romas, suaves por el transcurso del agua y con la humedad que le quita rozamiento, llego a un punto en que el barranquito desemboca en el camino que se supone debía estar aquí abajo, pero para poder pisarlo tengo unos metros de pisar enredaderas pinchosas, en vertical, con un salto para salvar la parte en la que estoy del barranco, una paretilla, y caer en las nombradas zarzas, enredaderas maliciosas, para salir de ellas a zancadas y llegar al camino más o menos transitable (más menos que más)… pero al fin llego al rastro de dicho camino que sigue hacia la derecha y abajo, haciendo el perfil de la montaña en busca del fondo de este vallecillo.
Estoy tan cerca del fondo del vallecillo donde está el Pantà de La Brinxa, pero parece que no llego nunca, que da la sensación se haga eterno. Este camino escogido está lleno de matorrales, lleno de maleza… no es nada, nada transitable, tengo que hacerme sitio para poder avanzar por él (que el perfil que observo es de un camino de terreno horizontal, al contrario que la ladera en pendiente que atraviesa). Atravieso altos matorrales, avanzo muy lentamente, esquivando sitios imposibles de cruzar por los enormes y arraigados matorrales, zarzas, enredaderas, y buscando el mejor paso entre zancadas, saltar y pisar las plantas, para proseguir por este “supuesto camino”. Sobre todo en las zonas que cruza y por el que baja algún barranquito donde la humedad y el agua suelen ser un punto más condicionante en estos sitios.
Pero por fin entre la exuberante y frondosa, salvaje vegetación, descubro abajo en un hueco del paisaje el laguito del Pantà de La Brinxa. Me alegra, ya estoy cerca (aunque no lo parezca). Arriba en el paisaje y más lejos del Pantà de La Brinxa, el significativo edificio de la masía de Can Riera de Fuirosos. Magnífico. Por allá también tendré que pasar. Y más arriba, al fondo, fuera de los dominios del Montnegre, un nuevo perfil del Montseny, más allá del manto boscoso perfecto y precioso del mismo Montnegre.
Y de nuevo este maltrecho camino (o lo que fue un camino) acaba muy cerca del fondo del vallecillo, pero aún quedan algunos metros para llegar a la pista que atraviesa todo el fondo del mismo vallecillo, al que llaman del Sot de La Brinxa. Con lo que toca de nuevo hacer monte a través hacia el norte y abajo en busca del cauce de la riera o Sot de La Brinxa. Aquí la frondosidad es más espesa, entre matorrales, árboles del bosque y sus ramas… me abro camino como un espartano, como un jabalí de 100 kg., y en ese abrir camino con la fuerza de mis piernas, mi reloj Viceroy se engancha en alguno de estos matorrales y me lo arrebata sin darme cuenta… tal era el abrir camino por este lugar. Me quedo sin él.
Pero al final y por suerte el terreno se allana y llego hasta las orillas del sorprendente Sot de La Brinxa (arroyo) con aparentemente abundante agua para el sitio y montaña que es. Sorprendente. Antes y según el Alpina he pasado, sin ver ni apreciar absolutamente nada, una antigua masía o construcción en ruinas o desaparecida: Cal Serafi, cuando acababa el camino que cruzaba el cordal, la Carena de La Rompuda, y Cal Fotroc, en el camino maltrecho y lleno de matorrales de bajada. Curioso.
Salto la riera, el arroyo, el sot, y salgo a una ancha pista que sigue su recorrido paralelo al valle, a la riera, como si fuera una bestia, un salvaje en la montaña, se ha acabado el monte a través … sigo la pista hacia la izquierda valle abajo, cerca está el laguito, el Pantá de La Brinxa que quería visitar.
Es un lugar simpático, curioso. El pensar que en medio de una montaña o macizo de clima mediterráneo puede haber un laguito, aunque sea de agua apresada, en el corazón del mismo, es algo insólito y especial. Tiene una capa de verde musgo o líquenes de estos que flotan en la superficie del agua, una agua que llega al nivel máximo del laguito, como si no saliera agua del mismo, como si estuviera estancada. Es casi sorprendente e interesante. Un pequeño laguito de vida acuática entre bosques y verdor mediterráneo de gran valor ecológico… si no fuera porque la pista es tan grande y destructora como si fuera una pista de aterrizaje, el lugar sería mucho más genial…
Pista abajo, dejando el Pantá de La Brinxa a la espalda, el arroyo hace cascaditas en las pequeñas presas de piedras antiguas para hacer canales estrechos hoy parece que en desuso; y la riera, el arroyo se ensancha y transforma en unos metros en un rio con caudal y personalidad. Precioso, magnífico.
Sigo por la pista o ancho camino que sigue por el fondo del valle, ahora ocupado por horizontales terrenos de labranza o pasto, por la izquierda de estos, valle, barranco abajo, sin hacer caso al resto de caminos que me sale a la derecha y otros a la izquierda que nos sacan del fondo del valle hacia otros lugares de la montaña. La idea es seguir barranco abajo paralelo a la riera, al sot de La Brinxa, a los bancales, hasta acercarme a la bonita y curiosa construcción que veía desde la espesura de la montaña, de los frondosos y nada pisados bosques: Can Riera de Fuirosos o Can Riera (ya que otro edificio más lejos también era conocido por Fuirosos según el Alpina).
De hecho no puedo llegar hasta las puertas o muros de Can Riera por su valla o cercado. Otro camino sale a la derecha muy cerca del edificio que nos dejaría en su misma puerta, pero el camino o pista principal sigue a una cierta altura del mismo pero muy cerca, entre la gran casa y la pendiente de la montaña boscosa. Y una vez aquí tengo que averiguar y buscar, en una curva de la pista, una senda a la izquierda y arriba con las marcas de un G.R. que me dejaría en el lugar de donde comencé la actividad, la marcha: Sant Martí de Montnegre.
La idea era seguir la ruta o recorrido ya realizado entre Sant Martí de Montnegre y Can Riera, pero en lugar de bajada, de subida (de Can Riera a Sant Martí de Montnegre) ya descrito en Perdidos en el Montnegre, marcado por el G.R.-83 entre sendas y caminos… pero no doy con la subida. Veo dos rastros: una senda con marcas de la hendidura, la huella de pasar bicicletas o motos en una ladera, y otro que parece sigue la línea de unos postes de luz, de electricidad… o algo así… sí, tenía dos opciones, un 50% de probabilidad, me equivoco y cojo la que subida o supuesta senda que no es, la que pasa por los postes de la luz. Según bajo por el camino, la senda correcta me la encuentro antes que la de los postes de la luz… para la próxima vez.
El caso es que me equivoco y tengo que hacer un giro casi monte a través, una vez acabada la senda de los postes de la luz, en busca de la senda y el G.R. que se ha quedado más al sur. Sigo el perfil de la montaña, hace una especie de circo, curva, como comienzo de un barranquito, y giro buscando el rastro de dicho recorrido mencionado. Pierdo algo de tiempo que no hubiera sido así si hubiera cogido la senda correcta, pero al final lo descubro y al llegar a la senda bien marcada, la sigo hacia la derecha, arriba y sur, suroeste. Ya vuelvo a ir por buen camino.
Y como he mencionado antes, sigo el recorrido del G.R.-83 ya realizado en Perdidos por el Montnegre pero en subida en lugar de bajada, en busca del templo y lugar de Sant Martí de Montnegre. Con las marcas del G.R., del cual sus postes vienen como en dirección a “Mataró”. Sigo por senda, caminos, cruzo para allá, para acá, pero cogiendo altura y en dirección suroeste en general. Veo rastros de motos, y las escucho en la lejanía, instalo “avisos”, ramas caídas y troncos que se cruzan en la senda como una vaya indicando que no se debe de cruzar… a ver si así se van dando cuenta de lo que hacen está mal… ¡Seguro que alguno cae, al menos que primero!
Antes de llegar arriba del todo, de este recorrido donde se encuentra el edificio, paso por un pasillo como un antiguo camino rodeado de hermosas y espectaculares ejemplares de sureras. Parecen extraños personajes, extrañas figuras entre terroríficas y simpáticas con formas, excéntricas, de ramas, troncos con esa corteza tan arrugada y típica. Preciosos. Vale la pena más de una foto y más de una visita, mención.
Y al final, justo al llegar a las puertas de los límites de los edificios, del templo, ya en el camino hacia ellos, me tropiezo con un grupo de motos, motocross o trialeros. Se libran que estamos en un camino… Llego al murito del edificio, del templo y entro como otras veces hasta su terraza delante de la torre como el mirador que es. Sant Martí de Montnegre. Y después de la visita subo hasta el coche pasando por el resto de edificios como la misma masía, que parece abandonada o muy vieja, y el restaurante, en cuyo parking los perros atados, porque no pueden entrar en el bar, me ladran asustados como si vieran a un ser salvaje salido del interior del bosque… ¡Que escandalo! Y así, llegando al coche, acabo otro recorrido por este precioso y no tan bien cuidado o protegido, macizo o Serra del Montnegre. Pero con secretos y escondites, paisajes y lugares que lo hacen fascinante y emocionante. Un magnífico trozo de vida y Naturaleza en la montaña mediterránea litoral catalana.